Guillermo Foladori entrevista a Ricardo Vega sobre la creciente mercantilización del espacio atmosférico de algunos países, entre ellos México. El tema es de gran actualidad dado los crecientes impactos del cambio climático a nivel mundial. Ricardo Vega ha estado investigando esta tendencia a la mercantilización desde hace años, y ha realizado estudios de caso y revisado la literatura más avanzada al respecto. Su opinión difiere de otras por el enfoque y el abundante caudal de información empírica que la sostiene.
GF: Hola Ricardo. Gracias por responder a esta entrevista. He leído trabajos tuyos sobre la mercantilización del espacio atmosférico que me han resultado muy interesantes. Este es un tema desconocido en general, excepto a veces por el nombre de mercados de emisiones; pero difícilmente se tiene conocimiento de lo que ellos implican. Cuando los trata, la prensa se refiere a ellos como un hecho de mercado natural y benéfico para la sociedad global. Dado que tú tienes una interpretación diferente, creo muy útil una entrevista al respecto. ¿Cuál es tu tema de tesis y cómo se relaciona con el cambio climático?
RV: En mi investigación doctoral La mercantilización de la atmósfera. Cambio climático, mercados de carbono y producción de compensaciones, me concentro en analizar cómo se construyó el principal instrumento internacional para tratar el problema del cambio climático: el mercado de emisiones de gases de efecto invernadero. El cambio climático es uno de los problemas ecológicos más importantes que enfrentan las sociedades contemporáneas. Las consecuencias de este fenómeno ambiental son cada vez más palpables: inundaciones, pérdida de biodiversidad, derretimiento de los casquetes polares, extinciones masivas, aumento de la temperatura planetaria, migración masiva obligada, pérdidas económicas, modificación de los ciclos naturales del planeta y un largo etcétera. Los científicos más reconocidos en el tema están de acuerdo en que si no se mitiga el cambio climático de origen antrópico estará en peligro la continuidad de las sociedades, de la especie humana, de muchas formas de vida y ecosistemas del planeta.
La relevancia del cambio climático, como problema para las sociedades, se ha expresado en múltiples acuerdos, tratados, protocolos y convenciones a nivel regional, continental e internacional. El organismo internacional más importante, construido con el acuerdo de la mayoría, y de los más poderosos, Estados Nacionales del mundo es la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), creada en 1992. Siete años después de su creación, en 1997, esta Convención se reunió en Japón, donde firmó el llamado Protocolo de Kyoto que estableció que el principal medio para enfrentar el cambio climático sería un mercado de emisiones de gases de efecto invernadero y sus dos mecanismos complementarios, el Mecanismo de Desarrollo Limpio y el Mecanismo de Implementación Conjunta. Hasta hoy este mercado de emisiones de gases de efecto invernadero es la principal apuesta de la comunidad internacional para enfrentar el problema del cambio climático de origen antrópico. Mi investigación doctoral se concentra en analizar este mercado, sobre todo en cómo se construyó y cómo funciona.
GF: ¿Qué es el mercado de emisiones de gases de efecto invernadero para combatir el cambio climático?
RV: Para entender ese mercado, es necesario conocer a grandes rasgos qué es el cambio climático. Dentro de las ciencias que se encargan de estudiar el clima del planeta existe un extendido acuerdo de que el cambio climático que experimentamos en la actualidad es en gran medida causado por ciertas actividades humanas, como la quema de petróleo o carbón, que emiten gases contaminantes que van a parar a la atmósfera. Acumulados en la atmósfera actúan como una cubierta transparente que retiene el calor, como un invernadero, aumentando la temperatura media del planeta, por tal razón se les denomina gases de efecto invernadero. En otras palabras, para las ciencias encargadas de estudiar el fenómeno, el cambio climático es causado por una acumulación excesiva de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
El mercado de emisiones instaurado por la CMNUCC pretende detener o desacelerar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que, según los registros históricos, los países desarrollados son los que más han emitido este tipo de gases, el Protocolo de Kyoto les impuso límites a la cantidad de gases que pueden emitir, mediante la asignación de una determinada cantidad de permisos de emisión a cada uno de esos países. Así, los principales responsables de la contaminación solamente podrán emitir la cantidad de gases que tienen autorizada en sus permisos. De esta forma, la Convención pretende detener o desacelerar las emisiones de gases de efecto invernadero que se acumulan en la atmósfera y que provocan el cambio climático.
