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Evaluación del libro de Francesc-Marc Álvaro "Els assassins de Franco"

La pena del dictador que no encontró quien le asesinase

Fuentes: Kaosenlared

  Es chocante, por no decir sospechoso, la cantidad de personas que encuentran, o a las que se le ofrece, un espacio en libros, periódicos, revistas, tertulias de radio y televisión, para defender el ‘buen’ capitalismo. Digo esto a cuenta de un libro que cae en mis manos y cuyo autor [1] está obsesionado por […]

  Es chocante, por no decir sospechoso, la cantidad de personas que encuentran, o a las que se le ofrece, un espacio en libros, periódicos, revistas, tertulias de radio y televisión, para defender el ‘buen’ capitalismo. Digo esto a cuenta de un libro que cae en mis manos y cuyo autor [1] está obsesionado por continuar con la repetida matraca de que no hay nada más natural ni más legítimo para las sociedades humanas como el buen liberalismo, en cualquier modalidad que se aplique. Es decir, cualquier otra alternativa que se proponga al capitalismo liberal, o al liberalismo capitalista, es una aberración que se ha de anatemizar. Por ejemplo, el comunismo, el socialismo, el anarquismo, o aquellas formas capitalistas que coquetearon con el nazismo o el fascismo, deben ser condenadas al fuego eterno, como se decía en tiempos del dominio del capitalismo católico ‘nazionalista’, y que vemos como vuelve a resurgir últimamente en manifestaciones convocadas por una derecha heredera y nostálgica del franquismo.[2]

Para sustentar la vieja tesis del buen liberalismo, F-MA utiliza dos tipos de recursos, con los cuales pretende condenar toda aquella propuesta ideológica que se aparte de la doctrina liberal:

-El primer recurso lo apoya en la moral política de dos grupos de personajes que dominaron unos, y padecieron otros, la vida política y económica española en los últimos 70 años: uno es el grupo al que llama los demócratas de toda la vida; y el otro al que llama los héroes que van a dejar morir el franquismo en la cama.

-El segundo recurso está basado en una clase de silogismo que toma como premisa, por cierto no demostrada, de que el capitalismo es el mejor e único sistema social, siempre que se apoye en el liberalismo, porque el liberalismo es sinónimo de democracia, la democracia sinónimo de sociedad abierta, la sociedad abierta sinónimo de pluralismo político, y el pluralismo sinónimo de respeto con las libertades individuales. El autor escribe 229 páginas contra todo y todos para respaldar y restablecer el buen liberalismo.

Demócratas y héroes

En el caso del primer tipo de recurso, toma el ejemplo del comportamiento de un personaje del grupo de demócratas de toda la vida, como Juan Antonio Samaranch, y lo apareja con otro del grupo de héroes, en este caso el de Santiago Carrillo, y nos explica como apenas hay diferencias pragmáticas entre ellos; después toma a Rodolfo Martín Villa y lo apareja con Narcís Serra i Serra, y así sucesivamente con personajes de uno y otro bando, para demostrar, como mediante ciertos cambios y acuerdos, el transformismo político e ideológico es muy sencillo de realizar, y que fue el que posibilitó la transición democrática..

Este recurso de lenguaje lo vuelve a utilizar para explicar como muchos franquistas que, en un momento dado podían haber sido considerados y juzgados malos ciudadanos, se convierten en buenos ciudadanos, incluso defendidos por héroes como el presidente Tarradellas, Narcís Serra, Pasqual Maragall, Jordi Pujol, etc. Es decir, franquistas los había buenos y malos, dependiendo del momento o el hecho en cuestión: aparte de los mencionados Samaranch y Martín Villa, tenemos a un Manuel Fraga Iribarne que puede ser las dos cosas a la vez, los mismo que el alcalde de Barcelona Josep Maria Porcioles y Laureano López Rodó, por mencionar algunos de los que aparecen en el citado libro. Según el autor, todo esto formaba parte del previo acuerdo entre los demócratas y los héroes más destacados de ambos grupos, de acomodar el espíritu de la reconciliación a la transición, de reconocer un trato implícito que consistía en pasar página y concederse una amnistía mutuamente, que no sólo beneficiase a los héroes sino también a los demócratas de toda la vida, y de manera especial y permanente al régimen franquista. A juicio de F-MA, una triquiñuela que empleaban para eludir responsabilidades personales y colectivas por los latrocinios cometidos por ambos bandos a partir de la Guerra Civil.

