Regresar a Madrid nunca es fácil, y menos dejar físicamente atrás Cuba, donde compartimos una especie de celebración de la cultura. Una cultura viva, donde el libro no es un objeto mercantil sino una vía de acceso al conocimiento, al pensamiento, a la reflexión y a la acción. Miles de personas del pueblo, casi medio […]
Regresar a Madrid nunca es fácil, y menos dejar físicamente atrás Cuba, donde compartimos una especie de celebración de la cultura. Una cultura viva, donde el libro no es un objeto mercantil sino una vía de acceso al conocimiento, al pensamiento, a la reflexión y a la acción. Miles de personas del pueblo, casi medio millón de mujeres, niños, hombres, jóvenes y mayores participaron de las numerosas conferencias, lecturas, y presentaciones de libros y pudieron comprarlos porque el estado permite que esos libros estén al alcance de todos. Sorprende el amor por el libro, las ansias de leer, la curiosidad. Y sorprende también cómo se lee, la profundidad de los puntos de vista, el sentido histórico y colectivo de la tarea cultural, como parte de la tarea emancipatoria..
La mayor parte de las ediciones eran cubanas, pero también participaron editoriales de otros países latinoamericanos y europeos, y muchos intelectuales de todo el mundo intervinieron en mesas redondas sobre ciencias, ciencias sociales, y literatura.
Lo notable de este encuentro multitudinario, para los que vivimos en países capitalistas, es que la participación es proporcional a la enorme cultura que el pueblo cubano tiene, una cultura nueva, basada en la igualdad y en la lucha por un mundo más justo para todos. La gente habla, interviene con curiosidad, pregunta, indaga y se interesa por los temas más candentes, tanto locales como internacionales. La feria coincidió con una semana de receso escolar y de verdad, nunca antes había visto tantos niños con libros en las manos. Un pabellón entero, enorme, dedicado a la literatura infantil, al futuro «hombre nuevo».
Fue emocionante constatar una vez más adónde ha puesto el énfasis la revolución: la cultura no es un bien pasivo, es una conquista de la libertad, es activa, forma y conforma hombres y mujeres capaces de tener una visión del mundo, de otro mundo posible y tangible allí, en Cuba. Es cultura en pie de lucha. Es cultura antiimperialista. Es cultura por la vida y contra la atroz muerte que el imperialismo propone y ejecuta en casi todo el resto mundo.
El imperio necesita conciencias dóciles, embotadas, que acepten el régimen de la
MENTIRA como si se tratara de verdades indiscutibles, necesita dominar a los medios de información para que estos sean sólo poleas de transmisión de noticias atomizadas que le convienen y son necesarias a su política de expolio y exterminio. El imperio necesita manipular a la opinión pública, sembrar el campo de verdades a medias, mentiras por lo tanto, que impidan ver la relación que tienen sus invasiones y sus guerras con el saqueo de las riquezas naturales de los países colonizados y con un modo de producción perverso. En los países imperiales, una corte de medios de información trabaja para oscurecer las relaciones y la verdadera intención de los dueños de las grandes empresas transnacionales: su función es vestir de demonio a quien se oponga a su política agresiva.
Es trágico, mientras las bombas empezaban a caer en Irak sobre miles de personas indefensas, los titulares de la prensa en España se dedicaban a demonizar a Sadam Husein, a quien no defiendo, pero no denunciaban la destrucción terrible de vidas humanas, campos y ciudades. Mientras se tortura a los prisioneros de guerra en la base de Guantánamo y en las atroces cárceles irakíes, los periódicos se suman a una campaña infame contra el gobierno cubano, acusandolo de falta de «libertad», por haber juzgado a los mercenarios del gobierno americano. Muchos intelectuales olvidaron lo esencial y se sumaron a esa letanía anti-cubana , sordos a los aullidos de los inocentes que estaban y están muriendo bajo las bombas criminales en oriente y a los cuarenta años de bloqueo y sabotaje contra un pueblo socialista, internacionalista, martiano.
