Durante casi medio millón de años, las hembras de nuestra especie amamantaron a sus retoños. Sin embargo, en los últimos sesenta años, ha cambiado la situación: la dictadura del biberón ha impuesto las leches artifícales para los bebés. Las consecuencias sanitarias son notables -dos veces más riesgo de óbito por muerte súbita en las primeras […]
Durante casi medio millón de años, las hembras de nuestra especie amamantaron a sus retoños. Sin embargo, en los últimos sesenta años, ha cambiado la situación: la dictadura del biberón ha impuesto las leches artifícales para los bebés. Las consecuencias sanitarias son notables -dos veces más riesgo de óbito por muerte súbita en las primeras seis semanas de vida, cinco veces más riesgo de gastroenteritis, dos veces más riesgo de desarrollar eccema y diabetes, y hasta ocho veces más riesgo de contraer un cáncer linfático-. Con un gasto próximo a las 20£ esterlinas por bebé por parte de los fabricantes británicos de leche artificial maternizada en la promoción de la «comida basura infantil», comparado con los irrisorios 14 peniques por bebé que gasta el gobierno de UK para promover la lactancia materna, ¿se puede esperar que se invierta la tendencia? Pat Thomas nos descubre un mundo en el que usureros fabricantes de leche artificial, negligentes profesionales de salud y una ciudadanía poco informada en estos temas… conspiran unidos para arrancar a los bebés del pezón de sus madres y «entubarlos» a un biberón artificial. La situación describe el caso británico, pero los despieces y apartados nos hablan de la situación en el Estado español. El problema acosa al todo el mundo industrial y a parte de los países del Sur.
Es preferible comer pan de cebada
Y sentarse en el suelo
Que lucir el cinturón de oro
De la servidumbre
Proverbio sufi
Todos los mamíferos producen leche para sus crías, y la especie humana estuvo amamantando a sus bebés durante al menos 400.000 años. Durante siglos, cuando una mujer no podía dar de mamar a su bebé por sí misma, otra mujer, una nodriza, hacía el trabajo. Fue a partir de los años cuarenta que abandonamos en gran parte nuestros instintos mamíferos, y, en cambio, adoptamos la cultura del biberón. La cultura del biberón anima a las madres a dar a sus bebés fórmulas infantiles altamente procesadas desde el nacimiento y, además, también las anima a pensar que dichos sucedáneos son tan buenos como la leche materna e, incluso, mejores.
Nunca se había pensado que se hubieran consumido las fórmulas infantiles de manera tan extensiva como en la actualidad. Fueron creadas a finales del siglo XIX para proporcionar el sustento necesario para niños expósitos y huérfanos que, de lo contrario, hubieran muerto de hambre. En aquel contexto donde ningún otro alimento estaba disponible, la leche maternizada, de hecho, era un salvavidas.
Sin embargo, con el tiempo, y al volverse más ‘científico’ el tema de la nutrición humana en general -y de la nutrición infantil, en particular-, los sucedáneos de la leche materna ya no se fabricaron para los huérfanos y afines, sino para toda la población en general. Cada bebé, un cliente potencial.
Según Mary Smale -asesora en el campo de la lactancia materna para el National Childbirth Trust (NCT) durante 28 años-, «si alguien preguntara ‘¿cuál fórmula debería usar?’ o ‘¿cuál se acerca más de la leche materna?’, la respuesta sería ‘nadie lo sabe’, porque no hay una sola fuente objetiva que pueda ser proporcionada en lo que respecta a este tipo de información. Los fabricantes son los únicos que saben de qué está hecho su producto, y no divulgan nada. A lo mejor hacen la publicidad y nos hablan de ingredientes ‘saludables’ especiales, como los oligosacáridos, los ácidos grasos de cadena larga o, recientemente, el betacaroteno, pero nunca realmente nos revelan lo que constituye todo el producto en sí, ni de dónde proceden los demás ingredientes».
PRUEBAS Y ERRORES
Los componentes conocidos de la leche materna eran, y todavía son, utilizados como referencia general por parte de los científicos que conciben las leches maternizadas. Pero, hasta ahora, no existe una «fórmula» como tal para este tipo de leches. En realidad, la producción de fórmulas infantiles ha sido, desde su inicio, un proceso de pruebas y errores. En la práctica, los fabricantes pueden agregar lo que quieran en cada producto. De hecho, puede variar la receta de un producto de un lote al otro, según el precio y la disponibilidad de los ingredientes. Tal vez creamos que estos productos están fuertemente regulados, pero en realidad no existe ni se requiere ninguna transparencia por parte de los fabricantes: por ejemplo, no se solicita que registren los componentes específicos de cualquier lote o marca ante ninguna autoridad.
La mayoría de las fórmulas comerciales se basan en la leche de vaca. Pero, para que un bebé pueda tomar leche de vaca transformada en una fórmula infantil, esta requiere ser severamente modificada. Se debe bajar su contenido de proteínas y minerales, y aumentar el de carbohidratos, que se suele hacer añadiendo azúcar. La grasa de la leche, que no se absorbe fácilmente por el cuerpo humano, especialmente cuando se trata de un cuerpo con un sistema digestivo inmaduro, se sustituye por grasas vegetales, animales o minerales. Se agregan vitaminas y oligoelementos, pero no siempre en su forma más digerible. (Eso significa que son verdaderas las alegaciones en cuanto a que estas leches maternizadas son «nutritivamente completas», pero sólo en el sentido más elemental: verazmente, se le añadió la totalidad del complemento de vitaminas y minerales a un producto de calidad nutritiva inferior).
Asimismo, una cantidad de fórmulas son altamente azucaradas. Mientras la mayoría de las leches artificiales infantiles no contienen azúcar en la forma de sacarosa, pueden contener altas tasas de otros tipos de azúcares como lactosa (azúcar de la leche), fructosa (azúcar de las frutas), glucosa (también conocida como dextrosa, un azúcar simple encontrado en las plantas) y maltodextrosa (azúcar de malta). Debido a una laguna jurídica, aún se pueden vender leches maternizadas asegurando que no contienen sacarosa.
CONTAMINANTES Y ENFERMEDADES
Éstas también pueden contener contaminantes involuntarios, introducidos en el proceso de fabricación. Puede que algunas contengan restos de soja y maíz transgénicos. En las leches artificiales comerciales, se han detectado regularmente la bacteria Salmonella así como aflatoxinas (poderosos agentes tóxicos, carcinógenos, mutagénicos, inmunosupresivos producidos por distintas especies del hongo Aspergillus). Del mismo modo, se ha encontrado Enterobacter sakazakii, un patógeno devastador transmitido por los alimentos que puede causar sepsis (infección bacteriana que puede afectar al torrente sanguíneo), meningitis (inflamación de la membrana que cubre el cerebro) y enterocolitis necrotizante (grave infección e inflamación del intestino delgado y del colon), entre los bebés recién nacidos.
