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La izquierda y el programa: tareas pendientes

Fuentes: Corriente Roja

«No se renuncia al programa; lo único que se hace es aplazar su realización… por tiempo indefinido. Se acepta el programa, pero esta aceptación no es en realidad para sí mismo, para seguirlo durante la vida de uno, sino únicamente para dejarlo en herencia a los hijos y a los nietos. Y mientras tanto, «todas […]

«No se renuncia al programa; lo único que se hace es aplazar su realización… por tiempo indefinido. Se acepta el programa, pero esta aceptación no es en realidad para sí mismo, para seguirlo durante la vida de uno, sino únicamente para dejarlo en herencia a los hijos y a los nietos. Y mientras tanto, «todas las fuerzas y todas las energías» se dedican a futilidades sin cuento y a un remiendo miserable del régimen capitalista, para dar la impresión de que se hace algo, sin asustar al mismo tiempo a la burguesía» De la Carta Circular a A. Bebel, W. Liebknecht, W. Bracke y otros. C. Marx y F. Engels (1879). La VII Asamblea Federal de IU ha decidido instalarse definitivamente en el espacio político que inauguró, en el ámbito estatal, el pacto con el PSOE para las elecciones generales de marzo de 2000. Que los invitados estrella fueran José Mª Fidalgo y Santiago Carrillo, junto a la proyección de un video sobre los 17 años de vida de IU – en el que aparecían profusamente los dirigentes de Nueva Izquierda, sin que se mencionara la existencia de Julio Anguita, son los elementos simbólicos de importantes decisiones políticas. Ha sido el triste broche final a tres años destinados a liquidar, política y organizativamente, lo poco que quedaba del modelo originario. Pero la historia viene de mucho más atrás.

La clave de bóveda de la convocatoria para construir un bloque y un proyecto alternativo que pretendió ser IU y que, en consecuencia, desenmascaraba al PSOE situándole en el neoliberalismo en la política económica y como lacayo del imperialismo en relaciones internacionales, chocó pronto con sus tres prolongaciones: el grupo PRISA, la dirección de CC.OO. e Iniciativa per Catalunya.

Estos tres poderes fácticos, al tiempo que socavaban la credibilidad de IU en la «opinión publicada» -que no en la calle, ni en los resultados electorales- dieron a luz al brevísimo invento de Nueva Izquierda, mientras revitalizaban todo el posibilismo y el oportunismo de la hegemonía carrillista, bien arraigados en amplios sectores de la organización.

La venta del proyecto político de transformación social y de la propia organización, a cambio de un lugar al sol -durante poco tiempo, como bien comprobó el PCE en la transición e IU en Aragón, Baleares, etc. – en instituciones, gobiernos y medios de comunicación, no fue descubierta por «hombres de Estado» como Santiago Carrillo; la cita que reproduzco al comienzo da cuenta de que la búsqueda de la respetabilidad del poder por parte de sectores de la izquierda es tan antigua como la lucha de clases.

Sorprendentemente a medida que se intensificaba la explotación y aparecía la guerra a gran escala como instrumento privilegiado del imperialismo, iba diluyéndose la resistencia sindical, en un auténtico suicidio de los intereses de clase. Frente a la precarización masiva, la Ley de extranjería y la sucesión de recortes en derechos y prestaciones sociales y laborales, la respuesta por parte de de las direcciones de CC.OO. y UGT es – a partir de la contrarreforma laboral de enero de 1994 – una espesa paz social, levemente alterada por huelgas generales testimoniales.

Al mismo ritmo, el acoso interno y externo al discurso de «las dos orillas» y la experiencia de pactos generalizados con el PSOE en diferentes federaciones iban preparando el terreno para el abandono, uno a uno, de sus rasgos alternativos. Con el programa común PSOE-IU del año 2000 – del que desaparecía la salida de la OTAN y la eliminación de las Bases, la liquidación de las ETT,s, las 35 horas por ley, la paralización y revisión de las privatizaciones, la progresividad fiscal, etc. – la instalación de IU entre las fuerzas del sistema, en lo «políticamente correcto» adquiría ámbito estatal. Las palabras del candidato del PSOE J. Almunia ante la patronal catalana – en el mismo hotel en el que medio año antes 400 empresarios aportaron 100.000 Ptas. cada uno a la campaña electoral de Pascual Maragall – son suficientemente explícitas: «El acuerdo alcanzado sitúa a IU, una fuerza que ha tenido un papel importante en los últimos 20 años, en el área de la gobernabilidad (…) en el marco económico que fija la Unión Europea y su pacto de estabilidad «, de forma que sus propuestas «sirvan para ser llevadas a la práctica y no para discutir o contestar desde fuera un sistema político, económico y social»; aunque… «lo que mejor cayó entre los empresarios catalanes fue el anuncio de Almunia de que un eventual gobierno presidido por él no aplicará por ley la semana laboral de 35 horas» (1)

