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La inevitable privatización

Fuentes: Rebelión

Vuelven las recetas unilaterales para salir de la crisis. Hace unos meses era la reforma laboral (abaratamiento del despido) o el aumento del número de años de cotización para calcular la pensión (trabajar más, cobrar menos). Ahora el credo único es la privatización de parte de las empresas públicas que continúan en manos de los […]

Vuelven las recetas unilaterales para salir de la crisis. Hace unos meses era la reforma laboral (abaratamiento del despido) o el aumento del número de años de cotización para calcular la pensión (trabajar más, cobrar menos). Ahora el credo único es la privatización de parte de las empresas públicas que continúan en manos de los estados.

Se le dice a Grecia que privatice si quiere volver a ser rescatada e Italia emprende una nueva oleada de venta de lo público. Y aquí en España los inversores privados están ya preparándose para hacerse con parte del accionariado de los aeropuertos de Madrid y Barcelona. Las cajas registradoras de algunos están que echan humo.

Hay algo en todo el cotarro que chirría: La inevitabilidad del proceso. Cuando, estimados lectores, pocas, muy pocas cosas en esta vida-cruel son realmente inevitables. La muerte, por ejemplo, pero para de contar.

Los procesos privatizadores que se esgrimen como panacea anticrisis, como paso previo antes de empezar a hablar, como algo que hay que hacer sí o sí; en realidad esconden ideología. Sí, sí; esa misma doctrina que nos ha traído hasta aquí. El zorro al cuidado del gallinero.

Y nuevamente y a pesar de los protestones del 15M aquí nadie se revela. Nadie se da cuenta que el próximo objetivo en el punto de mira del sistema unidimensional es, sin lugar a dudas, el recorte drástico en la sanidad pública; el denominado copago. Italia ya lo va a introducir. Tiempo al tiempo y PP al gobierno, verán ustedes.

Lo peor de todo no es el copago, la llegada del PP al poder o la privatización parcial de los aeropuertos. Lo peor es que a lo público no tenemos quien lo defienda. A ojos de la ciudadanía se trata de un sector ineficiente, lleno de holgazanes, que ofrece servicios de escasa calidad y que supone un gasto innecesario. «Lugares comunes» que no hacen sino facilitar el trabajo a sus enemigos.

La recuperación moral, funcional y de prestigio de lo público tiene que ser paso previo para detener los golpes que llueven por todos lados. O el KO antes del final del combate está asegurado.

Antón R. Castromil. Bloggero y profesor de la Universidad Complutense de Madrid.

Blog del autor: http://arcastromil.blogspot.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.