El abogado tuvo que explicar en el Tribunal Supremo por qué la frase «No pasarán» es un símbolo de cultura democrática. Tras varias semanas con el juicio visto para sentencia, explica cómo valora su desarrollo y cómo afrontan el futuro fallo.
Toda la trayectoria de Benet Salellas ha ido unida a las libertades civiles. Desde la defensa, como abogado, de personas inculpadas injustamente de terrorismo yihadista -véase el caso del ‘comando Dixan’-, de algunos de los jóvenes del 15M juzgados por Aturem el Parlament o de los dos jóvenes condenados a 15 meses de cárcel por quemar una imagen del rey, caso que le valió a España una condena del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que señaló que este castigo no fue «ni proporcional ni necesaria en una sociedad democrática». También como político, como candidato de la Candidatura de Unidad Popular-Llamamiento Constituyente elegido en las elecciones al Parlamento de Catalunya de 2015.
Salellas ha ejercido como abogado en la defensa de Jordi Cuixart, presidente de la organización civil Òmnium Cultural y una de las 12 personas acusadas por dirigir el Procés independentista catalán. Tres meses de juicio en los que se ha esforzado por llevar el debate sobre el derecho a las libertades políticas y civiles al Tribunal Supremo, donde hasta tuvo que recordar que la frase «No pasarán» es parte de la cultura democrática. Recientemente ha publicado el libro Yo acuso. La defensa en judicis politics (Pages, 2018), en el que explica que el juicio al Procés se ha erigido sobre un relato de violencia, cuando la violencia vivida en Catalunya se ha ejercido por parte del Estado.
Después de cuatro meses y más de medio centenar de sesiones, el juicio a los líderes del Procés quedó visto para sentencia, pero la sensación que queda es agridulce. La Fiscalía no ha cambiado en sus conclusiones nada respecto a su acusación inicial, a pesar de los testimonios y las pruebas presentadas en este largo proceso.
Nosotros siempre hemos analizado que esto era una operación de Estado, por decirlo así. De reacción a los hechos de otoño de 2017 en Catalunya. Esto se inicia con dos querellas de Fiscalía -una en la Audiencia Nacional y otra en el Supremo- con un relato muy concreto y con una perspectiva jurídica de excepcionalidad y de construcción de un falso relato sobre violencia en la figura del delito de rebelión, y desde entonces no han variado ni un punto ni una coma de su posición, a pesar de que el contexto político ha variado y a pesar, sobre todo, de que, una vez hemos llegado a juicio, se ha visto que no había pruebas ni documentales ni personales que sustentaran ese falso relato de violencia. Pero yo creo que debemos analizarlo en esta lógica, que si es una operación de Estado contra el independentismo o contra los líderes independentistas, la Fiscalía sigue un guión que dibujó en otoño de 2017 y que va siguiendo. Si nadie le para los pies a la Fiscalía, y hasta ahora el Tribunal Supremo no lo ha hecho, vamos todos arrastrados por esa operación de Estado.
Los medios de comunicación y, sobre todo, Twitter, han sido muy protagonistas en este juicio, con tuits y artículos presentados como pruebas y con la construcción de opinión pública. Está claro que el papel de los medios en este proceso, desde su origen, también ha sido clave. Ahora, ¿crees que los medios de comunicación han dado una imagen verídica de este juicio?
Yo creo que probablemente, si las cosas van bien, por decirlo así, en el futuro este juicio y su tratamiento periodístico será objeto de estudio en las universidades de periodismo, porque han pasado cosas muy sorprendentes. Nosotros, desde Òmnium Cultural, siempre nos planteamos que el juicio debía ser acompañado de mucho trabajo pedagógico y de debate político a través de los medios de comunicación, y en todo momento construimos material y relato para que, sobre todo, la información del juicio llegara a los medios no catalanes porque pensamos que son los que han dado una visión más parcial o menos plural de lo sucedido, ya que al fin y al cabo en Catalunya existen medios de todos los colores y, por lo tanto, nos parece que la opinión es un poco más plural sobre los hechos, mientras los medios españoles han comprado un relato de esta operación de Estado muy concreto.
