Estados Unidos mintió cuando acusó a Cuba de desarrollar programas ofensivos armas biológicas, como lo acaba de confirmar el diario The New York Times, que cita fuentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). La Agencia, bajo presiones tras el descalabro por sus informes sobre armas de destrucción masiva en Iraq, contradice ahora los reportes […]
Estados Unidos mintió cuando acusó a Cuba de desarrollar programas ofensivos armas biológicas, como lo acaba de confirmar el diario The New York Times, que cita fuentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
La Agencia, bajo presiones tras el descalabro por sus informes sobre armas de destrucción masiva en Iraq, contradice ahora los reportes de 1999 según los cuales Cuba podría estar compartiendo sus capacidades para la producción de armas biológicas con terceros países clasificados por Washington como promotores de terorismo.
El presidente George W. Bush decidió la guerra contra Iraq bajo el supuesto de la presencia de armas prohíbidas en aquella nación árabe, lo cual posteriormente fue desmentido incluso por expertos del Pentágono.
El mandatario norteamericano anunció la agresión a despecho de la Carta de la ONU, y desconociendo al propio Consejo de Seguridad.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, declaró hace unos días que la guerra contra Iraq era ilegal, lo cual provocó una concertada arremetida de altos cargos de Washington, quienes prácticamente le instaron a cerrar la boca.
Pero si los planes contra Iraq son de vieja data, la hostilidad hacia Cuba rompe records, como lo demuestra la política de bloqueo en vigor desde hace 45 años.
Desde marzo del 2002 el subsecretario de Estado John Bolton acusa a la mayor de las Antillas de tener capacidad y desarrollar armas biológicas para entregarlas a grupos terroristas o a gobiernos que Washington considera enemigos.
Por aquellos días Bolton dijo tener a mano informes de inteligencia que ahora la CIA considera «redimensionados». Fuentes del Times consignaron que la Agencia debió retractarse al no hallar indicios de que La Habana tenga en marcha dichos planes.
Al propio tiempo, Carl Ford, asistente del secretario de Estado para la inteligencia y las investigaciones, llegó a decir ante una comisión del Senado que Cuba podría disponer de armas químicas y biológicas.
Los pronunciamientos de Bolton y Ford constituyeron toda una cortina de humo en el afán de utilizar cualquier asidero para justificar la continuación y reforzamiento del cerco económico a la isla.
El subsecretario de Estado quedó en evidencia cuando La Habana abrió sus instituciones científicas a renombrados hombres de ciencia norteamericanos, quienes calificaron de infundadas las acusaciones del funcionario.
Lo que si comprobaron fueron los esfuerzos y avances científicos que tienen lugar en Cuba a pesar de las afectaciones que, en todas las esferas del país, provoca el bloqueo impuesto por la mayor potencia mundial.
Por el contrario de lo que dice Washington, encontraron que los cubanos dedican importantes recursos a desarrollar vacunas, medicamentos y equipos de detección de enfermedades, los cuales incluso pueden beneficiar a millones de estadounidenses.
En los propios institutos señalados por Bolton se prepara una vacuna contra el cáncer, esfuerzo al que se unió una importante empresa farmacéutica norteamericana Cancer Vax Corporation, de California, tras recibir finalmente la licencia requerida por su gobierno.
La hostilidad estadounidense llega al extremo de impedir la colaboración bilateral en temas tales como el terrorismo, la inmigración ilegal y la lucha contra las drogas, pese a ofertas reiteradas de La Habana al respecto.
El gobierno de Bush incluso intentó prohibir que los resultados de investigaciones cubanas fueran difundidos en publicaciones especializadas de Estados Unidos, lo cual concitó el rechazo de la comunidad científica norteamericana.
En La Habana, empero, se recuerda que la mano de los servicios secretos norteamericanos estuvo en la introducción de enfermedades que afectaron a seres humanos, plantas y animales.
Más de un centenar de cubanos, en particular niños, murieron a principios de la década de los 80 a causa de una mortal epidemia de dengue hemorrágico que fuera introducida de manera criminal, según denuncias cubanas.
Lo propio ocurrió con otra pandemia de fiebre porcina que obligó al sacrificio de miles de ejemplares, así como con enfermedades que afectaron las exportaciones cubanas de tabaco y azúcar, provenientes de los arsenales biológicos del Pentágono.
Ahora Bolton se niega comentar al Times sobre el reporte revisado de la CIA, mientras la postura oficial de la Casa Blanca es de que «se mantienen las preocupaciones sobre Cuba», según el rotativo.
Pero aunque sutil, el cambio de enfoque de los informes de inteligencia corroboran algo que en Cuba se sabe de primera mano: la mentira ha sido un recurso recurrente de la política de Estados Unidos hacia la isla. Bolton lo sabe, por más que repita lo contrario.