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La justicia olvidada: ¿Qué pasó en Palestina?

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala por Manuel Talens y Paloma Valverde

A finales de agosto y bajo el patrocinio del grupo Network of Spiritual Progressives, dirigido por Michael Lerner, un grupo de dirigentes de organizaciones contra la guerra celebraron una conferencia con el fin de planificar una estrategia a largo plazo para el movimiento contra la guerra. Los participantes, entre los que se encontraban dirigentes de los grupos por la paz más conocidos de Estados Unidos –United for Peace and Justice, Code Pink, Pax Christi, Department of Peace, y otros- así como el propio Lerner y los congresistas demócratas Lynn Woolsey y Jim Moran. Hablaron de Iraq, desde luego, pero prácticamente no hicieron más. Se habló algo de «paz y justicia» en general, una mención por encima para intentar detener una agresión a Irán y muchas conversaciones sobre evitar las acciones en todos los temas, lo que implica incluso Iraq, hasta que Woolsy y un par de compañeros progresistas intentaron manipular a los congresistas demócratas indecisos para «respaldar» una retirada de Iraq. Esto debe ser el nuevo concepto de oponerse a la guerra: no hacer nada.

Pudiera creerse que todo está bien en el mundo. No se habló sobre la agresión de Estados Unidos [EEUU] a Afganistán -lo que incluso el movimiento contra la guerra asume como una ‘guerra buena’, pese al gran número de civiles inocentes, nunca recordados, que han asesinado allí-. No se habló nada respecto a proteger a Líbano de los frecuentes ataques israelíes y tampoco nada, desde luego, sobre apoyar los derechos humanos y nacionales palestinos o luchar contra las tremendas violaciones que de esos derechos comete Israel. En resumen, nada sobre las tremendas injusticias que EEUU comete en todo el mundo, fundamentalmente dentro de la llamada guerra contra el terrorismo, y que el movimiento contra la guerra ignora. Se trata de un movimiento pacifista pero, al parecer, no es un movimiento por la justicia.

Curiosamente, dos de los ponentes -Lerner y Rick Ufford-Chase, un representante de la Iglesia presbiteriana estadounidense, que ahora dirigen organizaciones creadas tras los intentos iniciales de poner encima de la mesa la cuestión israelopalestina, salieron mal parados frente a una fuerte oposición de los partidarios de Israel. Lerner creó el Network of Spiritual Progressives después de que sus Comunidades Tikkun se enfrentaran a una gran oposición por parte de la comunidad judía frente a los intentos de Tikkun de crear una vía intermedia entre Israel y los palestinos. Ufford-Chase fue el principal portavoz presbiteriano cuando en 2004 la iglesia lanzó una campaña para rechazar a las empresas que apoyan la ocupación israelí, pero en 2006 después de que la iglesia abandonara esa postura tras los duros ataques de los partidarios de Israel, el Presbyterian Peace Fellowship, liderado por Ufford-Chase, fundó una nueva organización centrada específicamente en Iraq, denominada Christian Peace Witness for Iraq.

El movimiento contra la guerra abandonó así a Palestina y a los palestinos en manos de la maquinaria de guerra israeloestadounidense. Este abandono no es nuevo de ninguna manera; simplemente con el paso del tiempo es cada vez más injusto. [La organización] United for Peace and Justice [UFPJ] siempre ha sido cauta al hablar en nombre de los palestinos. En junio organizaron una manifestación contra la ocupación israelí haciéndola coincidir con el 40º aniversario de la ocupación, pero esto fue una mera formalidad, ya que la sección de la página web de UFPJ que se ocupa de la campaña de paz israelopalestina lleva sin actualizarse desde mediados de 2004. Pax Christi trabaja de modo regular el desarme nuclear, de la Escuela de las Américas, de Iraq, de la inmigración, de Haití -como debe ser, desde luego- pero ¿y de Palestina? Apenas, si es que se ocupa alguna vez. Y así, salvo por algunas notables excepciones, ocurre en todo el abanico de los movimientos por la paz.

