La intensidad del estiaje deja la montaña sin alimento para el ganado por segunda vez en un lustro, mientras la presencia de especies de pájaros originarias del Magreb comienza a ser habitual en la cordillera.
Algunos ganaderos optan por llevar sus rebaños a las inmediaciones de ríos y pantanos «para que al menos beban, ya que apenas tienen nada que comer»
«Algunos pastores optan por llevar a sus rebaños a zonas con agua, para que al menos beban ya que apenas tienen nada que comer», explica Joaquín Solanilla, ganadero de Boltaña (Huesca) y secretario provincial de la organización agraria Uaga. «La última tormenta cayó el 20 de julio -explica- y desde entonces, con un verano muy caluroso, no han caído más de tres o cuatro litros un par de veces. La tierra está seca, solo hay polvo, y lo que se sembró no ha crecido».
La severa y prolongada sequía que desde la pasada primavera azota el Pîrineo, con registros de precipitaciones inferiores a los 20 litros por metro cuadrado en Boltaña, a los 30 en Mediano, a los 40 en Fiscal, Nerín y Sabiñánigo y a los 50 en Graus y Canfranc desde el 1 de agosto, cuando la media anual de varios de esos puntos supera los mil y todos pasan de 700, ha acabado por desecar los prados y por obligar a los ganaderos a estabular a mediados de septiembre, «por falta de pastos», a unos rebaños que suelen mantenerse en el monte hasta finales de octubre.
«No hay ni una brizna de verde ni en las montañas, ni en las praderas», alerta en un comunicado Uaga, organización integrada en Coag que llama la atención sobre «el consiguiente aumento de los costes de producción» que conlleva esa situación y para el que reclaman ayudas a la Administración. «La falta de lluvia ha secado los pastos para la ganadería extensiva y además impide realizar en buenas condiciones las labores de siembra de cereal y forraje», señala.
«¿Qué hacemos hasta marzo, cuando haya crecido, si crece, la hierba que hemos sembrado? ¿Cómo hacemos para dar de comer todos los días a los animales?», se pregunta Solanilla, vecino de una comarca de media y alta montaña en la que la economía de varios cientos de familias depende de unas explotaciones de ganadería extensiva que suman 55.000 ovejas y varios miles de vacas nodrizas.
Los ríos en alerta o en emergencia
«Estamos en una situación crítica. Hay zonas en las que apenas ha llovido en tres meses», explica Solanilla. Los indicadores de Sequía de la Confederación Hidrográfica del Ebro avalan esa afirmación: la mayor parte de los sistemas fluviales de la cuenca se encuentran en situación de alerta o de emergencia, con mayor intensidad en los ríos no regulados.
La sequedad de los prados pirenaicos, que se produce por segunda vez en un lustro, es una de las consecuencias de los cambios en los patrones meteorológicos que ocasiona el calentamiento global: aumento de las temperaturas (la isoterma de cero grados ha subido a los 3.000 metros), reducción de las precipitaciones (nieva menos de la mitad) y llueve un 25% menos que hace medio siglo) y concentración de la lluvia en descargas torrenciales.
Los efectos de esa combinación de factores, generalizada en el planeta y directamente relacionada con fenómenos como las cada vez más frecuentes e intensas sequías o los cada vez menos extraordinarios estiajes invernales del Ebro, ha comenzado a disparar las alarmas en organismos como la FAO, cuyos estudios atribuyen un pésimo Índice de Salud de la Vegetación a todo el país.
Ese deterioro es especialmente patente en el Pirineo, donde apenas quedan zonas que superen el 35%. Más de la mitad de cuyo territorio estaba en situación de alerta o emergencia ya en junio, según el Ministerio de Medio Ambiente.
Síntomas del cambio climático
El cambio climático, que este verano ha tenido otras manifestaciones como el adelantamiento y la reducción del volumen de la vendimia hasta un 15%, o el desplome de la producción de cereal en las áreas de secano, especialmente entre la orilla derecha del Ebro y la meseta, también empieza a modificar los comportamientos de la fauna: aves de origen africano como la golondrina dáurica anidan en áreas del prepirineo como el valle de La Galliguera, mientras en otras comienzan a dejarse ver ejemplares de alzacola y de elanio azul, explica Luis Tirado, de SEO-Birdlife, que recuerda cómo la presencia de otras como el camachuelo trompetero, originario del Magreb y oriente medio, ha sido habitual estos últimos años en áreas del llano como Belchite y Mediana y el vencejo pálido ha establecido una colonia en el mismo puente de Piedra de Zaragoza.
«Son síntomas de los efectos del cambio climático en el valle del Ebro», señala Tirado, que explica cómo la presencia de especies de aves que hace unas décadas comenzaron a saltar del norte de África al sudeste de la península ibérica es cada vez más frecuente en el valle del Ebro, especialmente en el corredor de Tudela a Tortosa, la mayor parte de cuyo territorio, que sufre un riesgo alto de desertificación, recibe ejemplares de las zonas áridas situadas al sur y el este de la meseta y, también, del Magreb.
Los periodos de sequía de los últimos años también han afectado a las especies autóctonas que habitan en zonas de cultivos agrarios. Los seguimientos realizados por SEO-Birdlife indican que «su éxito reproductivo es menor» que en año medios. Básicamente, por tres motivos: el mayor gasto energético al recorrer mayores distancias hasta las zonas con agua, la menor disponibilidad de granos y de insectos para alimentarse y la mayor exposición a los depredadores por haber menos vegetación silvestre en la que refugiarse.
«Año de sequía, pérdida de biodiversidad»
«Las aves esteparias están muy marcadas por la sequía», explica. Ocurre algo similar a las que pasan por los humedales en sus rutas migratorias, cuya presencia en zonas como la laguna de Gallocanta depende de que circule agua por los arroyos que desembocan en ella y de la salud de los cañaverales y bosques de ribera en los que se alimentan.
La escasez de agua ha coincidido este verano (SEO-Birdlife realizó anillamientos en julio y agosto) con una afluencia de aves menor de la habitual. «Si llaga agua se disparan los números, pero cuando hay sequedad caen -indica Tirado-. Un año de sequía es un año de pérdida de biodiversidad».