La situación económica en el campo en India ha llevado a numerosas mujeres a quitarse la vida. Son afectadas por la ruina de sus hogares y por una situación social en la que siguen siendo discriminadas. 31 de julio: Pedda Narsamma se ahorcó en la aldea Pandi Parthi. Dejó a los ocho miembros de su […]
La situación económica en el campo en India ha llevado a numerosas mujeres a quitarse la vida. Son afectadas por la ruina de sus hogares y por una situación social en la que siguen siendo discriminadas.
31 de julio: Pedda Narsamma se ahorcó en la aldea Pandi Parthi. Dejó a los ocho miembros de su familia en la desolación total. Durante décadas, Narsamma, de 50 años, la granja y a su familia. Dos años después, el gobierno ha tomado nota de este suicidio. Y parece haber un proceso de investigación. Pero su familia no está segura de recibir alguna compensación.
Pedda Narsamma era dalit. Y mujer. Y las mujeres no son aceptadas como «agricultores». Lo que significa que probablemente no termine por contar como un «suicidio de agricultor».
«Nuestra madre lo hacía todo», dice su hijo, Narasimhalu. «Mi padre tiene las facultades mentales perturbadas y no ha trabajado desde hace mucho tiempo. Ella hacía la mayor parte del trabajo en casa, crió a los niños e incluso cuidó a sus nietos. También planeó e hizo gran parte del trabajo en nuestras 2 hectáreas. Y a menudo trabajaba en los campos de otros para que alcanzara el dinero.»
En 2002 el dinero dejó de alcanzar. Y Narsamma organizó su propio fin. «Fue demasiado para ella que las cosechas fracasaran continuamente», dice Narasimhalu.
Sólo mujeres de agricultores
Ahora se sabe que miles de agricultores se suicidaron en Andhra Pradesh en los últimos siete años. Pero mucho menos conocido es que las agricultoras, también, se quitaron la vida en número considerable.
Sólo en los últimos meses sus suicidios están siendo contados – en unos pocos casos. «Tanto en la imagen social como en la oficial», dice un alto funcionario del gobierno, «el agricultor es un varón con tierra y un patta. Las mujeres no entran en esa categoría. Sus derechos a la propiedad no existen en la practica. Y los hombres no las aceptan como agricultoras. Son vistas, en el mejor de los casos, como ‘mujeres de agricultores'».
Aunque cerca de un quinto de todos los hogares rurales en India son dirigidos por mujeres, pocas tienen título de propiedad a la tierra. Incluso en hogares que poseen tierra, hacen la mayor parte del trabajo en la granja, pero no son consideradas como agricultoras. Según un cálculo, las mujeres representan un 90% de todos los que están involucrados en transplantes.
También constituyen un 76 por ciento de todos los que siembran semillas y un 82 por ciento de los que transportan cosechas del campo a la casa. Forman un tercio de la fuerza laboral que prepara la tierra para el cultivo. Y entre un 70 y un 90 por ciento de los que están involucrados en la producción de leche.
En distritos como Anantapur y Mahbubnagar, la cantidad de hogares dirigidos por mujeres es aún superior. Cientos de miles de personas migran de esas regiones cada año en busca de trabajo. Los hombres generalmente parten primero.
Trabajo contra todas las dificultades
Recientemente, los agricultores con tierra se unieron a los mismos campesinos sin tierra que solían emplear, en masivas migraciones desesperadas fuera del Estado.
Esto deja a aún más mujeres que dirigen las granjas, las familias y las finanzas solas y contra inmensas dificultades.
Estas dificultades resultaron ser demasiado para Kovurru Ramalamma en la aldea Digumari. «Lo único que la vi hacer fue trabajar», dice Sudhamani, su hija. «Mi padre nunca lo hizo. La hectárea que arrendábamos la ocupaban todo el tiempo, cuando no estaba ocupándose de la casa. Estaba preocupada por mi matrimonio y el de mi hermana».
En 2000, las deudas de la familia llegaron a 150.000 rupias, al fracasar las cosechas. Más de 30.000 rupias se fueron en costos médicos. Ramalamma, de 46 años, desconsolada, tomó pesticidas y se quitó la vida. Después de su muerte, su familia renunció a la tierra arrendada. No tiene tierra propia. Eso complica los pedidos de compensación. ¿Cómo van a demostrar que eran agricultores cuando ocurrió?
En la aldea Khadarpetta, N. Bhagyalakshmi, de 28 años, ya no pudo aguantar. «Me preguntó», dice su marido Jayaram Reddy: «¿Cuándo vamos a pagar todas estas deudas?» Debían 160.000 rupias. En junio: «cuando quedó claro que habría un cuarto año malo, se suicidó».
También ha habido suicidios entre agricultoras cuyos maridos han emigrado. Swaroopa Rani, vicepresidente de la Asociación Pan-India de Mujeres Democráticas [AIDWA] en el Estado, explica por qué.