El último libro de Scott Ritter, titulado Waging Peace, sobre la creación de una estrategia para el movimiento contra la guerra, no alude a la situación tan contraria a la paz en Palestina. MoveOn.org y otras organizaciones políticas apenas mencionan que alguna vez han oído hablar de Palestina. Ocurre lo mismo con emisiones liberales de la radio estadounidense, en concreto con Thom Hartmann y Randi Rhodes. Iniciativas populares como la Declaración de Paz no hacen mención de Palestina y la más que previsible tragedia hacia la que se encamina. Ninguna de las magníficas películas sobre la agresión mundial del gobierno Bush -ni Fahrenheit 9/11, ni Uncovered, ni Hijacking Catastrophe, ni No End in Sight, ni ninguna de las que se han estrenado en los últimos años- contiene una palabra sobre el gran papel que juega Israel en la maquinaria imperialista estadounidense o sobre la carta blanca que los instigadores de la guerra estadounidenses han dado a Israel para que intensifique su opresión contra los palestinos y asesine a la nación palestina. Y éste es el asunto clave: la maquinaria de guerra de Israel forma parte esencial de la maquinaria de guerra estadounidense. El asalto israelí a los palestinos forma parte de la ‘guerra contra el terrorismo’ estadounidense y EEUU e Israel no van a una guerra en ningún lugar de la región sin una estrecha coordinación y cooperación. EEUU hace posible la ocupación de Israel y la opresión de los palestinos; Israel facilita y alienta la política de guerra de EEUU. Uno no actúa sin el otro y el sufrimiento palestino no puede separarse de ninguna de las atrocidades que esta maquinaria de guerra perpetra en cualquier parte de Oriente Próximo, ya sea en Iraq, Afganistán, Líbano o Irán. A pesar de que quienes apoyan a Israel condenan rotundamente cualquier intento de relacionar a Israel con la planificación de la guerra de Iraq, no dudan en asociar a los palestinos con los ‘terroristas’ contra los cuales se supone que se lucha en la guerra de Iraq y en la ‘guerra contra el terrorismo’.

En su nuevo libro sobre el grupo de presión israelí, John Mearsheimer y Stephen Walt aportan pruebas abrumadoras que demuestran el papel de Israel y sus cabilderos en empujar y apoyar de manera entusiasta la guerra de Iraq. En realidad, la guerra la anunciaron los neoconservadores como una vía hacia la capitulación palestina («El camino de Jerusalén pasa por Bagdad») -la idea era que con la derrota y humillación de Sadam Husein y de Iraq, EEUU intimidaría de tal forma a los palestinos que se rendirían con facilidad ante Israel. Pero la comunidad de la paz evita sesudamente reconocer la relación de Israel con la guerra. También ignora con aplicación la realidad de los vínculos en la relación entre EEUU e Israel cuando argumenta que la guerra de Iraq es el tema urgente de esos días, que es donde están asesinando estadounidenses y que es ahí donde se deben concentrar los esfuerzos de las protestas. Una se pregunta por qué ‘la paz y la justicia’ no le importaba a esta comunidad pacifista antes de la guerra de Iraq, cuando los palestinos llevaban ya décadas sufriendo la injusticia y la opresión a manos de Israel y EEUU.

Fuera de EEUU, la interrelación entre el conflicto israelopalestino y la agitación en el resto de la región se comprende perfectamente. Las encuestas de opinión en Europa y Oriente Próximo han demostrado repetidamente que el apoyo de EEUU a Israel es la causa principal del incremento del sentimiento antiestadounidense en todas partes. En Irlanda, según publicó en Haaretz James Bowen, presidente del Comité de Solidaridad con Palestina, ‘la indignación’ frente a las injusticias que Israel perpetra contra los palestinos -y especialmente la confiscación de tierras y el derribo de viviendas, que tanto recuerdan las prácticas británicas de hace un siglo en Irlanda- ha alcanzado «[…] tal grado, que incluso en las más altas instituciones conservadoras, que normalmente intentan evitar las cuestiones políticas, han llegado a expresar su preocupación». La Academia de artistas irlandeses, patrocinada por el Estado, normalmente apolítica, emitió a principios de este año un comunicado animando a los artistas irlandeses y a las instituciones culturales a «reflexionar en profundidad» antes de cooperar con los eventos culturales e instituciones patrocinadas por el Estado de Israel. «[…] El odio se extiende en todo el mundo», escribe Bowen. También en Reino Unido, varias organizaciones han hecho llamamientos al boicot de Israel en los ámbitos académicos, culturales y laborales. Pero no en EEUU. A pesar de la indignación en Irlanda, los boicots en Reino Unido, el odio en todo el mundo por la opresión que Israel, financiado por EEUU, ejerce contra otro pueblo, la comunidad pacifista y el movimiento contra la guerra en EEUU es inmutable. Las tremendas injusticias hacia los palestinos crean poca preocupación entre quienes se centran en el urgente problema en Iraq. Sin embargo, el conflicto israelopalestino, concretamente la desesperada situación de los palestinos es ahora, y lo ha sido mucho antes de que Iraq se convirtiera en un tema urgente, la cuestión central en la política de Oriente Próximo, el inestable centro de la región más inestable del mundo. [Palestina] Supone el mayor agravio de los pueblos árabes, un agravio contra Israel como causante, y contra EEUU como proveedor de armas y benefactor de Israel contra los dirigentes de los estados árabes que no han sido capaces de ayudar o defender a los palestinos. El movimiento contra la guerra ignora el tema más explosivo, el único que subraya todos los demás, cuando apoya a los palestinos e ignora el tratamiento cada vez más brutal de Israel. Apartar la mirada de Palestina es apartar la mirada de la justicia hacia una paz falsa, y como poco, incompleta.