El envasado de las fórmulas infantiles ocasionalmente da lugar a una contaminación por vidrio roto y fragmentos de metal, y también por sustancias químicas como ftalatos y bisfenol A (ambas cancerígenas) y, más recientemente, por el componente del envasado isopropyl thioxanthone (ITX; posiblemente, también carcinógeno).
En algunos casos, las leches artificiales contienen tasas excesivas de metales pesados o tóxicos, incluyendo aluminio, manganeso, cadmio y plomo. Las fórmulas de soja son particularmente preocupantes, debido a que llevan altísimas tasas de estrógenos derivados de plantas (fitoestrógenos). De hecho, las tasas de concentración de los fitoestrógenos detectados en la sangre de los bebés que toman leches de soja pueden ser de 13.000 a 22.000 veces más elevadas que las de estrógenos naturales. Si se toman estrógenos en dosis que sobrepasan las que normalmente se encuentran en el cuerpo, ello puede causar cáncer.
MATANDO A LOS BEBÉS
Durante años, se pensaba que los riesgos de enfermedad y de muerte causadas por las leches artificiales quedaban restringidas a los niños de los países del Sur. En aquellas zonas, a veces escasea el agua limpia necesaria para preparar los biberones y puede que las madres que padecen carencias se sientan obligadas a diluir las fórmulas para alargarlas, arriesgando por lo tanto que sus bebés contraigan enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea y el cólera, además de la malnutrición. Sin embargo, ha quedado demostrado contundentemente, por datos más recientes procedentes de Occidente, que los bebés de sociedades opulentas también enferman y mueren debido a dietas de comidas artificiales procesadas consumidas en los primeros días de vida.
Porque no es completa en términos nutritivos, porque no contiene las propiedades inmunoestimulantes de la leche materna y porque está consumida por bebés que crecen con enormes necesidades en continua evolución (y no satisface dichas necesidades), la leche artificial que se consume día tras día en los inicios de la vida conlleva efectos sobre la salud que pueden ser devastadores a corto, medio y largo plazo. Es dos veces más probable que fallezcan los bebés que toman el biberón en las primeras seis semanas de su vida. En especial, dar el biberón incrementa de dos a cinco veces el riesgo de contraer el SIDS (Síndrome de Muerte Súbita del Lactante). Los bebés que toman el biberón igualmente presentan un riesgo bastante más elevado de terminar en el hospital con una serie de variadas infecciones. Por ejemplo, es cinco veces más probable que padezcan gastroenteritis. En los países del Norte, las tasas de diarrea son dos veces más elevadas para los bebés que toman el biberón que para los que toman leche materna. Hay dos veces más probabilidad (20% vs 10%) de que padezcan de otitis media (infección del oído interno)…. Es cinco veces más probable que contraigan infecciones del tracto urinario. Durante los primeros seis meses de su vida, los bebés alimentados con biberón tienen de seis a diez veces más probabilidad de desarrollar una enterocolitis necrotizante -una grave infección del intestino, que conlleva la muerte del tejido intestino-, una cifra que sube hasta 30 veces más riesgos tras ese periodo.
ENFERMEDADES MUY GRAVES
Enfermedades aún más graves están relacionadas con la leche artificial para bebés. En comparación con los bebés que reciben leche materna, aunque fuera sólo por tres o cuatro meses, es dos veces más probable que un bebé que toma leche artificial desarrolle diabetes (tipo 1) de comienzo juvenil o insulino-dependiente. También existe un riesgo de cinco hasta ocho veces más importante de que los niños con menos de quince años de edad que tomaron fórmula, o que recibieron leche materna durante menos de seis meses, contraigan linfomas.
Se ha demostrado en varios estudios que, en la edad adulta, los bebés que fueron alimentados con biberón presentan una propensión más significativa para desarrollar condiciones como: enfermedades inflamatorias del intestino en la niñez, esclerosis múltiple, maloclusión dental, enfermedades coronarias, diabetes, hiperactividad, enfermedad tiroidea autoinmune y enfermedad celiaca.
Por todas esas razones, no se puede considerar a la leche artificial ni siquiera como «segunda opción» comparada con la leche materna. En los datos oficiales, la Asamblea Mundial de la Salud (AMS) atribuye la última opción a la leche de fórmula en la alimentación del bebé: su primera opción es la leche materna procedente de la madre; la segunda es la propia leche de la madre suministrada en vaso o biberón; la tercera es leche materna procedente de un banco de leche o de una nodriza; y, por último, en cuarto lugar, la leche de fórmula. Sin embargo, los bebés alimentados con leche materna son, casi, una especie en vías de extinción. En el Reino Unido, los índices son sumamente bajos, y lo han sido durante décadas. Los datos actuales sugieren que sólo el 62% de las mujeres británicas intentan dar el pecho a sus bebés (generalmente, mientras están en el hospital). A las seis semanas, sólo el 42% sigue dando el pecho. A los cuatro meses, sólo el 29%; y a los seis meses, las cifras bajan al 22%.
Estas cifras podrían proceder de casi cualquier país del Norte, y es importante destacar que tampoco reflejan necesariamente lo que sería lo ideal de la lactancia materna «exclusiva». De hecho, muchas madres modernas recurren a una alimentación mezclada, que combina la lactancia materna con leches artificiales y comidas infantiles. A nivel mundial, según los datos proporcionados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que sólo el 35% de los bebés recibe leche materna, combinada o no, a los cuatro meses de edad. Las investigaciones respecto a la lactancia materna exclusiva escasean y son incompletas; pero lo cierto es que sólo el 1% de los bebés está alimentado exclusivamente por lactancia materna a partir de los seis meses.
MADRES JÓVENES, MENOS PECHO
En particular, las mujeres más jóvenes son las menos proclives a dar el pecho. El 40% de las madres con menos de 24 años de edad ni siquiera lo intenta alguna vez. La brecha más significativa, sin embargo, es de tipo socioeconómico. Son las madres que viven en familias de pocos recursos o que recibieron una educación de bajo nivel… las menos propensas a dar el pecho, a pesar de que ello pudiera conllevar una enorme diferencia en la salud de sus bebés y a pesar de que también es más barata.
Entre los niños procedentes de familias socialmente desfavorecidas, la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de la vida puede tener un impacto profundo en cuanto a la eliminación de desigualdades relativas a la salud, que ocurren según uno haya nacido en la pobreza o en la opulencia. En esencia, la lactancia materna saca al bebé de la pobreza para aquellos primeros meses cruciales, y le da un principio decente en la vida.
¿PORQUÉ NO DAN EL PECHO LAS MUJERES?
