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La izquierda social existe

Fuentes: Rebelión

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) proporciona los estudios demoscópicos más amplios para analizar la sociedad española. En particular, en sus sucesivos Barómetros y estudios electorales, nos proporciona abundantes datos sobre la percepción de los principales problemas de la población vinculados a sus perfiles político-ideológicos, con sus preferencias de voto y sus características sociodemográficas.

Hace un año, en el libro “Cambios en el Estado de bienestar” publiqué una amplia investigación sobre ello, centrándome en el análisis de los electorados progresistas (según su voto en las elecciones generales de noviembre de 2019) y, específicamente, en la comparación de las bases sociales de Partido Socialista y Unidas Podemos y sus confluencias. Así mismo en el libro “Perspectivas del cambio progresista”, detallo las características sustantivas del espacio violeta, verde y rojo en el marco de las dinámicas sociopolíticas transformadoras en España.

Ahora profundizo esos análisis con los datos del estudio 3344, de su Barómetro de diciembre de 2021. El CIS diferencia, adecuadamente, dos dimensiones de la percepción ideológica con la que se ubican las personas. En otro artículo, “Espacios de la izquierda”, comparo las tres principales fuerzas políticas estatales, Partido Socialista, Unidas Podemos y sus confluencias y Más País-Mès Compromís, respecto de su autoubicación ideológica en el eje izquierda / derecha diferenciando tres ámbitos: líderes políticos, formaciones políticas y sus bases electorales. Aquí me centro en la dimensión y características de la izquierda social y su combinación en una identificación múltiple.

En primer lugar, la constatación de la dimensión de los tres grandes bloques ideológicos en el convencional eje Izquierda (1) / Derecha 10), sobre el que se define el 94% de la población (sólo el 6% contesta que No sabe / No contesta); significa que, a pesar de ciertos cambios en la cultura política, sobre todo, en la menor densidad dada a esos conceptos, todavía esa referencia es relevante para definir las identificaciones culturales y sociopolíticas y su influencia en el comportamiento electoral.

En el primer gráfico expongo la distinta dimensión de los diez segmentos (más el de No sabe / No contesta) según su autoubicación ideológica en el eje Izquierda (1) / Derecha (10).

En el segundo gráfico expongo los tres grandes bloques ideológicos en los que se auto ubica casi la totalidad de la población (93,4%), con una pequeña proporción (6,6%) que responde No sabe / No contesta. Es decir, la gran mayoría ciudadana se define claramente en ese eje como identificación político-ideológica: Izquierda (40%), Centro (25,6%), Derecha (27,9%). Las izquierdas constituyen un conglomerado más amplio que el de derechas. Es el típico centro y su diversidad, ambivalencias e inclinaciones hacia un lado u otro, el que ayuda a conformar las mayorías político-ideológicas, su polarización y transversalidad y su traslación al campo político electoral. O bien, intenta imponer su pretensión de prevalencia y centralidad, a uno u otro campo contrapuestos. La identificación de las derechas como centroderecha es más perentoria para ellas que para las izquierdas llamarse de centro izquierda, así como para el centrismo (y las derechas) es decisivo achicar el espacio de las izquierdas.

Por otra parte, hay que aludir a otro desglose del CIS en diez corrientes las opciones políticas, con la conveniente oportunidad de poder elegir, de forma complementaria, dos de ellas (conservadora, demócrata cristiana, liberal, progresista, socialdemócrata, socialista, comunista, nacionalista, feminista, ecologista). Se definen en torno al 85% de las personas y, por tanto, las que No saben/No contestan, Otras respuestas y Apolíticas suman en torno al 15% restante.

Podemos asociar las tres primeras a la actitud política de la gente de derechas, las tres segundas a la identificación de las izquierdas tradicionales, el nacionalismo se sobreentiende que es el periférico (el nacionalismo españolista no se percibe a sí mismo como nacionalismo) y las tres últimas son preferencias políticas emergentes de las nuevas izquierdas, incluido la utilización del progresismo como diferenciado de las tradicionales nominaciones de las izquierdas socialistas o comunistas.