Suponemos que esta vieja treta de utilizar las más bien manipuladas verdades parciales y explicarnos el camaleonismo practicado por los dos grupos, F-MA lo hace por algún motivo: pensamos que la finalidad sustancial que persigue, en último término, es despistar al lector con tanto hecho irrefutable, y hasta ameno y real, para desprestigiar todo aquello que no sea el auténtico liberalismo. Desprestigiando a los franquistas, el autor consigue desacreditar las etapas del capitalismo acogido a doctrinas autoritarias como el nazismo y el fascismo, y a dictadores como Franco, Hitler y Mussolini; desprestigiando a los antifranquistas consigue denigrar el socialismo soviético, y con ello a dictadores como Stalin, Ceaucescu, y demás gente. En este sentido, dedica una buena parte del libro a explicar que mucho de los héroes antifranquistas no luchaban por la democracia, sino por alguna clase de totalitarismo rojo, lo cual lo hace sinónimo de comunismo, y poder concluir: «no tiene mucho interés oponer el nazismo de derechas al comunismo de izquierdas: ambos son, y eso es mucho más importante, extremos, totalitarios y no democráticos».[3] El personaje que elige el autor como más representativo de esta identidad de totalitarismos es Manuel Sacristán Luzón. Explica como en su juventud había sido un autoritario falangista y después se había convertido en un autoritario comunista. Y dice que el «venerado profesor pasa del azul al rojo, pero siempre mantiene un hilo de continuidad que consiste en el sometimiento del individuo a la estructura, el ataque a la democracia pluralista y el menosprecio por la sociedad abierta».[4] Con esta expresión, símbolo de un buen ataque, el autor nos desvela las claves de lo que pretende defender: el liberalismo democrático.

Sin embargo, cosa sospechosa en tan agudo autor, no nos menciona para nada otro personaje con una trayectoria y un camaleonismo similar al que acusa en M. Sacristán, como es el Rey de España, que en su juventud vistió el uniforme de falangista y fue hijo de la dictadura, y después aceptó un puesto poco o nada democrático, pues ningún ciudadano lo hemos elegido por sufragio universal. Mañana, el Rey puede volver a la dictadura, donde fue amamantado, y pasado mañana regresar a la democracia, de donde sigue mamando, pues conoce de sobra ambos caminos. También aprovecha para desacreditar a los países del Este, pero no se acuerda de los países del Golfo, como Kuwait, Arabia Saudi, o los emiratos árabes, países gobernados por fuertes dictaduras, sociedades cerradas, donde el individuo está sometido a las estructuras religiosas, pero como son amigos de los EE.UU, ahí quedan. Y ya no digamos Israel, que pasa desapercibido, suponemos porque lo considera un país demócrata y liberal en sus relaciones internas. Para acabar, F-MA también se queda callado delante de las invasiones de Afganistán e Irak por parte de los EE UU, algo que acusa a M. Sacristán de no hacerlo en 1981 ante la invasión soviética de Afganistán (p. 147); el autor, digo, denuncia el imperialismo soviet pero se queda mudo ante la invasión imperialista de estos y muchos otros estados por parte del imperialismo yanki. Por el imperialismo bueno (democrático, liberal y capitalista) está dispuesto a justificarlo todo, mientras que por el imperialismo malo (totalitarista y comunista) no perdona nada.

El ‘buen’ capitalismo es liberal

Para el segundo recurso, vamos a tomar como referencia los EE UU, conocido símbolo y paradigma del (neo) liberalismo capitalista, de la sociedad abierta, y de todos los mitos democráticos, implícitamente defendido por F-MA, y santificados en los diferentes textos constitucionales.[5]Comprobemos la realidad de lo que decimos:

La sociedad abierta.