Por lo tanto, el movimiento contra la guerra básicamente se contenta a sí mismo con protestar contra la guerra de Iraq por razones egocéntricas, por el asesinato de [soldados] estadounidenses y por el desvío de enormes sumas de dinero correspondientes a asuntos nacionales. El movimiento contra la guerra refleja de muchas formas y ampliamente el pensamiento y la percepción de la sociedad y el miedo entre los activistas -así como entre los políticos demócratas- de que se considere que no ‘apoyan a las tropas’, no apoyan de manera adecuada a EEUU y, consecuentemente, no son debidamente patrióticos, es intenso y omnipresente porque la sociedad en general ha establecido este tema como asunto central.

Pero un problema incluso mayor para el movimiento contra la guerra es el miedo de que lo etiqueten fácilmente de terrorista e islamista. En una era en la que la derecha inventa ‘el choque de civilizaciones’ entre Occidente y el mundo árabe, y un discurso público teñido cada vez más de prejuicios antimusulmanes, es sencillamente demasiado incómodo para muchos en la izquierda que los pillen en el lado equivocado de las barricadas, exigiendo justicia para los palestinos o árabes y musulmanes. Los activistas contra la guerra temen que se les asocie con la resistencia iraquí e incluso más con los palestinos, todos ellos considerados ‘resistentes’ y ‘terroristas’ contra Israel. Muchos que nunca pusieron reparos a que los tacharan de comunistas por apoyar al Viet Cong durante la guerra de Vietnam ahora temen que se los etiquete de islamofascistas (sea eso lo que sea) o de terroristas o, horror de los horrores, de partidarios de la OLP. Que a uno lo consideren partidario de los derechos de los musulmanes o de los árabes en un momento en el que los musulmanes se enfrentan a los estadounidenses en Iraq y a los israelíes en Palestina y en cualquier parte es sencillamente intolerable para la mayor parte de la izquierda. Y de esta manera, la actitud de los neoconservadores de Bush de nosotros contra ellos ha sobrepasado de muchas formas también al movimiento contra la guerra, incluso cuando ello implica permitir que florezca la injusticia.

Lo primero, justicia

Algunas personas lo llaman racismo. El músico de jazz y activista israelobritánico Gilad Atzmon, un irreverente antisionista que con frecuencia comenta sobre asuntos de Oriente Próximo, dio una conferencia en la Universidad de Denver en abril [de 2007] [1] en la que castigó a la sociedad occidental en general por su ‘indiferencia colectiva’ frente a los crímenes cometidos en Oriente Próximo «[…] de nuestra parte y en nuestro nombre» y acusó al movimiento contra la guerra de una autocomplacencia que los hace indiferentes también a la peor de las injusticias. Remarcó que existe un «[…] denominador común entre Palestina, Iraq y Afganistán» fundamentalmente atribuible a la influencia que ejerce Israel y sus partidarios sobre la política estadounidense. «[…] EEUU ha estado trabajando oficialmente como una fuerza de Israel (…) que actualmente se enfrenta a últimos reductos soberanos de la resistencia musulmana». Atzmon acusó cáusticamente a los estadounidenses y a los europeos en general de preocuparse por los musulmanes sólo «si dejan de ser musulmanes». La noción de una lucha de culturas y civilizaciones, afirmó, tiene repercusión incluso dentro del movimiento de solidaridad.

«[…] De manera natural, tendemos a esperar que el sujeto de nuestra solidaridad asuma nuestros puntos de vista mientras tiramos a la basura los suyos. De la misma manera que Blair y Bush insisten en la democratización del mundo musulmán, nosotros, los denominados humanistas de izquierda, tenemos diversos planes para la región y sus pueblos. En Europa, algunos marxistas arcaicos están convencidos de que ‘la política de la clase obrera’ es la única postura posible ante el conflicto y su solución. Otros socialistas ilusos e igualitarios hablan de liberar a los musulmanes de sus peculiaridades religiosas. Los cosmopolitas dentro del movimiento de solidaridad dirían a los palestinos que el nacionalismo y la identidad nacional pertenecen al pasado. Evidentemente, muchos de nosotros queremos a los musulmanes y árabes mientras actúen como blancos europeos posilustrados».

La sociedad occidental, incluido el movimiento contra la guerra, denunció Atzmon, «[…] se las ha arreglado continuamente para no actuar por el pueblo de Iraq, Palestina y Afganistán». Apoyar a los musulmanes es «[…] probablemente una opción muy lejana para la mayoría de los occidentales». No podemos aceptar ‘la alteridad’ de los musulmanes y, por lo tanto, «nos contentamos con ideologías de paz a expensas del dolor de otros pueblos».

