El partido de Abascal quiere recuperar iniciativa y ganar foco mediático para aspirar votantes del PP, pero la opción de Tamames puede ser un búmeran. El líder de la oposición, sin poder participar y con presión de las encuestas. La fecha del espectáculo en el hemiciclo, en manos de Batet (osea, el PSOE).
“El Muro de Berlín fue construido para evitar que los que vivían en el oeste se cruzaran al lado comunista. Esto escribió Tamames una vez”. Lo recordaba esta semana en su tertulia Federico Jiménez Losantos, la voz mediática más potente de la derecha radical nacionalista española. La anécdota, entrelazada como solo él sabe hacerlo entre críticas y sarcasmos sobre esta intentona de Vox, es una buena representación de todo este viaje en el que se ha embarcado el partido de Santiago Abascal.
Lo es porque recuerda lo rocambolesco del personaje que protagonizará la moción de censura, un exmarxista militante del PCE que luego se fue al bando de Adolfo Suárez y ahora pacta con la derecha radical. También porque exhibe el incipiente divorcio (o al menos, distanciamiento) de Vox con ciertos líderes de opinión conservadores que califican esta estrategia de “esperpéntica”. Y, por último, porque la anécdota denota el tono satírico que está tiñendo todo este proceso y que puede ir a más, perjudicando a sus propios impulsores y haciendo un flaco favor al clima político.
Todo esto se remonta al año pasado, cuando a partir de unas filtraciones se supo que Santiago Abascal había contactado con la expresidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, y con la diputada del PP Cayetana Alvarez de Toledo para conversar sobre una moción de censura contra el presidente del Gobierno llevando como propuesta a un candidato independiente. Finalmente, ese intento multipartidario no prosperó pero Vox sí quiso impulsar una moción por su parte.
Luego se supo que, tras otros nombres que barajaron y no aceptaron, pusieron su mirada sobre Ramón Tamames, un personaje conocido para la mitad española nacida antes de la década del 80. Pero este economista y exprofesor universitario, a meses de cumplir 90 años y con impronta narcisista, defendió la idea de Vox pero dijo que no iba a consultar con el partido su programa de gobierno y que no defendería posicionamientos emblemáticos de esa formación, como la crítica al sistema de comunidades autónomas y las restricciones al aborto.
El papelón duró unos cuantos días y cuando ya nadie apostaba un euro por esta moción de censura, Vox la anunció formalmente, en una foto con 12 personas y sin ninguna mujer. El trámite parlamentario se iniciará este lunes, cuando el partido lo solicite en el Congreso.
Aquí va la segunda
Con todo lo que ha sucedido en España y el mundo en los últimos años quizás haya más de un lector que no lo recuerde, pero sí, para quienes sospechen que Vox ya tuvo su moción de censura, no es una ilusión sino un recuerdo real. Sucedió en octubre de 2020, mientras morían cientos de personas diariamente por covid (todavía no había vacunas) y se producía la mayor caída del PIB desde la Guerra Civil. El candidato a presidente propuesto en aquella oportunidad fue el barcelonés descendiente de guineanos Ignacio Garriga. Una forma barata de instalar mediáticamente al cabeza de lista para las elecciones al Parlament de Catalunya que iban a llevarse a cabo en el invierno por venir.
Por supuesto, la moción fue derrotada, con la mayor cantidad de votos negativos de todas las mociones de censura. Dos años después, y facultado por la Constitución porque cuenta con más de 35 diputados que lo avalan, el partido de derecha radical vuelve a insistir con este método, como una herramienta de recuperación de la iniciativa. Lo usa, a su entender, en beneficio propio: durante dos días se paraliza el debate político (y de hecho toda la labor de las comisiones del Congreso) y ellos se muestran como los grandes combatientes contra el sanchismo.
En esta versión 2023, ya sin pandemia y con la economía ya fuera del coma farmacológico, caben destacarse dos hechos importantes que serán diferentes. El primero es el candidato que proponen. Más allá de las bromas e ironías que genera su carácter de nonagenario y su extravagancia discursiva, que no sea militante del partido y que su origen sea el comunismo de los años 70 es algo anhelado por Vox, especialmente por el ideólogo de todo esto: Fernando Sánchez Dragó.
Según confirmaron a El Salto fuentes con acceso a la cúpula de Vox, el escritor madrileño (una especie de Steve Bannon del partido ultra) cree que llevar al hemiciclo a un extrapartidario con un pasado ideológico muy distinto puede servirle a su formación para perforar el techo electoral. “Sánchez Dragó siempre dijo internamente que era muy importante sumar gente en el partido que sea de izquierdas o conservadores moderados. Por ejemplo, lo ha intentado con Jorge Verstrynge pero éste se ha negado”, señala la fuente. Sí, hablamos del politólogo padre de Lilith, la número 3 de Podemos.
Otro hecho distintivo pero nada menor es que el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, no estará presente en el hemiciclo ni podrá defenderse si es cuestionado. Sí, es verdad que puede estar sentado en las gradas de arriba para cuando hable la portavoz Cuca Gamarra, pero no podrá hacer uso del micrófono ni responder a Abascal, Tamames o Sánchez, con todo lo que eso implica en las crónicas de la jornada y las imágenes de TV. En términos simbólicos, saldrá perdiendo.
De hecho, fue un hito para el liderazgo de Pablo Casado aquella jornada de la moción de 2020 porque en su discurso marcó diferencias contundentes con Abascal. Al ser diputado sí pudo hacer uso del estrado y con vehemencia se movió de la pasividad discursiva con respecto a Vox, algo que le reclamaban los moderados de su partido y los medios mainstream.