Sin embargo, los contaminadores tienen una alternativa para emitir más gases contaminantes de los que tienen autorizados en sus permisos e, incluso, esta alternativa les permite obtener ganancias extras a partir de los permisos de emisión que poseen. Tal alternativa es el mercado de emisiones: cuando un contaminador excede sus límites de emisión o, en caso contrario, reduce sus emisiones al punto que no necesita utilizar todos sus permisos, puede acudir a un mercado especialmente creado para intercambiar permisos de emisión, sea para comprar permisos adicionales o para vender los que logró ahorrar. Precisamente, esta comercialización de permisos para colocar gases contaminantes en la atmósfera es lo que se le conoce como mercado de emisiones de gases de efecto invernadero o mercado de carbono, llamado así porque el dióxido de carbono es uno de los principales gases causantes del cambio climático. En suma, el mercado de carbono permite que cuando algún contaminador específico haya excedido el nivel de emisiones que tiene permitido, pueda comprar los permisos que ahorró otro contaminador, de tal forma que, en teoría, la cantidad de gases que entran en la atmósfera se mantenga dentro de cierto nivel, debido a que los excesos de un contaminador se compensan con los ahorros de otro, todo ello por medio de la compra y venta de permisos de emisión.
En principio, esta forma de abordar el problema del cambio climático puede parecer conveniente pues permite cierta flexibilidad entre las empresas o países contaminantes. La mayor reducción de emisiones provendrá de aquellos agentes que tengan posibilidades de reducir emisiones a un menor costo, mientras que los que no puedan o les resulte oneroso, acudirán al mercado a comprar permisos baratos. Sin embargo, esta forma de abordar el problema tiende a concentrarse en buscar una mejor redistribución y costo de la contaminación, pero no atiende la causa fundamental: detener las actividades humanas generadoras de gases de efecto invernadero. Así, el mercado de emisiones se concentra en las consecuencias y no en las causas. Es como si en lugar de evitar que las personas fumen se permite cierta cantidad de cigarrillos por día y la venta a otros que fuman menos, “distribuyendo el cáncer” en lugar de curarlo. El centro del problema es cómo y quién produce la contaminación y cómo detener las actividades que la generan. En su lugar el mercado de emisiones mejora la distribución de la contaminación mediante el abaratamiento de los permisos, pero permite la continuidad de la producción contaminante; busca gestionar de mejor manera la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, pero no atiende la causa principal del problema.
GF: ¿Qué es lo que se compra y se vende con los permisos de emisión que creó la CMNUCC?
RV: Cada vez es más común escuchar hablar de “bonos de carbono”, “permisos de emisión”, “bonos verdes”, y otras formas de nombrar estas mercancías, sin embargo, estos nombres pueden llevar a confusión, por ejemplo, hablar de “bonos de carbono” podría dar lugar al equívoco de pensar que lo que se compra y se vende es el carbono.
Lo que hay que entender es que el mercado de carbono trata a la atmósfera como si fuese un depósito aéreo con capacidad limitada para almacenar contaminantes, gases de efecto invernadero. La atmósfera es una esfera de gases que envuelve al planeta y no tiene un límite físico para almacenarlos, pero en tanto que los especialistas aseguran que una concentración de gases de efecto invernadero que sobrepase cierto umbral (de 450 a 550 partículas por millón) sería catastrófica para la civilización, la Convención ha impuesto legalmente un límite sobre la atmósfera. Con el supuesto objetivo de que esos gases no sobrepasen el umbral establecido (entre 450 y 550 partes por millón), una parte del espacio que aún puede almacenar gases dentro del límite fue repartida entre los países desarrollados mediante los permisos de emisión. Esos permisos no son otra cosa que la representación legal de porciones del espacio atmosférico con capacidad de almacenar esos gases por debajo del límite señalado. Es decir, lo que la CMNUCC le entrega a los países desarrollados es una parte del espacio atmosférico para almacenar contaminantes. En el mercado de carbono se compran y se venden esos permisos, esos fragmentos, legalmente representados en un papel, del espacio atmosférico. Para decirlo brevemente, lo que vende y compra un contaminador cuando acude al mercado de carbono de la CMNUCC no es carbono, ni un simple papel, sino una porción del espacio en la atmósfera, socialmente convertida en un depósito aéreo, que podrá utilizar para colocar sus contaminantes.