A las protestas de la militancia, que acababa de aprobar unas propuestas electorales en las que los contenidos eliminados eran piezas clave y, sobre todo, que se había dejado la piel – junto a otras organizaciones – recogiendo 1.750.000firmas para la ILP de las 35 horas (2), se respondía desde la dirección diciendo que ésos eran los mínimos del acuerdo, pero que IU mantenía su programa para… tiempos mejores (otra vez, lúcido Marx).

Contra toda lógica, el impresionante descalabro electoral (se pierden 1.400.000 votos, más del 50% de los obtenidos en 1996) no lleva a cuestionamiento alguno de la estrategia política. Se había entrado en un camino sin retorno.

El otro gran tema a analizar es por qué la misma mayoría que apoyó el proyecto de IU que encabezó Julio Anguita, se aprestaba a su liquidación, retomando los mismos contenidos que defendió Nueva Izquierda y por los que se produjo una traumática ruptura en 1997. La respuesta hay que encontrarla en varias razones que se retroalimentan: la salida de IU de los sectores comprometidos con el proyecto originario ante la constatación cotidiana del abandono del programa alternativo, el aplastamiento y la marginación – utilizando todas las vías antidemocráticas imaginables – de quienes se atrevían a discrepar, el clientelismo que abre camino primero y asegura después el acceso a los cargos institucionales, el miedo de una militancia acostumbrada a obedecer..etc.

Estos y otros muchos son elementos importantes, pero, a mi juicio, el asunto clave que explica la escasa resistencia interna a la desnaturalización de IU es esencialmente político. Tanto en el proyecto inicial de Gerardo Iglesias, como en la refundación que desencadena la llegada de Julio Anguita a la Coordinación General hay una debilidad congénita estratégica. Se pretendió erigir un proyecto político alternativo, basado en la lucha de masas, sin cuestionar el Pacto de la Transición ni, en consecuencia la Constitución monárquica de 1978.

Sin pretender analizar a fondo este tema que desborda el objetivo de este artículo, es indispensable señalar que la sincera vocación de alternativa de IU entre 1989 y 1999, la identificación del PSOE – y sus ramificaciones mediáticas y sindicales – como instrumento político de las clases dominantes y la apuesta decidida por la movilización y por formas nuevas de organización, tuvieron el enorme agujero negro de no identificar que la renuncia a la ruptura política en la Transición, interrumpió el hilo rojo histórico de la lucha secular de las clases populares por su emancipación. Lo que no pudo conseguir la guerra, ni el exilio, ni los más de 200.000 asesinados tras el uno de abril de 1939, ni la cárcel, ni el terror, lo consiguió la entrega del tesoro político y organizativo tan duramente construido a lo largo de la dictadura, a cambio del ingreso de un puñado de dirigentes en la «gobernabilidad» de la que hablaba J. Almunia.

Era, y es imposible, reconstruir el proyecto histórico revolucionario sin abordar una etapa absolutamente clave de nuestra historia (3) sin paños calientes, con datos, con rigor y sobre todo con los ojos nuevos de una generación que no vivió la Transición, que no se siente responsable de ella (4) y que pisa fuerte en la reconstrucción del movimiento obrero y popular. El mar de banderas republicanas sostenidas mayoritariamente por jóvenes, y su destacada presencia en la manifestación del 6 de diciembre pasado, niega con rotundidad el discurso oficial de la izquierda en la transición: la intrascendencia de la forma de Estado frente a los supuestos contenidos «progresistas» en lo económico y lo social de la Constitución. A ese mismo objetivo de enmascarar la realidad apunta el patético chascarrillo del monarca-republicano que han desempolvado recientemente Llamazares y Zapatero. Lo que la juventud intuye es lo mismo que late en el cerebro y en el corazón de tanta gente de todas las edades: la verdad es siempre concreta y en esta tierra, República es rebeldía. En esta tierra la II República simboliza la posibilidad de acabar con el orden establecido, irrupción de la gente de la calle en la política, abrir caminos de poder popular… democracia, en definitiva.

