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Reseña de “Brota la vida” (Txalaparta), de Mumia Abu-Jamal

La lucidez en el «corredor de la muerte»

Fuentes: Rebelión

Algunas de las grandes reflexiones se realizan en los momentos verdaderamente críticos. Por ejemplo, en el «corredor de la muerte». En ese tipo de lugares, sórdidos, brutales y despojados de humanidad, llega muchas veces la lucidez. En esos lugares «Brota la vida», como titula Txalaparta el libro de reflexiones del periodista afroamericano Mumia Abu-Jamal, publicado […]

Algunas de las grandes reflexiones se realizan en los momentos verdaderamente críticos. Por ejemplo, en el «corredor de la muerte». En ese tipo de lugares, sórdidos, brutales y despojados de humanidad, llega muchas veces la lucidez. En esos lugares «Brota la vida», como titula Txalaparta el libro de reflexiones del periodista afroamericano Mumia Abu-Jamal, publicado en 1999. Mumia sacó de la cárcel estos textos de manera clandestina, que llegan al lector en una mezcla de sensibilidad y virulencia, fuerza y sentimiento, crítica demoledora y humanidad esperanzada. La prisión sin horizonte -en este caso, una prisión de los Estados Unidos- ilumina aquello que de verdad es esencial.

Por eso merece la pena leer las reflexiones de un preso detenido el 9 de diciembre de 1981, acusado del asesinato de un policía (en los hechos Mumia resultó gravemente herido por los disparos de un agente), y condenado a muerte un año después. Mumia Abu-Jamal era el presidente de la sección de Filadelfia de la Asociación de Periodistas Negros. Por su labor en emisoras radiofónicas como informador independiente, fue conocido como «la voz de los sin voz». Pero su militancia venía de muy lejos. Con 14 años ya fue golpeado y detenido en la campaña de George Wallace a la presidencia de Estados Unidos. La golpiza le condujo a enrolarse en los Panteras Negras, donde fue ministro de información en Filadelfia. Sus críticas a las actuaciones policiales, especialmente al asalto en 1978 a los locales de la organización MOVE, le colocaron en la diana estatal. Hubo un momento en que, perseguido y criminalizado, combinó la labor de periodista militante con la de taxista. Al final, no podía ser de otro modo, se vio sometido a un juicio repleto de irregularidades y condenado a muerte.

En el libro de Mumia Abu-Jamal brota la poesía, la denuncia de la barbarie de las prisiones, la iniquidad de un sistema cruel y que condena a los pobres, especialmente si pertenecen a las minorías oprimidas. Es la sinrazón y la tiranía del capitalismo. El periodista afroamericano hace uso de un lenguaje muy sencillo, vital, desnudo, que nace del corazón y la experiencia. Un lenguaje no contaminado por el intelectualismo, pero que parece el idóneo para contar verdades esenciales. Sin hojarasca ni retórica hueca. No espere el lector sesudas reflexiones académicas, ni elaboradísimas series estadísticas. Es un libro de reflexiones subjetivas, sí, pero ese es su valor. Y el lector tiene la oportunidad de compartirlas.

«Irónicamente, las vidas de muchos de los que nadan en la opulencia está sumida en la infelicidad. Esta nación (por Estados Unidos) se come la mayor parte de la comida disponible en el mundo. Consume la mayor parte de la energía producida. Utiliza los inmensos territorios y los mares de la tierra como si fuera su vertedero propio. Garantiza su bienestar material a costa del expolio de las tierras de otros pueblos y de la explotación de su fuerza de trabajo». Así de simple.

En ese tiempo trágico pesan las preguntas sobre el sentido de la existencia. La sed de absoluto, las preguntas trascendentales, la religión…La fe llena muchas de las páginas del libro. «Necesitamos una religión de la vida que vea el mundo más allá de los términos puramente utilitarios; que vea que la atmósfera que rodea el globo es el mismo aire que respiramos, que entra en nuestros pulmones y forma parte de nosotros; que el agua de los océanos no es diferente de la saliva de nuestras bocas». En la organización MOVE y en su fundador, John África, satisfizo sus anhelos de Mumia Abu-Jamal.

