Si bien las fuertes sospechas de fraude durante el referéndum del 16 de abril de 2017 no atrajeron la atención de los seguidores del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), no se puede decir lo mismo de los resultados, que fueron inferiores a todas las estimaciones. En efecto, en comparación con las elecciones […]
Si bien las fuertes sospechas de fraude durante el referéndum del 16 de abril de 2017 no atrajeron la atención de los seguidores del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), no se puede decir lo mismo de los resultados, que fueron inferiores a todas las estimaciones. En efecto, en comparación con las elecciones precedentes, el bloque a favor del sí al proyecto presidencialista de Erdogan, compuesto por el AKP y por el partido de extrema derecha MHP (Partido de Acción Nacionalista), perdía un 10 % de los votos, cayendo del 61,5 % al 51,3 %. Este no conseguía sino una mayoría muy frágil, sobre todo teniendo en cuenta la importancia de la enmienda a la Constitución, frente a un 48,7 % bastante decidido a no dejarse torear a pesar de su heterogeneidad. La victoria del no en las grandes ciudades como Ankara o Estambul (cuyo ayuntamiento es del AKP), así como en las circunscripciones de tendencia conservadora de esta última, no hacen más que aumentar el malestar.
La necesidad de explicar dichos resultados y de invertir la tendencia de cara a las próximas elecciones regionales, legislativas y presidenciales de 2019 se ha traducido en una maraña de debates y polémicas superpuestas en los medios de comunicación y en las redes sociales. Dos posiciones principales emanan de esta multitud de controversias.
Una oposición interna implícita
Por un lado, están los defensores de una línea más moderada, que estiman que los resultados del referéndum hacen necesario reconsiderar la política de polarización cultural y religiosa, la criminalización de la oposición y la caza de brujas. Son partidarios de restabler las relaciones con Occidente, acompañado por medidas democráticas a nivel estatal; eso sí, sin dejar de lado la lucha contra los protagonistas del intento de golpe de Estado, aunque subrayando los excesos de la represión anti-gulenista. Se trata pues de una concepción a favor de una vuelta a las raíces del proyecto original conservador-demócrata del AKP.
Entre los defensores de esta línea se encuentran todos los sectores del AKP que están en desacuerdo con la deriva autoritaria de Erdogan. En primer lugar, islamistas que podríamos tildar de moderados, como el antiguo presidente de la república Abdullah Gül y el ex primer ministro Ahmet Dayutoglu. Sin embargo, el término moderado ha de ser utilizado con cuidado si se tiene en cuenta que estos últimos no se oponen en modo alguno a la multiplicación de las referencias religiosas, tanto en la esfera de la sociedad civil como en el funcionamiento del aparato de Estado. Pero se oponen al repentino giro represivo tomado por Erdogan -giro al que, por cierto, no han dejado de contribuirantes de haber sido apartados con delicadeza-.
En dicho frente crítico se encuentran igualmente sectores de la derecha tradicional turca que hasta ahora apoyaban al AKP. Estos electores, cuyos valores son conservadores y religiosos, son sin embargo laicos (esto es, según la establecida fórmula turca, «que rezan el viernes pero beben también su raki«), y no se identifican ya con el proyecto de Erdogan.
Estos dos sectores, que obviamente pueden entrecruzarse, añoran el primer período del AKP (desde 2003 hasta 2011, o incluso hasta 2013 para algunos), en el que primaban valores y objetivos distintos a los del sultanato de Erdogan. Eran, según dicen, valores democráticos, ya que la representación de los musulmanes religiosos y la visibilidad de las referencias islámicas en la esfera pública eran una cuestión de democracia, frente al laicismo autoritario de origen kemalista. Todo ello junto al mantenimiento de las pretensiones de integración a la Unión Europea.
Entre los desencantados hay también islamistas más radicales. Recordemos que varias corrientes islamistas más o menos fundamentalistas habían llamado a votar no en el referéndum. Especialmente, el combate a favor del no del Partido de la Felicidad (SP), -que representa a la corriente histórica Millî Görüş (literalmente, la visión nacional) de la que nació el AKP, y que es más religioso que este último-, hizo difícil el intento de Erdogan de identificar el objetivo del referéndum con un combate religioso. Pero es precisamente la desaparición de la causa islámica frente al objetivo único de la ascensión de Erdogan la que ha empujado a varios círculos islamistas al bando de los contestatarios.
