Antier, ante la asamblea anual de la «Organización de Colonias Americanas», George Bush recurrió a sus reservas poéticas para dar paso a una metáfora inolvidable, de hondo trasfondo meteorológico: «Algún día llegará a Cuba una ola de libertad». Al margen de que el vicepresidente cubano Carlos Lage se ocupara hoy de recordarle a Bush que […]
Antier, ante la asamblea anual de la «Organización de Colonias Americanas», George Bush recurrió a sus reservas poéticas para dar paso a una metáfora inolvidable, de hondo trasfondo meteorológico: «Algún día llegará a Cuba una ola de libertad». Al margen de que el vicepresidente cubano Carlos Lage se ocupara hoy de recordarle a Bush que ya esa ola llegó a Cuba…en 1959, llama la atención la insistencia de los presidentes estadounidenses, no sólo en adiestrar y amparar terroristas como Posada Carriles, sino en pronosticar maremotos que barran con Cuba.
Eisenhower también pronosticó hace 45 años la ola liberadora que restituyera a Batista en Cuba y la ola se llevó a Eisenhower.
Vino después J.F.Kennedy, augurando nuevas y libertarias olas a las que, incluso, por aquello de ayudar al mar, hasta les buscó una cochina playa por las que romper, pero otras olas, que 40 años más tarde todavía no han sido esclarecidas, acabaron ahogando a Kennedy en Dallas.
Johnson tomó el relevo en los pronósticos meteorológicos sobre Cuba y predijo la llegada a Cuba del maremoto redentor que devolviera a Cuba al pasado esplendor de casinos y casas de putas, pero la ola otra vez equivocó el rumbo y se llevó a Johnson.
Nixon, para no ser menos, también salió anunciando el arribo a Cuba de la ola de la libertad que restituyera los derechos de los gansters en La Habana, pero pasó la ola y el que se ahogó fue Nixon.
Llegó Gerald Ford y advirtió la inmediata presencia en la isla de una ola redentora que recuperase para los tantos delincuentes barridos por la historia y por Fidel, los privilegios perdidos pero, antes de que terminara de hacer sus climatológicos pronósticos, el tiempo y el agua se llevaron a Ford.
Jinmy Carter también apeló a la ola de la libertad que rescatara a Cuba de la ignominia del derecho, la educación y la salud pero, de nuevo, la ola se llevó a Carter.
Ronald Reagan, no conforme con pronosticar las libertarias olas sobre Cuba, hizo lo indecible por ayudar al mar en su trabajo, pero el mar, otra vez dispuso el mismo rumbo y se llevó a Reagan.
Vino George Bush I, el padre del actual incumbente, anunció la llegada de la ola de la liberación a Cuba y, en la espera, la ola terminó por llevárselo a él.
Bill Clinton, no se quedó atrás y, desde que asumió el gobierno y la becaria, predijo el arribo a Cuba de la ola libertaria. Ocho años esperó la ola pero, cuando ésta llegó, el que resultó ahogado fue Clinton.
Y por ahí anda George Bush II, el hijo de su padre, procurando maremotos por el mundo, anhelando la ola que, finalmente, haga de Cuba otra burdel… pero la ola, la que vendrá, la única posible, será la que también barra con el actual presidente estadounidense y termine por ahogar este maldito «viejo orden» que tiene en la OEA una de sus más viles expresiones.