Antes de que los biberones se transformaran en la norma, la lactancia materna era una actividad de la vida cotidiana, fundada en el mimetismo y el aprendizaje con la familia y la comunidad. Las mujeres se volvían expertas por ellas mismas, al probar y equivocarse con la propia experiencia. Pero en la actualidad, lo que normalmente debería producirse más o menos de manera natural ya se convirtió en algo extraordinariamente complicado. La culpa la tienen las estrategias globales de márketing y las políticas, los proyectos de ley, los grupos de presión, los activistas y la interferencia por parte de un culto de especialistas bien intencionado pero ocasionalmente ineficaz.
Según Mary Smale, la diferencia se hace por la confianza y la expectativa de algún apoyo, especialmente para las mujeres procedentes de un medio socialmente desfavorecido. «El concepto de ‘auto-eficacia’ -es decir, en qué medida uno piensa que es capaz de hacer algo- es bastante importante. Se puede decir a una mujer que realmente es una buena idea dar el pecho, pero ella tiene que creer una serie de cosas para que eso funcione. Primero, ella tiene que pensar por sí misma que es una buena idea, que será bueno para ella y su bebé. En segundo lugar, tiene que pensar: ‘Soy el tipo de persona que puede hacer eso’. La tercera cosa, y a lo mejor la más importante, es que ella crea que de hecho tiene problemas, que es el tipo de persona que será capaz de solucionarlos por medio de una ayuda exterior».
«Los estudios muestran, por ejemplo, que las mujeres con pocos recursos creen a menudo que el acto de amamantar duele, y también suelen pensar que las leches maternizadas son de igual calidad. Desde un principio, no encontramos, por lo tanto, la motivación para lactar. Pero, en realidad, se trata de la idea de que, si hubiera cualquier problema, ella no podría hacer nada en consecuencia. Por ejemplo, si duele, sólo sería cuestión de suerte. Aquel pensamiento se diferencia bastante del de una madre de clase media que suele pedir ayuda para solucionar las cosas, que no teme descolgar el teléfono, o decir a su comadrona o auxiliar sanitaria: ‘Quiero que me ayudes con esto'».
TODAS LAS MUJERES PUEDEN…
Casi todas las mujeres -cerca del 99%- pueden dar el pecho con éxito y producir leche con suficiencia para sus bebés, a fin de que no solamente crezcan sino que también se realicen. Con ánimo y apoyo, casi todas las mujeres tienen la voluntad de ponerse a dar el pecho, pero las tasas de abandono son alarmantes: el 90% de las mujeres que lo dejan en las primeras seis semanas proclaman que hubieran deseado seguir. Es muy probable que las tasas de lactancia exclusiva a largo plazo puedan mejorarse si un apoyo estuviera disponible para estas madres, y si fuera más obvia y generalizada la aprobación de la lactancia materna en casa y en público, por la familia y la sociedad en general.
Tal apoyo social, evidentemente, no existe. El panorama general en cuanto a la lactancia materna frente al biberón sugiere que hay, además, una confluencia de factores complejos de naturaleza médica, socioeconómica, cultural y política, que regularmente minan la confianza de las mujeres. Dichos factores refuerzan la noción de que nutrir a sus bebés de manera artificial tiene más que ver con el estilo de vida que con la salud, y que el cuerpo de una mujer moderna simplemente no es apto para llevar a cabo la tarea de producir la leche suficiente para su prole. «Dar el pecho es una relación natural entre la madre y el bebé, y, si se interfiere en en ese vínculo, pueden aparecer riesgos», comenta la profesora Mary Renfrew, directora de la Mother and Infant Research Unit de la Universidad de York. «Sin embargo, hasta hace sólo muy poco tiempo, ya la interferencia era muy notable. En términos ecológicos relativos a la lactancia, lo que tenemos es un hábitat natural que ha sido perturbado. Pero lo importante no sólo es la presencia de un predador grande -el invento de la leche artificial-. El hecho de que el hábitat ya estaba debilitado por otras fuerzas lo convirtió en muy vulnerable y apareció el desastre». Continúa Renfrew: «Si leen los libros de medicina de principios del siglo XX, encontrarán muchos textos relacionados con este tema y de cómo se ha querido convertir la lactancia en algo matemático y aséptico. A partir de ahí, empezaron los problemas». Según Renfrew, ese desbaratamiento se debe al temor y la desconfianza que la ciencia manifestaba ante el proceso natural de la lactancia. Especialmente, el hecho de que una madre pudiera poner a un bebé en su pecho y hacer otra cosa mientras estaba amamantando; y que el bebé se quitara del pecho de forma natural cuando había tomado suficiente… era percibido como algo desordenado e inexacto. El modelo médico/científico sustituyó a esa situación natural con medidas precisas; por ejemplo, cuántos mililitros de leche debería tomar un bebé idealmente en cada toma. Eso perturbó el equilibrio natural entre la madre y el bebé, y estableció el hecho de que el biberón fuera la norma biológica.
Las tasas de la lactancia materna también empezaron a bajar como consecuencia del cambio de la situación de la mujer después de la I Guerra Mundial, con más madres dejando a sus hijos para ir a trabajar tras la emancipación de la mujer -y tras la pérdida de los hombres en el frente de batalla-. El proceso se multiplicó con la segunda, cuando todavía más mujeres tomaron un empleo fuera de casa.
«También fue determinante la llegada del feminismo», comenta Renfrew, «que dejó una huella en las conciencias de todo el mundo en los años sesenta, y animó a las mujeres para que soltaran a sus bebés y empezaran a vivir su vida. Lo único que a lo mejor hubiera ayudado -o sea, la ayuda mutua entre las mujeres- en realidad generó una situación en que hasta las mujeres intelectuales, comprometidas y conscientes, que hubieran podido cuestionar las circunstancias, se perdieron en sus propios prejuicios. El resultado fue que se deterioró la confianza en la lactancia materna de manera general, bajó el entendimiento de su importancia y la habilidad de los profesionales de salud en fomentarla. Y, por supuesto, todo esto estaba ocurriendo en el periodo que correspondía al desarrollo tecnológico de la leche artificial y a la disponibilidad de las fórmulas en el mercado».
PARTOS MEDICALIZADOS
Antes de la Guerra Mundial, el embarazo y el parto (y, por extensión, la lactancia materna) eran parte de la vida cotidiana. Las mujeres daban a luz en casa con la asistencia y el apoyo de comadronas formadas, que eran ellas mismas parte de la comunidad, y luego amamantaban con el ánimo de su familia y amigos.
Al apartar el parto del círculo de la comunidad y llevarlo a los hospitales, se generó la medicalización de la vida reproductiva de la mujer. Se transformaron los eventos de la vida en problemas médicos, y se sustituyó a los conocimientos tradicionales por soluciones científicas y tecnológicas. Aquella medicalización resultó en una serie de intervenciones en espiral, que minaron gravemente la confianza de las mujeres en sus habilidades para concebir y hacer crecer a un bebé con buena salud, darle a luz y luego nutrirlo.