Comerciar con el espacio atmosférico en tanto que depósito de gases contaminantes es un fenómeno inédito del que desconocemos sus consecuencias. Sin embargo, hoy sabemos que tratar a la naturaleza como una mercancía ha generado consecuencias peligrosas para la civilización y para la vida en el planeta. Las sociedades que han tratado los recursos naturales, como el petróleo o los combustibles fósiles, como si fueran mercancías a disposición del mejor postor han provocado la excesiva concentración de gases contaminantes en la atmósfera. Utilizaron esos combustibles motivados por la ganancia y el lucro sin pensar en las consecuencias que tendría sobre el ambiente, sin prever que con ello se generaría el cambio climático que padecemos en la actualidad. Lo más sorprendente es que para enfrentar el cambio climático se ha establecido un mercado sobre un espacio del planeta Tierra que antes no era tratado como una mercancía: el espacio atmosférico. En este sentido, resulta paradójico y muy cuestionable que para atender un problema que fue causado por tratar a la naturaleza como un medio para la obtención de ganancias, se establezca una “solución” que busca detener el cambio climático motivando a los agentes a que obtengan ganancias por ello, es decir, estableciendo un mercado de emisiones que permite la generación de ganancias mediante el intercambio de espacio atmosférico para colocar gases contaminantes. Es como el adicto al tabaco que busca liberarse de su adicción mediante parches de nicotina, pero que termina transformándolo en adicto a los parches, debido a que la supuesta “solución” estimula la causa: la adicción a la nicotina. Lo mismo sucede con el mercado de emisiones de la Convención, tratar a la naturaleza como un medio para obtener ganancias generó el cambio climático, y ahora se pretende enfrentar ese problema creando un mercado motivado por la generación de ganancias. Como en cualquier otro mercado capitalista, la lógica de la ganancia es la que predomina en el mercado de emisiones y esto hace que el objetivo de combatir el cambio climático quede subsumido por esa lógica. En este sentido, el mercado de emisiones parece más un medio de expansión de los mercados capitalistas que una solución para el cambio climático.
GF: ¿Cómo complementan el mecanismo de Implementación Conjunta y el Mecanismo de Desarrollo Limpio, instituidos también por el Protocolo de Kyoto, el mercado de carbono?
RV: En el protocolo de Kioto se establece que estos dos mecanismos contribuirán a alcanzar los objetivos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera y, con ello, mitigar el cambio climático. Básicamente tanto el mecanismo de Implementación Conjunta (IC) como el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) implementan proyectos de reducción de emisiones, como por ejemplo la sustitución de centrales eléctricas a base de carbón por centrales eléctricas eólicas. Mediante la cuantificación de las emisiones que se evitaron por la transformación de la central se determina cuántos permisos de emisión creó el proyecto de reducción de emisiones (cada permiso es igual a una tonelada de dióxido de carbono equivalente). Estos permisos de emisión adicionales se ofrecen en los mercados de emisiones para que sean adquiridos por los contaminadores. En general, esta es la función principal de los dos mecanismos, reducir emisiones y generar permisos adicionales.
Ahora bien, lo primero que distingue al Mecanismo de Implementación Conjunta del Mecanismo de Desarrollo Limpio es el espacio geográfico en el que se implementa. Los proyectos de reducción de emisiones pertenecientes al mecanismo de IC se ejecutan en los países desarrollados, mientras que los proyectos del MDL se realizan en los llamados países en desarrollo, como los latinoamericanos. La diferencia entre “países desarrollados” y “países en desarrollo” fue fundamental en el Protocolo de Kioto firmado por la CMNUCC. No solo porque les impuso límites de emisión únicamente a los países desarrollados, en tanto que principales responsables del cambio climático, sino porque estableció como un objetivo que los países en desarrollo contribuirían a mitigar el cambio climático si logran desarrollarse mediante tecnologías y procesos productivos menos contaminantes. Así, el MDL no solo busca reducir emisiones y generar permisos adicionales, también pretende que los países en los que se ejecuta alcancen el desarrollo de forma menos contaminante, mediante la transferencia de recursos y tecnologías desde los países desarrollados. Por lo que además de reducir emisiones y generar permisos adicionales, el MDL busca contribuir al desarrollo de los países atrasados, de ahí que lleve por nombre Mecanismo de Desarrollo Limpio.
