En los últimos años, en Yemen se ha ido desarrollando un modelo aplicado de confesionalismo político que es todo menos una herencia del pasado. Para zafarse de él, las distintas fuerzas políticas del país deberían militar a favor de una visión política que asocie nacionalismo y ciudadanía, sin lo cual el país seguirá estando dividido. […]
En los últimos años, en Yemen se ha ido desarrollando un modelo aplicado de confesionalismo político que es todo menos una herencia del pasado. Para zafarse de él, las distintas fuerzas políticas del país deberían militar a favor de una visión política que asocie nacionalismo y ciudadanía, sin lo cual el país seguirá estando dividido.
Históricamente, Yemen no ha estado involucrado en los conflictos confesionales entre suníes y chiíes, hasta tal punto que algunos consideraron que la tradición zaidí, cuando apareció en Yemen (1), era la rama chií del sunismo, y otros que era la rama suní del chiísmo. De acuerdo con la tradición, fue el propio imán Zaid ben Ali, el fundador del zaidismo, quien utilizó el término al rafidha («los que no consienten», «los que desaprueban») para designar a quienes rechazan la sumisión a los Compañeros del Profeta, los sahaba (2). Además, el imanato de Yemen se apoyó en alianzas tribales que lo reforzaban y en una compleja estructura que comportaba tanto la inclusión de diferentes facciones zaidíes del norte y de determinadas regiones del centro de Yemen, así como en tribus que pertenecían a la escuela de pensamiento chafeí del sunismo.
A raíz del golpe de Estado republicano del 26 de septiembre de 1962, dirigido por Abdalah al Salal contra el imanato y apoyado por el Egipto de Naser, el clan Ahmar llevó a la alianza de tribus zaidíes Hashed a enfrentarse al poder de los imanes zaidíes, mientras que Arabia Saudí apoyaba la rebelión de las tribus favorables al imán contra el nuevo orden republicano. Todo esto suponía de hecho una lucha por ganar influencia, defender intereses y conquistar el poder, cosa que no tiene nada de extraño: la lucha por el poder y la posición del imán se halla en la base del antiguo cisma confesional entre suníes y chiíes. Sus controversias no versaban sobre la mejor manera de acercarse a dios, sino más bien sobre interpretaciones religiosas puestas al servicio de un conflicto político.
La versatilidad zaidí
En su momento, el zaidismo aceptó y asumió la posición de principio consistente en volverse contra el imán y rechazar a todo gobernante injusto; en su texto no reconoce la infalibilidad a priori de los imanes, como tampoco admite el traspaso hereditario del poder. Asimismo, el zaidismo (3) no rompe el lazo con los Compañeros del Profeta como referencia, sino que los reconoce como tales. Durante el conflicto que inflama todo Yemen en la década de 1960 se habló mucho de la versatilidad de las alianzas tribales entre la obediencia naserista y la obediencia saudí. Se decía que las tribus eran republicanas durante el día y realistas por la noche, o a la inversa. El control social lo aseguraba más la tribu que el orden religioso. En el caso de las tribus grandes, dispersadas geográficamente, la diversidad confesional era la norma.
Para que el zaidismo integrara una interpretación que preconice como rasgo fundamental el poder del imán, confirmando la infalibilidad del mismo y la condición metahumana del Mahdi (4), hubo que proceder a una alteración radical de la doctrina religiosa del rito. Estos cambios se produjeron bajo la influencia de las alianzas políticas regionales con Irán por un lado, y por otro de las respuestas a la expansión suní. La expansión del sunismo era fruto de la alianza con Arabia Saudí y de la implantación del salafismo en determinados segmentos tribales zaidíes con el apoyo activo del clan Ahmar.
Los Estados nacionales árabes no lograron construir una comunidad política basada en la ciudadanía y cuya cohesión se fundamentara en denominadores comunes culturales, nacionales y de otro tipo. En el ejército -que se supone que debía contribuir a forjar una identidad nacional moderna fusionando las identidades regionales y tribales gracias a la implantación de un uniforme militar único y la lealtad a la nación- se infiltraron diversos lazos de pertenencia. En las sociedades tradicionales, los depositarios de la lealtad y confianza son los miembros de una familia de la misma tribu, región y vecindad. En el Mashrek árabe, estos lazos se solapan con la identidad confesional, aunque sean de naturaleza distinta. La mayoría ninguneada por el régimen que detenta el poder suele percibirlo como un gobierno en manos de una comunidad minoritaria, tal como sucede en los casos de Siria e Irak.
Las deficiencias del Estado
En Yemen, de todos modos, el lazo tribal ha seguido prevaleciendo hasta que han estallado conflictos en el seno de las propias tribus. Los partidos y los conflictos partidarios -como el que enfrentó a Ali Abdalah Saleh y al clan Ahmar- han dividido a las grandes tribus. Asimismo, los hutistas (5), seguidores de uno de los ritos del zaidismo, surgido en una región marginada y geográficamente acotada, han creado una milicia pretendidamente representativa del conjunto de los zaidíes, después de haber reinterpretado el rito en un sentido que coincide con ciertas alianzas regionales (Irán) y se opone a otras. Cuando una comunidad confesional se extiende más allá de una ciudad y la comarca para propagarse por toda una región e integrar aspiraciones a escala del Estado, se transforma, pasando de una verdadera lógica identitaria social y comunitaria a un confesionalismo político que afecta a la unidad de un pueblo y compite con el Estado como depositario de la lealtad política.
