Fueron organizaciones revolucionarias –comunistas- que rechazaron tanto el consenso de la Transición como la línea oficial del PCE. Las analiza el historiador Julio Pérez Serrano en el artículo ‘Orto y ocaso de la Izquierda revolucionaria en España (1959-1994)’.
Entre otras, las denominadas Organizaciones Frente (Frente de Liberación Popular –FLP-; Front Obrer de Catalunya –FOC-; y Euskadiko Sozialisten Batasuna –ESBA-); o las que surgieron del primer maoísmo, desde inicios de los años 60: Partido Comunista de España Marxista-Leninista (PCE-ml); en 1973 se constituyó el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP).
Entre los numerosos ejemplos figuran el Partido del Trabajo de España (PTE), entre 1967 y 1979, que se fusionó con la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT); Organización Comunista de España (Bandera Roja); el Movimiento Comunista de España (MCE), “nacido de la nueva izquierda vasca, tras su paso por ETA”; el Partido Comunista Obrero Español (PCOE), que fundó Enrique Líster tras abandonar el PCE; o la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) de carácter trotskista, durante el periodo 1971-1991.
En el volumen Los partidos en la Transición (Biblioteca Nueva, 2013), Pérez Serrano hace una distinción por etapas. “A partir de 1973 una parte de estos (partidos) asumió la estrategia de la ruptura democrática, difuminando el discurso revolucionario, mientras que otros se adentraron en el callejón sin salida de la lucha armada”, afirma.
Y añade en el citado artículo el catedrático de la Universidad de Cádiz: “La participación de la mayoría de las fuerzas radicales, sin haber sido legalizadas, en las elecciones de 1977, supuso el reconocimiento implícito de que la vía reformista había triunfado, y marcó el inicio de un declive que llevará a la disolución de los grandes partidos maoístas en 1980”.
A partir de las investigaciones de la profesora de la Universitat de València y antropóloga, Josepa Cucó i Giner, la investigadora y militante de La Fènix. Universitat Popular, Victòria Belda, destaca que fueron partidos comprometidos –en términos generales- con la defensa de la lengua, el derecho a la autodeterminación de los pueblos (la qüestió nacional) y en los que las mujeres tenían una presencia significativa (por ejemplo el MCE contaba con “estructuras” específicas de mujeres: intentaban que el feminismo impregnara la práctica de la organización).
Una de las fuentes informativas de la época es Partits Polítics al País Valencià, del escritor y periodista Amadeu Fabregat, publicado por Edicions Tres i Quatre en 1976. De carácter antiimperialista y refractario a la democracia burguesa; con estructuras a menudo jerarquizadas y centralizadas, fueron formaciones (políticas) sometidas a la clandestinidad y una fuerte represión durante la dictadura y la Transición (violencia policial -y de los grupos ultraderechistas- que también ocasionó víctimas mortales como Yolanda González, militante del trotskista Partido Socialista de los Trabajadores –PST-, asesinada en 1980 por la extrema derecha).
En un artículo publicado en el periódico La Directa –El passat de l’esquerra revolucionària al País Valencià-, Victória Belda Valera sitúa la fase de ascenso de estos partidos a partir de la muerte del dictador (noviembre de 1975); emplazados a la izquierda del PCE y el PSUC, “fueron clave para agravar la crisis política del sistema, y trabajaron a favor de la ruptura democrática”. No sólo tomaron parte en las huelgas y luchas del movimiento obrero, también lo hicieron en los movimientos feminista, estudiantil y vecinal.
El discurso y la práctica de la oposición mayoritaria al franquismo podía localizarse en la Junta Democrática de España (1974-1976); entre las formaciones más destacadas figuraba el PCE (en marzo de 1975 ingresó el PTE); y la Plataforma de Convergencia Democrática, entre 1975 y 1976, en la que participaban el PSOE y el PNV (el MCE fue una de las organizaciones marxistas-leninistas que se sumó a la plataforma). La fusión de estas dos estructuras dio lugar –en marzo de 1976- a la constitución de Coordinación Democrática, también denominada platajunta.