Uno de los textos -«Reclusión» (página 64)- revela la importancia de la vida interior y del poder de la mente en tales situaciones. «Que tu cuerpo esté en prisión no significa que tu mente no sea libre; incluso aunque este pensamiento esté muy trillado, retiene mucho de verdad, porque nos liberamos a través de la mente. En el más profundo sentido, nos hacemos espíritu». Idealismo en estado puro. Y la necesidad de la esperanza: «¿Qué me mantiene vivo? Mis creencias (mi religión, a la que llamo vida), las enseñanzas de John África, y el ejemplo de mis hermanos y hermanas de la organización MOVE, muchos de los cuales han sobrevivido en prisiones durante años y años. Su ejemplo me ha mantenido a flote durante los 14 años que llevo entre rejas».

Gramsci escribe algunas de sus mejores reflexiones desde la cárcel. Otro tanto ocurre con Cervantes, que en la prisión alumbra el Quijote. En la Grecia clásica se tenía claro que el ser humano únicamente tenía sentido dentro de la polis y por ello, se afirmaba sin titubeos, el ser humano es un animal político. De otro modo, y siempre en términos muy simples, lo expresa Mumia Abu-Jamal: «Comos seres humanos, somos criaturas esencialmente sociales. No podemos vivir fuera de los lazos familiares y sociales. Nuestro bienestar depende de ellos. Hemos nacido en la comunidad, crecemos en la comunidad, la comunidad determina quiénes somos (…)».

En sus deas sobre el «padre anhelado», la «madre perdida» o el «encuentro con un asesino», el periodista afroamericano destila una sensibilidad exquisita. Reflexiones a flor de piel que mezcla con el coraje cuando aborda el rol de los medios de comunicación y sus pretensiones de objetividad. No hace falta poner ejemplos, ni elaborar estudios de caso, ni enzarzarse en foros intelectuales. Brota la verdad desde lo más hondo del periodismo militante y comprometido con los más débiles. Brota la verdad de la experiencia vivida.

«La objetividad en el periodismo es una ilusión, una palabra hueca, aunque es tan real para sus ejecutores, envenenados con la mentira desde el primer día de escuela periodística, que han terminado no sólo creyendo en ella, sino transformándola en el fundamento de su profesión. Siempre ha sido un gran ideal, pero en realidad es una creencia errónea. Siempre terminan usándola para justificar todo lo que hacen». Más aún, «ni el brutal asalto policial al recinto de MOVE en agosto de 1978, ni el bombardeo de su nuevo local en mayo de 1985, en el cual murieron 11 personas y todo el vecindario fue destruido, hubieran podido suceder sin el apoyo de los medios de comunicación».

Mumia Abu-Jamal defiende, siguiendo el ideal anarquista, la coherencia entre fines y medios. Por ello, una sociedad no violenta, antagónica de la actual, no puede construirse con medios violentos. «Desde luego estoy convencido de que es necesario luchar contra el sistema, pero lo que no estoy dispuesto a hacer es utilizar las mismas tácticas y métodos que emplea el sistema cada día». «Rechazo todo recurso a la violencia», zanja. La fuerza del amor, la guerra contra los pobres de Clinton («En esta época de capitalismo triunfante, los «pobres» se han convertido en sinónimo de «malos»); una sencilla reflexión que explica los efectos de cualquier crisis capitalista: «Cuando millones de personas pasan hambre, los trabajadores consienten silenciosamente su explotación por miedo a perder lo poco que tienen. El miedo crea una fuerza de trabajo dócil, que cuando se enfrenta al paro o a la jubilación forzosa, ni siquiera se queja».

El periodista confía en el ser humano, en la libertad de elección, en la capacidad para derrotar a la servidumbre. Confía en la vida y en el ser humano. «La palabra revolución significa transformación, significa cambio (…); la revolución es una necesidad». La lectura y escritura compulsiva le ayudan a Mumia a conllevar la prisión. Conmutada la pena de muerte por una cadena perpetua, Mumia prosigue incansable con su labor periodística (en la cárcel realizó su programa radial «En vivo desde el corredor de la muerte», que después, en 1995, se convirtió en libro). «Palestina es un elemento secundario para el imperio estadounidense y para sus apologistas imperiales. A este imperio le tiene sin cuidado el dolor de Palestina, su sufrimiento, su brutal humillación», escribía el 28 de octubre de 2014. Desde la prisión, donde lleva más de tres décadas encerrado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.