Un ejemplo del MDL son los proyectos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Evitada de Bosques, mejor conocidos como REDD+. Estos proyectos que se ejecutan en países en desarrollo, como los latinoamericanos, reducen emisiones mediante la conservación de los bosques. Los árboles, como cualquier otra planta, utilizan el dióxido de carbono que capturan del aire para construir sus células. Ese carbono permanece “secuestrado” mientras el árbol se conserve vivo, pues en el momento en que muere, el carbono capturado se libera y vuelve a la atmósfera. Es decir, los proyectos REDD+ reducen emisiones mediante la conservación de los bosques que funcionan como bancos o sumideros de carbono. El carbono fijado en el bosque y conservado por el proyecto REDD+, cuantificado mediante diversos procesos, se transforma en una cantidad específica de permisos de emisión que podrán ser ofrecidos a los países desarrollados y sus empresas contaminantes.
Como todos los proyectos MDL, los REDD+ además de buscar la reducción de emisiones pretenden contribuir al desarrollo de las comunidades y/o gobiernos de los países desarrollados que poseen los bosques en los que se implementan. En teoría estos proyectos permiten a las comunidades acceder a recursos económicos, tecnología limpia y fuentes de empleo realizando actividades de conservación forestal. Sin embargo, los resultados de la investigación muestran que estos proyectos no solo no están creando las condiciones que permitan el acceso a mejores condiciones de desarrollo en los países pobres, sino que originan nuevas condiciones de subordinación hacia los países desarrollados, empresas y organismos internacionales.
GF: ¿Los bosques en los que se implementan los proyectos REDD+ son bosques naturales? ¿Cómo es que la conservación de un bosque natural puede transformarse en permisos de emisión, una mercancía deseada por los contaminadores?
RV: Así es, los proyectos REDD+ se ejecutan en bosques que han sido creación de la naturaleza. Las empresas altamente contaminantes de los países desarrollados tienen cierta preferencia por los permisos generados en estos proyectos forestales, principalmente por el bajo precio al que se venden (en promedio 10 dólares por un permiso que permite colocar una tonelada de dióxido de carbono equivalente en la atmósfera). Su precio suele ser bajo, respecto de los permisos generados en otros proyectos de reducción de emisiones, porque necesitan poca inversión para ejecutarse, pues en buena medida el trabajo de capturar el dióxido de carbono ya lo ha realizado la naturaleza.
Es muy importante aclarar que lo que se vende como mercancía en los permisos de emisión generados por un proyecto REDD+ no es el bosque y mucho menos el carbono secuestrado en él, sino el espacio atmosférico libre de dióxido de carbono que fue liberado por los árboles que componen el bosque. Debido a que no es posible percibir, mediante la simple observación, el espacio en la atmósfera que el bosque logró liberar de carbono, resulta difícil imaginar que lo que se vende y se compra con estos permisos de emisión es un pedazo de espacio atmosférico para colocar contaminantes. Pero, aunque resulte difícil imaginarlo eso es lo que se vende y se compra con estos permisos. Por ello es que los contaminadores están ansiosos de obtener permisos de emisión generados por proyectos REDD+ en bosques naturales, porque a través de ellos logran obtener una autorización barata para seguir colocando sus gases contaminantes en la atmósfera.
No todos los bosques son idóneos para que funcionen como bancos o sumideros de carbono capturado de la atmósfera. Los más adecuados para ese fin son los bosques tropicales, algunos de los más importantes de ellos se encuentran en América Latina. Aunque la mayoría de los países de nuestra región implementan proyectos REDD+ en sus territorios, no todos han logrado comercializar permisos, principalmente porque para poder generar y vender permisos es necesario que los países desarrollen procesos institucionales que permita a las agencias de la CMNUCC tener certeza de la veracidad de que el bosque existe y se está conservando para que no se degrade o deforeste. En México, por ejemplo, desde hace años se ejecutan este tipo de proyectos, pero solo en modalidad piloto, pues no han logrado consolidarse hasta el punto en que puedan ofrecer permisos al mercado de carbono y financiarse mediante su venta.
