Tras el atentado, Zapatero declaró el final del proceso de paz y una renovada ofensiva policial, judicial, penitenciaria y política contra ETA y la izquierda abertzale.
Los jueces franquistas, que dominan el aparato judicial y han torpedeado desde el principio el proceso de paz, se han visto estimulados en su celo antiterrorista. De la misma manera, proseguirá la dispersión de los presos etarras, en medio de la angustia de sus familiares. Y, por supuesto, como dijo Zapatero, tampoco se permitirá a Batasuna tomar parte en las próximas elecciones.
Buscan la rendición política de la izquierda abertzale
El Gobierno, sin embargo, al mismo tiempo que ha relanzado la represión, se ha negado a cerrar la puerta a un nuevo proceso de paz en el futuro, aceptando por ello resignadamente los insultos del PP (para el que la continuidad de ETA es fundamental para mantener en pie de guerra a su base social, la caverna española).
Zapatero sabe que el problema vasco no se limita a ETA, sino que va mucho más allá. Sabe que la propia continuidad de ETA descansa, al final, en la existencia de una mayoría de vascos que reclaman su derecho a decidir como pueblo. Por eso no es suficiente una victoria policial o militar sobre ETA, sino también una victoria política, que sólo vendrá dada por la rendición política de la izquierda abertzale. El Gobierno nunca ha negado que su objetivo último es que ésta acepte las reglas de juego del régimen monárquico español. Unas reglas que se pactaron en la Transición entre el franquismo y la oposición democrática y que taponan cualquier vía al ejercicio del derecho a la autodeterminación.
Zapatero -en estrecha colaboración con Imaz, el actual dirigente del PNV- quiere repetir la operación que Tony Blair puso en marcha en Irlanda del Norte con el IRA y el Sinn Féin. Está decidido a ejercer la máxima presión sobre la izquierda abertzale, combinando el palo y la zanahoria. Ahora, con ocasión del atentado de Barajas, presiona sobre todo con el palo. Sin embargo, no deja de decir que la apertura de un nuevo proceso de paz en un futuro exigirá, a diferencia del proceso ahora abortado, condiciones mucho más estrictas, como el compromiso previo por parte de ETA del abandono definitivo de las armas y la aceptación del marco institucional por parte de la izquierda abertzale.
¿Adónde va la izquierda abertzale?
En marzo de 2006, poco antes de la tregua, decíamos que los coches bomba indiscriminados y los atentados de ETA contra concejales del PSOE y del PP, sólo habían servido para «entregar la iniciativa a la derecha más retrógrada, facilitar la sumisión de la izquierda institucional, ofrecer coartadas represivas para tapar el problema vasco y aislar la lucha de supueblo».
Esta valoración no nos impedía reconocer que sus militantes encarcelados eran presos políticos que habían asumido un compromiso extremo con la causa vasca. Criticábamos también la criminalización que las fuerzas españolistas hacían de toda la izquierda abertzale, calificada, por definición, como terrorista. Después de todo, nadie podía negar que buena parte de la juventud vasca se reclama de la izquierda abertzale, al igual que un importante sector de activistas sindicales y sociales vascos y más del 10% del cuerpo electoral. Durante treinta años -decíamos – la izquierda abertzale «ha resistido contra viento y marea y se ha negado a integrarse en el régimen monárquico que salió de la Transición (…). Ni el PCE, ni IU, ni otros tantos pueden decir lo mismo».
El atentado de Barajas vuelve a mostrar la ruinosa concepción militarista de ETA, que otorga la última palabra a la acción armada (complementada con una kale borroka minoritaria, que el pueblo no siente como suya) y en la que la acción de masas es un elemento secundario subordinado. Para ETA, la acción armada es el argumento supremo en la mesa de negociación. El atentado refleja también la profunda desconfianza de ETA hacia la clase trabajadora española, como si la libertad nacional de Euskal Herria fuera una partida entre los vascos (y más particularmente su vanguardia armada) y el Estado español.
Pero ETA se equivoca profundamente, porque el pueblo vasco jamás podrá lograr su libertad nacional sin movilizarse masivamente y sin la solidaridad de los trabajadores y los otros pueblos del estado español. Rehacer los lazos de solidaridad es una tarea difícil y compleja, pero no hay otra vía: sólo la lucha común que quiebre al régimen monárquico salido de la Transición (abriendo la vía a la III República) logrará arrancar el derecho democrático a la autodeterminación, precondición para la unión libre entre los pueblos.