Es una denuncia cruel, pero de hecho, la verdad es que el movimiento contra la guerra hoy se preocupa muy poco de la injusticia que sufren quienes son diferentes, de aquellos considerados ‘el otro’ y esto socava seriamente el impacto del movimiento. Apenas se preocupa de todo lo relativo a la justicia de quienes Israel considera sus enemigos. Finalmente, se produce una pequeña atrocidad. El movimiento contra la guerra necesita un nuevo planteamiento, centrado en lograr una justicia universal alrededor del primer mundo, como un requisito previo para una paz verdadera. Sólo este nuevo enfoque puede lograr los objetivos de la comunidad pacifista.

Cuando el 27 de agosto CounterPounch publicó el artículo de Bill Christison’s A Global Justice Movement [2], recibió numerosos comentarios favorables que indicaban que el concepto de «justicia como requisito previo a la paz» o «justicia antes que paz» era una idea nueva y revolucionaria, que para mucha gente surgía como una especie de epifanía. Esto indica hasta qué punto la justicia no tiene cabida en el pensamiento de los ciudadanos de a pie y de los activistas por la paz. No debería ser un concepto nuevo.

Hubo pocos críticos que manifestaran que la idea de situar la paz en una posición secundaria tras la justicia era errónea, porque Gandhi y Martin Luther King siempre habían trabajado por la paz. Pero esto supone un malentendido respecto al pensamiento y los objetivos gandhianos. Ghandi, de forma muy evidente, no lucho por la paz a expensas de la injusticia, por la paz a cualquier precio. Ya había hecho eso; en India había paz bajo el gobierno británico, pero no era sólo eso. La esencia del satyagraha [3] de Gandhi y del movimiento por los derechos civiles de [Martin Luther] King, era la resistencia a la injusticia mediante la desobediencia civil no violenta; exactamente y en otras palabras, alterar la paz llevando a cabo acciones no violentas contra leyes injustas.

Pero la idea de justicia en primer lugar es una idea nueva para la mayoría de las personas. Pensemos en cuantas organizaciones contra la guerra mencionan sólo paz o ‘paz y justicia’, y en qué orden, en los nombres de sus organizaciones. Me viene a la cabeza United for Peace and Justice. Pero ¿qué ocurre si alteramos las prioridades y por el contrario hablamos de ‘justicia y paz’? Pensemos en el tan promocionado ‘proceso de paz’ de Oriente Próximo como en el ‘proceso de justicia’ de Oriente Próximo y tendremos una nueva visión sobre el asunto, lo que nos obligará a reconocer que -sin importar cuánto podamos hablar de ‘paz y justicia’- a pocos de nosotros nos ha importado en demasía la justicia, la otra mitad de la ecuación; y la justicia deja de ser una preocupación cuando quien comete la injusticia es Israel; pocos, incluso en la activa comunidad por la paz y contra la guerra, se ocuparán de alguna manera de la injusticia israelí. El movimiento contra la guerra es una ‘comunidad por la paz a cualquier precio’, y para la mayoría de los activistas lograr la paz sin conseguir una justicia verdadera para todos los pueblos del mundo sería suficiente.

Pero el mero alto el fuego no es la paz. La justicia no acompaña simplemente a la paz como una especie de beneficio colateral; hay que trabajar activamente por la justicia y se debe conseguir antes de que pueda existir una paz verdadera. La paz es un concepto vacío sin la justicia. Los oprimidos nunca apelarán a la paz; su lucha es siempre por la justicia. Terminar la guerra en Iraq sin lograr justicia para el pueblo iraquí no traerá una paz verdadera y, los que es más importante todavía, acabar con el papel de EEUU en Iraq definitivamente no llevará justicia o paz verdadera al pueblo palestino.

El concepto de ‘injusticia’ no es fácil de definir, pero hay desde luego mínimos de justicia en las leyes y costumbres internacionales que limitan el concepto y establecen una definición consensuada fácilmente comprensible. El cuerpo de la leyes internacionales sobre Derechos Humanos, aprobado tras la Segunda guerra mundial es una guía esclarecedora para asegurar la dignidad y valor de los individuos y para garantizar los derechos que «[…] se consideran vitales para la vida en una sociedad justa», como afirma B’Tselem, la organización israelí por los derechos humanos [4]. Esas leyes incluyen la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que define los derechos de los individuos y las obligaciones de los Estados hacia esos individuos, así como varias cláusulas y convenciones sobre derechos políticos y civiles. Además, las leyes humanitarias, tales como las Convenciones de La Haya y de Ginebra, regulan las prácticas en guerra, concretamente el comportamiento de los combatientes y los poderes ocupantes en tiempo de guerra.