Algunos de los países que más han logrado avanzar en el proceso de comercialización de permisos generados en proyectos REDD+ son Colombia, Ecuador y Costa Rica. En los últimos años Colombia se posicionó, en América Latina, como uno de los principales vendedores de permisos a las empresas contaminantes de los países desarrollados. Mi investigación se concentró en analizar los proyectos que se ejecutan en Colombia, uno de los países más importantes en cuanto a proyectos REDD+ se refiere de toda América Latina. Del lado de los compradores de permisos REDD+, países como Alemania, Noruega e Inglaterra suelen ser los más importantes. En vez de invertir en tecnología y en procesos productivos menos contaminantes o detener el consumo de combustibles fósiles, estos países desarrollados optan por comprar permisos baratos de este tipo en el mercado de emisiones o mediante acuerdos bilaterales o multilaterales con los países en desarrollo. Así, mediante la compra de permisos adicionales en el mercado los países desarrollados pueden sobrepasar el límite de emisiones que les había fijado la CMNUCC.
GF: Si la contaminación de un país desarrollado, supongamos Alemania, se compensa con la captación de esos contaminantes en un país en desarrollo, como Colombia, ¿qué tiene eso de “malo”?
RV: Por varias razones la compensación de emisiones no es tan sencilla como pretenden mostrar los intercambios comerciales de los mercados de emisiones. Podría abundar en las diferentes complicaciones que crea el comercio de permisos de emisión, como aquellas relacionadas con la incertidumbre científica de que emisiones realizadas en diferente espacio, lugar, tiempo y tipo de gas contaminante se hagan equivalentes entre sí mediante los intercambios comerciales. Como botón de muestra se puede mencionar que los permisos de emisión que vende Colombia son resultado de la captura de dióxido de carbono atmosférico realizada por los árboles, es decir son resultado de la formación de carbono vegetal. Cuando una empresa como una central eléctrica alemana, que utiliza un combustible fósil como el carbón, compra permisos generados por el REDD+ colombiano, está compensando las emisiones contaminantes generadas por el uso de carbono fósil, el carbón que utilizó como combustible, mediante carbono vegetal, el dióxido de carbono capturado por el árbol. Larry Lohmman ha mostrado la intensa polémica y el debate científico sobre las incertidumbres de compensar o hacer equivaler el carbono fósil con el carbono vegetal, principalmente porque el carbono vegetal es más inestable que el carbono fósil y, por tanto, puede regresar a la atmósfera más fácilmente, lo que en vez de compensar aumentaría la concentración de dióxido de carbono atmosférico.
Además de estas incertidumbres científicas, las compensaciones también abren un problema sobre la democracia internacional relacionado con la privatización de los bienes comunes, como la atmósfera, que en principio son de todos y nadie debería de expropiarlos de forma privada. Sin embargo, eso es lo que ha sucedido con el mercado de emisiones para combatir el cambio climático. Lo que está en el centro de los intercambios comerciales en los mercados de emisiones es, como ya decía, la atmósfera que es tratada como un depósito aéreo con capacidad limitada para almacenar gases de efecto invernadero. Lo que le vende Colombia a Alemania es espacio en ese depósito (espacio atmosférico). Con la compra que realiza, Alemania obtiene una extensión mayor de espacio en el depósito del que se le había cedido en los permisos que le otorgó la CMNUCC. Cada permiso vendido por un país en desarrollo a un país desarrollado significa una mayor extensión de la propiedad sobre el espacio en el depósito aéreo en beneficio de los países desarrollados. De esta forma el mercado de emisiones, a través del Mecanismo de Desarrollo Limpio, no solo permite que los países desarrollados excedan el límite de emisiones que les fue fijado en el Protocolo de Kioto, sino que además les posibilita la apropiación privada de espacio en el depósito, esto es, la apropiación de un bien común global como lo es la atmósfera. Esta privatización se hizo y continúa realizándose sin el menor debate democrático entre las naciones, estados y pueblos del mundo.
GF: ¿No es una ayuda a las comunidades colombianas para conservar sus bosques y obtener un ingreso de ello?