La espiral sigue más o menos el recorrido siguiente: los hospitales son instituciones; son impersonales y, por necesidad, operan por horarios y rutinas. Para que un hospital funcione en buenas condiciones, idealmente los pacientes tendrían que estar quietos e inmóviles. Para las parturientas, eso significaba estar tendidas sobre la espalda en una cama, una posición antinatural que convirtió al parto en algo más lento, infructuoso y mucho más doloroso.
Para «reparar» estos partos con disfunciones yatrogénicas, los laboratorios elaboraron una serie de medicamentos (en general hormonas sintéticas como prostaglandinas o Syntocinon®), tecnologías (como el fórceps y la extracción por vacío) y procedimientos (como las episotomías) para acelerar el proceso. La aceleración artificial del parto lo volvió aún más doloroso y eso, sucesivamente, condujo a la elaboración de una selección de analgésicos. Cantidad de ellos eran tan fuertes que la madre solía quedar inconsciente o profundamente sedada en el momento del parto y, por lo tanto, incapaz de ofrecer su pecho a su recién nacido. Todos los analgésicos cruzan la placenta, así que, aún si estuviera consciente la madre, es posible que su bebé se encontrara en un proceso de perturbación, o que hubiera estado tan fuertemente drogado que estarían gravemente dañados sus instintos en curso de generarse de manera natural (que lo ayudan encontrar el pezón), y su coordinación muscular (necesaria para pegarse al pecho).
UNA SEPARACIÓN TRAUMÁTICA
Hasta los años setenta y ochenta, durante el tiempo de recuperación de la madre y del bebé tras la experiencia terrible y traumática de un parto medicalizado, se les separaba a ambos de manera rutinaria. Frecuentemente, no se le «autorizaba» al bebé a recibir lactancia materna hasta que tomara primero un biberón, en caso de que hubiera alguna disfunción en su tracto gastrointestinal. La lactancia, si es que se llevaba a cabo, tenía lugar acorde a horarios estrictos. Para los bebés, los horarios de toma (generalmente cada tres o cuatro horas) son lo más antinatural, ya que necesitan ser alimentados doce veces o más en cualquier ciclo de 24 horas. A los bebés, que inevitablemente tenían hambre entre las comidas, se les daba rutinariamente suplementos de agua y/o leche artificial.
«Se daban muchos complementos», afirma la profesora Renfrew. «Aquel sistema de lactancia ‘científica’ se desarrollaba en el hospital de la manera siguiente: se daban al bebé dos minutos en cada pecho el primer día, luego cuatro minutos en cada pecho el segundo día, siete minutos el tercer día, y así sucesivamente. Ello generó una ansiedad tremenda, ya que la madre por lo tanto miraba el reloj en vez de al bebé. Tras cada comida, se daban complementos a los bebés, y otra vez durante toda la noche, en lugar de llevarlos al pecho de sus madres. Desde luego, era una situación donde los bebés lloraban en la maternidad, y las madres lloraban en sus habitaciones. Eso es lo que llamábamos lo ‘normal’ durante todos los años sesenta y setenta».
Se produce la leche materna según un principio de demanda y suministro. Tales rutinas de complementos, que tenían el efecto de apaciguar el hambre del bebé y disminuir la demanda, igualmente reducían el suministro de leche materna. Resultó que las mujeres, a la merced del parto institucionalizado, experimentaban la lactancia como una lucha frustrante generalmente dolorosa y equivalentemente infructuosa», señala la doctora. Cuando, bajo esas circunstancias imposibles, «fracasaba» la lactancia, se ofrecía la leche artificial como una «solución nutritivamente completa» que también era más «moderna», más «limpia» y más «aceptable socialmente».
Al menos dos generaciones de mujeres han sido sometidas a estas rutinas tan dañinas, en UK y en muchos otros países. El resultado es que son muchas las mujeres que, en la actualidad, consideran el concepto de la lactancia como extraño y desconocido.
FRACASOS PROFESIONALES
Son los mismos jóvenes médicos, enfermeras y comadronas que iniciaron aquel modelo médico de reproducción… los que ahora dirigen los servicios de salud, al menos en buena parte de UK, pero también en otros países. Desde luego, y a lo mejor no tan sorprendentemente, los hospitales modernos son, en el fondo, poco distintos de sus predecesores. Acaso ya tendrán TV y reproductor de CD, un papel pintado más bonito, y serán más sofisticados los medicamentos, pero han cambiado muy poco los objetivos y principios básicos del parto medicalizado en los últimos cuarenta años. Y los efectos sobre la lactancia materna siguen siendo igualmente devastadores.
En muchos casos, la opinión de los promotores de la salud respecto a la comida infantil se basa en sus propias experiencias altamente personales. Las investigaciones demuestran, por ejemplo, que el factor más importante que influye en las consultas acerca de la lactancia materna de una doctora es el hecho de que ella misma, o la mujer del médico, haya dado el pecho a sus hijos. De igual manera, es improbable que una comadrona, enfermera o auxiliar sanitaria que alimentó a sus propios hijos con leche artificial fuera una partidaria eficaz de la lactancia materna. Más preocupante aún es el hecho de que dichos profesionales se conviertan en transmisores y perpetuadotes de mitos engañosos y negativos en cuanto a la lactancia materna, lo cual favorecería su fracaso. Todavía se aconseja a las mujeres, en ciertos hospitales, que limiten el tiempo que dedican, al principio, a dar cada pecho a su bebé, para que «se fortalezcan» sus pezones. O se les dice que sus bebés reciben toda la leche que «necesitan» en los primeros diez minutos, y que mamar después de ese tiempo ya no es necesario. En ciertos casos, se aconseja también que se conserven los horarios de toma cada cuatro horas. Las cifras de la Office of National Statistics del Reino Unido muestran que seguimos dando complementos a los bebés. En 2002, casi el 30% de los bebés en los hospitales británicos recibieron biberones complementarios por parte del personal hospitalario. Casi el 20% de los bebés fueron separados de su madre, en un momento dado, mientras permanecían en el hospital.
HOSPITALES AMIGOS DEL NIÑO
Como consecuencia de los consejos inapropiados de los profesionales médicos, la UNICEF lanzó, en 1991, la Iniciativa Hospital Amigo del Niño (IHAN), un sistema de certificación para los hospitales que responden a ciertos criterios reconocidos en cuanto a la promoción de una lactancia materna exitosa. Estos criterios incluyen: formar a todo el personal de salud respecto a los métodos para facilitar la lactancia materna; ayudar a las madres a dar el pecho al poco, una hora, de haberse realizado el parto; no dar ninguna comida o bebida a los recién nacidos además de la leche materna, excepto si hay indicaciones médicas; y no aceptar leches maternizadas gratuitas ni nada parecido por parte del hospital. En principio, es un paso importante en cuanto a la promoción de la lactancia materna, y se demuestra por los estudios que las mujeres que dan la luz en hospitales Amigos de los Niños de veras dan el pecho durante más tiempo.
