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Greenpeace acusa a la organización del festival de apropiarse de la bandera ambiental mientras produce "un gran coste ecológico"

La otra cara del Rock in Rio

Fuentes: Público

Una iglesia en Las Vegas. Dentro de ella se encuentran el reverendo Brown y el mismísimo Elvis, en carne y hueso. Fuera, decenas de personas hacen cola para casarse. Pero no, no nos encontramos en la famosa ciudad de las luces de Nevada. Estamos en la Ciudad del Rock de la localidad madrileña de Arganda […]

Una iglesia en Las Vegas. Dentro de ella se encuentran el reverendo Brown y el mismísimo Elvis, en carne y hueso. Fuera, decenas de personas hacen cola para casarse. Pero no, no nos encontramos en la famosa ciudad de las luces de Nevada. Estamos en la Ciudad del Rock de la localidad madrileña de Arganda del Rey. Esto es el Rock in Rio.

El festival Rock in Rio comenzó en el año 1985 en Rio de Janeiro. Fue un éxito total y rotundo. Más de un millón trescientas mil personas vibraron con las canciones de AC/CD, Queen o James Taylor. El evento se repitió en 1991 y 2001, para después ser exportado a Portugal. Para la edición de 2001, el promotor del festival y publicista Roberto Medina decidió añadir el lema ‘Por un mundo mejor’ para hacer reflexionar a la gente sobre diferentes temas sociales y medioambientales, con una temática diferente para cada edición.

Desde entonces, el eslogan ha acompañado a todas las ediciones posteriores, pese a no estar presente en la creación original del festival. La organización destina entre un 2 y un 5% de la recaudación a este tipo de causas. Para esta nueva edición de Madrid, la organización se ha centrado en la lucha contra el cambio climático.

«Operación cosmética»

Precisamente una de los organizaciones ecologistas más importantes del planeta, Greenpeace, se ha mostrado desde un principio en contra de la realización del Rock in Rio por su «impacto ambiental»; por ser un modelo, en su opinión, «poco sostenible». «Nosotros hemos denunciado el uso que han hecho del tema ambiental y que han utilizado como bandera del proyecto. No se puede entender que un parque que produce un gran coste energético y que tiene una pista de nieve artificial utilice la bandera ambiental. Esto es una operación cosmética, un lavado de imagen», afirma Mario Rodríguez, director de campañas de Greenpeace.

Una de las iniciativas dedicadas a la reducción de emisiones consiste en la colocación de paneles fotovoltaicos en el escenario principal. Greenpeace afirma que esas placas solares «no funcionan, están para sensibilizar, pero no producen energía. Lo malo es que se está enviando una señal equivocada a la gente. Pueden pensar que están colaborando con causas justas y es mentira», afirma Rodríguez.

Para compensar las emisiones de CO2 -en Portugal se produjeron 3.800 toneladas-, el festival ha plantado 50.000 árboles en el bosque sur de Getafe. «Preferiríamos que no destruyan lo que hay, o que no hubiera pista de nieve», explica Rodríguez. No obstante, Rock in Rio pretende reducir en esta edición hasta en un 20% las emisiones en CO2. «Si destinan dinero a buenas causas por lo menos ya están ayudando en algo», comenta Sandra, que asiste a la jornada de clausura para ver a Lenny Kravitz. María, que ha venido también al concierto acompañada de su novio, opina diferente. «¿Por un mundo mejor? La pista de nieve y la electricidad que se consume en estos eventos no creo que ayude a conseguir un mundo mejor».

Ante las críticas recibidas por el festival, que argumentan la ausencia del lema ecológico ‘Por un mundo mejor’, Medina confiesa que en esta primera edición en España se han centrado más en la «comodidad» y peticiones» del público, «que quiere párking, tiendas buenas y césped artificial para evitar el polvo». «El cambio de conciencia ecológica llega de la mano del consumidor, y las marcas responden después, y por ahí va el trabajo de involucrar a los patrocinadores», añade.

Roberto Medina pretende expandir el proyecto año tras año. Portugal tuvo su Rock in Rio en 2004 y 2006. En 2008 ya se ha celebrado en Lisboa y Madrid, y para 2010 se espera añadir otra ciudad que acompañe a estas dos. La idea es la de ir aumentando sucesivamente el número de festivales por todo el mundo, exportando un mismo modelo de negocio y multiplicando los ingresos.

Evento patrocinado

Las 290.000 personas que han acudido al recinto durante los cinco días de festival han podido casarse con el reverendo en una iglesia patrocinada por una conocida marca de condones, bajar por una pista de snowboard, subir en una noria exclusiva para clientes de una compañía de telefonía móvil, montar en una tirolina o, por ejemplo, comprar en las 40 tiendas que hay en el recinto. «Aquí si te aburres es porque quieres», explica David, que ha venido desde Valencia para ver a Alanis Morissette.

Comida rápida, refrescos, ropa y todo tipo de merchandising. En el Rock in Rio puedes conseguir multitud de regalos con marca registrada con sólo un paseo. Además, decenas de stands promocionales encuentran el espacio perfecto para entrar en contacto con sus futuros compradores. «Solo faltó que interrumpieran los conciertos por megafonía para decir -solo de guitarra patrocinado por Movistar-. Esto es un festival diseñado para sacarte hasta el último euro», afirma Pedro, uno de los asistentes al festival.

Para muchos otros, esto no supone un gran problema. «Esta es la única forma de financiar el cartel. Al final, las facturas las pagan las grandes marcas, que se mueren por regalarte de todo», explica Matt, otro de los ‘rockeros’. «La Ciudad del Rock es un concepto innovador», sentencia. Con sus partidarios y sus detractores, Rock in Rio se ha convertido en el mayor parque de atracción musical de España. Para muchos, la Ciudad del Rock tiene más parecido con Disneylandia que con un festival al uso.