Yemen podría haberse salvado con la revolución de la juventud, que desmintió todas las ideas preconcebidas sobre el país en las manifestaciones que tuvieron lugar en 2011 en las plazas de Taez y Saná y después se extendieron al conjunto del territorio. Sin embargo, aquellos jóvenes no pertenecían a ningún partido político democrático concreto, y en su mayoría eran demócratas desgajados del partido Islah (Unión por la Reforma) (6) y de los partidos del Foro Común, mientras que otros no habían pertenecido a ningún grupo constituido. No obstante, no solo reclamaron la dimisión de Ali Abdalah Saleh, sino que también formularon reivindicaciones democráticas avanzadas. Las divisiones entre ellos y los hutistas eran evidentes en las concentraciones de manifestantes en las plazas públicas.
La derrota de los revolucionarios
El fracaso de la revolución se debió a una serie de factores. Saleh siguió contando con la lealtad tribal en el seno del ejército. Los Estados del Golfo acudieron en su apoyo tan pronto se llegó a un arreglo político. El nuevo gobierno no obtuvo ninguna ayuda para fortalecerse y reconstruir un ejército leal al Estado. Finalmente, los jóvenes que habían protagonizado la revolución fueron marginados. Estos factores comportaron un aumento de la influencia de los hutistas en connivencia desde el principio con los fieles de Saleh en el seno del ejército. En este proceso, el gobierno transitorio debilitó las fuerzas militares favorables a la revolución y a los propios jóvenes revolucionarios, pues el nuevo poder central logró imponerse al estar basado en esas mismas fuerzas. Simultáneamente, los hutistas conspiraban con Saleh -gozaban de inmunidad y sacaron provecho del restablecimiento de sus relaciones con determinados países del Golfo- para abortar la experiencia revolucionaria.
A escala de la región, los que se oponen a la transición aprovechan el hecho de que la mayoría de los países del Golfo -con la salvedad de Catar- no mantienen buenas relaciones con las revoluciones árabes y tienen planteamientos diferentes con respecto a la coexistencia con un sistema pluralista de gobierno en Yemen. Además, Irán ha abierto varios frentes en la región desde que estalló la crisis siria, mientras que Rusia vela por que las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU no sean contrarias a los intereses de los aliados de Irán en la región ni de los hutistas, rechazando cualquier medida material y significativa. Surgen partidos y movimientos de base confesional en países que hasta ahora no los conocían, estimulados por los patrocinadores regionales. Estos movimientos no solo se expanden, sino que también provocan reacciones en que la lectura confesional prevalece sobre todo lo demás. Los hutistas no gobiernan en el conjunto de Yemen, pues existen diversas fuerzas sociales y políticas que se lo impiden. Si esas fuerzas intervienen a favor de una visión política que incorpore un nacionalismo que reconozca la igualdad de los ciudadanos, acabarán imponiéndose.
Notas:
1/ El imanato zaidí fue un régimen político-religioso propio del pasado histórico de los altiplanos yemeníes. Se basaba en la selección (normalmente no hereditaria) del imán, que era a la vez el monarca y el jefe político, militar y religioso dentro de la categoría de los descendientes del profeta, los sayyid. El régimen perduró hasta 1962. Los zaidíes de Yemen forman parte de la constelación de grupos chiitas divididos entre los septimanos y duodecimanos según el reconocimiento que hagan de los diversos imanes sucesores de Alí, fundador de la corriente chiita. Los zaidíes reconocen hasta el quinto imán.
2/ La fórmula al rafidha la emplean comúnmente los suníes para estigmatizar a los chiíes duodecimanos, partidarios del califa Alí que no reconocían la legitimidad de los califas Abu Bakr, Omar y Otman, compañeros del profeta Mahoma, como sucesores del mismo. Por su parte los salafistas basan su propuesta islamista en un retorno a las fuentes de los citados califas, de ahí el enfrentamiento entre chiitas y salafistas
3/ Contrariamente al chiísmo duodecimano según los suníes.
4/ El Mahdi es el Salvador cuya aparición marcará el fin de los tiempos para los musulmanes. Los chiíes duodecimanos consideran que el duodécimo imán, escondido en el siglo x, reaparecerá en la persona del Mahdi.
5/ Partidarios de Barederin al Huti, dirigente tribal que inició en los años noventa una revuelta entre la problación zaidi de Saada, una de las zonas más atrasadas del país. Murió combatiendo al ejército. En la actualidad sus seguidores han tomado la capital de Yemen donde se mantiene una precaria estabilidad. Arabia Saudí ha acusado en ocasiones a los hutistas de ser una creación de Irán y el Hezbolá libanés.
6/ Se trata de la representación en Yemen de los Hermanos Musulmanes.
Traducción: VIENTO SUR
Fuente original: http://orientxxi.info/magazine/au-yemen-l-invention-du,0817