En Escocia, por ejemplo, donde cerca del 50% de los hospitales son considerados Amigos de los Niños, las tasas de iniciación de la lactancia materna han aumentado de modo espectacular en los últimos años. En Cuba, donde 49 entre los 56 hospitales y centros de maternidad del país son Amigos del Niño, las tasas relativas a la lactancia materna exclusiva a los cuatro meses casi se triplicaron en el plazo de seis años: del 25% en 1990 al 72% en 1996. Aumentos similares se han registrado en Bangladesh, Brasil y China.
Desafortunadamente, el interés en obtener el estatuto IHAN no es universal. En el Reino Unido, sólo 43 hospitales (es decir, únicamente el 16% de todos los hospitales británicos) cumplieron la acreditación completa, y ninguno de ellos está localizado en Londres. Entre los cerca de 16.000 hospitales del mundo que son Amigos del Niño… sólo 32 de ellos están en los Estados Unidos. Y lo que es más, aunque los hospitales Amigos de los Niños alcanzan altas tasas de iniciación, no pueden garantizar la prolongación de la lactancia materna una vez la mujer regresa a su comunidad. Incluso entre las mujeres que paren en estos hospitales, el número de ellas que dan el pecho de manera exclusiva durante seis meses es inaceptablemente bajo.
LA INFLUENCIA DE LA PUBLICIDAD
Los hospitales Amigos del Niño se enfrentan a una tarea difícil por combatir las actitudes de la economía neoliberal y la ignorancia general de los profesionales de la salud, las madres y el público en general. También están llevando una lucha ardua contra unos medios de comunicación que aprueban los mitos fraudulentos, que contribuyen a redefinir la leche artificial como algo aceptable. Lo logran por modos de editorialismo políticamente correcto que tratan de conseguir el sosiego de la culpabilidad de las madres respecto a dar el biberón, y por modos más influyentes como es el caso de la publicidad.
A pesar de que haya limitaciones más estrictas en la actualidad en cuanto a la publicidad para las leches infantiles, durante años los fabricantes han publicitado sus productos sin límites de ningún tipo. Por un lado, se hizo una presión muy dura en los medios sanitarios (por ejemplo, proporcionando a los médicos gráficos que establecían ciertas ventajas nutricionales en los niños alimentados con biberón). También, en un contexto social más extenso, la promoción de estos productos se basó en las percepciones de lo que era o no era apropiado.
Resulta que, como en la sociedad actual las mujeres hablan poco sobre sus experiencias personales porque no abunda la comunicación, las elecciones de las mujeres son actualmente directamente influidas por los folletos comerciales y la publicidad. Los fabricantes de leche artificial gastan mucho dinero para idear estrategias de márketing que mantengan sus productos en la vanguardia de la conciencia pública. En el Reino Unido, los productores de fórmula gastan por lo menos 12 millones de libras esterlinas al año en anuncios, folletos y otros tipos de promociones, generalmente a modo de «información educativa». Eso corresponde aproximadamente a unas 20£ por cada bebé que nace. En cambio, el gobierno británico sólo gasta cerca de 14 peniques por recién nacido cada año para promover la lactancia materna.
Este modelo tan poco equitativo se repite en todo el mundo, y no sólo en el campo de la comida infantil. El presupuesto global de publicidad del sector industrial alimentario suma 40 mil millones de dólares, una cifra que sobrepasa el producto interior bruto (PIB) del 70% de las naciones del mundo. Por cada dólar gastado por la OMS en prevenir las enfermedades causadas por las dietas occidentales, más de 500$ se gastan por el sector industrial alimentario para promover dichas dietas. Puesto que no pueden hacer publicidad directa en ciertos medios (por ejemplo, en las revistas para mujeres y bebés o distribuyendo folletos), ni donar muestras gratuitas en los hospitales y los consultorios, los fabricantes se dedican a explotar otros mercados. Entre ellos, los clubes para madres y bebés, y las páginas web que se supone ayudan a las madres ocupadas conseguir toda la información que necesitan en cuanto a la alimentación infantil. Ocasionalmente, también recurren a subterfugios. Está autorizado que los fabricantes hagan publicidad a los padres para las leches de seguimiento, convenientes para los bebés con más de seis meses de edad. Pero, a veces, en estos anuncios aparece la foto de un bebé mucho más pequeño, lo cual implica que el producto es apropiado para los niños de pecho. No habría que subestimar el impacto de este tipo de promociones. Un estudio de NCT/UNICEF de 2005 en el Reino Unido comprobó que la tercera parte de las madres británicas, que admitían haber visto anuncios sobre leches artificiales en los meses previos al parto, pensaba que las fórmulas infantiles eran de igual o mejor calidad que la leche materna. Esta revelación sorprende aún más dado que la publicidad dirigida a las madres para las fórmulas infantiles está prohibida desde hace muchos años en varios países, incluso en el Reino Unido.
Para esquivar las restricciones que impiden la publicidad directa a los padres, los fabricantes utilizan una cantidad de estrategias psicológicas que se centran en las preocupaciones naturales que puedan tener estos nuevos padres respecto a la salud de sus bebés. Por ejemplo, en la actualidad se elaboran y se venden numerosas leches artificiales a modo de soluciones para los problemas «médicos» de los bebés, tales como la intolerancia a la lactosa, la digestión incompleta y el ser «demasiado hambriento». En realidad, gran parte de estos problemas pueden ser causados por haber dado, en primer lugar, fórmulas de leche de vaca inoportunamente.
Se explota además, por los fabricantes de estos productos, la división socioeconómica existente entre las madres que lactan. El hecho de promocionar la leche artificial entre las madres que pertenecen a grupos sociales con pocos recursos (por la publicidad y los programas sociales) ha resultado ser muy rentable. En cuanto se presenta la oportunidad de proporcionar a sus hijos lo «mejor» de lo que puede ofrecer «la ciencia», muchas madres de pocos recursos se dejan tentar por la leche artificial. Ello paso más todavía cuando reciben muestras gratuitas, como todavía sigue siendo el caso en muchos países del Sur.
SE AGOTA LA FUENTE
Pero el carácter de demanda y suministro relativo a la leche materna funciona de tal modo que, una vez aceptadas por la madre estas muestras gratuitas que empieza a dar a su bebé, pues se agota rápidamente su propio propia leche. Lamentablemente, después de que esas madres se queden sin las muestras gratuitas y los cupones con rebaja, se encuentran con la incapacidad de producir leche materna propia y no tienen otra opción que gastar grandes cantidades de dinero para seguir alimentando a su hijo con leche completamente artificial.