Muchas responsabilidades
«Para comenzar, hacían el grueso del trabajo. Ahora tienen que enfrentar a los bancos, a los prestamistas. Tienen que criar a los niños y enviarlos a la escuela. Juntar y gastar dinero para las necesidades de la familia se convierte en su tarea. Y, para colmo, tienen que hacer funcionar la granja. Algunas veces, la presión es demasiado grande.»
Y algunas veces un suicidio sigue rápidamente a otro. Como en la aldea Choutapalli en el distrito Krishna. «Madduri Anasuya se mató tres días después de que su esposo Mohan Rao se quitó la vida, dice Swaroopa Rani de AIDWA.
¿Cuántos suicidios de mujeres ha habido en estos años de penuria de los agricultores? «Probablemente nunca lo sabremos», dice la doctora Rama Devi. Residente actualmente en Hyderabad, ella enseñaba en el Government Medical College, en Anantapur, en 2001, cuando se dio cuenta de la cantidad de suicidios de mujeres que llegaban o sobre los que recibían informes. «Ellas también eran ciertamente víctimas de la crisis agraria», dice. Conmovida por la intensa miseria que presenciaba, la doctora Rama Devi publicó en Telugu un libro sobre el tema intitulado «Cheyutha» (Mano Auxiliadora). Trató de detallar las muertes.
«En un solo año desde agosto de 2001», dice la doctora Rama, «hubo 311 suicidios de mujeres sólo en el distrito Anantapur. Y esos fueron los que habían sido registrados. Debe haber habido muchos más sin que fueran conocidos. Cerca de un 80 por ciento de esas 311 mujeres provenían de aldeas. Y la mayoría eran de familias de agricultores.
«Los vínculos con el desastre agrícola eran claros y numerosos. Por ejemplo, mientras peor se ponía la crisis agrícola, más crecían los problemas de dotes. Eso fue un factor en bastantes suicidios. La crisis tuvo también otro efecto serio sobre las familias. Muchos matrimonios fueron postergados por falta de dinero. Y encontré casos en los que la muchacha cometía suicidio porque pensaba que constituía un peso para la familia.»
Afectadas también de otras maneras
«Las mujeres también fueron afectadas de otras maneras. Al derrumbarse la agricultura, muchas familias llegaron a las ciudades. Los hombres buscaron trabajo como conductores de coches o como jornaleros. A menudo sin éxito. En esta lucha contra la pobreza, la presión sobre las mujeres era enorme. El alcoholismo y las palizas aumentaron. Muchas de esas mujeres también se quitaron la vida. Mírese como se quiera, el colapso de la agricultura en Anantapur estuvo estrechamente vinculado a los suicidios de cientos de mujeres en el distrito.»
1 de agosto: Los acreedores llegaron junto con nosotros. No se identificaron como tales, pero rondaban alrededor de Bhagawantamma. Incluso trataron de responder a algunas de las preguntas que le hacíamos a ella. Tal vez éramos funcionarios del Gobierno que le iban a dar algo de dinero. Si fuera así, se lo quitarían en el momento mismo en que nos fuéramos. Su esposo, Tanki Balappa, se había suicidado hace sólo unos días. Por lo menos un par de los hombres presentes le prestaron dinero. También son algunos de los mayores terratenientes de por aquí, la aldea Rakonda, Mahbubnagar.
Las cosechas de Balappa habían fracasado – en el poco más de media hectárea que poseía y en las tres que había arrendado.. Bhagawantamma no tiene claro cuánto había pedido prestado, porque nunca era consultada. Pueden haber sido ser unas 85.000 rupias o más de 100.000. Ahora tiene que preocuparse de dos hijos y de una hija, mientras lleva la granja. Y arreglárselas con los acreedores. Incluso con algunos que pueden no tener pruebas de que su marido les debía algo.
Los suicidios de mujeres no constituyen la única forma en la que las agricultoras son afectadas por la actual crisis. Los suicidios de sus esposos dejan a muchas solas en un mundo rapaz. Existe un elevado riesgo de perder la tierra familiar. Y de confrontar una extrema presión, incluyendo acoso sexual, de acreedores y otros.
Los acreedores acechan
Las demandas de los prestamistas, reales o falsas, siguen de cerca el suicidio de los esposos. Quedó en evidencia en todos los seis distritos en los que estudiamos hogares afectados. En numerosos casos, las viudas tenían poca o ninguna idea del monto de las deudas de sus esposos. «Es asunto de hombres», como me dijo severamente un aldeano.
Ahora mismo, es asunto de la mujer le guste o no, como ocurre con Yadamma de la aldea G. Edavalli en el distrito Nalgonda. La viuda de Korvi Salaiah recién comenzaba a calcular la magnitud de los préstamos tomados por su marido. Cada día trae una nueva demanda. «Nunca me dijo algo de lo que estaba haciendo», dijo. Hay muchos que le hablarán muy pronto del asunto. Y enérgicamente.
