El gobierno cubano está formando como médicos a más de diez mil jóvenes de todo el mundo procedentes de familias humildes o grupos étnicos marginados. Durante siete años, el Programa Nacional de Salud les acoge gratuitamente en la Universidad Latinoamericana de Medicina, les ofrece los libros y el material necesario, asistencia sanitaria, alojamiento, comida y […]
El gobierno cubano está formando como médicos a más de diez mil jóvenes de todo el mundo procedentes de familias humildes o grupos étnicos marginados. Durante siete años, el Programa Nacional de Salud les acoge gratuitamente en la Universidad Latinoamericana de Medicina, les ofrece los libros y el material necesario, asistencia sanitaria, alojamiento, comida y cien pesos mensuales para sus gastos. De los 28.071 estudiantes de medicina que hay en Cuba, 10.403 son extranjeros en esta situación, de ellos, 9.024 son del continente americano y el resto del Caribe y Africa. Cada año se matriculan mil quinientos alumnos.
Se trata una iniciativa adoptada por Fidel Castro tras el desastre humanitario que provocaron los huracanes que asolaron Centroamérica en 1998. En 92 días, la Escuela de Marina, en un enclave habanero privilegiado frente al mar, se convirtió en un complejo educativo para convertir en médicos a jóvenes latinoamericanos y africanos de más de 27 países. Este años se titulará la primera promoción.
Los alumnos son seleccionados de entre los sectores de población más humildes, comunidades rurales y grupos étnicos marginados, hay incluso 50 norteamericanos de estrato social pobre. Sus gobiernos de origen no tienen una estructura educativa para formarlos si no disponen de dinero, apoyan este proyecto cubano y si algunos no lo hacen, son los grupos de solidaridad quienes solicitan becas, es el caso de México que no se interesó al principio o países como El Salvador que no mantiene relaciones diplomáticas con Cuba. Razón que nunca fue importante para el gobierno cubano. Algunos países muy empobrecidos, como Haití, tienen a 606 jóvenes en esa Universidad.
A la carrera de seis años, hubo que añadirle uno más para uniformizar el nivel antes de comenzarla. Una vez en el tercer año los jóvenes se distribuyen por las 21 escuelas de medicina que hay por todo el país.
En Cuba reciben un enfoque medico comunitario, son formados en la ética y el sentido humanitario de la medicina. El reto es que se tendrán que insertar luego en un modelo médico neoliberal.
El objetivo era continuar la asistencia sanitaria a los más pobres que históricamente Cuba ha estado llevando a los rincones más humildes y remotos del planeta. La isla tiene en la actualidad 23.964 cooperantes de la salud, de ellos 17.013 son médicos, distribuidos por 76 países del mundo. Todos ellos se van voluntarios durante un tiempo que suele ser de dos años, cobran el sueldo establecido para un médico en Cuba y una ayuda para la familia que dejan en su país. La región que les acoge sólo debe colaborar en la manutención del profesional. En la isla, una de las actividades que despierta mayor reconocimiento social es haber participado como médico en esas campañas de solidaridad.
Los alumnos de la Universidad Latinoamericana de Medicina nos hacen llegar sus impresiones sobre la experiencia. Fredy Punciano, de Perú, afirma que «es una experiencia única que nos da este país, aquí nos encontramos gente de muchos países y aprendemos, nuestro objetivo es ser médicos integrales y humanistas». Diana, de Panamá, señala que «en mi país estudiar medicina es muy caro y Cuba nos da una oportunidad única, nosotros somos una gran familia, podemos compartir con los cubanos y conocer a esta gente». Una alumna norteamericana de raza negra también nos comenta su experiencia, «yo vine porque las escuelas en mi país son muy diferentes, allí las clases no son con tan solo veinte alumnos y cada trimestre cuesta 50.000 dólares mas los libros, la comida y muchos otros gastos, aquí todo es gratis». «Además -añade- la enseñanza aquí es muy diferente, en Cuba estudias para prevenir y ayudar a una comunidad, en Estados Unidos es para curar sólo a algunas personas».
La mayoría de ellos reconoce que la imagen que les ofrecieron en su país de los cubanos era falsa. La panameña Diana afirma: «me decían que aquí mucha gente estaba presa y había mucha represión, por eso yo al principio no quería venir y ahora vi que todo era mentira». También el peruano Fredy recibió la misma información: «teníamos una imagen traumática, yo leí que en Cuba venían a formarse los futuros terroristas de América Latina, había una buena reputación sobre la medicina cubana, pero se decía que aquí no se respetaban los derechos humanos, es evidente que eso no es verdad».
También insisten en el modelo educativo de cooperación y ayuda que domina en Cuba. Carolina, de Chile con unos rangos inconfundiblemente indígenas, añade que «aquí hay más práctica y relación con el paciente, en mi país es mucho más teoría, hasta el cuarto año no ves un enfermo». El boliviano Anel también lo aclara, «allí te enseñan a luchar solo, a solucionar tus problemas individualmente, aquí te dicen que hay que luchar en grupo, que solo no puedes resolver los problemas». Anibal Lara, de Panamá, es de la misma opinión: «En mi país dejan aparte la solidaridad de esta profesión, todo es una competencia para que aprueben 40 de los 200 que empiezan la carrera, compiten, aquí miran que seas un estudiante integral, que demuestres que ayudas a tus compañeros, no que quieras superarles. Propician que el estudiante sea solidario».
