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Crónica de una protesta conmovedora

La manifestación contra los recortes en discapacidad y dependencia

Fuentes: La Nueva España

Cientos de personas se movilizaron en Oviedo contra los impagos de la Administración y los retrasos en las ayudas públicas, que amenazan al colectivo


Salía de mi visita al dentista y, caminando por la calle Uría, me topé con una Manifestación un poco rara. Pregunté a dos manifestantes y: «Es contra los recortes (prefiero decir las «sisas») en la dependencia y discapacidad», me respondieron. «Me uno ahorita mismo» -dije. Con una amplia sonrisa: «Gracias, señora, porque casi todos los que venimos somos discapacitados». «Yo también lo soy» -respondí. «No, usted, no». «Que sí, que sí que lo soy, porque debería entender y no quiero entender lo que está pasando, como si estuviera ciega y sorda o sordomuda y no me meto en fregaos y eso es ser una incapacitada o discapacitada para la democracia». Y se reían muy serias… El caso es que me sumé a la Mani con todas las consecuencias y me dieron un silbato y una papela que decía: NO RECORTES MI COMUNICACIÓN. Había un nutrido grupo de manifestantes que no paraban de hablar animadamente en lenguaje de signos y yo en medio, como una tonta, sin entender nada de ese lenguaje universal, que deberíamos aprender todos. Pedían apoyo y más intérpretes. Se caminaba despacio haciendo mucho ruido, especialmente de silbatos. Yo contribuía con el que me habían regalado. Al final, concentración en el Principado, con mucho orden de sillas de ruedas y animación. Tres delegados subieron para presentar el pliego de cargos y reivindicaciones. Aplausos. Al regresar, entre expresiones de jubilosa alegría, se leyó el comunicado y a la vez se afirmó el compromiso de volver a la carga si no se conseguía detener la sangría de los recortes (sisas) que tanto daño está haciendo a tantas personas, a sus familias y a la decencia democrática. Es cruel, descorazonador, sublevante. Hacía tiempo que no asistía a una expresión semejante de conciencia civil, de dignidad, de esperanza en acción. Reconfortante y emocionante. Pensé para mí: Todavía queda amor, un amor sociativo, distributivo, capaz de anular ese desamor narcisista y alicorto, actualmente dominante de YO ÜBER ALLES: yo, Cristina, Wert, Cataluña, Mariano, yo, yo, no vosotros votantes, yo, modulo yo. Pero esa mañana por la calle Uría, no modulaba el «yo» de un poder bandido que, epígono de Procusto, recorta los miembros y articulaciones de los cuerpos sociales; modulaba la autoridad de un nosotros: nosotros ciudadanos discapacitados, con vosotros los capacitados contra un poder tragaldabas, ciego, sordo, cojo, desalmado, sin conciencia de la necesidad, que nos desmorona socialmente y uno por uno. Sería largo de contar los diálogos que escuché y en los que me entrometí, los rostros de dignidad que contemplé. Bendigo el azar y la hora en que pasé por la calle Uría en el momento preciso. Siempre confío en el azar, gemelo de la necesidad; casi nunca me defrauda, porque suele ser un gran desmontador de engaños y de las bien instaladas mentiras autodestructivas. Cuando estás más tranquila, se presenta sin permiso y ¡zas! te descompone y te deshace las trampas de tu bienquista inocencia.

La experiencia de aquella mañana inesperada silbando por la calle Uría fue una inyección de ánimo, inquietante a la vez, ahora que estaba una tan tranquila porque había resuelto mantener una relación estable y de conveniencia con personas y cosas, mis cosas. Y lo estaba logrando. En realidad, no era tan difícil, bastaba con hacer abstracción de lo que pasa y nos pasa; olvidarse de las aspiraciones democráticas, cerrar los ojos para no ver lo obvio y prepararse un buen nicho ecológico para estar en comunicación con mi oíslo. Por las redes sociales, supimos ambos que, en las bodas del Déficit y la Prima de Riesgo, se había acabado el vino y algo más. Era ya noche oscura, pero en realidad podíamos haber intentado remediar esas carencias, comprando en una de esas tiendas de 24 horas, por ejemplo, pero nos dijimos «¡qué nos va a ti y a mí!». Olvidémonos del mundo, del demonio y de la carne de ternera que es muy cara. Gocémonos.

