«Habiendo abandonado la realidad en favor de la idea, la idea en favor de la ideología, el hombre ha resbalado hacia un universo desviado, hacia un mundo de subproductos donde la ficción adquiere las virtudes de un dato primordial.» Emil Cioran En cada ocasión, cuando se informa a la Asamblea y al pueblo sobre los […]
«Habiendo abandonado la realidad en favor de la idea, la idea en favor de la ideología, el hombre ha resbalado hacia un universo desviado, hacia un mundo de subproductos donde la ficción adquiere las virtudes de un dato primordial.»
Emil Cioran
En cada ocasión, cuando se informa a la Asamblea y al pueblo sobre los resultados del año a punto de concluir, se dicen muchas cifras. La mayoría de ellas, si de indicadores sociales se trata, son positivas. Al parecer, esa es la medición efectiva.
Así nos encontramos con todo lo que el país gasta en salud y educación (en realidad, no es otra cosa que la política de gasto público ampliada que se aplica). De ahí siempre se resalta la cantidad de graduados universitarios, de ingresos a la educación superior, de bachilleres, de técnicos y más cifras. Por el lado de la salud, es igual.
No dudo que todas esas cifras-resultados sean ciertas. Sin embargo, me pregunto: ¿hasta qué punto esos datos son el mejor indicador para medir el impacto del gasto público en las esferas mencionadas? Me temo que a veces no se hereda lo mejor de los mundos de afuera de las fronteras, sino lo peor. Así ocurre con cómo se calculan los resultados del país.
En cualquier sociedad, lo más importante debe ser la propia vida humana. Pero no la vida humana en un dato. Nadie vive en un dato, sino que cada cual vive su realidad. Y es ahí, en la realidad individual, donde se gana la batalla, o se pierde. Nadie alivia su dolor o fracaso, o se consuela, sabiendo que los indicadores de escala macro son positivos.
Lo más importante del sistema social cubano, no es la estructura reflejada en una teoría que se traduce en números, sino la imagen que genera de sí misma a los ciudadanos; no es cómo se lleva a números el resultado, sino cómo es percibido por las personas. No se puede olvidar que son estas las que producen y reproducen su realidad en colectivo. De nada vale que las estadísticas muestren una sociedad, si esta no sentida de la misma manera por una buena parte de la población.
La verdadera victoria de los sistemas de educación y salud cubanos no está solo en que formen y salven a muchos, sino en que los mejores, los regulares, y hasta los peores, deseen aprender, salvarse y trabajar en ellos. Para eso, más que cifras, se necesita una credibilidad mediada por la experiencia personal. La meta final, no puede ser el número, sino la subjetivación de esa realidad.
Fuente: http://www.desdetutrinchera.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.