Millones de personas protestamos contra la guerra y las bases militares que nutrieron a esos bombarderos desde el territorio español, sin ser escuchadas por el gobierno que ordenó y dirigió la campaña de terror, mientras sostenía abiertamente el terrorismo de Estado-s Unidos. Era curioso escuchar como la gente en la calle repetía con inconsciencia, atragantada por las intensas campañas mediáticas que había que matar a Sadam, que había armas químicas, como si ese fuera el tema de la guerra y no el pillaje del petróleo y la destrucción colonial de un país. Es bueno recordar ese trágico momento porque sólo así seremos capaces de darnos cuenta de cómo opera la MENTIRA. Cómo al cabo del tiempo se demostró que no había armas químicas, salvo en Usa, y otras nuevas mentiras se esgrimieron para justificar y seguir justificando lo injustificable. La televisión no cesa de emitir imágenes y discursos fragmentarios sobre la guerra, que sirven para no poder relacionar, historizar, y ver claramente cómo y porqué suceden estos hechos. El objetivo fundamental es que el ciudadano medio -embotado, exprimido durante más de ocho horas de trabajo- llegue a su casa y se siente a recibir por la pantalla mentiras pre-digeridas, que impidan poner en duda lo que están diciéndole, y que repita por un miedo inyectado lenta y constantemente -terrorismo mediático- lo que el imperio quiere. El lenguaje es un arma poderosa, todo debe parecer nuevo, y ninguna noticia debe tener relación con la historia, ni con las causas de la guerra, y por eso las palabras se pervierten: «catástrofe humanitaria» es la hambruna después del saqueo y- o el bombardeo, los mercenarios son «contratistas», la «comunidad internacional» son las potencias que participan en la guerra … y así en adelante.
Es importante hablar de lo esencial. De las preguntas esenciales, y después sin duda comparar y comprender las contradicciones básicas de todo proceso social. Y una de las cosas más esenciales en este momento es la defensa de la humanidad y de la vida en el planeta. Tenemos la amarga experiencia de la muerte cotidiana, de la muerte ejercitada por el afán de expolio y por el ejercicio de la ley de la máxima ganancia para unos pocos y el exterminio de tantos. . Las empresas multinacionales han triplicado sus beneficios y esos beneficios han sido arrancados violentamente, en Yugoslavia, en Irak, en Palestina, en América Latina, en Africa. La voz del amo dice que todo aquello que se oponga a la ley del saqueo, debe ser suprimido: esa es la voz de orden del imperio.
Cuba ha dicho NO, y sobre ella se ejercita y se ha ejercitado durante cuarenta años el más terrible de los castigos: bloqueo, sabotajes, difamación. Es simple, una verdad sencilla como una fruta madura: no han podido vencer la decisión de los cubanos de construir un mundo diferente, más justo y más humano. No creo en la perfección, y sin duda queda mucho camino por delante para mejorar y crecer, pero eso es lo esencial: desde ese peldaño ya recorrido, la revolución cubana sólo puede avanzar. Y lo hará, porque cuenta también con una América Latina que ha vuelto a echar andar después de tantos años de retroceso, de terror y de genocidio. Venezuela bolivariana, señala claramente el camino.
Comparemos, entre los años 70 y los 90, a Cuba con el resto de los países latinoamericanos. Para nosotros fueron años de asesinatos masivos, de golpes militares y crímenes de generaciones enteras para poder establecer gobiernos que cumplieran con el plan del imperio: saquear todas nuestras riquezas naturales e industriales y llenar las arcas del capital financiero multinacional. En Argentina, ni siquiera nos dejaron los trenes, hasta las máquinas fueron vendidas como chatarra, «privatizadas» se decía, pero eso significa sencillamente robo a mano armada, teléfonos, lineas aéreas, petroleo, gas, electricidad, todo fue vendido mientras la deuda externa no cesaba de crecer. Es esencial hablar de robo a mano armada, para entender el sentido profundo de tanta masacre.