Los devotos
En el bando contrario se encuentran los reisçi, como se auto-denominan los fervientes partidarios del Reis, esto es, del capitán. Estos hacen hincapié en la victoria de Erdogan y de la voluntad nacional frente a las muchas conspiraciones supuestamente orquestadas por las potencias occidentales -desde la revuelta del Parque Taksim Gezi, en mayo-junio de 2013, que se saldó con miles de detenidos, heridos, muertos, y que se extendió por las principales ciudades, hasta las operaciones anti-corrupción de 2013, pasando por las acciones terroristas del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) o el intento de golpe de Estado-.
Aun así, son conscientes de la pérdida de votos, pero la interpretan con un cuadro de análisis fundado una vez más en el concepto de traición. Una joven reisçi a la que conocí unos días después del referéndum, habitual de las redes sociales y cercana al aparato del partido, me confió lo siguiente: «El partido no ha trabajado. Los partidarios disimulados del no como los equipos de Davutoglu y de Gül tienen todavía bastante influencia en el partido. Estos grupos tienen que ser derrotados, al igual que los seguidores de Gülen. Se dice que 120 diputados se han descargado Bylock, la aplicación utilizada por los miembros de la hermandad de Gülen para comunicar. Las purgas no se han dirigido aun al interior del partido. Esperamos todavía una operación anti-putsch dirigida contra los políticos».
Para los reisçi, estas dos importantes figuras del partido, Gül y Davutoglu, constituyen enemigos cercanos, potencialmente en contacto con Fethullah Gülen. Para ellos, el hecho de que Gül rechazase la invitación de Erdogan de participar en una concentración a favor del sí durante la campaña, o que Davutoglu -quien no se atrevió a rechazar la misma- no hiciera ningún llamamiento a favor del sí en su discurso, son os pruebas de la conspiración.
Según el politólogo marxista Dogan Cetinkaya, que sigue de cerca al movimiento islamista, esta visión resulta de la creencia en una identificación total con Erdogan: «Para los reisçi, nada puede alejarse de la línea de Erdogan, y de ser el caso ello será interpretado como algo que le hace el juego a los traidores. Así pues, se reivindican todas sus palabras y acciones, que globalmente pueden cambiar de orientación en unas semanas o incluso en días. Las contradicciones no plantean ningún problema; lo importante es la devoción». El retorno de Erdogan a la presidencia del partido el 21 de mayo de 2017, tras el referéndum constitucional que eliminaba la obligación de que el Presidente de la República sea independiente, es según Cetinkaya una consecuencia lógica del erdoganismo: «Ya no hay partido, en sentido estricto, más allá de Erdogan. No es posible ningún debate entre posiciones contrarias, ninguna objeción a la línea decidida por el Reis. La única manera de influenciar al jefe pasa por tejer relaciones personales con él. Por ello, asistimos a una carrera para ver quién es más reisçi, orientada hacia la desacreditación de los propios competidores al menor signo de falta de fidelidad y hacia la consolidación de la propia plaza en la esfera del poder».
¿Reisçi contra islamistas?
El entorno próximo de Erdogan -sobre todo tras la expulsión de Gül, de fundadores de renombre del partido (como Bulent Arinc) y, en fin, de Davutoglu- se compone cada vez más de periodistas, economistas y políticos relativamente jóvenes, de origen secular y sin afiliación política previa. Su formación ideológica es cuando menos vaga. La identificación con Erdogan se ha convertido en sí misma en una cuestión política. Por supuesto, se trata de una decisión deliberada del Reis, que no desea ya el estorbo de personalidades políticas fuertes, capaces de discrepar respecto a sus posiciones. Aun sí, la confianza con la que estos arribistas se expresan en nombre de Erdogan, criminalizando toda disensión, especialmente después del intento de golpe de Estado, está suscitando numerosas quejas por parte de los sectores más conservadores y religiosos, así como por parte de los veteranos del partido.
En este sentido, la intervención del pseudoperiodista Cem Küçük en un programa de televisión unos días después del referéndum provocó una controversia que cristalizaba todas estas oposiciones. Cronista y comentarista reisçi cuya principal característica es la de haber llamado públicamente al despido, al linchamiento mediático o incluso a la detención de periodistas, intelectuales y políticos disidentes, Küçük arremetió esta vez contra los islamistas, especialmente contra la fundación que organizó la flotilla de ayuda a Gaza -compuesta por 700 personas a bordo del Mavi Marmara– y que fue atacada por el estado de Israel en mayo de 2010, provocando la muerte de 9 voluntarios: «Es hora de que el AKP se separe de los islamistas radicales, de los chalados del Mavi Marmara, absurdo enemigo de Israel, de Occidente, enemigo de todo. Tengo el presentimiento de que es lo que va a hacer el señor Tayyip (Erdogan)». La impertinencia de Küçük provocó así una importante polémica que fue percibida por la opinión pública como un ajuste de cuentas entre reisçi e islamistas.