A veces, los fabricantes «promueven» la lactancia materna, aunque siembran lo que Mary Smale llama las «semillas de condicionalidad» que conducen al fracaso. «Varios años atrás, los fabricantes solían producir aquellos folletos increíbles para las mujeres, en los que les animaban a dar el pecho y les aseguraban que sólo requerían algunas calorías adicionales al día. No se les podía criticar por las palabras de los folletos, sino por las imágenes que llevaban: cosas como yogures de Marks & Spencer y pescados enteros de gran calidad, y también pan integral (pero no era el tipo de pan integral que se puede comprar en la tienda de la esquina, sino el que se adquiere en tiendas muy especializadas).
El mensaje subyacente quedaba claro: un embarazo saludable y un buen suministro de leche materna garantizan preservar a las clases medias, mientras cualquier mujer que no pertenece a tal categoría tendrá que acudir a otros recursos para proporcionar leche materna a su bebé. Al hojear cualquier revista que trata del embarazo o el paquete Bounty (la libreta brillante de información con muestras gratuitas de productos que se da a las nuevas madres en UK), se observa que siguen predominando aquellos subliminales mensajes visuales: fotos lujosas de cereales integrales y legumbres, cuencos de muesli arreglados con un toque artístico, barras de pan artesanal y trozos de quesos gourmet, mangos, uvas y kiwis exóticos, y verduras frescas artísticamente arregladas en crudités. O sea: para amamantar a tu bebé, tienes que tener una buena situación económica. Si no, compra leche artificial.
FINANCIAMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN
Los fabricantes además ejercen su influencia por medio de los profesionales de la salud (a quienes procuran muestras gratuitas para investigaciones y «fines educativos»), que sirven de intermediarios. Los regalos, los viajes educativos a lugares exóticos y el financiamiento para la investigación son unas de las maneras para que la profesión médica se vuelva «educada» en cuanto a los beneficios de la leche artificial.
Según Patti Rundall, de la OBE (Order of the British Empire Award) y directora de las políticas del Baby Milk Action Group en UK, que presiona desde hace más de veinte años por una política aceptable en el tema de la alimentación infantil, «en las últimas dos décadas, las industrias de comidas infantiles han tratado de arogarse un papel decisivo respecto a la profesión médica. Son conscientes de que los servicios relativos a la salud y la educación constituyen una oportunidad clave de márketing. Por ejemplo, las industrias demuestran mucho interés en financiar las investigaciones vinculadas a las comidas infantiles en que se basan las políticas de salud, y en patrocinar proyectos relacionados con la comunidad, comadronas, formadores y material educativo».
También tienen mucho interés en financiar a las ONG’s «críticas» – es decir, los grupos legos cuyo mandato es informar y apoyar a las mujeres-. Sin embargo, este tipo de financiamiento no está permitido por el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna (véase más abajo), porque ello perjudica la habilidad de dichas organizaciones en proporcionar a las madres informaciones independientes acerca de las comidas infantiles. No obstante, estas prácticas siguen predominando -aunque un poco más discretas que anteriormente-, y contribuyen a debilitar el apoyo de los profesionales de la salud a la lactancia materna.
REACCIONES
Cuando se comprobó el hecho de que la bajada de las tasas de lactancia materna afectaba a la salud infantil y que la publicidad para leches maternizadas tenía un efecto directo sobre la decisión de no dar el pecho por parte de una mujer, se llevó a cabo el anteproyecto del Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna. En 1981, fue finalmente adoptado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Fue casi unánime la votación, con 118 naciones miembros que votaron a favor, tres que se abstuvieron, y una – EE. UU.- que votó en contra. (En 1994, tras años de oposición, finalmente se afiliaron los EE. UU., como signatarios del Código, junto con todas las otras naciones industrializadas del mundo).
El Código es un instrumento único que promueve una nutrición sana y adecuada para los bebés, a escala global. Protege la lactancia materna y asegura una comercialización apropiada de los sucedáneos de la leche materna. Se refiere a todos los productos comercializados en forma de sustitutos parciales o totales de la leche materna, incluso las fórmulas infantiles, fórmulas de seguimiento, fórmulas especiales, cereales, jugos, mezclas de verduras y tes para bebés, biberones y tetinas. El Código…
• Prohíbe cualquier forma de publicidad o de promoción de esos productos dirigida al público en general
• Prohíbe las muestras y los regalos a las madres y a los profesionales de salud
• Requiere material informativo que se utilice para apoyar la lactancia materna, alertar contra la alimentación en biberón, y asignar que tal tipo de información no contenga imágenes de bebés o textos que idealizaran el uso de sucedáneos de la leche materna
• Prohíbe el uso del sistema de asistencia sanitaria para promover sucedáneos de la leche materna
• Prohíbe el suministro gratuito o de bajo coste de los sucedáneos de la leche materna
• Permite a los profesionales de salud recibir muestras, pero sólo con el propósito de llevar investigaciones
• Solicita que la información del producto sea científica
• Prohíbe los incentivos de venta de los sucedáneos de la leche materna y el contacto directo con las madres
• Requiere que las etiquetas informen de manera completa sobre el uso correcto de las fórmulas infantiles y los riesgos conllevados por una utilización incorrecta
• Requiere etiquetas que no disuadan de practicar la lactancia materna
Aquel documento probablemente no hubiera podido ser creado hoy en día. Desde la fundación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y su ethos de «libre comercio» en 1995, ha aumentado la sofisticación de las estrategias de poder corporativo y los modos de presión agresiva de las organizaciones de salud, a tal punto que se hubiera tirado a la papelera el Código mucho antes de que alcanzara la fase de votación.
Sin embargo, en 1981, los estados miembros, las corporaciones y las ONG’s estaban más, de algún modo, en pie de igualdad. Por el hecho de impedir a las industrias hacer publicidad para fórmulas infantiles, regalar muestras gratuitas, promover sus productos en los centros de salud o por medio de «bolsas de obsequios» para madres y bebés… el Código actúa para regular a una industria que, de lo contrario, tendría vía libre para servir un producto alimentario inferior al natural.
LAMENTABLEMENTE…
Ser un signatario del Código no significa que los países miembros tengan la obligación de adoptar la integridad de sus recomendaciones. Una notable cantidad de países, incluso UK, sólo han adoptado una parte de ellas. Por ejemplo, el principio básico de que la lactancia materna es algo bueno, mientras se ignoran los detalles prácticos de las estrategias para limitar la publicidad y el contacto corporativo con las madres. Por lo tanto, en UK se puede hacer publicidad para fórmulas infantiles para ‘bebés en buena salud’, dirigida a las madres por medio de los hospitales y los consultorios, aunque no a través de los medios de comunicación. Los fabricantes de fórmula siguen, por su parte, argumentando que el Código es demasiado restrictivo y que les impide explotar plenamente los mercados. De hecho, Helmut Maucher, un poderoso top manager y presidente de honor de Nestlé (la empresa que ostenta el 40% del mercado global de comidas infantiles), dijo públicamente que: «Las decisiones éticas que perjudican la viabilidad de una empresa para competir, en realidad, son inmorales».