Fue emocionante compartir con el pueblo cubano su dignidad de pueblo libre, que con grandes dificultades materiales está construyendo el presente. Un presente que no es fácil, y que requiere todo nuestro apoyo. Entiendo por apoyo también el apoyo crítico, porque, como dije antes, el primer paso, el fundamental, está dado y sólo sobre la igualdad de posibilidades se puede dar el segundo y los subsiguientes. La soledad a la que el imperio pretende someter a Cuba es también nuestra responsabilidad, y la solidaridad internacional debe servir para que el criminal bloqueo contra el pueblo cubano se termine. Al menos, en lo que a nuestro tarea como trabajadores de la cultura se refiere, es esencial derrotar la mentira -la retórica perversa- organizada como lenguaje, y mostrar cómo en este momento decisivo se trata de luchar por la vida, o bien decir abiertamente que se está apoyando a la muerte. No hay término medio, no hay neutralidad posible, como bien decía Howard Zimm en una de sus conferencias «No se puede ser neutral desde un tren en marcha». No hay información neutral ni puede haberla. Estamos contra el imperio o a favor de él, estamos por la construcción de otro mundo regido por otras leyes que favorezcan la vida y la justicia o estamos contra ella.
Curiosamente, en al aeropuerto de la Habana, antes de embarcar esta contradicción encarnó como suele encarnar siempre la historia en los individuos concretos. Una casualidad hizo que me encontrara allí con una turista española, que había pasado una semana de vacaciones. «¿Qué te ha parecido Cuba?», le pregunté, y ella, con la aparente inocencia de un fusil a repetición -que es el arma de la casta turística- me contestó «Es tremendo el hambre de la gente, están todos muy tristes, y desesperados». Respondí «¿Hambre?, hambre hay en mi país, aquí puede haber pobreza, por el maldito bloqueo al que están sometidos, pero jamás hambre». Entonces el inocente fusil repetidor disparó con el tópico de todos los días «Pero apenas pueden comprar pollo, ropa, las cosas que les gustan». Y claro, rápidamente, porque la cola del avión avanzaba, le dije «¿Sabes que la salud y la educación, las casas, todo lo básico está asegurado, que ningún niño cubano muere de hambre como mueren como moscas en el resto de America Latina? ¿Sabes lo que significa no poder intercambiar sus productos y pagar el triple y al contado cada cosa que deben importar del extranjero? ¿En donde has estado estos días?» . Sin inmutarse, y seguramente con buena voluntad -la que una turista puede llegar a tener por la información desde la que parte- me contestó «En el centro de la Habana, y en la playa». Sólo tuve tiempo de decir «Pero eso ya lo sabías, antes de venir». Quedamos en seguir hablando algún día, más adelante. No es fácil romper el pre-juicio, pero me quedé pensando en lo tremendo que puede ser una masa de turistas desbocados.
Por suerte, y ya en el avión, a mi lado se sentó un grupo grande de jóvenes españoles que venían de hacer un curso de enfermería en un hospital cubano. Estaban felices. Hablamos mucho y quedamos en que me mandarían sus crónicas del viaje. Habían ido a aprender y habían aprendido, gracias a los programas de formación intensivos. Volvían a las ciudades de Granada y de Málaga ricos en experiencia y conocimiento no sólo de enfermería sino social.
Así encarna la historia y así es de contradictoria. La versión de la turista es la versión que día tras día nos encontramos aquí en la «Europa del bienestar», gracias a la propaganda de los medios que impiden la duda y el dolor que a veces produce pensar. La de los jóvenes enfermeros andaluces es la otra cara, que crece día a día y que sin duda es la que conoce, indaga y aprende. Y la que sabe que la vida, el horizonte de la vida humana es más amplio que tener un coche, un mojito barato, y la piel bronceada con rapidez.
Y la lucha también está en estos detalles cotidianos, donde una no deja de sorprenderse por la forma en que las tendencias en pugna aparecen de pronto cristalizadas. Esa es la tarea, impedir que cristalice la barbarie, aquel «sentido común» del que hablaba Gramci, y que llevó hace no tanto tiempo a que las masas del «país más culto de Europa» votaran a Hitler.
Por todo esto y mucho más , y desde hace muchísimo tiempo, cuando nuestro querido Che estaba luchando en Bolivia y nosotros todavía eramos adolescentes, agradezco al pueblo cubano la persistencia, la sabiduría, la posibilidad de compartir el camino, porque para nosotros es esencial saber que existe un territorio libre, una resistencia activa al imperialismo, y ese territorio donde es tangible la utopía, es Cuba.