Una mujer ya entrada en años, cortó el hilo de mi auto pensamental y comentó: «necesitamos una Ruptura Democrática, retomar aquella que no cuajó. ¿Dónde estarán quienes entonces pelearon?».»Pues no sé»-le dije- «unos se acomodaron muy bien a lo que hay, otros se olvidaron, algunos estarán rumiando sombras, quizás quede por ahí alguien que como Kay, el niño del cuento de Andersen «La reina de las Nieves», esté tratando de componer con trocitos de hielo, esa palabra ‘Democracia’ que le ordenó la Reina. Y el pobre no atina porque en sus ojos tiene trocitos del espejo roto y todo lo ve invertido o borroso y por más que lo intenta siempre le falla alguna letra. Y está aterido de frío, insensible: todavía no ha llegado Gerda. En fin, no sé qué ha sido de aquellos y de nosotros»- insistí. «La conciencia la tenemos distorsionada, el deseo roto o perturbado y la esperanza parece distraída y pasa de nosotros. Podríamos hacer un llamamiento: ¿hay alguien ahí?».

Otro manifestante intervino: «usted fue profesora en tiempos oscuros ¿no cree que la Universidad como institución, debería contribuir en esta hora a la ilustración política de los ciudadanos?» «¡Qué insinúa! -repliqué- ¡en la Universidad se estudia y se investiga, se transmiten conocimientos, se obtienen sexenios, titulaciones propias e impropias, se compite por spin-offs y la Excelencia!»… Y él: «Verá, la gente está, estamos confusos, no entendemos los porqués de lo que está pasando. Solo sufrimos los efectos. Enzarzados entre opiniones mediáticas y anécdotas repetidas ignoramos el fundamento y las causas del desbarajuste económico-discursivo totalitario». «Me imagino a dónde quiere llegar» -dije- «pero comprenderá que no es este el lugar y el momento para ello». «Tiene razón -continuó- pero verá, recuerdo vagamente que en el «Tratado de los deberes», Cicerón a propósito de la ciencia y la política, decía algo así como que todos los deberes que sirven para unir y proteger a la sociedad humana deben preferirse a los que dependen del conocimiento y de la ciencia». «Tiene buena memoria…y Cicerón, que no era marxista ni comunista, también decía que los enjambres de las abejas no se congregan para construir los panales, sino que por ser animales sociables por naturaleza forman los panales y con mayor razón los hombres…El problema es que el capitalismo es el gran destructor de los vínculos sociales. Pero esto lo dejamos para otro día».

Dicen que las huelgas, las manifestaciones, las marchas y barricadas son antiguallas políticas, ineficaces en tiempos cibervirtuales e incluso contraproducentes para detener los caballos de la diligencia disparatada de los Mercados. No es cierto. A mí la «Manifestación contra los recortes en discapacidad y dependencia» me ha conmovido y enseñado mucho. Es como si hubiera notado que en ella sobrevolara el amor (sí, he dicho «amor») y me hubiera puesto en contacto con la intimidad, esa intimidad con los otros, que el modo de producción capitalista se empeña en destruir por vaciamiento interior, por desamor, por disolución de los sentidos o directamente, por corrupción. Ya sé que introducir esta palabra en el discurso público puede sonar raro, cursi, estrambótico, como un pistoletazo en medio del concierto político biempensante y carroñero y sin embargo no se le puede negar cierta atención porque la política no es un decorado, sino que tiene por sede el corazón de los hombres. Stendhal decía esto a propósito de hablar de política en una obra de ficción.

Ya corto. Apapachos a todos, menos a los hijos de la gran chingada, que se adueñan de nuestras vidas y haciendas, como la cosa más natural del mundo.

Amor y Rebelión. Hay Alternativa. There is Alternative (TIA)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.