Charlamos con el colectivo Contra el diluvio, cuyo principal objetivo es luchar contra el cambio climático y sus consecuencias. «No hay una forma sostenible de viajar al otro lado del mundo para dos semanas, así que la forma principal de turismo debe desaparecer cuanto antes», concluye.
¿Podremos viajar sin cambiar los modos de vida de la población autóctona, las economías locales… sin dañar el planeta? ¿O tendremos que asumir sencillamente que no podremos viajar? Charlamos con el colectivo Contra el diluvio, cuyo principal objetivo es luchar contra el cambio climático y sus consecuencias.
¿Hacia dónde va el turismo? ¿Cómo se puede hacer un turismo responsable en una sociedad capitalista?
El turismo, como cualquier actividad lucrativa dentro del capitalismo, tiende a la expansión absoluta dentro de unos límites que va empujando cada vez más, arrasando con todo lo que se interponga entre él y sus beneficios. Lo vemos hoy en la gentrificación de los barrios, el aumento del precio de los alquileres y la expulsión de vecinas hacia la periferia. Tiene también un efecto menos visible a corto plazo pero igualmente dañino como emisor de gases de efecto invernadero (un estudio de este año lo responsabiliza del 8% de las emisiones a nivel global).
¿Es entonces imposible un turismo responsable?
Hay pocas esperanzas de poder hacer un turismo sostenible y respetuoso con los destinos turísticos y el planeta dentro del capitalismo. Por supuesto, ninguna tendencia es imparable, y los movimientos sociales que están surgiendo sin cesar, que se resisten a que se los lleven por delante sin plantar cara, demuestran que todavía hay esperanza; movimientos antigentrificación, por el derecho a la ciudad, en defensa de los inquilinos frente a caseros y turismo, y ecologistas son la prueba de que hay más opción que la resignación.
¿Qué se puede hacer desde la perspectiva individual?
A nivel individual, un turismo de cercanía parece mejor opción que volar hasta Tailandia, y ciertas prácticas en el lugar de destino pueden disminuir levemente nuestro impacto como turistas, pero es un sector que se presta poco a la sostenibilidad (casi imposible no contribuir a la gentrificación, la burbuja del alquiler, etc. cuando decidimos viajar), así que la mejor medida para disminuir el impacto del turismo es no hacer turismo.
¿Pero creen que dejaremos de coger aviones pensando en el daño medioambiental? Es decir, ¿veremos políticas gubernamentales que restrinjan viajes como hemos visto, por ejemplo, con las restricciones de tráfico en el centro de Madrid por los picos de alta contaminación?
Esperemos que sí. El avión es particularmente dañino para el medioambiente debido no solo a la cantidad de GEI que emite sino a la altura en la que lo hace. Además, suele ser el medio menos necesario: las distancias medias pueden recorrerse habitualmente en medios menos contaminantes, y la gran mayoría de la población no suele tener motivos de peso para recorrer grandes distancias de forma habitual.
Pero muchas personas que antes no viajaban porque no podían hacerlo económicamente, ahora sí…
El aumento de las emisiones relacionadas con la aviación en los últimos años y la popularización de los viajes low-cost (que en realidad cuestan lo mismo pero se externaliza al resto de la sociedad su coste real) parecen en el imaginario colectivo a veces un fenómeno imparable, pero nada más lejos de la realidad. No hace ni 25 años, coger dos aviones en tres días para echar el fin de semana en Londres era impensable para casi todo el mundo, y nadie se moría por eso. Disminuir y cambiar radicalmente la forma en la que viajamos es un ataque directo a todo lo que nos dicen que es deseable (lo vimos en algunas reacciones a una infografía que sacamos hace poco sobre qué hacer individualmente contra el cambio climático), pero es inevitable si queremos seguir teniendo un mundo que poder conocer.
De todas formas, los gobiernos no aplicarán medidas restrictivas si no hay un empuje fuerte desde abajo para hacerlo. Los intereses económicos del turismo pesan mucho, así que hará falta empujar entre todas. Además, la forma que tomen esas restricciones también dependerá del enfoque que intentemos imponer: la solución más evidente dentro del marco del capitalismo es el aumento del precio de los combustibles, que es una medida regresiva (afectará principalmente a las personas con menos dinero y no supondrá un problema para quienes sí lo tienen, que habitualmente son quienes más deben reducir sus emisiones).
¿Ven entonces posible dejar de viajar algún día en el sentido tradicional que conocemos por turismo?
Sí, preferiblemente hoy. Es indispensable que forcemos a gobiernos y Estados a disminuir los daños derivados de actividades como el turismo, pero no podemos esperar a eso para hacer algo: no hay una forma sostenible de viajar al otro lado del mundo para dos semanas, así que la forma principal de turismo debe desaparecer cuanto antes. Sin embargo, eso no tiene que significar una vida reducida al trabajo y a casa. Reorganizar la producción y ponerla al servicio de las personas (y no del capital) es una reivindicación fundamental de la lucha contra el cambio climático y, en esa lucha, debemos apostar por una sociedad postcapitalista en la que el trabajo esté mucho más repartido y se eliminen todas aquellas ramas de la producción insostenibles o innecesarias para satisfacer las necesidades de todas. En una sociedad con menos trabajo y más repartido dispondremos de más tiempo libre y de más vacaciones, y este excedente de tiempo respecto al del que disponemos actualmente, junto con restricciones a las formas más nocivas de transporte (como el avión) podría dar lugar a una nueva forma sostenible de conocer el mundo, más parecida a viajar que a hacer turismo.