Desde Òmnium hemos hecho un esfuerzo muy grande para llegar a todos estos medios y lo que nos hemos encontrado es muy poca receptividad y un trabajo, sobre todo en los grandes medios de comunicación, muy construido desde un sesgo que ha buscado en todo momento la confirmación de ese prejuicio que se tenía antes del juicio y que en ningún momento se ha buscado contrastar información, complementarla o dar varios puntos de vista opuestos a esa tesis más oficial. Es así como lo hemos vivido. Cuando, por ejemplo, declaraban los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional que intervinieron en el 1 de octubre, y Marchena nos denegó la utilización del material gráfico que se grabó ese día, buena parte de este por parte de medios de comunicación, nosotros lo que hicimos fue entregar a los periodistas que estaban siguiendo el juicio todo ese documental gráfico seleccionado escuela por escuela y agente por agente. Cuando declaraba un agente que había intervenido en Sant Cebrià de Vallalta, nosotros entregábamos el vídeo de Sant Cebrià de Vallalta para que los propios periodistas pudieran ir viendo y valorando en cada momento la credibilidad de esos testigos a la vista de los documentos gráficos. Pues bien, este esfuerzo que, por ejemplo, sí ha tenido repercusión en algunos medios catalanes, no lo ha tenido para nada en los grandes medios tipo El Mundo, El País, Telecinco, etcétera, y los periodistas han hecho crónicas exclusivamente de lo que estaban diciendo los testigos en la sala sin utilizar el material gráfico que se les estaba proporcionando. Este es un ejemplo del esfuerzo que nosotros hemos hecho y de la… no sé si es autocensura o cuáles son los motivos que explican esta actitud muy alineada de los medios de comunicación digamos más hegemónicos en el marco comunicativo español con las tesis del Estado.
También sorprende que, más allá de las primeras semanas, el interés mediático en este juicio, con tantas repercusiones y en tantas esferas, ha ido en bajada libre. Parece que se ha hablado más sobre el juicio fuera de España que dentro.
A mí, por ejemplo, me ha sorprendido que hemos tenido permanentemente un equipo de observadores internacionales, grandes figuras en materia de derechos humanos de todo los países de Europa y de muchos países de América Latina, incluso del norte de África, que han observado el juicio y emitido comunicados, etc… y todo esto no ha generado ningún tipo de impacto en el espacio comunicativo español. Ha venido una Premio Nobel de la Paz, Jody Williams, a dar apoyo, a criticar el juicio, y no ha tenido impacto. Una periodista de El País la entrevistó y luego esa entrevista no apareció. Ha habido pronunciamientos de Naciones Unidas en contra del juicio, están pasando cosas muy importantes en un campo como es el de los derechos humanos, que no es una extravagancia de la extrema izquierda, son cosas que deben ser centrales en una sociedad democrática, e incluso los medios de comunicación que se presentan como más sensibles a esta cuestión la han marginado absolutamente. A mí eso me ha generado muchísima frustración porque yo creo que existe una masa crítica en el Estado español, que existe un montón de gente demócrata comprometida con los derechos humanos, pero si los medios de comunicación actúan como dique o barrera de información, esa posible gente que se podría movilizar en crítica al juicio directamente no recibe los inputs.
Tampoco ha habido, ya entrando en cómo ha ido el juicio en sí, un análisis de cómo se han comportado las distintas partes. Mientras el juez Marchena ha intentado dar una imagen de corrección, también en previsión de lo que pueda decir en un futuro sobre este tema el Tribunal de Estrasburgo, el papel jugado por Fiscalía y Abogacía del Estado ha sido bastante penoso, por no hablar de la acusación popular ejercida por Vox, que ha sido directamente esperpéntica. No se ha visto en los medios de comunicación un mínimo análisis sobre esto, ya más allá del propio juicio, en cuanto a qué tipo de juristas están en las más altas esferas de la judicatura española. Totalmente. Al final son organismos que son públicos, de todos, y que deberían representarnos a todos, y se ha dado una imagen muy «activista», pero «activista» en contra del independentismo por parte de un Fiscalía y una Abogacía del Estado que deben regirse por principios de objetividad, de rigor, de exhaustividad, etc, y en cambio han parecido muchas veces mucho más tertulianos de ciertos canales de televisión que juristas de primera línea.
Marchena ha sido un juez muy estratega. Antes de empezar el juicio, él tenía muy claro cómo quería que este discurriera, sobre qué temas y de qué forma, y ha intentado evitar clarísimamente determinados debates que eran tabú y ha intentado que las pruebas que no corroboraban la versión del Estado entraran a cuentagotas en la sala. A partir de ahí, la actividad de las defensas ha sido constantemente limitada a través de una posición muy vertical de negar hacer preguntas, limitar los interrogatorios. Realmente nuestro derecho a la defensa se ha visto muy aminorado hasta el punto de que nos dieron una hora para informar al final del juicio, cuando llevas cuatro meses esperando para explicar lo que es un caso que es sobre todo de conceptos. Es un ejemplo más de la actitud que ha tenido y yo creo que demuestra el miedo que tenia el tribunal a que determinados debates políticos afloraran.
