Cuando nos referimos al «Día Internacional de la Mujer» muchas veces obviamos el carácter clasista, socialista y revolucionario que se le quiso imprimir a tal celebración por iniciativa de las mujeres socialistas (o comunistas) como Clara Zetkin. Como antecedentes hallamos que e l 28 de febrero de 1909 se proclamó por primera vez el «Día […]
Cuando nos referimos al «Día Internacional de la Mujer» muchas veces obviamos el carácter clasista, socialista y revolucionario que se le quiso imprimir a tal celebración por iniciativa de las mujeres socialistas (o comunistas) como Clara Zetkin. Como antecedentes hallamos que e l 28 de febrero de 1909 se proclamó por primera vez el «Día de las mujeres socialistas» en Estados Unidos tras una proposición del Partido Socialista estadounidense. Luego, en agosto de 1910, la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, con más de 100 mujeres procedentes de 17 países, reunida en Copenhague, proclamó el «Día Internacional de la Mujer Trabajadora», propuesto por la socialista alemana Luise Zietz respaldada por Clara Zetkin, el cual serviría de referencia para todos los colectivos femeninos como una jornada de lucha por los derechos de las mujeres. La proposición se aprobó unánimemente. El objetivo, desde entonces, era promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio para las mujeres. Pero no se limitaba nada más que a una igualdad en un mundo-sistema dominado por los hombres, lo que puso a prueba el carácter revolucionario de muchos que aún seguían pensando y actuando como sus pares burgueses.
Lenin entendió, desde mucho antes, que «no es posible incorporar las masas a la política sin incorporar a las mujeres. Porque, bajo el capitalismo, la mitad femenina del género humano esta doblemente oprimida. La obrera y la campesina son oprimidas por el capital, y además, incluso en las repúblicas burguesas más democráticas no tienen plenitud de derechos, ya que la ley les niega la igualdad con el hombre. Esto, en primer lugar, y en segundo lugar -lo que es más importante-, permanecen en la ‘esclavitud casera’, son ‘esclavas del hogar’, viven agobiadas por la labor más mezquina, más ingrata, más dura y más embrutecedora: la de la cocina y, en general, la de la economía doméstica familiar individual». Esto supuso cierta comprensión del estado de desigualdad y de explotación padecido desde siglos por las mujeres basado en las normas impuestas por la familia, la propiedad privada y el Estado , pero siguió siendo una concesión de parte de los hombres, a pesar que ya algunos espacios no serían en lo adelante una exclusividad de estos gracias al empeño de aquellas en situarse en pie de igualdad con sus semejantes masculinos, asumiendo conductas propiamente varoniles, sobre todo, en cargos ejecutivos o de gobierno, desvirtuando en algún grado la lucha de sus congéneres. De esta forma, la discriminación hacia la mujer tuvo que explicarse bajo otros parámetros, esta vez históricos y sociales, tal como lo hizo Federico Engels mediante su obra «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado». Esto obligó, a su vez, a los hombres revolucionarios (al igual que a las mujeres revolucionarios) interrogarse respecto a los vínculos existentes entre la lucha por la liberación de las mujeres y la lucha por el socialismo revolucionario, algo que no ha sido unánimemente respondido.
En la actualidad, la lucha por la liberación femenina se ha extendido hacia otros ámbitos, resultando ser al mismo tiempo pacifista, ecologista, antiimperialista, anticapitalista, antirracista, anticolonialista y defensora de su identidad cultural, tanto en sentido colectivo como individual, convirtiéndose, por consiguiente, en la lucha más integral que pudiera darse, puesto que no se limita nada más que a lo político o a lo económico, sino que los trasciende y transversaliza. De ahí que la liberación femenina tenga más aproximaciones ideológicas con el socialismo revolucionario que con el capitalismo depredador y explotador, cuestión que merecería una mayor extensión y profundización.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.