La ineludible y urgente tarea de abordar la reconstrucción del proyecto histórico revolucionario, aquí y ahora, tiene muchos interrogantes, pero algunas cosas van apareciendo con claridad como elementos básicos:

* la III República forma parte decisiva del programa político;

* el cuestionamiento global del sistema es el punto de partida del proyecto alternativo;

* abordar la reconstrucción del movimiento obrero en la perspectiva de la unidad de clase y sobre la base de la democracia, la voluntad de lucha y el internacionalismo;

* la vinculación del movimiento obrero con el movimiento antiglobalización en la búsqueda de nuevas formas de resistencia y de unidad;

* radicalizar la idea de democracia como movilización continua y participación popular permanente en todas las áreas de la vida social: política, económica, de debate social, informativa, …etc.

* construir elementos de participación continua y directa, y convertir la representación en un mandato imperativo «mandar obedeciendo», sometido a vigilancia y control y evitando drásticamente cualquier tipo de ventaja económica derivada de la misma. Generalizar la revocación y la rendición de cuentas de los representantes. .

* rehacer el concepto de representación (el mandato imperativo, el mandar obedeciendo, la revocación, los salarios del representante),

* construir mecanismos y medios de comunicación alternativos como elementos esenciales en la lucha ideológica

* si el escenario de la lucha de clases es mundial, a esa escala hay que construir el proyecto emancipatorio que tendrá el internacionalismo y la pluralidad en su código genético;

En la declaración de Principios de Corriente Roja (5), sin olvidar que las alas son cortas y las nubes altas, se hace mención expresa a la necesidad imperiosa de situar con claridad los objetivos:

«Somos conscientes de la enorme debilidad política de la clase obrera, de la magnitud de las tareas que tenemos por delante y de la importancia de las luchas concretas en la construcción de un bloque político capaz de generar una alternativa global al sistema capitalista. (…) Frente al reformismo hegemónico en la izquierda, que esteriliza tantas luchas y tanto esfuerzo con la inalcanzable finalidad de suavizar el neoliberalismo, es necesario afirmar que la transformación radical del sistema y la construcción del socialismo son las únicas alternativas posibles a la barbarie».

Madrid, 5 de febrero de 2004


(1) El País, jueves 17 de febrero de 2000

(2) El 11 de noviembre de 1999, en su última intervención parlamentaria y menos de tres meses antes de los pactos IU-PSOE, Julio Anguita defendió la Iniciativa Legislativa Popular de las 35 horas, en cómputo semanal, sin reducción salarial, eliminación de las horas extraordinarias, reducción de la edad de jubilación, contrato de relevo, salario social, etc. Esta iniciativa estaba destinada a ser – según los documentos aprobados por IU – el pilar de todo un proceso de relanzamiento unitario de la lucha por parte la organización junto al movimiento obrero crítico y combativo y otros movimientos sociales.

En su informe al CPF del 13 de noviembre, tras perderse la votación en el Congreso – como estaba previsto – Anguita afirmó: «La batalla por las 35 horas continúa. Deben continuar la movilización y las iniciativas legislativas, así como las alianzas, sobre todo sociales».

El boicot total de IU-Madrid a la movilización convocada durante el debate parlamentario, junto al mínimo apoyo de ésta y otras federaciones, a la manifestación estatal de junio de ese mismo año en Madrid, eran el preludio del golpe de timón que iba a producirse en la organización tras la sustitución de J. Anguita en la Coordinación General.

(3) Hay tres libros a mi juicio esenciales para entender esta etapa: J. Garcés (1996) Soberanos e Intervenidos». Siglo XXI de España editores S.A. P. Sverlo (2000) Un rey golpe a golpe, Arakatzen SL.

J. Navarro (2003) 25 años sin constitución. Editorial Foca.

(4) Manifiesto convocatoria 6 de diciembre de 2004 por la III República. http://www.nodo50.org/corrienteroja/archivos/archi139.htm

(5) Declaración de Principios de Corriente Roja. I Encuentro Estatal, julio de 2003. http://www.nodo50.org/corrienteroja/archivos/archi127.htm