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La (planificada) estrategia de la araña

Fuentes: Rebelión

Con perdón para los arácnidos por la comparación por supuesto

Tomo pie en la información de Andreu Manresa [1].

La carta ya era conocida. La firma Julita (sic) Cuquerella, «Asesora Personal D. Iñadi Urdagarin», una persona que, desde luego, debe estar informada, muy informada sobre muchos nudos y aristas de la red UBT. ¡Cuánto se debe quedar para sí la asesora personal del Duque palmesano!

Sin cambios ni correcciones ortográficas, la nota en cuestión:

«Adjunto te envío las dos copias del contrato. Me dice Iñaki [no don Iñaki, ¡qué confianzas!] que una vez firmados habría que enviarle uno a el.

También me dice que te copie el siguiente número de cuenta, que tu ya sabes para qué es:

ALTERNATIVE GENERAL SERVICES [AGS] LTD

CREDIT SUISSE

LAUSASANE

Nº de cuenta: 0251 206 980 9

Swift Code: CRESCHZZ12A

Ref: […]

Muchas gracias.

Atentamente»

El yernísimo, recuerda Manresa, cobró «hasta 375.000 euros por un solo contrato de asesoramiento a la empresa valenciana Agval para abordar inversiones internacionales», el dinero que muchas trabajadoras tardan en ganar unos 20 años. Eran los tiempos de Camps y sus amiguitos.

El dinero conseguido por «la mediación se transfirió a dos cuentas en el extranjero. La investigación judicial ha logrado identificar las diferentes sociedades pantallas usadas en la operación». El primer hilo de la investigación del desvío de este dinero es la nota anterior, tarjeta según parece, de doña Julita Cuquerella, que pasó a Miguel Zorío, un publicista valenciano de Lobby Comunicación, un -palabras muy generosas de Andreu Manresa- «aliado económico circunstancial de Urdangarin y su socio Diego Torres en operaciones del Instituto Nóos en Valencia». El destinatario final fue un ejecutivo de Agval, Enrique Calabuig, la persona que, en principio, había contratado los servicios del yernísimo.

En sus declaraciones ente el juez de Palma de Mallorca, don Iñaki «negó tener cuentas exteriores y estar autorizado para actuar de manera opaca en el extranjero». ¿Y entonces? ¿De dónde ese dinero? En realidad, según sus declaraciones, era «para pagar los servicios de un empresario de origen jordano llamado Manssour Tabaa». Yernísimo dixit.

¿Dijo don Urdangarin la verdad en el juzgado? Pues no lo parece, no parece que todo este turbio asunto sea una cuestión de veracidad.

De hecho, recuerda Andreu Manresa, los responsables de Agval, quienes finalmente ingresaron el dinero en la cuenta suiza que se les indicó, siempre han sostenido que «entendieron que con ese pago abonaban los servicios de asesoramiento [¿y qué será eso?] que había prestado para ellos el duque de Palma» y aseguraron, además, que ignoraban quien era Manssour Tabaa.

Falsación popperiana, por partida doble, casi inapelable. Y la verdad -recuérdese- es la verdad, la diga Agamenón o la diga su porquero.

Además, el punto no es marginal, en el entramado aparece en lugar destacado un amigo del duque palmesano y de doña Cristina, la hija de la primera autoridad del Estado, el empresario, José María Treviño.

La duda psico-sociológica se impone: ¿un amigo de la pareja real que nunca dice nada de estos asuntos cuando se reúnen para cenar, ir al cine o dar una vuelta? ¿Nada de nada? ¿Una cuenta suiza relacionada con don Iñaki de la que su esposa no tenía ni la más remota idea? ¿Y el suegro tampoco? ¿No debería doña Cristina estar un poco mosqueada? ¡Qué marido tan suyo, tan ocultista! ¿O es que sabía algo, aunque sea un poquito, pero le da un poco de apuro decirlo?

Es necesario insistir: ¿de verdad que no tiene nada que decir la infanta Cristina a la justicia? Aunque no sea imputada, vayamos con todo el cuidado del mundo (y de la galaxia), ¿no podría ayudar un poquito a la deconstrucción del este estudiado y planificado entramado que valió un doctorado por ESADE a don Diego Torres con referencias en la bibliografía a sesudos artículos del yernísimo?

Nota:

[1] Andreu Manresa, «El juez del caso Nóos investiga…» El País, 16 de agosto d3 2012, p. 9.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.