El terreno es también fácil para el fraude en sociedades que se basan en gran parte en la confianza y en la palabra hablada. Más todavía, cuando numerosas viudas se sienten responsables por las deudas de sus esposos, incluso si jamás fueron consultadas por ellos. Para Kamalamma, cuyo esposo Pamul Reddy se quitó la vida este año en Mushampalli, Nalgonda, «el tema no es algo legal. Es mi deber moral pagar las deudas de mi marido».
Imambi en Rayalappadhodi, Anantapur, es una mujer que cuestiona las demandas de un acreedor. Este hecho, sin embargo, no ha impedido que éste se apodere de 2 hectáreas de su tierra. El esposo de Imambi, Razaksaab, se suicidó en marzo de 2003. Periodistas locales dicen que la presidente del Partido del Congreso, Sonia Gandhi, se reunió con ella y le ayudó cuando se encontraba de visita en Anantapur. Pero los 15 minutos de fama de Imambi no le ayudaron a recuperar la tierra.
También existen otros peligros. Uno de ellos es que los niños se conviertan en trabajadores forzados hasta el pago de la deuda. Los tres hijos de Lakshmamma en la aldea Munnanuru, Mahbubnagar, han sido bonded [comprometidos al trabajo forzado]. «¿Qué alternativa nos queda? Mire nuestra situación» dice ella. Su esposo, Pedda Bhimaiah, un agricultor con menos de media hectárea, se quitó la vida, desesperado, hace ocho meses.
La suerte de las familias que ya están endeudadas empeora rápidamente después del suicidio. Y a veces, se provoca un segundo suicidio. En Mirdhoddhi, distrito Medak, Gunnala Narayana se quitó la vida en agosto pasado después de un nuevo fracaso de la cosecha. En junio de este año, menos de un año más tarde, su hijo Kumar hizo lo mismo, ante la imposibilidad de confrontar a sus acreedores. La mujer de Kumar, su madre y su hermana están en la miseria.
Disminuyen las posesiones
Meses después del suicidio, muchas viudas y familias se quedan sin posesiones. Y sin perspectivas de adquirir alguna. Entre los deudos después del suicidio de Dhomala Srinivas en Suranpalli en Medak se encuentran su madre enferma, Lakshmi, su hermana minusválida, Satyalakshmi, y su padre paralítico, Narasaiah. La familia ha vendido todo el ganado y algunos terrenos para mantenerse a flote. Sus deudas y gastos médicos aumentan regularmente.
La sequía convierte lo insoportable en imposible. Más aún, cuando los miembros varones de la casa emigran en busca de trabajo. Una mujer en el campo puede pasar hasta ocho horas al día en sólo tres tareas: buscar agua, leña para el fuego y forraje. Es decir, un tercio de su vida. Esto aparte de cocinar, lavar y velar por los niños. Cuando sobreviene la sequía, puede tener que caminar el doble de la distancia ‘normal’ para buscar agua. La búsqueda de forraje se hace más urgente a medida que la condición del ganado comienza a deteriorarse. La ausencia de todo apoyo en el hogar empeora las cosas.
En Jambuladhine, Anantapur, Lakshmi Devi perdió a su marido y la razón. P. Nagireddy era agricultor y agente matrimonial; fue afectado en ambos terrenos. El fracaso de la cosecha arruinó a muchos como él. La crisis también postergó innumerables matrimonios y esto también arruinó su negocio de agente matrimonial. La demora en el matrimonio de su propia hija abatió a Nagireddy, que se suicidó en abril del año pasado. Muerta de preocupación por sus deudas y sus hijas, Lakshmi Devi perdió la razón.
La educación, una víctima.
La crisis de la agricultura también ha arruinado la educación de numerosas muchachas. En Kurugunta en Anantapur, la inteligente hija más joven de G. Hanumantha Reddy tuvo que abandonar la escuela. Su familia no pudo permitirse los estudios. Varias jóvenes de este distrito cometieron suicidio después de haber sido sacadas de la escuela.
El mundo que enfrentan las «viudas suicidas» es sobrecogedor. Mantener la granja, confrontar a los acreedores, criar a los niños y ganarse la vida no es algo fácil. Tampoco lo es pagar deudas que no fueron contraídas por ellas. Sin embargo, algunas tratan de hacerlo. Como Parvati que, habiendo estudiado hasta la 10ª clase, es una de las jóvenes más educadas en Chinna Mushtiuru, Anantapur.
Parvati aconsejó a su esposo, Duggala Mallappa, para superar la desesperación. Le señaló que toda la aldea estaba en la misma situación de endeudamiento. Y le pidió que no cediera ante la presión de los prestamistas. Lo hizo. Y Parvati trata actualmente de dirigir la granja mientras cría a tres hijas de 6 y 4 años, y de 10 meses. Las probabilidades están en su contra. Pero no hay ningún indicio de autocompasión en sus palabras. Sólo una tranquila determinación de lograr que sus hijas obtengan una educación, como la suya. «De alguna manera», dice, «tenemos que salir adelante».
Título original: How The Better Half Dies
The Hindu; 10 de agosto de 2004
Link: <http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=32&ItemID=6015%20 >
Traducido por Germán Leyens