Así en el libro citado he explicado que la base social de progreso, es decir, de las fuerzas del cambio es la siguiente: Joven, urbano, de clase trabajadora y estudios medios, y su cultura política: progresista, feminista, ecologista y de izquierdas. Choca con la composición del electorado del Partido Socialista, en el plano sociodemográfico (envejecido y de todos los territorios y niveles poblacionales) y político (socialdemócrata/socialista), con una composición similar por estatus socioeconómico o de clase social y de sexo, aunque caben dos matizaciones.

Sobre lo primero que, aunque no aparezcan en las estadísticas, en el caso del Partido Socialista existe la pertenencia de una minoría imbricada en la cúpula de la burocracia de las administraciones públicas y aparatos estatales así como de grandes empresas, es decir, con el poder institucional y económico; y sobre lo segundo, existe una diferenciación clara de mayor identificación feminista y ecologista del electorado de Unidas Podemos, asociado también a la edad más joven con su nueva socialización cultural y sociopolítica.

En ese sentido, son inadecuadas las interpretaciones que asimilan las bases sociales de Unidas Podemos y sus confluencias al espacio que ha ocupado tradicionalmente Izquierda Unida, y que tienen la función de su deslegitimación como fuerza de futuro al no reconocer sus componentes renovadores. Es un campo cualitativamente diferente al de la tradicional socialdemocracia en sus identificaciones sociopolíticas e ideológicas, al reflejar en las llamadas fuerzas del cambio de progreso la amplia y profunda renovación de sus bases sociales que ha supuesto el proceso progresivo de la protesta social del lustro 2010/2014 y el impulso renovador consecuente (también en el caso de la nueva Izquierda Unida).

Esa actitud renovadora y de firmeza transformadora no tiene que ver con una izquierda radical o extremista, como pretenden algunos dirigentes socialistas y muchos portavoces mediáticos, sino con una reformulación de la democratización (institucional y territorial) y la justicia social, adecuada ante las nuevas desigualdades, con esos cuatro ejes identificadores combinados: feminista, ecologista, progresista y de izquierdas, y cabría añadir democratizador y plurinacional.

Por tanto, es unilateral la identificación exclusiva de este espacio alternativo del cambio de progreso con la izquierda (economicista) y menos con una izquierda extrema o radical; pero también lo es la pretensión de que no tiene nada que ver con las izquierdas, que nace y se forma de cero, a la espera de su relleno por una élite discursiva, cuando es un componente relevante de su identificación múltiple y su experiencia relacional y sociohistórica.

La cuestión es que no hay una palabra que agrupe el sentido político-ideológico y cultural de esa nueva experiencia sociopolítica en este nuevo contexto de la última década, con elementos comunes pero diferenciada de la de otras épocas. Y su identificación no se resuelve bien añadiendo ‘nueva’ a izquierda o a socialdemocracia, así como es una solución falsa renunciar a su calificación ideológico-política y sustituirla con palabras ambiguas y genéricas, o con solo un significado sociodemográfico (como pueblo, gente o ciudadanía).

En definitiva, en términos de autoubicación ideológica o pertenencia colectiva tenemos una identificación múltiple a partir de tres características como se define, prácticamente, toda la población y que están interrelacionadas: una, en el eje ideológico izquierda / derecha; otra, a través de la pertenencia a dos corrientes sociopolíticas, ya que una sería excesivamente rígida y unilateral. Así, como mínimo habría que aludir a esos seis grandes rasgos político-ideológicos antedichos, con combinaciones variadas. Esa multiplicidad y combinación nos expresa un muestrario más acorde y multilateral con la realidad sociológica, particularmente de las bases sociales de progreso, aunque, por supuesto, más complejo e interactivo, lo que exige un pensamiento realista, abierto y crítico.

Antonio Antón. Departamento de Sociología – Universidad Autónoma de Madrid. Autor del libro “Perspectivas del cambio progresista

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