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A la insatisfacción por el contenido se une la demora en los trámites

La Ley de Memoria: a medio gas y en punto muerto

Fuentes: Diagonal

La legislatura del PSOE encara su recta final con la rehabilitación de las víctimas del Franquismo como tema pendiente. Pero en estos años las organizaciones de la memoria han logrado romper el silencio de la Transición. Después de años de expectación, el borrador gustó poco. Y ahora, tras meses de trámite parlamentario, entre los familiares […]

La legislatura del PSOE encara su recta final con la rehabilitación de las víctimas del Franquismo como tema pendiente. Pero en estos años las organizaciones de la memoria han logrado romper el silencio de la Transición.

Después de años de expectación, el borrador gustó poco. Y ahora, tras meses de trámite parlamentario, entre los familiares y afectados por la represión el entusiasmo brilla por su ausencia al oír hablar de la Ley de Memoria. Las últimas noticias señalan la posibilidad de que el texto no se apruebe en esta legislatura. «Oportunidad perdida», «gran decepción» o «pésimo ejemplo» fueron palabras que se dejaron escuchar en las primeras valoraciones. Motivos: el Estado no asume los gastos de las exhumaciones (la Administración, si lo desea, podría ayudar); los símbolos no se prohíben (sólo se ‘recomienda’ quitarlos), los juicios no serían anulados y se mantendría la Ley de Amnistía de 1977.

Después de su oposición inicial, en el mes de abril Izquierda Unida daba su apoyo al proyecto del Gobierno al acordar la «ilegitimidad» del Gobierno franquista. Pero, según lamentan desde las organizaciones, el cambio es apenas cosmético. «Es algo que afecta al espíritu, no al texto», sostiene Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Por ello, Silva se muestra desencantado. «No tengo ninguna esperanza en el contenido, aunque me parecería bien que exista, por el hecho de crear un precedente». Peor aún lo ve la Federación de Foros por la Memoria. Para su presidente, José María Pedreño, «puede ser un paso, pero serían unos metros en un camino que tiene muchos kilómetros». Ambas asociaciones creen que se está haciendo demasiado hincapié en la ley, cuando se podrían haber hecho otras cosas. De hecho, antes que una ley integral, la Federación pide leyes para dar pensiones dignas a los represaliados o una ley de pensiones.

En cuanto al retraso en los trámites, Pedreño no se muestra muy sorprendido: «Cuando se hacen las cosas como se están queriendo hacer es lógico. La ley no toca nada, que no se mueva nada, que no se enfade la derecha, y quiere además contentar a la izquierda, y que las víctimas encima estén contentas. Pues no. Es imposible. Así no puede salir adelante nada», asegura.

Ley del olvido

– Víctimas y verdugos en el mismo plano. Se recomienda retirar símbolos «de un solo bando».

– Amnistía a torturadores o funcionarios que cometieran asesinatos: continúa. Archivos: el acceso queda restringido si contiene información sobre represores.

– Ausencia de responsabilidad del Estado. La Administración no asume los gastos de localización, exhumación o identificación de víctimas.

Propuestas para ejercitar la memoria

Una coincidencia: el mismo mes que el líder del PP, Mariano Rajoy, critica en el debate sobre el Estado de la Nación la Ley de Memoria Histórica por «remover el pasado», en Valencia, el Arzobispado pone en marcha los planes para construir una iglesia dedicada a los «mártires del odio a la fe católica» (es decir, a los sacerdotes que apoyaron el golpe militar). La idea, una versión actualizada del Valle de los Caídos, no se ha encontrado con ninguna crítica de los dirigentes del Partido Popular, que tienen en Valencia uno de sus mayores feudos electorales.

No obstante, la práctica de acusar al bando contrario de lo que uno hace no es nueva. De hecho, si se trata de recordar el pasado, seguramente uno de los aspectos más paradójicos de la represión franquista fue ver cómo los sublevados contra la República condenaban a sus víctimas bajo la acusación de «apoyo a la rebelión militar».

La memoria histórica hace ver esta clase de paralelismos inquietantes. En la misma línea lleva a recordar, por ejemplo, cómo en sus entrevistas con corresponsales extranjeros, el general Franco justificaba el golpe militar por la urgencia de frenar el desmembramiento de España. O cómo las familias que más se lucraron gracias a la dictadura (March, Koplowitz, Fenosa, Melià) siguen hoy en la cúspide del poder económico. Estructuras del Franquismo Como es sabido, el 1 de abril de 1939, cautivo y desarmado el Ejército rojo, no llegó la paz; sino la Victoria, que se extendería durante las cuatro décadas siguientes. Aunque, viendo la perpetuación de las mismas estructuras en el cuerpo económico, judicial y militar, desde los colectivos especializados en la recuperación de la memoria se considera demasiado optimista pensar que el Franquismo terminase durante la Transición.

Las organizaciones que trabajan en esta lucha insisten: hace falta recordar. No, como dice el tópico, para impedir «que la historia se repita», sino para evitar que sus efectos sigan repitiéndose hoy en día. La herencia de tres años de Guerra Civil y 40 de dictadura difícilmente se ha borrado bajo muletillas como «no mirar al pasado» o «el consenso de la Transición». El pasado sigue presente hoy, cuando se estima (cálculos a la baja) que más de 30.000 represaliados siguen enterrados en fosas comunes; cuando los símbolos franquistas siguen presentes en cientos de calles; o cuando (para la tramitación de la actual Ley de Memoria) la excusa de no soliviantar a la derecha social lleva al Ejecutivo socialista a no anular las sentencias franquistas ni a asumir la responsabilidad del Estado en la investigación de lo sucedido.