En la realidad diaria de cada ciudadano, ¿qué supone esta expresión? Que los negros han sido y son explotados mediante leyes esclavistas y discriminados por actitudes racistas; que los viejos sindicalistas [6] fueron perseguidos con medidas similares a las de la ley Taft inglesa; que la caza de los comunistas fue posible mediante la ley McCarthy; que el encarcelamiento e incomunicación de los <> se hace legalmente mediante la PatrioticAct; o que, dicho de forma irónica, permite que sus fronteras estén tan abiertas que cualquier ciudadano del mundo pueda entrar y salir por ellas sin ningún inconveniente policial.

Si señor, la sociedad norteamericana puede ser una sociedad abierta, transparente y con gran movilidad social en la imaginación de algunos ingenuos comentaristas y escritores, pero bien cerrada en la realidad por todo tipo de limitaciones legales: a la vista de todos está y se puede comprobar como los blancos viven con los blancos, los negros con lo negros, los hispanos con los hispanos, las parejas mixtas con las mixtas, los obreros en su clase y los ricos en la suya; una sociedad donde cada uno vive y convive en su área racial y social, y con apenas movilidad social y étnica entre ellos; una sociedad donde cada uno vive en el gueto que le corresponde.

El pluralismo político.

En este país, como el la mayoría de los estados democráticos, la gestión política de la sociedad se reduce a dos grande partidos: el que está en el leal gobierno, intentando evitar que lo envíen a la oposición; y el que está en la leal oposición esperando su turno para ocupar el gobierno; la necesidad de que existan dos partidos es un factor indispensable para el funcionamiento de la democracia burguesa. Los demás partidos son tan pequeños que apenas cuentan como para no respaldar a alguno de los grandes en un momento puntual. En los EE UU la alternancia está entre el partido republicano y el partido demócrata, dos organizaciones, o dos caras del capitalismo, con apenas diferencias ideológicas y pragmáticas entre ellos. Como tampoco las hay entre los ciudadanos, que una y otra vez votan fielmente a estos dos partidos; votan colores y personajes, influidos por shows mediáticos, pero no por programas políticos. Por tanto, dada la fidelidad del voto, ni la opinión de las minorías ni de los ciudadanos son muy tenidas en cuenta. ¿Si el bipartidismo representativo, y la participación esporádica, es el modelo que el autor dice que aspira para sus hijos, la verdad es que no piensa dejarles mucho patrimonio político del que puedan disfrutar personalmente!

Libertades individuales.

En todos los países, las libertades individuales son sinónimo de derechos individuales, y unas y otros están mencionados explícitamente en las Constituciones. Pero estas cartas no tienen ni pueden imponer instrumentos que garanticen las libertades o los derechos de las personas; tampoco tribunales que puedan castigar a los gobiernos que los violan. Por ejemplo, ¿cuál era el derecho de un negro esclavo a que se respetase su libertad?, ¿o cuál él de un comunista a que se garantizase su derecho a la libre expresión y asociacionismo? Y estos hechos no son aberraciones del pasado sino que actualmente se están cometiendo con la misma intensidad. ¿Por qué no recordamos los derechos de expresión, creencia, asociación, libertad, etc., que tienen los presos de Guantánamo, Abu Ghraib, y de tantas otras cárceles que desconocemos? [7] Los gobiernos democráticos, además de privarlos de todos sus derechos humanos y ciudadanos, en estos lugares se tortura impunemente, otro acto prohibido en todas los documentos sobre derechos ciudadanos, que ciertos países considerados demócratas violan, y que otros deciden ignorar, mirar para otro lado.

Cabe, sin embargo, reconocer que el único derecho que está amparado, protegido y defendido en las democracias es el de la propiedad privada; se da el caso que un 90% de la riqueza productiva de los EE UU está en manos del 10% de la población. Si el poder económico da libertad, ¡sólo un 10% de la población tiene garantizado este derecho!

Otros asuntos que merecían estar incluidos

– Cuando era el perrito faldero del dictador, el Rey vistió el uniforme del Movimiento, levantó el brazo y juró sus principios, tantas veces como la ocasión lo exigió. Como decíamos antes, el autor no hace ni el mínimo comentario.