“Para la izquierda revolucionaria las elecciones de 1977 representan un punto de inflexión”, resume Victòria Belda; no lograron representación parlamentaria: sumaron entre el 1,9% y el 3% de los sufragios a escala estatal. En las elecciones generales de marzo de 1979 se mantuvo la tendencia; el PTE obtuvo 192.798 votos (1,07%); la ORT, 127.517 votos (0,7%) y el MC-OIC, 84.856 (0,47%).
Belda Valera apunta el ejemplo del Partido de los Trabajadores –resultado de la fusión entre el PTE y la ORT-, que mantuvo su actividad hasta 1980 (entre las dos organizaciones sumaron más de 300 concejales y varias alcaldías en las elecciones municipales de abril de 1979); también se menciona el caso del MCE y la LCR, que resisten en la década de los 80 y se fusionaron en 1991 (esta unidad se prolongó hasta marzo de 1993).
En la fundación del Centre Social y cultural Ca Revolta, activo desde el año 2000 en Valencia, participaron entre otros antiguos militantes del Moviment Comunista del País Valencià (MCPV).
Estos contenidos se abordaron en el Curs d’Hostòria Política de les esquerres valencianes, organizado por La Fénix. Universitat Popular en colaboración con La Directa. Celebrado entre octubre y marzo en ocho sesiones, el curso tuvo como sede la Facultat de Geografia i Història de la Universitat de València.
En un contexto, perspectiva y realidad histórica diferentes, desarrolla su ponencia el historiador Aurelio Martí Bataller: el socialismo y la identidad nacional del País Valenciano en los años 30 del siglo XX. Aborda estas dos concepciones, de manera concreta, en la figura de Isidro Escandell Úbeda (1895-1940), maestro, periodista y militante socialista, diputado electo por el PSOE en el Congreso durante la II República (elecciones de 1931 y 1936).
Además durante el primer año de la guerra (1936-1937), presidió la Federación Socialista Valenciana; Isidro Escandell murió fusilado en la posguerra, en el Cuartel de Ingenieros de Paterna, después de ser sometido a un Consejo de Guerra.
En julio de 1931 fue publicado el Anteproyecto de Estatuto de Autonomía de la Región Valenciana; Aurelio Martí hace referencia a los planteamientos, en la época, de Isidro Escandell: “El PSOE compartía el ideario autonomista valenciano –como de cualquier otro territorio español-, y lo entendía como una pieza más de la regeneración y mejora de la nación española; por tanto, la voluntad última consistía en el fortalecimiento de la patria grande, España”.
En otros términos, añade Aurelio Martí, “el discurso del nacionalismo español alimentó los esquemas socialistas a la hora de interpretar la situación sociopolítica durante todo el periodo republicano”, fuera en la oposición al segundo bienio (derechista) o durante los ejecutivos del Frente Popular.
Y esta perspectiva resultaba coherente con la defensa del internacionalismo proletario; de hecho, “la clase obrera se constituía en el núcleo definidor de la nación”, subraya el historiador. Según esta tesis, la noción de País Valenciano como estructura política o lingüístico-cultural no constituyó una prioridad -durante la II República- para los socialistas valencianos: tampoco lo fue en las décadas anteriores.
Martí Bataller menciona, en un artículo publicado en La Directa, el escrito que Isidro Escandell dirigió a los jóvenes socialistas de Elche; lo hizo en el periódico El Obrero, al cumplirse el 25 aniversario de la organización; en el texto quiso destacar la valencianidad de Elche, entremezclada con el ideario socialista y cierto “patriotismo local ilicitano”.
De este modo el dirigente del PSOE, vicepresidente de la Diputación de Valencia durante la República, apuntaba a “una vía de utilización de los referentes territoriales y de identidad valencianos en beneficio propio; fue un camino poco transitado pero posible”, concluye Aurelio Martí Bataller, que desarrolla estas tesis en el artículo De la patria (más) pequeña al mundo. Identidad nacional y socialismo español desde el País Valenciano (1931-1936), publicado en la revista Hispania.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.