Las palabras de Ahmet Tasgetiren -cronista islamista de largo recorrido- reflejan bien el estado de ánimo de los antiguos, los defensores de la causa islámica. Tasgetiren juzga en uno de sus escritos que «los tam-tam de guerra anti-islámica de ese grupo que da la impresión de apoyar al Reis» constituyen el complot más importante contra Erdogan. «Basta ya de ataques por parte de este grupo cuyos miembros no se sabe ni quiénes son ni de dónde vienen. Basta ya de que estas criaturas escurridizas nos cubran de fango a diario. Las diferencias entre islamistas y no-islamistas van a echar a perder el AKP. (…) Es una operación contra Erdogan y el AKP. (…) Hay quienes quieren dinamitar la razón de ser del AKP, ese es mi análisis» (Star, 27 de abril de 2017).
Me reúno con Cihangir Islam, intelectual musulmán disidente, en una pequeña pizzería en los alrededores de Taksim, tras la ruptura del ayuno, para plantearle algunas preguntas acerca del presunto debate entre reisçi e islamistas. Islam fue en los años 90 uno de los consejeros más cercanos del difunto Necmettin Erbakan, figura histórica del islamismo institucional turco y líder de la corriente Millî Görüş. La asociación pro derechos humanos Mazlumder, de fuerte sensibilidad musulmana y que Cihangir Islam fundó en la misma década, fue incautada recientemente por el AKP mediante un cambio de rumbo. El partido HAS (Partido de la Voz del Pueblo), fundado en 2010, de sensibilidad religiosa y partidario de la democracia y de la justicia social, y al que Islam contribuyó igualmente, fue reducido a cenizas tras la toma de su dirección por parte del AKP. Profesor de cirugía, a Cihangir Islam le retiraron no hace mucho todas sus funciones en la universidad mediante decreto; la razón fue haber firmado una petición a favor de la libertad de expresión y apoyando a los universitarios firmantes de la petición a favor de la paz.
«Es la cuarta vez que me expulsan de la universidad», cuenta. «Las tres primeras veces, en los años 90, por mis actividades a favor de los derechos humanos y principalmente a favor del derecho a llevar el velo; la cuarta vez, hoy, con Erdogan; mientras antes podíamos recurrir la decisión, hoy es imposible». El régimen de Erdogan constituye según él una administración maquiavélica y bonapartista: «El AKP no es un partido islamista, es ajeno a cualquier valor político y no se preocupa más que de cómo mantenerse en el poder. La consolidación en torno al líder se ha vuelto tan primordial que la expresión de la fidelidad es un juramento cotidiano, casi una obligación. La legitimación pasa por el Reis. Es por eso por lo que incluso los críticos de aquellos que se dicen islamistas no señalan a Erdogan sino a su entorno. Es por eso por lo que los islamistas no tienen nada que hacer en ese partido, pues incluso por encima del profeta hay un principio -un axioma si se prefiere-, más allá de la voluntad individual».
Especializado en las hermandades islámicas turcas y cronista del diario Cumhuriyet -muchos de cuyos periodistas y directivos están en prisión-, el Profesor Tayfun Atay comparte este análisis: «El AKP nunca ha sido islamista; es más, nació cuando sus fundadores dijeron adiós al islamismo, abriendo así la vía al post-islamismo», me confía. Atay precisa su punto de vista con un juego de palabras en turco: «No es un partido religioso (‘dindar’) sino que suplanta la religión (‘dinbaz’), esto es, moviliza la religión en función de sus intereses seculares, materiales. Se conserva e incluso se acentúa la retórica islámica pero, al final, lo que hay por debajo no es sino una suerte de capitalismo halal«.