Y que no se equivoquen… estos mercados son amplios. El mercado británico de la leche infantil artificial es de unos 150 millones de libras esterlinas al año, y, el mercado estadounidense… llega a cerca de dos mil millones de dólares. El mercado mundial de las leches y comidas infantiles equivale a la cifra asombrosa de 17 mil millones de dólares, y crece el 12% cada año. Desde el punto de vista de los fabricantes de leches infantiles, cuantas más mujeres retoman la senda de la Naturaleza… más beneficios se pierden. Se estima que, por cada bebé exclusivamente alimentado con el pecho materno durante los primeros seis meses de su vida, un promedio de 450$ equivalentes de comida infantil no se comprará. A escala global, muchas mujeres que retomen sus instintos sumarían miles de millones de dólares de pérdidas para los top managers de las grandes compañías de la leche basura. Lo que en particular preocupa a los fabricantes es el hecho de que, si aceptaran el Código sin luchar, eso podría establecer un precedente peligroso para otras esferas del comercio internacional, por ejemplo las industrias farmacéuticas, de tabaco, alimentos y productos agrícolas, y las industrias petroleras. Por esta razón, se ha tratado de apartar el tema de la alimentación infantil del tema de la salud infantil. Es decir, desde la industria se pretende que el tema sólo haga referencia a problemas de mercado, y no al verdadero meollo de la cuestión: la salud de los bebés.
Mientras la mayoría de los fabricantes concuerdan públicamente adherirse al Código, en privado utilizan recursos tremendos en la elaboración de métodos para reinterpretarlo o esquivarlo. En tal esfuerzo, Nestlé ha manifestado un desafío y una tenacidad que son difíciles de creer. Por ejemplo, en India, Nestlé presionó en contra de la integración del Código a la ley, y, una vez aprobada aquélla, cuando se enfrentó a acusaciones criminales en cuanto a su etiquetado, prefirió emitir una petición de orden judicial contra el gobierno indio más que aceptar las acusaciones.
Años de acciones agresivas como ésta por parte de Nestlé, asociadas a una publicidad y prácticas de márketing poco éticas, han conducido a una campaña, iniciada en 1977, que todavía hoy sigue en curso y cuyo fin es boicotear a escala internacional los productos de esta empresa tan poco dedicada a la salud de los más pequeños y sí a la salud de las cuentas bancarias de sus directivos.
El Talón de Aquiles del Código es que no estipula ningún cargo de control. El concepto figuraba en el anteproyecto original, pero fue retirado de los subsiguientes textos. En cambio, se dejó el control del Código a «los gobiernos que actúan individual o colectivamente por medio de la Organización Mundial de la Salud». Es decir, hay muy poco control en la práctica.
FALTA DE CONTROL GUBERNAMENTAL
Pero, en los últimos 25 años, la responsabilidad corporativa ha ido decayendo en la agenda de las Naciones Unidas, sobre todo a partir de las nuevas regulaciones fruto de las directivas de las entidades internacionales que legislan sobre el libre comercio. La falta de control gubernamental significa que pequeños colectivos mal financiados, en comparación con otros, como la Red Internacional de Grupos pro Alimentación Infantil (IBFAN), con 200 grupos miembros que trabajan en más de 100 países, están haciendo el trabajo, casi por defecto, de controlar las violaciones del Código. Ellos hacen el trabajo que debiera hacer la Administración. Sin embargo, aunque estas entidades pueden inspeccionar y denunciar las violaciones del Código a las autoridades sanitarias de cada país, no las pueden detener.
En 2004, el informe bianual de la IBFAN Violando las Reglas, Eludiendo las Reglas… examinó las prácticas promocionales de 16 fábricas internacionales de comidas infantiles, y de 14 fábricas de biberones y tetinas. El trabajo se realizó entre enero 2002 y abril 2004. Los investigadores certificaron cerca de 2.000 violaciones del Código en 69 países.
NESTLÉ: LÍDER DEL FRAUDE
A escala global, el hecho de reinterpretar el Código a fin de corresponder a estrategias de márketing es algo muy común, y Nestlé sigue siendo el líder en todo esto. Según la IBFAN, Nestlé está convencida de que sólo uno de sus productos -la leche artificial- entra en el ámbito del Código. La empresa niega además la universalidad del Código, e insiste en que sólo se aplica a las naciones en desarrollo. En donde es líder Nestlé, y la Infant Food Manufacturers Association que la empresa domina, han seguido otras fábricas. Y cuando se pilla a fábricas como Nestlé quebrantando el Código, su estrategia es simple pero eficaz: iniciar discusiones complejas y aburridas con organizaciones a nivel de la OMS… para intentar consensuar el mejor modo de interpretar el Código, intentando así contrarrestar el riesgo de una publicidad desfavorable y desviar la atención del daño causado por dichas continuas infracciones. Según Patti Rundall, es importante no dejar tales distracciones y desviar la atención del resultado final. «No se puede tener comida producida de manera más local, más sostenible y más respetuosa con el medio ambiente… que la leche de una madre, la única comida requerida por un bebé durante los primeros seis meses de su vida. Es un recurso naturalmente renovable, que no necesita envasado ni transporte, del cual no resulta ningún desperdicio y que es gratis. La lactancia materna además puede ayudar a reducir la pobreza familiar, una de las mayores causas de malnutrición».
Desde luego, quizás debiéramos simplificar el debate aún más: ¿Las empresas y los empresarios que fabrican leches ratifícales son ingenios productores haciendo un trabajo legítimo o, por el contrario, son violadores de los derechos humanos de la peor especie?
NO VALE
Tras más de dos décadas, queda claro que la defensa desganada de la lactancia materna beneficia a los fabricantes multinacionales de fórmula, y no a las madres ni a los bebés. Por lo demás, la industria de alimentos infantiles no tiene ninguna intención de cumplir con las recomendaciones de las Naciones Unidas en cuanto a la comida infantil, ni con los principios del Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna -a menos que se le obligue hacerlo por la ley o por la presión de los consumidores, o mejor aún, por ambas.