Mínimos similares para la ‘paz’ no existen ni en la ley ni en la costumbre. ‘Paz’ significa una cosa diferente para cada uno y la paz de una persona es con frecuencia la injusticia de otra. Para Israel la paz significa seguridad, incluso si -y sobre todo- si se desfavorece a los palestinos y se les niega la justicia. Para los palestinos la paz significa la reparación de las injusticias cometidas contra ellos durante casi 60 años.

Muchas de las batallas históricas más épicas por el bien no han sido luchas por la paz sino por la justicia. ¿Por qué, por ejemplo, los humanistas se han opuesto a la intolerancia y al racismo en la época moderna? Fundamentalmente no porque esas violaciones básicas de la dignidad humana impidan la paz, sino porque violan los mínimos comunes [establecidos] de justicia. La Sudáfrica blanca vivió pacíficamente durante la mayor parte del período del apartheid. Los esclavistas sureños en la preguerra civil de EEUU vivían en paz mientras oprimían a los negros. Israel ha disfrutado de paz durante casi 60 años, incluso mientras desposeía al pueblo palestino, ocupaba territorio palestino, asesinaba y llevaba a cabo una limpieza étnica. Pero los negros de Sudáfrica, los esclavos de EEUU no tuvieron justicia a pesar de vivir en paz. Los palestinos no han tenido justicia desde la creación de Israel.

Si consideramos la justicia como la prioridad fundamental y permitimos que los principios de justicia sean la guía en la consecución del fin justo y pacífico del conflicto israelopalestino, obtendremos un punto de vista más claro de la situación y de la única vía de solución. Volveremos inevitablemente a 1948 y a la limpieza étnica de palestinos, el único momento y acontecimiento donde la justicia reestablecida podrá, en última instancia, resolver este conflicto. La privación [de la tierra] a los palestinos es una injusticia fundamental de la que han emanado todas las subsiguientes injusticias, una injusticia que únicamente se puede reparar con un acuerdo mutuo sobre el derecho al retorno de los palestinos. Ésta es la única vía para la paz verdadera. Es importante comprender que Israel existe como un Estado judío sólo porque se fundó en 1948 sobre una tremenda injusticia contra el pueblo palestino. También es básico entender que los judíos no van a ser ‘arrojados al mar’ si se pone fin al sionismo y a sus injusticias -desmantelar el apartheid en Sudáfrica ya no significó arrojar a los blancos al mar (véase el apéndice para una descripción más específica sobre la manera en la que Israel comete injusticias contra los palestinos).

El historiador israelí Ila Pappe, en su libro de 2004 A History of Modern Palestine -una historia de lucha en Palestina desde la perspectiva de los palestinos, que destaca como un tipo de versión Israelí de la clásica A People’s History of the United Status de Howard Zinn- afirma que: «[…] Para que cualquier iniciativa de paz tenga éxito, el capitulo de la expropiación palestina tiene que cerrarse». Lejos de cerrar este capítulo, señala, el proceso de paz de Oslo pedía a los palestinos que se olvidaran de esta expropiación, «[…] la única razón para su lucha desde 1948». Pappe, que es un historiador con un extraño sentido de la compasión e incluso un raro sentido de la justicia, sigue vislumbrando un futuro de justicia y paz para los palestinos y judíos en Palestina: «[…] reconocer el verdadero acto de desposeimiento -con la aceptación por principio del derecho al retorno de los refugiados palestinos- sería el acto crucial que abriría la puerta de la resolución del conflicto. Un diálogo directo entre los desposeídos y el Estado que los expulsó podría avivar el discurso de paz y podría llevar a las personas e igualmente a sus dirigentes a reconocer la necesidad de buscar una estructura política de unidad que, en diferentes momentos de históricos de este proceso, ha parecido posible».

Esta es la esperanza y la promesa de justicia acordada por ambas partes.

En este país [EEUU], Palestina supone un reto para el movimiento contra la guerra. La situación palestina es una catástrofe humana monstruosa de alcance literalmente impresionante. Hasta que el movimiento contra la guerra no empiece a buscar justicia para los palestinos y no simplemente algún tipo de ‘paz’ vaga, indefinida y muy politizada, nunca será respetado en el mundo. Únicamente cuando empiece a protestar sinceramente contra la injusticia perpetrada contra todos los pueblos del mundo, con independencia de su etnia y religión -sean palestinos, iraquíes, israelíes, estadounidenses, o cualesquiera que sean- el mundo no considerará a los estadounidenses personas honradas. Hasta que llegue ese día, el mundo tiene que esperar que la injusticia aumente. La catástrofe producida, creada por las políticas de EEUU, sólo empeorará, las guerras no tendrán fin y nunca se logrará la paz. 