Te refieres al debate sobre el derecho a la autodeterminación, pero también sobre el derecho a la protesta.
Efectivamente, estamos hablando sobre todo del derecho de autodeterminación, del derecho a la protesta y de la legitimidad que tiene la sociedad civil de protestar contra decisiones del poder judicial, que parece que es un poder del Estado que no acepta que sus decisiones puedan ser también criticadas o, incluso, en un extremo, desobedecidas en la lógica de la desobediencia civil como instrumento natural de transformación de leyes injustas. Yo creo que todos estos debates Marchena ha intentado que no afloraran en el juicio y ha pasado lo que siempre se ha dicho por parte de los abogados de juicios políticos, que en un juicio político la policía habla de política, el fiscal habla de política… todos hablan de política menos el acusado y la defensa. A ellos no se les permite hablar de política.
Yo hago un pronóstico pesimista porque nosotros siempre hicimos la lectura de que el juicio no debería haber existido, de que la propia existencia del juicio era una expresión de la debilidad política en la que nos encontrábamos si el Estado se podía permitir un juicio de estas características para escarmentar al independentismo. Siempre planteamos que había que generar una movilización muy transversal y muy potente en todo el Estado para conseguir frenar este juicio o darle la vuelta, y esa movilización no ha existido, por lo tanto la lectura que hago es que este juicio, si el Estado ha conseguido que se celebrara en los términos en los que se ha celebrado, es porque va a existir una condena dura contra los llamados líderes independentistas.
Es duro, pero parece un reflejo de la pobreza democrática que tenemos a nivel social, más allá de las instituciones judiciales y políticas.
Yo creo que sí. La llave la tenía la gente, y quiero poner en valor que ha habido mucha gente en todo el Estado que se ha movilizado a favor de los valores democráticos que representan las personas que están acusadas y en contra de este juicio político, pero ha sido una minoría y no ha generado una presión suficiente como para desviar este juicio en la forma en la que ha sido construido.
Ya dais por hecho que va a haber una sentencia condenatoria, y dura. ¿Contempláis aún que puedan decretarse indultos?
En eso sí que creo que tenemos que esperar a la sentencia. Hay ver qué pasa, qué dice y cómo lo dice. Al menos desde la perspectiva de Òmnium, nosotros lo que tenemos claro es que vamos a utilizar todos los recursos que están a nuestra disposición: ir al Tribunal Constitucional y seguir con una política muy intensa de presión a los órganos internacionales de derechos humanos. Este es nuestro plan. A partir de aquí es evidente que es una materia que es política y que, si finalmente hay una condena, habrá que buscar también una solución política a todo esto. Pero el indulto siempre tiene ese mal sabor de medida de perdón o gracia, que parece como que da pie a entender que hay una previa asunción de culpabilidad cuando nosotros aquí no hemos hecho nada más que ejercer derechos fundamentales, sobre todo desde la perspectiva de la sociedad civil, que es a la que representa Òmnium Cultural.
Desde Europa no se han mojado mucho con este tema. No se ha ofrecido la cabeza de Puigdemont, aunque todo Bruselas sepa dónde encontrarle, pero tampoco han reprochado al Gobierno español su actitud. ¿Crees que es posible que desde Europa comiencen a tomar partido, aunque sea ya por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos?
Yo tengo la esperanza, por un lado, de que en otras latitudes exista una mayor independencia judicial, y por lo tanto que la solución que pueda venir de Estrasburgo tenga una lógicas distintas a la que adopten los tribunales españoles. Por otro lado, también confío en el resultado de un trabajo que se está haciendo de presión internacional en muchos niveles. Sabemos que las instituciones europeas van a ser las últimas en apuntarse a todo esto porque tenemos una Unión Europea que no es una institución que esté precisamente al servicio de las clases populares, sino más al servicio de los Estados, pero sí que hay muchos movimientos en la lógica de organizaciones de derechos humanos, políticas de base, de sindicatos, de actores políticos en muchos puntos de Europa que sí que están posicionados en cuanto a la injusticia que supone este juicio y la respuesta represiva que ha dado el Estado español a la cuestión catalana.
Yo creo que, a pesar de lo que han significado estos meses de trabajo intenso, con todas las limitaciones que nos ha puesto Marchena en todos los sentidos, yo me quedo con el hecho de que, y nunca había pasado antes, los catorce colegios de abogados catalanes emitieran un comunicado criticando al presidente de la sala segunda del Tribunal Supremo por la actitud que tuvo en algunas sesiones con los abogados. Y con esto quiero decirte que me parece que la historia de este juicio no va a acabar con las sentencia que escriba Marchena, queda mucha partida todavía.