No fallan las mujeres en lactar. Fallan los profesionales de los salud, los organismos sanitarios y los gobiernos, que no educan ni apoyan a las mujeres que quieren lactar. Sin apoyo, muchas mujeres abandonan el proceso cuando enfrentan dificultades todavía pequeñas. A pesar de todo, según Mary Renfrew, «el hecho de abandonar la lactancia materna no es algo que hacen las mujeres a la ligera. No dejan simplemente de dar el pecho, y se marchan. Una gran parte de ellas luchan muy duro para seguir, y luchan sin apoyo. Estas mujeres luchan contra la sociedad -una sociedad que no sólo es pro-biberón, sino también profundamente anti-lactancia-«. Para invertir la tendencia, todos los gobiernos, a escala mundial, deben tomar en serio la responsabilidad de asegurar la buena salud de las futuras generaciones. Para conseguirlo, se requiere un profundo cambio social. Se debe dejar de acosar a las madres con mensajes simplistas publicitarios que abogan por la leche artificial, y darle más tiempo, energía y fondos a la reeducación de los profesionales de salud y de la sociedad en general.
Las políticas sanitarias gubernamentales, como las del Reino Unido o de los EE. UU., por ejemplo, que esperan conseguir el 75% de las mujeres lactantes cuando dejan el hospital tras el aprto… en realidad no hacen mucho más que apoyar la lactancia materna de boquilla. La mayoría de esas mujeres dejarán de dar el pecho dentro de las pocas semanas que siguen. Así, estas políticas de pacotilla no benefician a nadie, excepto a los fabricantes de fórmula, que empezarán a ganar dinero en el momento en que cada madre detenga la lactancia materna.
MEDIDAS PARA PROTEGER LA LACTANCIA
Para obtener que todas las madres den el pecho, tenemos que estar preparados para:
• Prohibir cualquier publicidad para las leches maternizadas, incluso las leches de seguimiento.
• Prohibir cualquier muestra gratis de fórmula, incluyendo las que se dan para propósitos educativos o de estudio.
• Pedir advertencias sanitarias que sean verídicas y destacadas en todas las latas y cajas de leches maternizadas.
• Invertir fondos importantes en la promoción de la lactancia materna en cada comunidad, y particularmente entre las mujeres procedentes de un medio socialmente desfavorecido, con la perspectiva de conseguir el 100% de lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de la vida
• Financiar campañas de publicidad y de educación que se dirijan a los padres, los abuelos, los escolares, los médicos, las comadronas y el público en general
• Dar la aprobación y el aliento necesarios a las mujeres que desean dar el pecho en público.
• Tomar las medidas requeridas para que todas las mujeres empleadas puedan tomar al menos seis meses de baja con sueldo tras el parto, sin riesgo de perder su trabajo.
En otras partes, tales estrategias ya han probado su validez. En 1970, las tasas de lactancia materna en Escandinavia eran tan bajas como en Gran Bretaña. Luego, uno por uno, los países escandinavos prohibieron toda forma de publicidad para la leche de fórmula artificial, ofrecieron un año de baja por maternidad con el 80% del sueldo y, a la vuelta de la madre al trabajo, una hora de pausa cada día para lactar. En la actualidad, el 98% de las mujeres escandinavas toman la iniciativa de dar el pecho, y el 94% sigue dándolo al primer mes, el 81% a los dos meses, el 69% a los cuatro meses y el 42% a los seis meses. Estas tasas, aunque todavía no son óptimas, no obstante resultan ser las más altas del mundo, y se derivan de un enfoque concertado, de puntos de vistas múltiples, en cuanto a la promoción de la lactancia materna.
Con todo lo que se sabe acerca de los beneficios de la lactancia materna y los peligros de la leche de fórmula, es simplemente inaceptable que hayamos permitido que bajaran las tasas de lactancia materna de una manera tan desastrosa en el Reino Unido y en otras partes del mundo. La meta es inequívoca: el 100% de las madres deben exclusivamente dar el pecho durante al menos los primeros seis meses de la vida de sus bebés.
Pat Thomas
Leche materna vs. fórmula
NO HAY COLOR
La leche materna es una comida «viva» que contiene células vivas, hormonas, enzimas activas, anticuerpos y por lo menos otros 400 componentes únicos. Es una sustancia dinámica, cuya composición cambia entre el principio y el fin de la lactancia, y según la edad y las necesidades del bebé. Puesto que también procura una inmunidad activa, recibe el bebé una protección contra las enfermedades cada vez que se alimenta del pecho. En comparación con esa sustancia milagrosa, la leche artificial vendida como «fórmula infantil» no es mucho más que comida basura para bebés. Además, es la única comida manufacturada cuyo consumo se fomenta a los humanos de manera exclusiva por un determinado periodo de meses; todo ello, aun a sabiendas de que el ingerir un solo tipo de comida manufacturada podría suponer un riesgo para la salud del consumidor.
LECHE MATERNA |
FÓRMULA |
COMENTARIOS |
GRASAS |
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-Rica en Omegas-3, que favorece la construcción del cerebro, a saber DHA y AA. |
-No contiene DHA. |
La grasa es el nutriente más importante de la leche materna. La ausencia de colesterol y de DHA puede predisponer al bebé a tener enfermedades del corazón y del Sistema Nervioso Central (SNC) en su fase adulta. Si sobra, la grasa no absorbida de las leches maternizadas crea olores desagradables en la heces de los bebés alimentados artificialmente. |
PROTEÍNAS |
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-Suero blando, fácilmente digerible. |
-Cuajada de caseína, más difícil para digerir. |
Los bebés no son alérgicos a las proteínas de la leche humana. |
CARBOHIDRATOS |
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-Rica en oligosacáridos, que favorecen la salud intestinal. |
-Ciertas fórmulas no contienen lactosa. |
-La lactosa es importante para el desarrollo del cerebro. |
INMUNOESTIMULANTES |
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-Millones de glóbulos blancos vivos en cada lactancia. |
-No contiene glóbulos blancos vivos, ni otras células. |
-La lactancia materna procura una protección activa y dinámica contra cualquier tipo de infecciones. |
VITAMINAS Y MINERALES |
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-Mejor absorbidos. |
-No se absorben tan bien. |
-Los nutrientes de la fórmula se absorben poco. Para compensar, se añaden más nutrientes a la fórmula, volviéndola más difícil de digerir. |
ENZIMAS Y HORMONAS |
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-Rica en enzimas digestivas como la lipasa y la amilasa. |
-El procesamiento mata las enzimas digestivas. |
Las enzimas digestivas favorecen la salud intestinal. Las hormonas contribuyen al equilibrio bioquímico y al bienestar del bebé. |
COSTE |
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-Cerca de 350£/año equivalentes de comida suplementaria para la madre. Emn el caso de que tuviera una mala dieta. Si tuviera una normal, el gasto suplementario es pequeño. |
-Cerca de 650£/año. Hasta 1.300£/año para fórmulas hipoalergénicas. |
-En el Reino Unido, el Servicio Nacional de Salud (NHS) gasta 35 millones de libras esterlinas cada año sólo para el tratamiento de gastroenteritis de bebés que toman el biberón. En los EE. UU., las aseguradoras gastan 3,6 mil millones de dólares para el tratamiento de enfermedades de bebés que toman el biberón. |