Apéndice: Un catálogo de injusticias

Por decirlo de manera sencilla, Israel -animado y apoyado moral, política y econonómicamente por EEUU- está cometiendo una grave injusticia con el pueblo palestino, y lo lleva haciendo desde hace 60 años. La primera y más dolorosa injusticia acaeció en 1948, cuando 750.000 palestinos fueron obligados a abandonar sus hogares -ya fuera por los combates en sus ciudades y pueblos o porque fueron expulsados deliberadamente por las fuerzas israelíes/sionistas – y ni se les permitió volver a sus casas ni se les compensó. Ilan Pappe, en su último libro The Ethnic Cleansing of Palestine, describe de forma cruda los detalles la cuidadosa puesta en escena y la eficaz puesta en marcha de los planes para la expulsión de los palestinos y su desposeimiento. Hasta que esos refugiados, que ahora con sus descendientes superan los cuatro millones, reciban justicia permitiéndoles volver o se les compense mediante una fórmula acordada por ambas partes, ni los palestinos ni los israelíes gozarán de una verdadera paz y estabilidad.

La resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas 194 de diciembre de 1948 -que declara que a los refugiados palestinos «[…] que deseen volver a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos, se les debe permitir hacerlo en la fecha más pronta posible» o se les debe compensar- fue la primera de las numerosas declaraciones internacionales de lo que ha venido denominando el derecho al retorno de los palestinos. Ni se impartirá justicia ni se logrará la paz hasta que este asunto se resuelva de manera equitativa y democrática, de una forma satisfactoria en relación con los derechos humanos y a las aspiraciones nacionales tanto de los palestinos, incluidos los que viven en campos de refugiados fuera de Palestina, como de los israelíes judíos.

Desde la creación de Israel en 1948, la justicia para los israelíes se ha producido a costa de una sucesión de injusticias para los palestinos. En la actual Palestina-Israel, son los palestinos quienes viven sin justicia. Simplemente en virtud del hecho de que Israel goza de un absoluto dominio sobre los palestinos y sobre toda la tierra palestina, no puede existir una completa e imparcial justicia para los palestinos. La falta de justicia en la dominación de Israel sobre los palestinos es patente cuando se examinan los aspectos individuales de la situación palestina. La exigencia de la comunidad internacional, por ejemplo, de que la autoridad palestina en el gobierno acepte tres precondiciones para la negociación -reconocimiento del derecho a la existencia de Israel, renuncia a la violencia y adhesión a los acuerdos israelopalestinos pasados- sin una recíproca aceptación por parte de Israel de las mismas condiciones no es justicia imparcial. La paz verdadera no se puede lograr hasta que a Israel no se le exija que imparta una justicia equitativa a los palestinos sobre estos aspectos a través del reconocimiento del derecho a existir del pueblo palestino como una nación viable, la renuncia a su propia violencia y el pacto de adherirse a todos los acuerdos del pasado.

Mientras Israel mantenga en Cisjordania el control de la tierra y de la propiedad expropiada, a personas y comunidades palestinas de manera unilateral y sin compensación, para la construcción de asentamientos y carreteras para uso exclusivo de los ciudadanos judíos de Israel, también se viola la justicia. La confiscación de la tierra de un individuo sin indemnización, para cualquier uso, y concretamente para el uso exclusivo de una población concreta étnica o religiosa, no puede definirse como justicia imparcial. La paz no será posible hasta que esta terrible injusticia se rectifique primero. La organización israelí Peace Now publicó el noviembre de 2006 un informe, actualizado en marzo de 2007, sobre la construcción de colonias o asentamientos israelíes, en tierras de propiedad privada palestinas. El informe, titulado G-U-I-L-T-Y!: Construction of Settlements upon Private Land – Official Data [5], concluye que casi un 32% de la tierra incautada para asentamientos es en realidad tierra de propiedad individual palestina. Un total de 131 colonias israelíes se asientan total o parcialmente en tierra palestina de propiedad privada. Un informe anterior de Peace Now, titulado Apartheid Roads [6], publicado en octubre de 2005, describe la extensa red de carreteras de acceso limitado en toda Cisjordania construidas también en tierra palestina, y accesibles sólo para los israelíes, que comunican las colonias israelíes entre sí.

Prácticamente todos los aspectos de la continuada presencia y del control de Israel en los [territorios] ocupados Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza, priva en última instancia a los palestinos de justicia tal y como se define en la legislación internacional sobre Derechos Humanos. La legalidad internacional exige, por ejemplo, que Israel como poder ocupante respete el derecho de los palestinos a la libre circulación en los Territorios Ocupados. La Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce este derecho, así como la Convención internacional sobre derechos políticos y civiles. La organización de derechos humanos israelí B’Tselem ha publicado un informe titulado Restricciones de Movimiento [7] relativo a estos y a otros derechos que les son negados a los palestinos. El informe también contiene enlaces a las leyes internacionales pertinentes. En agosto de 2007, se publicó un informe más reciente titulado Ground to a Halt: Denial of Palestinians’ Freedom of Movement in the West Bank [8].

