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La cuestión inmigrante y el silencio electoral

Fuentes: Público

La inmigración ha pasado de puntillas por esta campaña electoral. Y se puede interpretar ese silencio como un olvido. Pero el ruido, cuando es trifulca partidista, contamina el juicio. De modo que este silencio tiene también una lectura positiva. Por lo pronto han sido unas elecciones sin rentabilidad xenófoba. Esa falta de sonido es la […]


La inmigración ha pasado de puntillas por esta campaña electoral. Y se puede interpretar ese silencio como un olvido. Pero el ruido, cuando es trifulca partidista, contamina el juicio. De modo que este silencio tiene también una lectura positiva. Por lo pronto han sido unas elecciones sin rentabilidad xenófoba. Esa falta de sonido es la expresión del tránsito desde la extranjería a la ciudadanía. Esa es, de aquí en adelante, la cuestión inmigrante.

El ruido se asocia al conflicto y, para sorpresa de muchos, lo que se respira es tranquilidad. Superamos el 20% de desempleo y, sin embargo, el racismo aún se sirve en plato pequeño. Lo cual demuestra que el mercado no es la única vara de medir la capacidad de acogida de una sociedad. De hecho, en estos momentos, el empleo es un látigo, y si por él fuera no habría convivencia. Pero la integración depende, sobre todo, del contrato social, es decir, de cómo unos interpretan la presencia de los otros. Por eso la integración está funcionando sin dinero y sin seguir un modelo. Pero este silencio no va a solucionar la integración, y la tempestad puede seguir a la calma si no se actúa durante la crisis.

Al desempleo se le combate desatando al inmigrante de un empleador, una provincia y un sector de actividad. Es la libertad de movimiento contra el celo burocrático. En cuanto a la homologación de títulos, hay que valorar las particularidades y no sólo la identidad curricular. Saber de otras realidades es también un capital y en la sociedad del conocimiento vale más la diversidad que la homogeneidad. Por fin, para prevenir la irregularidad nada mejor que facilitar la permanencia y la naturalización sin discriminación por origen. Que sean los mismos años para todos y que no se tarde menos tiempo en nacionalizarse que en consolidar la residencia.

Pero la cuestión esencial es el porvenir de los jóvenes de origen inmigrante. Hay que redoblar el esfuerzo educativo para los que ya no son forasteros. Su problema no es la capacidad, sino crecer en familias sin dinero para elegir colegio ni influencias para encontrarles empleo. Porque seguirán llegando pateras, pero el tumulto se puede gestar dentro.

Antonio Izquierdo es Catedrático de Sociología

Fuente: http://blogs.publico.es/delconsejoeditorial/1929/la-cuestion-inmigrante-y-el-silencio-electoral/