Los partidos de derechas españoles (PP, Vox y Junts) han impedido con su voto mayoritario en el Congreso la tramitación del proyecto de ley para reducir la jornada máxima de trabajo a 37 horas y media a la semana.
También votaron en contra en 1983, cuando el Gobierno socialista de Felipe González la redujo hasta las 40 horas actuales, y en ambos casos diciendo que provocaría desempleo, disminuiría la productividad y, en general, que perjudicaría a las empresas.
Es sabido que la derecha española mantiene constantemente una estrategia de desgaste que le lleva a votar en contra de cualquier cosa que proponga el Gobierno y siempre con argumentos apocalípticos. En este caso, sin embargo, hay más: ignorancia de cuestiones económicas básicas y una servidumbre extrema hacia el empresariado más rentista y menos competitivo que hace mucho daño al resto de la economía y a la inmensa mayoría de los españoles.
En concreto, oponerse hoy día a reducir la jornada laboral es apostar por el paro y el estancamiento económico a medio y largo plazo. Te lo voy a demostrar del modo más claro posible recurriendo a un modelo sencillo que utilizó el inolvidable David Anisi, catedrático de Economía de la Universidad de Salamanca, y que me permito simplificar para explicarlo en pocas palabras.
El rechazo a reducir la jornada laboral se produce cuando estamos viviendo una revolución tecnológica. Quizá, la más grandiosa de la historia de la humanidad por la introducción cada vez más intensa y en todos los campos de la vida económica de la digitalización y, sobre todo, de la inteligencia artificial.
Todo el mundo sabe que la introducción de nuevas tecnologías produce aumentos en la productividad, es decir, en la cantidad de producto que se puede obtener por cada unidad de trabajo o de capital empleados.
Por tanto, en términos algebraicos muy sencillos se puede establecer que la productividad del trabajo (la llamaremos z) es el resultado de dividir el producto obtenido (llamémosle Y) entre el tiempo dedicado a producir (lo denominamos L). Es decir:
Y
z = —
L
Por otro lado, el tiempo efectivo destinado a obtener el producto (L) depende del número de individuos contratados para el trabajo (lo denominaremos N) y de la jornada laboral (j). El profesor Anisi también incluía la eficiencia en el trabajo, pero aquí podemos dejarla de lado para hacer más fácil la explicación. Por tanto, la expresión anterior sería:
Y
z = ——
N * j
Para explicar el efecto de no reducir la jornada de trabajo, David Anisi hacía una operación sencilla: introducía en el denominador (N*j) la población activa (la vamos a llamarla A) sin que cambiara la expresión, es decir, multiplicando y al mismo tiempo dividiendo. Entonces, tendríamos una nueva expresión que quedaría así:
Y
z = —————
(N/A)*j*A
En esta última expresión, (N/A) es el número de personas empleadas dividido por todas aquellas que están en condiciones de trabajar, están empleadas o buscan trabajo (población activa). Es decir, la tasa de empleo de la economía.
A partir de este cambio sencillo, se puede deducir la clave de todo lo que queríamos plantear, siguiendo el razonamiento de David Anisi. Veamos.
Como hemos dicho, el cambio tecnológico hace que aumente la productividad. Naturalmente, en mayor medida en las empresas o economías más innovadoras y avanzadas, y con menor intensidad en las que se basan en modelos productivos viejos o en la mera explotación de la mano de obra, y no en el uso de nuevas tecnologías o procedimientos más avanzados.
En España, por supuesto, la productividad aumenta. Aunque no lo haga en todos los sectores o empresas por igual, y aunque sea más lentamente que en otras economías que nos superan en innovación y diversidad, en todo caso, la productividad en la economía española está creciendo.
Pues bien, si ahora volvemos a la última expresión que utilizamos, es fácil comprobar que si se produce un aumento de la productividad (z) como consecuencia del cambio técnico, esa igualdad sólo se mantiene si se da alguna de las siguientes condiciones o las dos al mismo tiempo:
– Aumento del numerador, es decir, del producto Y.
– Disminución del denominador, es decir, de la tasa de empleo o de la jornada laboral
Por tanto, si la jornada laboral se mantiene constante, para que esté aumentando la productividad o aumenta el producto (numerador) o disminuye el empleo (denominador)
Y el problema es que la derecha, además de oponerse a que se reduzca la jornada, viene proponiendo desde hace años medidas de recorte del gasto público, moderación salarial o disminución de ayudas sociales que limitan mucho el crecimiento del producto porque frenan sus motores: directamente, el de los dos más potentes (el consumo familiar y el consumo e inversión de las administraciones públicas), e indirectamente la inversión de las empresas (cuanto menos gasto en consumo privado y público haya, menos demanda tendrán de sus productos e invertirán menos).
Como es bien sabido, la historia del capitalismo es la historia de un cambio tecnológico prácticamente continuado y lo que ha podido evitar que ese proceso no se haya traducido en un desempleo masivo ha sido o bien la disminución de la jornada laboral o la aplicación de políticas económicas que impulsaran el gasto (no digo que eso sea bueno, digo que es así como funciona el capitalismo). Cuando las políticas económicas han sido restrictivas, como las neoliberales, y la jornada se ha mantenido, el paro ha sido mucho mayor.
Cuando se está produciendo un cambio tecnológico tan acelerado como el actual, proponer políticas restrictivas del gasto y al mismo tiempo no disminuir la jornada laboral, como hace la derecha, es hacer una apuesta sobre seguro por el paro y el estancamiento económico.
La pregunta que se harán muchas personas de buena voluntad es ¿por qué la derecha iba a querer algo tan negativo para todos? La respuesta también es fácil de entender: esa negativa no es mala para todos.
Por un lado, defiende los intereses de las empresas que innovan y sólo buscan aumentar sus ganancias a toda costa: con más paro, los trabajadores serán más dóciles y lo salarios más bajos, de modo que el beneficio que lleve consigo el incremento de productividad se lo podrán apropiar más fácilmente los propietarios del capital. Por otro lado, defiende los intereses de las empresas que, en lugar de invertir e innovar, hacen negocio usando mano de obra más barata y durante más horas, intensificando la explotación del trabajo. En ambos casos, a costa de la mayoría de la población y del conjunto de la economía. El resultado de esa doble defensa es evidente: la derecha defiende una economía que produce más desigualdad y que terminará frenándose por deterioro del mercado interno, en el primer caso; o atrasada y sin capacidad de generar el valor añadido que proporciona la innovación tecnológica, en el segundo. Como dije, paro y estancamiento a medio y largo plazo.
PD. Como recuerdo y homenaje a David Anisi, aquí dejo sus Cuentos económicos.