Taria Hart, de Honduras, explica la razón por la que quisieron venir a estudiar a Cuba: «En primer lugar por recursos económicos, somos pobres o de etnias abandonadas por el Estado. Aquí hemos aprendido a ser más humanistas, en Cuba lo primero es la ética y la moral, mientras que en nuestros países lo primero es el dinero. En mi país si no tienes dinero te mueres, aquí se aprende a ser más social, más humanista. Es lo mejor que nos pudo haber pasado». La peruana Camila también explica los problemas en su país. «Yo soy afroperuana, allí tenemos muchas trabas, no tenemos acceso a buena salud, buena educación o buena alimentación, aquí nos han enseñado la convivencia, tenemos discusiones que nos ayudan a crecer, desde que estamos aquí nos sentimos más preocupados por nuestro entorno».
El colombiano Yobani, destaca la convivencia entre los pueblos que supone estudiar en Cuba: «Percibo que aquí la gente aprende a querer su tierra, eso es fundamental, aquí uno hace un análisis del sistema de salud y saca una conclusión real, que debe colaborar a la transformación de su propia sociedad. También observo que las etnias en nuestras sociedades son olvidadas, en Cuba nos mezclamos y somos una única familia latinoamericana que nos quitamos esa costumbre mala de competir y no aceptar al hermano. Esto son experiencias únicas en la vida». «Uno sabe que no se va a graduar solo en medicina, sino en pluricultura y plurisociedad», añade. «Si yo me levanto por la mañana -afirma-, me quito la cobija (sábana) y miro a un lado y veo a un chileno y miro al otro, y veo un ecuatoriano, eso es muy bonito y yo pienso entonces en Martí y en Bolivar.
Les preguntamos si echan de menos su tierra y cuáles son sus proyectos a su vuelta. Carolina, la chilena, dice que «muchos tienen ganas de volver a su casa, pero sé que, al poco tiempo, querrán volver de nuevo aquí». Camila dice que no podrá olvidar su agradecimiento a Cuba cuando vuelva al mundo neoliberal: «hay un compromiso de amor al país que te enseñó todo esto». Taria, la hondureña, afirma que «debemos ampliar todo lo que hemos aprendido aquí, yo estudio por mi vocación, pero también para ayudar a la falta de médicos en mi país. Allí es diferente, los hijos de los pobres están en las aula públicas de bajo nivel educativo, aquí entre los cubanos también hay diferentes niveles económicos, pero todos son iguales en las aulas».
Una duda que se nos plantea es por qué no existe nada parecido en sus países. Yobani nos responde: «Allí es una cuestión productiva, lo que hay es competencia por la plaza en la universidad primero y en el hospital después. A nuestros gobiernos no les conviene una universidad gratuita, si el sistema político no cambia nunca habrá otro modelo de educación, a nuestro sistema y a nuestro médico no les preocupa si el vecino no pudo comer o si el niño de al lado está muy enfermo. No les interesa que la gente se eduque, sólo explotarla».
Antet, de Bolivia, también es crítica con su país: «Sólo podemos hacer lo que dice el gobierno, allí no se aprende a ser críticos. En cambio, aquí los cubanos lo comparten todo mientras en nuestros países no se preocupan por el desarrollo de la persona».
Les recuerdo que probablemente cuando vuelvan a su país, titulados en medicina, puedan encontrar un buen trabajo en la medicina privada y neoliberal, alejada de sus comunidades. «Yo sé que eso nos lo van a proponer -dice Carolina-, pero yo creo que no debemos perder lo humano, estoy segura de que si alguien no tiene un peso para ir al médico yo no lo voy a abandonar». La afroperuana Camila me lo deja muy claro: «aquí ya se viene con un compromiso humano y social, y ese compromiso no se abandona».
No me deja de sorprender el caso de la joven norteamericana de Nueva Yersey, ella viene del país más rico y poderoso del mundo a estudiar a una pequeña isla del Tercer Mundo: «yo vengo a decir que nuestros pueblos deben de convivir en paz, mi gobierno piensa que no tengo derecho a venir aquí, por eso yo sé que están vigilando a mi familia para saber qué estoy haciendo en Cuba, no puedo estar de acuerdo con la política de mi gobierno contra los cubanos».
Pero hay algo excepcional que observo en cada uno de ellos y que no está en sus palabras, es la resolución en sus afirmaciones, la desenvoltura en su conversación. Los peruanos, bolivianos y ecuatorianos que conozco en España trabajando como emigrantes, la mayoría explotados e ilegales, son discretos, sumisos, callados. Una de las responsables de la Escuela Latinoamericana de Medicina, sin saberlo, me está dando la explicación. «Cuando vienen aquí lo primero que les tenemos que decir es levanten la mirada, miren a los ojos, ustedes son nuestros hermanos y amigos«. Nadie les dice eso cuando llegan a Europa.