Mientras la máxima dirección del país apuesta por la transparencia y la rapidez en el acceso a la información para la ciudadanía, en la práctica algunas instituciones demuestran lo contrario
Esta debería ser la historia de una anciana que se sienta en un parque todas las mañanas por miedo a que su techo le caiga encima, o la de una madre que no deja a sus niños jugar en el pasillo por temor a que el suelo colapse, o la de vecinos desesperados que envían cartas y no reciben respuestas. Pero no, esta es la historia de por qué hoy no podemos contar ninguna de esas historias.
La idea de escribir un reportaje de investigación sobre el estado del fondo habitacional en el municipio de La Habana Vieja nació una tarde de marzo, al calor de un P11, cuando la bandera colgante de un balcón en ruinas nos alertó de la presencia humana. Tras dos meses de gestiones -llamadas-, caminatas interminables -llamadas-, meriendas ligeras a base de cangrejitos -llamadas-, visitas a edificios en mal estado y más llamadas…; las respuestas institucionales siguen siendo las mismas: «Fulano no se encuentra», «Está reunido», «¿Pueden venir mañana?», «¡Sin carta, no hay entrevista!».
─¿Ya les dieron la entrevista? ─nos preguntó la recepcionista de la empresa inmobiliaria Almest, tras el quinto intento de contactar con la dirección de desarrollo, que debe respondernos por la construcción de los hoteles Pasaje y Payret, futuros ocupantes del terreno de un edificio declarado inhabitable donde viven varias familias.
En las primeras visitas a Almest nos topamos con el «muro» de las vacaciones y los viajes laborales, y no fue hasta la cuarta vez que logramos hablar directamente con la funcionaria encargada. Pero ─víctimas de la ingenuidad─ descubrimos que la entrega de la información requería de una carta firmada por la dirección de Tribuna de La Habana, documento que, a la postre, debería ser redactado nuevamente, pues ─como si no bastara la firma de la directora y el cuño del órgano de prensa─ la misiva debía contener una explicación detallada sobre el contenido de nuestras interrogantes.
En la Dirección Municipal de la Vivienda en el municipio de La Habana Vieja, por el contrario, la disposición general fue a hablar. El departamento de albergue nos abrió las puertas, pero en la subdirección de inversiones, donde buscamos estadísticas sobre el estado constructivo de los edificios, se nos han prometido más entrevistas de las que la encargada habría podido asistir, porque las reuniones en el Gobierno Municipal y otras instancias se lo han impedido. A última hora, nos informó que necesitaba la autorización de un superior.
La Oficina de Registro de la Propiedad, que se encarga de la documentación en los edificios restaurados por la Oficina del Historiador de La Habana, ha sido otro torbellino burocrático. Tras una búsqueda en la cual fuimos cuestionados al preguntar por el funcionario incorrecto, nos dirigieron hacia la persona más capacitada, pero no hemos podido dar con ella hasta el momento.
Otro funcionario, renombrado entre los vecinos con afectaciones, es una fuente determinante en los casos que investigamos. Sin embargo, no fue hasta después del autorizo por el departamento de comunicación de la Oficina del Historiador, que nos ofreció la posibilidad de entrevistarlo en los próximos días.
En la Dirección de Inversiones de ese organismo, regida por una estricta agenda de trabajo, aun esperamos la fecha para concretar un encuentro. En un inicio, implicaba localizar a la secretaria, comunicar la solicitud, llamar tras un período y, finalmente, conocer si seríamos atendidos. De improviso, nos informaron que era también necesario el visto bueno del departamento de comunicación.
Mentiríamos si dijéramos que el trato con las instituciones ha sido del todo descortés. Pero pesa más el entramado burocrático, el «peloteo» y los mecanismos arcaicos, que las intenciones de facilitar la información. Parece que en el municipio de La Habana Vieja, el espectro de la burocracia corroe más que el tiempo, el salitre y el abandono; y ni los funcionarios escapan.
Mientras la máxima dirección del país apuesta por la transparencia y la rapidez en el acceso a la información para la ciudadanía, en la práctica algunas instituciones demuestran lo contrario. Si existen tantas trabas para los que hacemos periodismo, ¿qué quedará para los ciudadanos cuando solicitan en estas entidades la información necesaria? Esperamos que esta historia no sea interminable, como tampoco lo sean las que hoy no pudimos contar.
Fuente: http://www.tribuna.cu/capitalinas/2019-05-21/la-historia-interminable