Según él, el ejemplo de las hermandades da perfectamente cuenta de esta transformación: «Todas las sectas y hermandades religiosas son hoy en día fundaciones, holdings que gestionan órganos de prensa, hospitales, escuelas coránicas, supermercados, empresas financieras. Es Erdogan quien les ha abierto esta vía y a día de hoy están sometidas a él». Respecto a los reisçi, Tayfun Atay considera que «el culto de la personalidad basado en el carisma de Erdogan y la estructura clientelista del partido han provocado la aparición de todos estos seguidores del Reis, estos troles, esta lumpen-intelligentsia que se atribuye la función de verdugo frente a la oposición y -sobre todo- frente a los disidentes más cercanos. No se trata ya de post-islamismo, sino de un islamismo post-mortem».
El presidente Erdogan intentó acabar con la polémica a principios de mayo de 2017, mediante críticas dirigidas a ambas partes: «Es completamente erróneo establecer diferencias entre aquellos que son islamistas y aquellos que no lo son dentro de la actividad política. En el partido no intentamos encontrar discípulos para una cofradía derviche». Pero no dejó de dirigirse a los disidentes: «Algunos apoyaban al partido del que soy fundador. Pero han bifurcado. Se han apeado del tren. Hemos asistido a planteamientos inaceptables últimamente. Es una desviación con respecto a la justa línea».
¿Un partido fatigado?
Si bien la intensidad de la controversia disminuyó tras la intervención del Reis, el descontento siguió acumulándose durante el verano, y nuevos debates surgieron en torno a las mismas líneas de clivaje. A finales del mes de mayo, el presidente Erdogan anunció por fin su punto de vista sobre las razones de la pérdida de votos en el referéndum: a su partido lo afectaba la «fatiga del metal». Consciente del hecho de que las elecciones de 2019 presentarán un riesgo mayor de pérdida del poder a todos los niveles, el Reis apela desde entonces a la necesidad de un «cambio profundo» en la dirección del partido y de una renovación del aparato que ponga por delante a los jóvenes y a las mujeres. Cuando Erdogan pidió a quienes se sentían cansados que pasaran el testigo, esta petición se percibió -y no podía ser de otra manera- como el anuncio de purgas destinadas a excluir a los gülenistas proxy, esto es, a aquellos que estarían actuando en nombre de la hermandad (la «organización terrorista fethullahista», como se la llama) desde dentro del partido.
El diario Karar, que cobija a los principales disidentes del AKP y supuestamente dirigido a distancia, según los reisçi, por Dayutoglu (su antiguo consejero, el intelectual liberal armenio Etyen Mahcupyan, colabora a menudo con crónicas), reaccionó a esta explicación con más «desgaste», pero sin posicionarse directamente contra el Reis. Mehmet Ocaktan, veterano periodista y antiguo diputado del AKP (y poeta por cierto), criticaba el enfoque de Erdogan, aunque relativizando su alcance: «Si el presidente sintió que era necesario intervenir directamente, es porque debió ver que la sociedad percibía fatiga en el partido. Pero la cuestión central es saber si se trata sólo de un problema de fatiga del aparato o si se trata de una pérdida de esplendor del discurso sobre los estándares universales de libertad, de democracia y de cambio que el AKP expuso en su día a la sociedad, y basados en su filosofía fundadora» (Karar, 18 de agosto de 2017). Según Ocaktan, el partido debe -en paralelo a la propuesta de renovación- llevar a cabo una reflexión en torno a las razones de su ensimismamiento y de su actitud tendente a «explicarlo todo a través de las nociones de patria, nación y enemigo extranjero» (Karar, 21 de agosto de 2017).
Mucho más explícito es Hakan Albayrak, otro cronista de Karar, quien señala que el partido necesita volver a encontrar una heterogeneidad «que no sucumba al peso de líderes carismáticos». Apela así a «los veteranos del partido, a los diputados, ministros y ex ministros a expresar sus reacciones de manera pública»: «Dado que hablar entre bastidores no sirve para nada, no queda otra que debatir dando la cara a la opinión pública con el objetivo de intentar crear presión social» (Karar, 14 de septiembre de 2017).
No obstante, de momento el relevo avanza con lentitud. Pues Erdogan es muy consciente de que, aunque necesita un partido que le sea completamente fiel, una purga de gran envergadura presentaría el riesgo de ofender a muchos de sus seguidores, tanto en el aparato del partido como entre su base electoral. Además, si bien no cabe duda de la fidelidad de los arribistas reisçi por el momento, como apunta el Profesor Atay «sabemos muy bien que serán los primeros que lo abandonen llegado el momento; y Erdogan lo sabe también».
Traducción: Adrián Moral Saiz