En torno a 120.000 policías, gendarmes y militares se encargarán durante los próximos quince días de la seguridad en la Cumbre del Clima que se celebra en París, a la que asistirán delegaciones de 195 países. Con carácter previo a las reuniones, 24 activistas fueron sometidos a arresto domiciliario y más de 300 personas resultaron […]
En torno a 120.000 policías, gendarmes y militares se encargarán durante los próximos quince días de la seguridad en la Cumbre del Clima que se celebra en París, a la que asistirán delegaciones de 195 países. Con carácter previo a las reuniones, 24 activistas fueron sometidos a arresto domiciliario y más de 300 personas resultaron detenidas durante las concentraciones del 29 de noviembre. Mientras, en 2.500 ciudades de todo el mundo han tenido lugar actos reivindicativos en relación con el cambio climático y en el estado español, la Alianza por el Clima, de la que forman parte 40 organizaciones ecologistas, sindicales y ONG, han pedido la reducción de los gases de efecto invernadero de acuerdo con las recomendaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio climático de Naciones Unidas (IPCC), para que no se sobrepasen los 2ºC de temperatura media global, o preferentemente los 1,5ºC. Alianza por el Clima ha recomendado asimismo las contribuciones comprometidas en el Fondo Verde para el Clima, de 100.000 millones de dólares anuales para 2020, que deberían contribuir a un cambio hacia un modelo bajo en carbono que impulse las energías renovables y la eficiencia energética.
En las últimas fechas han proliferado los estudios, investigaciones y estadísticas sobre los efectos del cambio en el clima. Un tercio de las reservas mundiales de petróleo, el 50% de las gasísticas y más del 80% de las de carbón se tendrían que mantener intactas entre 2000 y 2050 para evitar que la temperatura terrestre aumente en 2ºC, según un estudio publicado en la revista «Nature» por los investigadores Cristophe McGlade y Paul Ekins. Pero «el instinto de los políticos es aprovechar las reservas territoriales por completo y con rapidez», afirman los autores. Recientemente Naciones Unidas ha recordado que anualmente se producen 30.000 muertes por inundaciones, tormentas, olas de calor u otros desastres relacionados con el cambio climático. Las catástrofes atribuidas en la última década a estos fenómenos asciende a una media de 355 anuales, un 14% más que en los diez años anteriores. Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado del incremento de enfermedades infecciosas, como la malaria, el dengue o el cólera, asociadas al aumento de las temperaturas.
La concentración de CO2 en la atmósfera ya ha superado el punto neurálgico de las 400 partes por millón, advierte el biólogo, experto en sostenibilidad ambiental y militante ecologista Ricardo Almenar, quien se manifiesta poco optimista respecto a los resultados de la Cumbre de París. Explica que el precio del barril de petróleo se sitúa en torno a los 45 dólares (ha caído desde los 105 dólares desde el verano de 2014), lo que implica un precio muy barato de la energía. «Con los precios de una materia prima como el crudo a esos niveles, es muy difícil pensar en políticas de ahorro; son precios que incentivan al consumo».
Además, los delegados de los países que asisten a la Cumbre de París lo hacen con «propuestas de carácter voluntario», que en caso de incumplirse no llevan aparejada una sanción. En resumen, «no se considera la atmósfera un bien común, sino un bien libre donde estados, ciudadanos y empresas pueden emitir lo que les parezca», explica el autor de los libros «El fin de la expansión» (Icaria) y «El bosc protector» (Bromera) en un acto organizado por la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente y Cambio Climático en colaboración con la Universitat de València. Considera asimismo Almenar que las limitaciones al aumento de la temperatura del planeta en 2ºC hasta finales de siglo deberían haberse establecido ya en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992). «La de París es la que hace 21, llevamos unos 25 años de retraso».