-Se dijo y se dice que la intervención del Rey durante el 23-F fue muy dudosa; por tanto, al igual que el autor resiente que no haya habido reconciliación entre los contendientes de la Guerra Civil española, echamos de menos en su arqueo de hechos y personajes que no nos dé una explicación sobre cual fue verdaderamente el papel del Rey aquella famosa noche.

-El autor cae en esa manía tan repetitiva de mirar a nuestra historia en términos de dos Españas; en este caso, la de los héroes y los demócratas de siempre, calificando al resto de los mortales de afranquistas. Pienso que había más grupos y organizaciones, así como personas comprometidas a título individual, a quienes el autor no menciona ni para descalificarlos. ¿Olvido, ignorancia, ineptitud, incoherencia? Seguramente una mica de tot.

-Tampoco encontramos una sola mención a las perversidades del capitalismo como sistema social. ¿No será que también él comienza a ser victima del Alzheimer?

Todo debe concluir

Como resultado de toda su disertación, ¿de qué democracias, de qué sociedades abiertas, de qué libertades individuales, nos está exhortando F-MA? En el capitalismo, ni el liberalismo, ni los totalitarismos civiles o militares, son sistemas políticos que puedan proteger a los ciudadanos de la explotación y el dominio de la clase social que controla la sociedad de acuerdo con la realización de sus intereses. Y no lo digo yo solamente, sino que son muchos los autores críticos que coinciden en señalar como EE UU practica el imperialismo en sus relaciones con los demás países, un imperio dónde se dan internamente la mayores desigualdades sociales y económicas, donde violan el derecho internacional cuando les conviene, se saltan los derechos humanos, practican la pena de muerte hasta con menores, torturan, invaden países, financian levantamientos, derrocan gobiernos democráticamente elegidos, han legalizado la corrupción elevándola a categoría de lobby, etc. Como nos recuerda Bertrand Russell, el capitalismo es un sistema despilfarrador en la producción e injusto en la distribución, donde una minoría ejerce un poder total sobre el resto de la población. Los EE UU no son precisamente una excepción.

Por tanto, con todas estas prácticas perversas del modelo yanki de sociedad, me parece que F-MA debiera reconsiderar que grado de sociedad abierta y que nivel de garantía de las libertades individuales puede asegurar el liberalismo democrático. Entendemos que, ideológicamente, él defienda este tipo de sociedades, pero la realidad de las mismas no nos convence a los que proponemos, cargados de utopía, la trasformación del capitalismo hacia otras más respetuosas con el género humano. Analizar y denigrar unos personajes y unas ideologías de una etapa de la historia de España, aunque tuviera razón, no es suficiente para llegar a la conclusión de que el modelo social a defender es el buen liberalismo.


[1] Francesc-Marc Álvaro. Els assassins de Franco. L’esfera dels llibres. Barcelona 2005.

[2]Como señalaba al comienzo, alguien más comparte esta idea cuando dice que «con este libro, tal vez sin pretenderlo, F-MA ha suministrado más material bélico a la extrema derecha antidemocrática. Pronto, quizá, recibirá los elogios de los boletines de la FAES y las bendiciones de la COPE». Borja de Riquer Permanyer. El País. 2 febrero del 2006. Véase tambiénwww.kaosenlared.net

[3] Cita que hace el autor del libro de Tzvetan Todorov. Memoria del mal, tentación del bien. p. 127.

[4] Francesc-Marc Álvaro. Trabajo citado, p. 133.

[5] Por ejemplo, The Bill of Rights (1689) y The Declaration of Independence (1776).

[6] Los nuevos se han integrado en el sistema, cuando algunas de estas organizaciones no han sido dirigidas por elementos mafiosos.

[7] Aparece estos días en la prensa como «el Pentágono ha incrementado de forma sigilosa las dimensiones de una prisión en Afganistán, donde mantiene encerrados a 600 sospechosos de terrorismo. En este centro de detención en la base Bagram, algunos de los presos llevan hasta tres años detenidos sin que hayan presentado cargos contra ellos… No tienen acceso a abogado ni a saber las razones por las que han sido incluidos en la categoría de combatientes enemigos«. El País. 27 febrero del 2006.