En la votación de aquel ya lejano octubre, el PP votó en contra, aunque algunas voces internas, como Álvarez de Toledo, pedían una abstención o un sí. Esta vez, Feijóo ya ha avanzado que su grupo parlamentario se abstendrá. Cierto es que él no necesita diferenciarse de Vox con un ‘no’ rotundo (más allá de los zigzags, el discurso histórico del expresidente de la Xunta es visiblemente más diferente al de la derecha radical que el de Casado, cuyo nacionalismo jacobino le brotaba por los poros), pero también cierto es que una parte de las bases del PP preferiría un sí. La abstención parece querer contentar a todos.
El enigma se cierne ahora sobre la fecha del “show parlamentario”, como lo ha tachado Feijóo. Curiosamente, la presidencia del Congreso no tiene un límite legal temporal para convocar el pleno para tratar el pedido de moción de censura, aunque podría volverse políticamente insostenible no convocarlo (en el hipotético caso en que hubiera una mayoría con voluntad de apoyarlo, como fue en 2018 contra Rajoy).
En este caso la moción nacerá para fracasar sin duda alguna pero sus consecuencias políticas le interesan al Partido Socialista. Serán dos jornadas que exhibirán la fragmentación de la derecha y el poder de fuego de Vox, mostrará la unidad de la mayoría de investidura y acabará todo con un Sánchez triunfante, que además es hábil en la disputa verbal. La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, como fiel militante del PSOE, no querrá posponer mucho este planazo.
A partir de este lunes, comienzan a regir los tiempos para que la Mesa del Congreso califique el pedido de Vox. Pero esta semana es inhábil por tanto ello no sucederá hasta el 7 de marzo. Allí el reglamento exige cinco días de tiempo para que se pueda determinar la fecha por lo que es fácticamente imposible que el pleno sea antes del 13 de marzo.
En el medio está la tramitación de la reforma de la ley del Sí es Sí que impulsa el PSOE en solitario. Aquí tendrán que definir los estrategas de Moncloa qué prefieren según su conveniencia: que primero se debata en comisiones su iniciativa y vaya prontamente al pleno (está tramitada con estatus de urgencia por lo que los tiempos pueden ir así de rápido) y postergar la moción de censura para después; o si no lo contrario, mezclar ambas cosas y que en los mismos días que se comienza a debatir se disponga el pleno de la moción, para que el tema se diluya en la agenda mediática.
Por ahora no hay señales al respecto pero quienes garbean los pasillos del Congreso estiman que la moción de censura tendrá lugar entre la tercera semana de marzo y antes de Semana Santa (osea, antes del 6 de abril).
Misión contra Feijóo
Como lo fue en 2020, y lo dijo en tono alto y claro el entonces vicepresidente Pablo Iglesias cuando pidió la palabra en aquel debate, la moción de censura tiene como excusa a Pedro Sánchez pero como objetivo político poner al PP contra las cuerdas, agudizar sus contradicciones y esquilmarle todos los votantes posibles.
El profesor de la Universidad Complutense, David Lerín Ibarra, es doctor en Ciencia Política y dedicó su tesis doctoral a hacer una radiografía del fenómeno Vox, conociéndolo por dentro y definiendo a su votante sociopolítico. En conversación con El Salto y preguntado sobre por qué esta formación vuelve a insistir con esta moción, responde: “Pretenden debilitar al PP y mostrarse como su alternativa porque se están jugando su subsistencia política dando una imagen que sea un guiño al centroderecha o la derecha más liberal. Parte del voto de Ciudadanos ha ido a Vox y ahora solo hay dos grandes grupos de derechas. Pretenden competir contra el PP y ganarle el protagonismo en la lucha contra Sánchez, ganar el relato de quién es más duro contra él y que hacen más cosas para derribarlo, frente a Feijóo que es una figura con un liderazgo poco consolidado”.
Lerín señala que Vox “no puede abandonar tampoco a sus votantes de la vieja extrema derecha” pero que “tiene que conseguir electorado de Ciudadanos y PP, porque de la izquierda no podrán captar nada, las encuestas muestran que el 95% de sus votantes provienen de PP y Ciudadanos”. Además, opina que “la estrategia es básicamente la misma que en 2020, ellos saben que está fracasada”, aunque plantea el matiz que las cosas ahora son distintas porque “les ha dolido la salida de Macarena Olona” y sus declaraciones, y porque “están declinando en las encuestas y perdiendo ciertos apoyos mediáticos”.
Sobre cuál debería ser la respuesta del PP para no salir malherido, Lerín afirma que el partido alfa de la derecha española “se está jugando parte de su electorado, por lo que tiene que desacreditar la moción pero no todo el discurso de lo que se diga, porque parte de su electorado la compra y a lo mejor no votan a Vox solo por voto útil pero están de acuerdo con lo que dice. En las encuestas políticas, los votantes de ambos partidos están muy cerca ideológicamente”.
“El PP tiene que tener cuidado en medir las palabras y decir que esta moción no vale para nada y dar una imagen de responsabilidad política y dejarlos a ellos como adolescentes políticos, diferenciarse del populismo antipolítica, por eso la abstención no está mal”, agrega, y advierte que la iniciativa de Abascal “puede ser un búmeran: no se sabe cómo les podrá afectar, y también puede ser negativa por si ocurre algún error, por lo que pueda acabar haciendo Tamames, etcétera”.
La sexta moción de censura de la democracia navega feliz contra el iceberg, a sabiendas que se chocará con los votos en contra pero a sabiendas que sus impulsores podrán rapiñar algún beneficio, con suerte. Beneficio efímero y que será para un partido solamente, pero seguro que no habrá ninguno para esa nación que tanto dicen amar.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/politica/mocion-censura-vox-sepultar-feijoo-excusa-sanchez