Otra cuestión es la de las prioridades políticas. El informe Stern sobre la economía del cambio climático, encargado por el gobierno británico y publicado en 2006, pedía el 1% del PIB mundial para atenuar los efectos de las modificaciones en el clima. «El gasto público dedicado a rescatar a los sistemas financieros ha tenido un volumen mucho mayor». El biólogo y activista considera capital que en las próximas décadas «nuestros descendientes puedan encontrar Islas de naturaleza no antropizada, para que tengan las posibilidad de palpar algo de lo que todavía hoy consideramos medio natural», Sin embargo, a juicio de Ricardo Almenar más grave que el cambio climático es una humanidad que llegue a pensar que puede vivir sin el resto de la naturaleza. «Sería la derrota definitiva, porque somos medio natural». De hecho, «éste es el gran reto en un mundo donde lo virtual va comiéndose cada vez más a lo real».
Según los informes del IPCC, desde 1950 se han observado cambios en el clima que no tienen precedente. Además, la temperatura media global ha aumentado en torno a 1ºC desde la revolución industrial (hace 150 años). En el hemisferio norte, 1983-2012 es el periodo de tres décadas más cálido de los últimos 800 años. En 2014 la concentración media anual de CO2 alcanzó el 143% de la media en la era industrial. La retahíla de cifras y efectos devastadores resultaría interminable. «Es el momento de una guerra abierta contra el cambio climático», sostiene Amparo Vilches, profesora de Didáctica de las Ciencias Experimentales de la Universitat de València. La docente advierte de algunas confusiones en torno al concepto de «efecto invernadero», ya que éste «no se trata de un fenómeno negativo, de hecho permite que la temperatura media en el planeta se mantenga en torno a 15ºC». El problema, asegura, reside en el exponencial incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero por actividades humanas como la quema de combustibles fósiles o la deforestación.
Hace quince años el presidente de la Asociación Europea por la Conservación del Suelo y primer director del Centro de Investigación sobre la Desertificación (CIDE), José Luis Rubio, ya alertaba de que aproximadamente el 40% de la superficie terrestre se halla amenazada por la desertificación, en un territorio donde vive el 35% de la población mundial. No se establece habitualmente este vínculo entre suelo y cambio climático. Rubio recuerda que en las últimas dos décadas un tercio de las emisiones antrópicas de CO2 son consecuencia de los cambios en el uso del suelo y la deforestación. En consecuencia, afirma el científico, «la protección y conservación del suelo permitiría que éste puediera capturar y almacenar dióxido de carbono». Los dignatarios reunidos en la Cumbre de París seguramente no relacionen el cambio climático con las guerras, pero el conflicto que estalló en Dahrfur (oeste de Sudán) en 2003 tuvo en su origen una grave sequía, procesos de degradación del suelo y un incremento demográfico. La consecuencia fue una guerra que se saldó con una cifra de muertos que oscila entre 200.000 y 500.000, además de 2,4 millones de desplazados. En Ruanda y Somalia se vivieron procesos similares, recuerda José Luis Rubio, quien para frenar el cambio climático parafrasea a Gandhi: «Sé el cambio que quieras ver en el mundo».
La batalla contra la modificación del clima pasa por un nuevo modelo energético y, en el estado español, también por poner coto al imperio de las compañías eléctricas. El ingeniero industrial y miembro de la Plataforma per un Nou Model Energètic, Pau Lillo, recuerda en la Universitat de València que un oligopolio formado por cinco empresas -Iberdrola, Endesa, E.ON, Gas Natural-Fenosa y Energías de Portugal- controlan en España el 95% de la generación eléctrica y un porcentaje similar de la distribución. En París no se señalará a este oligopolio, multado en 2011 por la Comisión Nacional de la Competencia a 60 millones de euros, aunque la multa fue anulada en abril de 2015 por la Audiencia Nacional. Entre 2008 y 2014 el precio de la energía eléctrica que pagan las familias españolas aumentó en un 52%, cifra que duplica el incremento registrado en la Unión Europea. Pau Lillo relaciona estos desmanes con un titular del diario El Mundo del 23 de febrero de 2014: «43 políticos enchufados en eléctricas». El cuerpo de la información incluye en la nomina de las empresas del sector a José María Aznar (Endesa), Miguel Boyer (Red Eléctrica) o Felipe González (Gas Natural-Fenosa). Sobre la Cumbre del Clima en París, «la energía más barata es la que no se consume, y esta idea nos conduce al decrecimiento», remata el activista.
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