RV: Los proyectos de reducción de emisiones que se implementan en los países en desarrollo lo hacen bajo el discurso de contribución al desarrollo e, incluso, de donaciones al desarrollo. Sin embargo, el análisis del funcionamiento de ese mercado muestra que los proyectos de reducción de emisiones no responden a las necesidades de desarrollo de los países atrasados, sino a la necesidad de acrecentar la masa de permisos baratos que necesitan las empresas contaminantes de los países desarrollados altamente contaminantes. Y aunque es cierto que estos proyectos generan empleos, realmente suelen ser muy escasos. En mi investigación sobre proyectos REDD+ en Colombia se documenta que un proyecto de reducción de emisiones que suele ser presentado como un ejemplo a nivel internacional, no generó más de 30 empleos formales durante más de una década de implementación. Esto es así porque estos proyectos necesitan de pocos trabajadores para poder funcionar, básicamente un equipo forestal que se encarga de realizar las labores de medición y cuantificación del carbono capturado por el bosque y que también desempeñará las tareas de conservación, además del equipo forestal se precisa de una pequeña oficina administrativa para realizar las labores de comercialización y certificación de los permisos generados, pero no más. A ello hay que sumar que la mayor parte de las ganancias generadas por estos proyectos suelen ser acaparadas por consultoras, certificadoras, ONG´s y empresas transnacionales altamente especializadas en el comercio internacional de emisiones, un mercado que precisa de saberes técnicos altamente especializados. Las comunidades del bosque son las últimas beneficiadas.
No solo eso, en tanto que el espacio en la atmósfera libre de dióxido de carbono que Colombia vende como permisos de emisión fue creado por el bosque, ese espacio sólo podrá ser utilizado por las empresas contaminantes de los países desarrollados si el bosque es conservado por largo tiempo. Esto es así porque las emisiones de gases de efecto invernadero suelen permanecer por períodos prolongados en la atmósfera, decenas e incluso cientos de años, dependiendo del gas que se trate. Los contaminadores alemanes necesitan que los permisos de emisión que compran garanticen que el espacio aéreo liberado de gases de efecto invernadero por el proyecto colombiano permanezca así por largo tiempo. De ahí que las agencias de la CMNUCC tengan que realizar labores periódicas para verificar que el bosque, que liberó el espacio atmosférico que fue vendido a la empresa contaminadora, no ha sido deforestado. Es decir, la venta de permisos de emisión generados por proyectos REDD+ implica no sólo la transferencia de la propiedad del espacio en el depósito aéreo liberado de dióxido de carbono por los bosques, también implica que la comunidad dueña del bosque quede imposibilitada de utilizarlo por decenas de años para actividades que no sean las de conservación. Numerosos estudios han documentado que actividades de subsistencia de las comunidades, como la caza selectiva, la recolección y la siembra agrícola, quedan estipuladas legalmente como delitos ambientales con la ejecución de los proyectos REDD+, privando a las comunidades de los recursos necesarios para su sobrevivencia.
De esta forma, mediante los REDD+ las comunidades se ven privadas de emprender proyectos productivos que les permitan acceder a condiciones de desarrollo y a otras fuentes de ingreso utilizando su bosque. Así, las comunidades, que generalmente han habitado los bosques sin ponerlos en peligro, se tienen que sacrificar a realizar labores exclusivamente de conservación por el bien de la humanidad y de la vida en el planeta, mientras que las empresas de los países desarrollados no detienen su producción y mantienen e, incluso, aumentan sus niveles de contaminación. Se supone que el Protocolo de Kioto impuso la carga de los sacrificios a los principales causantes del cambio climático, a los países desarrollados y sus empresas, pero el MDL permite, mediante intercambios comerciales, traspasar la responsabilidad hacia los países en desarrollo, y con los proyectos REDD+, hacia las comunidades del bosque que son las que menos se han visto beneficiadas por la contaminación atmosférica, pero que son las más vulnerables a las consecuencias del cambio climático. De esta forma el mercado de emisiones de gases de efecto invernadero es, también, un mecanismo de elusión de la responsabilidad histórica que los países desarrollados y sus empresas altamente contaminantes tienen como causantes de la emergencia climática que nos acecha.
GF: Muchas Gracias Ricardo
Ricardo Vega es doctorando y en proceso de titulación en Estudios Latinoamericanos en la UNAM y en Estudios del Desarrollo en la UAZ. Es Mtro. en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y Lic. en Ciencias Sociales: Antropología y Sociología por la UACM. Actualmente forma parte de la Oficina de Rectoría de la UACM, email: [email protected]
Guillermo Foladori es profesor-investigador del Doctorado en Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas y miembro del sistema nacional de investigadores de Conacyt. [email protected]
Fuente: https://vientosur.info/la-mercantilizacion-de-la-atmosfera/