Otro informe más completo de B’Tselem, titulado Internacional Law [9], describe cómo se aplica la legalidad internacional en los Territorios Ocupados. El informe aporta enlaces a un abanico de leyes internacionales humanitarias y de Derechos Humanos, incluidas las cuatro Convenciones de Ginebra de 1949, que establecen la protección de los civiles durante la guerra y bajo la ocupación (y que Israel firmó). La IV Convención de Ginebra relativa a la protección de los civiles en tiempos de guerra es de aplicación concreta a los palestinos que viven en los Territorios Ocupados y a la conducta del ocupante israelí. [La convención] Prohíbe, entre otras prácticas, el castigo colectivo, la deportación de la población ocupada, el asentamiento de población ocupante en el territorio ocupado y la confiscación de la propiedad que pertenece a la población ocupada -todo lo que Israel ha llevado a cabo en los ocupados Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza.

El muro de separación que Israel lleva construyendo desde 2002 dentro de la Cisjordania ocupada constituye una grave violación de los derechos humanos de los palestinos y una injusticia. El muro -que en su mayor parte abarca una extensión de entre 47 y 94 metros, con caminos para las patrullas, trincheras y alambradas de espino a ambos lados de una barrera electrificada, y en las zonas urbanas un muro de hormigón armado de algo más de ocho metros de altura-está construido en su totalidad en tierra palestina dentro de los Territorios Ocupados. El muro ha incautado aproximadamente el 10% de Cisjordania, que ha pasado al lado israelí, la mayor parte de la cual resulta inaccesible para los palestinos. Muchos pueblos palestinos han quedado aislados de sus tierras de cultivo a causa del muro. Alrededor de unas 50 comunidades palestinas, compuestas por 245.000 personas, están rodeadas por el muro por tres partes, en algunos casos por cuatro; sólo está permitido entrar o salir de alguna de estas comunidades andando, mientras que al resto [de las comunidades] sólo se puede acceder por una carretera controlada por los israelíes. Más de la mitad -hasta el 90% según algunas estimaciones- de los pozos de agua potable palestinos han quedado en el lado israelí. Se han demolido muchos hogares palestinos para la construcción del muro.

El muro rodea la Jerusalén árabe ocupada, lo que deja a unos 200.000 palestinos jerusalemitas en el lado israelí del muro y los aísla del interior de Cisjordania. El muro que rodea Jerusalén también aísla a la mayoría de los palestinos de Cisjordania de su capital religiosa, política y económica en Jerusalén. Además, el muro afecta directamente a medio millón de palestinos, porque aísla a la gente de los colegios, de sus trabajos, hospitales y destruye el comercio. La organización israelí de derechos humanos B’Tselem ha publicado un detallado informe titulado Separation Barrier [10], que consta de varios apartados sobre las consecuencias del muro.

En julio de 2004, el Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas declaró, por 14 votos a 1 (el único en contra fue el juez estadounidense) que la construcción del muro es «[…] contraria a la legislación internacional» [11]. Israel ha desafiado el mandamiento judicial del Tribunal Internacional de Justicia. La paz no es posible mientras se mantenga la injusticia del muro. La paz no puede existir cuando un pueblo considera que necesita un muro de cualquier tipo entre ellos y sus vecinos. La construcción del muro bien adentrado en territorio vecino es una injusticia aún mayor y el muro seguirá siendo un obstáculo insuperable para la paz a menos que se destruya o a menos que se reubique completamente dentro de las fronteras reconocidas de Israel.

Además un muro rodea el diminuto territorio de Gaza, de algo más de 336 kilómetros cuadrados, y así ha sido desde el inicio del ‘proceso de paz’ de Oslo, a principios de la década de 1990. A pesar de la llamada retirada de Israel de Gaza en 2005 y del levantamiento de los colonos y soldados israelíes, Israel mantiene un control total sobre Gaza y literalmente mantiene en prisión a 1,3 millones de habitantes. La densidad de la población de Gaza hace de ella uno de los lugares más poblados de la tierra. Israel controla los cuatro puntos cardinales, no sólo las fronteras norte y este con Israel, sino además la frontera sur con Egipto y la línea de costa mediterránea. El espacio aéreo de Gaza también lo controla Israel y no hay ningún puerto ni aeropuerto en servicio. Ni la gente ni las mercancías pueden entrar o salir de Gaza sin permiso israelí y en períodos de tiempo que Israel considera de crisis, los pasos de entrada y salida se cierran absolutamente, a veces durante semanas enteras, de manera que las importaciones fundamentales como los alimentos, se retienen; los productos para la exportación, hechos por encargo, se retienen; los habitantes de Gaza no pueden salir por ninguna circunstancia, lo que incluye tratamiento médico o asistir al colegio. Israel controla, y a veces retiene, el suministro de gas y electricidad de Gaza. BT’selem ha publicado un detallado informe sobre la situación de Gaza titulado The Gaza Strip after Disengagement [12].

