La presencia de los estudiantes en la vida política y social en España tiene como uno de sus primeros momentos clave en la conocida como “Noche de San Daniel”. Dos artículos de Emilio Castelar en La Democracia, “¿De quién es el Patrimonio Real?”, y “El Rasgo” en febrero de 1865 precipitaron una nueva crisis en el proceso de descomposición del régimen isabelino. A Castelar se le separó de su cátedra de la Universidad Central, y se exigió al rector Montalbán que le cesase, negándose, lo que generó su propio cese, y provocando la reacción de los estudiantes en la conocida “Noche de San Daniel” en la madrileña Puerta del Sol el 10 de abril, con represión incluida, intensa polémica parlamentaria, y caída del Gobierno Narváez.
La Federación Universitaria Escolar, conocida como la FUE, así como su expresión nacional, la Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH) fueron unas organizaciones universitarias y escolares españolas que aparecieron en la etapa final de la Dictadura de Primo de Rivera, y adquirieron un protagonismo clave en su crisis, en el advenimiento de la II República española y como modelo para el movimiento estudiantil antifranquista de los años sesenta. Su importancia es clave, además, en la historia universitaria española por los logros que consiguieron en relación con la participación democrática de los estudiantes en la Universidad, y en el fomento de la cultura entre el pueblo. Representaron una alternativa laica frente a las asociaciones confesionales, como la Confederación de Estudiantes Católicos de España, así como ante las de signo tradicionalista y, posteriormente, falangista.
Los precedentes de la FUE deben buscarse en las asociaciones estudiantiles de tendencia liberal de principios del siglo XX, como la Unión Escolar, asociación fundada por Filiberto Villalobos. El precedente más directo sería la Unión Liberal de Estudiantes (ULE), creada en 1924. La ULE fue perseguida por la Dictadura, que nunca tuvo el apoyo de la Universidad. Esta persecución motivó que muchos estudiantes decidieran crear una asociación que no tuviera connotaciones políticas. Entre estos estudiantes destacaron Emilio González, José Dicenta, José Medina, Antonio María Sbert o Prudencio Sayagués. Transformaron las asociaciones profesionales que se habían creado por un decreto previo a la Dictadura, del año 1919 debido a César Silió, en otras más modernas y eficaces, pero desde la neutralidad política y religiosa. Se entroncaba, de ese modo, con el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. La FUE se creó en el curso 1927-1927. Entre sus directivos de primera hora estarían, además de los estudiantes citados, Antolín Casares, Arturo Soria, José López Rey, Eduardo Carlos Gilabert y Carmen Caamaño.
En 1928, un comité a favor de la UFEH pidió la legalización de la organización federal, pero el gobierno se negó. Este hecho y un decreto del 29 de mayo de 1928 de Eduardo Callejo de la Cuesta provocaron que llegara a un punto máximo la tensión en la Universidad española. Los estudiantes se enfrentaron a la política educativa de la Dictadura. Uno de los puntos clave de la oposición estudiantil estaba en el rechazo a un artículo del decreto que favorecía a las universidades privadas de Deusto y El Escorial. Estallaron huelgas y disturbios, duramente reprimidos. Aún así, se consiguió la abolición de dicho decreto. Además, esta protesta fue uno de los factores que precipitó la caída de Miguel Primo de Rivera.
Por fin, en abril de 1930 la UFEH pudo celebrar su congreso constituyente. En julio el ministro de Instrucción, Elías Tormo, los aprobó. La UFEH, o las FUE se extendieron por todas las universidades españolas y contribuyeron a la llegada de la República a España. En la II República consiguieron la representación oficial de los estudiantes en los claustros universitarios, juntas de gobierno y consejo universitario. Su interés en esta época se centró, además, en participar en la reforma de la enseñanza y en el intento de que las clases populares accedieran a la cultura y la educación. En este sentido, se creó la Universidad Popular y se fomentó la extensión universitaria.
A partir de 1933, a la FUE le salió un oponente en la Universidad, el SEU, o Sindicato Español Universitario de la Falange. Ante este hecho, y el auge del fascismo, la FUE abandonó su primigenio carácter apolítico y neutral por una encendida defensa del antifascismo, comprometiéndose de forma activa en la defensa de la democracia y de los valores de la República Española. Al estallar la guerra civil optó por la defensa de la legalidad republicana y sus miembros lucharon en el frente o actuaron en la retaguardia en tareas educativas, culturales, asistenciales y sanitarias.
Al terminar la guerra, algunos afiliados se organizaron para establecer una FUE clandestina, aunque terminó por caer entre los años 1946 y 1947. En el exilio continuó existiendo la FUE, en París y en México. La FUE se convirtió, como decíamos al principio, en un modelo a seguir para los estudiantes universitarios que comenzaron a enfrentarse al franquismo en los años sesenta.
En plena dictadura franquista, en 1956, se produjeron unos sucesos en Madrid que demostraron la creciente movilización estudiantil contra el régimen, y que terminaría de desarrollarse claramente en los años sesenta y setenta. En febrero de ese año se repartió un manifiesto en el que se propugnaba la creación de un Congreso Nacional de Estudiantes. Entre sus firmantes estaban personajes que han sido muy importantes en la vida política e intelectual españolas en democracia, como Enrique Múgica, Javier Pradera y Ramón Tamames, en un intento de terminar con el SEU, que, por otro lado, había fracasado en las elecciones estudiantiles. El jefe del SEU en Madrid suspendió las elecciones, pero los estudiantes le expulsaron y se manifestaron. Estos hechos provocaron la reacción violenta falangista en la Universidad y en la calle. La tensión llegó a un extremo insospechado en la época de la dictadura con una Falange dispuesta a todo, pero con un Ejército que no quería colaborar en las represalias falangistas. La Universidad Complutense fue cerrada. El rector Pedro Laín Entralgo dimitió, y Franco destituyó a Joaquín Ruiz-Giménez como ministro de Educación, pero también a Raimundo Fernández-Cuesta como secretario general del Movimiento. Los sucesos de 1956 marcaron un antes y después en la Universidad española, con los estudiantes protagonizando constantes enfrentamientos contra la dictadura.
Otro de los acontecimientos más destacados del enfrentamiento de los estudiantes contra la dictadura tuvo lugar en marzo de 1966, pero en Barcelona, donde tuvo lugar “La Caputxinada” (La Capuchinada). Fueron unos hechos que tuvieron lugar en el convento de los Capuchinos de Sarriá con motivo de la asamblea del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona, con asistencia de unas quinientas personas entre estudiantes, profesores e intelectuales. El asedio y asalto del convento por la policía reforzó el antifranquismo de la sociedad catalana, y provocó la repulsa de una parte importante de la Iglesia catalana y española.