Un nuevo proceso de paz…¿sobre qué bases?
ETA finalizaba el comunicado en que reivindicaba el atentado de Barajas diciendo que «todavía sigue en pie el alto el fuego permanente». En paralelo, los dirigentes de Batasuna se comprometían a trabajar para «reconstruir las bases que permitan rehacer un proceso». Pero, ¿sobre qué bases puede apoyarse un proceso de paz?
Lo primero a constatar es que ETA, en su enfrentamiento con el Estado, no tiene la más mínima posibilidad de alcanzar una victoria militar. Y no sólo por la enorme inferioridad de recursos sino porque, en las actuales circunstancias políticas, los atentados -en particular si comportan víctimas mortales- sólo sirven para desacreditar y aislar políticamente a ETA y a la izquierda abertzale y para condenarlas a la más feroz represión.
Sin embargo, ETA -como cualquier contendiente de un conflicto armado- tiene el derecho incuestionable a negociar con el Estado la entrega de las armas a cambio de la excarcelación de los presos, el retorno de los exiliados y el cese de la represión. De la misma manera que Batasuna tiene todo el derecho a exigir la derogación de la Ley de Partidos, el fin de los procesos judiciales y la restitución de todos sus derechos políticos. Conseguir esto no es nada fácil, pero es posible, si se apoya en la movilización del pueblo vasco y en la solidaridad a escala estatal. En las actuales condiciones, lograr estos objetivos representaría una enorme victoria política y crearía condiciones bastante más favorables para luchar por la autodeterminación.
Pero el problema comienza en el momento en que la negociación del desarme se mezcla con la de «un nuevo marco político-institucional», en un momento en que la correlación de fuerzas es claramente desfavorable. Entrar en un proceso así sólo puede llevar a un final como el de Irlanda del Norte.
Hace más de un año que hacíamos un balance de lo ocurrido allí [1]. «Los Acuerdos de Viernes Santo -decíamos- podían haber sido ‘simplemente’ el repliegue ordenado del IRA, una vez constatado que la táctica del terrorismo individual les llevaba a un callejón sin salida, [pactando] a cambio del abandono de las armas, la liberación de los presos, el cese de la represión y la igualdad de condiciones políticas para el Sinn Féin. Ello no tenía por qué llevar a la renuncia de los objetivos políticos y sociales. El problema se presenta, sin embargo, cuando no sólo se pactaron los temas vinculados al desarme, sino todo un acuerdo político que reconoce el dominio británico sobre Irlanda del Norte; consagra la división sectaria entre comunidades; atrasa por mucho tiempo el objetivo de la unificación irlandesa y compromete al Sinn Féin en la gestión institucional del acuerdo». Estos días leemos que el Sinn Féin ha reconocido y dado su apoyo al aparato judicial y a la policía norinlardesa, continuidad del antiguo RUC, nido unionista controlado por Londres y activamente implicado en la guerra sucia contra los republicanos norirlandeses, como acaba de hacer público un informe oficial. A cambio de este reconocimiento, el extremista unionista Paisley accedería finalmente a formar gobierno de coalición con el Sinn Féin.
Batasuna acaba de lanzar una propuesta política que considera «base suficiente para superar el conflicto» y que Otegi ha reiterado significativamente desde Belfast. La propuesta consiste en «un acuerdo político» que, partiendo de manera explícita «de la actual realidad política e institucional» dé lugar a una Comunidad Autónoma (una «Autonomía Política») que, en las condiciones y plazos acordados, incluya a «Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa Garaia». El Gobierno vasco se apresuró a decir que la propuesta «no supone novedad alguna» porque ya está incluida en el Plan Ibarretxe que en su día aprobó el Parlamento de Vitoria. ¿ Ha entrado la dirección abertzale ya abiertamente por la senda del Sinn Féin?
Nota:
[1]. http://www.marxismo.info/spip.php?article56&var_recherche=felipe%20alegria
* A Luchar por el Socialismo es una publicación mensual del PRT-Izquierda Revolucionaria, sección en el Estado Español de la Liga Internacional de los Trabajadores – IV Internacional (LIT-CI)