Los palestinos cometen injusticias contra los israelíes, fundamentalmente con atentados suicidas contra los civiles y con el lanzamiento de cohetes en zonas de civiles israelíes, actos que deben condenarse, pero sin una autoridad soberana que gobierne, sin control de seguridad o judicial sobre Israel o los israelíes y muy pocos medios para de ejercer un control de seguridad, incluso sobre la población palestina, los palestinos son incapaces de cometer la clase de sistemáticas violaciones de la justicia que Israel perpetra contra ellos. A pesar de los ataques palestinos contra los civiles se han de condenar, la justicia y la equidad dictan que el terrorismo contra los civiles que perpetra el gobierno de Israel debe ser igualmente condenado, junto con las violaciones israelíes de los derechos humanos de los palestinos.

Como un principio de justicia, los palestinos tienen derecho a resistir la dominación de Israel. El Protocolo adicional 1 de las Convenciones de Ginebra considera legítima la lucha contra la «[…] dominación colonial y la ocupación extranjera y contra los regímenes racistas» como parte del derecho de cualquier pueblo a su autodeterminación [13]. John Quigley, abogado de Ohio experto en legalidad internacional, en su libro de 2005 titulado The Case for Palestine: An Inetrnational Law Perspective, fundamenta legalmente el caso de la resistencia palestina. Quigley señala sin lugar a dudas que la legalidad internacional, tal y como se refleja en la Carta de Naciones Unidas y que se repite en las resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea de Naciones Unidas, reafirma el derecho de los pueblos a su autodeterminación y a resistir contra las violaciones de ese derecho por todos los medios necesarios, lo que incluye la fuerza, pero excluye los ataques a civiles. Considerando otros casos de dominación extranjera sobre pueblos coloniales, el Consejo de Seguridad ha reconocido incluso un derecho superior de las organizaciones guerrilleras para utilizar la fuerza contra los poderes coloniales y en resoluciones de la década de 1970, respecto a represalias israelíes contra las incursiones de la guerrilla palestina, el Consejo consideró a esta última estar dentro de la ley y «[…] considerarlos como ataques de un pueblo colonizado investido del derecho a la autodeterminación», según Quigley.

Baruch Kimmerling, el último sociólogo y comentarista político israelí, que escribía en Haaretz poco después de que empezara la intimada de al-Aqsa en 2000, afirmaba el derecho de los palestinos a oponerse a la ocupación por la fuerza. Las «[…] permanentes circunstancias de ocupación y represión, les da [a los palestinos], el derecho, se mire por donde se mire, a resistir esa ocupación por cualquier medio a su disposición y a levantarse con violencia contra esa ocupación. Es un derecho moral inherente a la ley natural y a la legislación internacional».

Notas del autor y de los traductores:

1. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.gilad.co.uk/html%20files/jazz&jihad.html
2. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.counterpunch.org/christison09202007.html

3. Literalmente la fuerza de la verdad o la búsqueda de la verdad.
4. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.btselem.org/English/International_Law/Index.asp
5. El texto original en inglés puede consultarse en: www.peacenow.org.il/data/SIP_STORAGE/files/6/2846.doc
6. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.peacenow.org.il/site/en/peace.asp?pi=195&docid=1513
7. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.btselem.org/English/Freedom_of_Movement/
8. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.btselem.org/english/Publications/Summaries/20070807_Ground_to_a_Halt.asp
9. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.btselem.org/English/International_Law/Index.asp
10. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.btselem.org/English/Separation_Barrier/
11. El texto original en inglés puede consultarse en: http://www.icj-cij.org/docket/index.php?pr=71&code=mwp&p1=3&p2=4&p3=6&case=131&k=5a
12. El texto original en inglés se puede consultar en: http://www.btselem.org/English/Gaza_Strip
13. El texto original en inglés se puede consultar en: http://www.unhchr.ch/html/menu3/b/93.htm

Katheleen Christison ([email protected]), ex analista política de la CIA, trabajó durante 30 años en asuntos relacionados con Oriente Próximo. Es autora de Perceptions of Palestine y de The Wound of Dispossession.

Fuente: http://www.counterpunch.org/christison09202007.html

Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala. Paloma Valverde es miembro de Cubadebate, IraqSolidaridad y Rebelión.