Durante la COP26, a finales del 2021 en Glasgow, Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron su intención de arbitrariamente despojar a 1.500 millones de personas de otras regiones del mundo de sus correspondientes cupos de emisiones 2021 – 2100. Una estafa cuyo valor comercial, a precios actuales, supera los 8 billones de dólares, cuatro veces la deuda pública externa que tiene postrada a toda América Latina.
Los anuncios de Estados Unidos y la Unión Europea imposibilitan limitar el aumento de temperatura a 1,5°C. Por el contrario, si todos hacemos lo mismo, superaremos inevitablemente ese límite para el 2030 y el de 2°C para el 2050, desatando un infierno sobre la Tierra.
Biden se presentó en Glasgow después de coordinar con el G7. Cuando reclamó su liderazgo mundial ante el calentamiento global, la estrategia ya había sido acordada. Anunció entonces su compromiso de limitar el aumento de temperatura a 1,5°C. Para dar ejemplo, se comprometió con emisiones netas cero para el 2050.
Uno a uno, los jefes de estado y de gobierno de Europa, incluyendo sus reyes, reinas y príncipes, repitieron en coro: emisiones netas cero para el 2050.
China y Rusia asumieron el mismo compromiso para el 2060.
India para el 2070.
En el caso de Estados Unidos, emisiones netas cero para el 2050 implica emitir al menos 75 giga-toneladas netas de CO2 durante el período 2021-2050.
Biden y Kerry repitieron reiteradamente en Glasgow: hagamos las cosas de acuerdo con la ciencia (follow the science). Lo predican, pero no lo practican.
Una de las conclusiones más resaltantes del reciente informe del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, IPCC AR6 2021, es que para limitar el aumento de temperatura a 1,5°C, con al menos un 67% de probabilidad, es necesario limitar las emisiones globales a 400 giga-toneladas durante el período 2021-2100. Se corre el riesgo de exceder ese límite con una probabilidad de 33%, como el de jugar ruleta Rusa con dos balas en el tambor de un revolver.
Si todos tenemos el mismo derecho, como tanto se pregona, el presupuesto de emisiones debe distribuirse entre la humanidad en partes iguales, todos iguales en derechos sobre un bien común: la capacidad de la atmósfera de albergar moléculas de CO2 hasta un límite, establecido por el aumento proyectado de temperatura. El presupuesto de emisiones debe distribuirse en proporción con la población de cada país.
A Estados Unidos le corresponden 17 giga-toneladas. Implica emisiones netas cero para el 2027 a más tardar.
El escenario que proponen Biden y Kerry, emisiones netas cero para el 2050, abusa de los derechos de otros países. Estados Unidos pretende auto adjudicarse 75 giga-toneladas, 58 giga-ton por encima del presupuesto que le corresponde, despojando a 1.116 millones de personas, de otras regiones del mundo, de sus correspondientes cupos de emisiones. Una estafa valorada en casi 5 billones de dólares a precios actuales, utilizando como precio de referencia el del mercado de bonos de carbono de la Unión Europea (US$ 80/ton CO2).
Estados Unidos reclama 75 giga-toneladas del presupuesto disponible de emisiones, el 19% del total. Pero su población es de apenas el 4% de la población mundial.
Estados Unidos reclama para sí 4,4 veces lo que efectivamente le corresponde. Si todos seguimos su ejemplo, llegaríamos a finales de siglo con un aumento de temperatura de al menos 3°C.
La Unión Europea de los 27 y el Reino Unido compiten con Estados Unidos en hipocresía. Pomposamente anuncian: emisiones netas cero para el 2050. Reclaman para sí 50 giga-toneladas del presupuesto disponible de emisiones, el 12,5% del total, aunque su población es menos del 7% del total mundial. De esta manera, y siguiendo fielmente a Estados Unidos, la Unión Europea de los 28 pretende despojar a 447 millones de personas, de otras partes del mundo, de sus correspondientes cupos de emisiones. Una estafa de 2 billones de dólares a precios actuales.
Biden y sus socios europeos también insistieron en evadir cualquier referencia a las responsabilidades acumuladas en la gestación de la crisis climática actual.
Los países industrializados, con el 17% de la población mundial, son responsables por el 70% del calentamiento global acumulado entre 1900 y el 2020. Están en la obligación de contribuir con el 70% de los costos para superar esta amenaza planetaria.
La contribución al calentamiento global acumulada desde 1900 hasta 2020 sólo por Estados Unidos supera la de China, India, África y América Latina juntos. Lo mismo ocurre con la Unión Europea. Cuando se toma en consideración la población, la comparación es vergonzosa.
Janet Yellen presidió la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, durante la administración Trump. Ahora es secretaria del tesoro, equivalente a un ministro de economía. Declaró que el costo de la reconstrucción energética mundial, necesaria para alcanzar el objetivo de 1,5°C, se estima en 150 billones de dólares en los próximos 30 años, un promedio de 5 billones por año. A los países industrializados les corresponde aportar el 70%, en proporción con su contribución al problema, 3,5 billones por año durante al menos 30 años consecutivos.
Cerca del 60% de la inversión total corresponde a países en desarrollo, unos 3 billones por año durante 30 años consecutivos. Los países industrializados deben contribuir con el 70% de esta carga. Les corresponde aportar al menos 2 billones por año durante el período 2021-2050.
Mientras Yellen hacía su anuncio en la COP-26, los países industrializados continuaban resistiéndose a cumplir con su compromiso, de hace 12 años, de aportar apenas 0,1 billón por año (100.000 millones/año), apenas el 5% de lo que les corresponde.
Entretanto, continuamos en la senda del suicidio, hacia un aumento de temperatura de 2°C para el 2050 y 4°C para el 2100. La última vez que el promedio global estaba 2°C sobre el de la época preindustrial, fue en el período interglaciar Emiense, hace 125.000 años. El nivel del mar se encontraba entonces siete (7) metros sobre el que conocemos.
La última vez que la temperatura promedio se encontraba 4°C sobre el de la época preindustrial, hace unos 4 millones de años, los humanos no existían y el nivel del mar se encontraba 24 metros sobre el actual.
2°C es el límite entre lo peligroso y lo catastrófico. Hacia allá vamos, en apenas 30 años. Lo demás son promesas, todas incumplidas.
Glasgow fue una vergonzosa traición a generaciones futuras. Una burla a toda la humanidad. Un gigantesco crimen.
Ni podemos ni debemos permitir que políticos ineptos sigan fracasando, poniendo en creciente riesgo a toda la humanidad. Han fracasado durante 50 años, desde que en 1972 se acordó por primera vez atender esta emergencia en el seno de la ONU. Han transcurrido 30 años desde que se firmó el Acuerdo Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en la Conferencia de Naciones Unidas para Ambiente y Desarrollo (UNCED) de 1992. Siete años desde que se firmó el Acuerdo de Paris en el 2015. Entre tanto, la amenaza se ha agigantado, alcanzando proporciones devastadoras.
La humanidad entera debe exigir resultados creíbles, consistentes, verificables. Ahora. No farsas como las de Glasgow. No más promesas falsas.
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