La recuperación económica de los últimos años ha provocado un crecimiento de empleos muy cualificados o muy poco cualificados, mientras que se han estancado los niveles laborales intermedios
Superada la crisis, o al menos una parte importante de ella, España no ha sido capaz de adaptar su mercado laboral a los nuevos retos que se están presentando en el sistema económico y productivo, como la robotización, el cambio tecnológico o la innovación. Así lo advierte el artículo La nueva generación de tecnologías digitales en España, del profesor de economía Josep Lladrós, de la Universitat Oberta de Catalunya. Según el estudio, la creación de empleo en España se ha caracterizado en los años más recientes -de 2013 a 2017- por una importante polarización, donde principalmente se ha creado tanto empleo muy cualificado como trabajo caracterizado por tareas repetitivas y rutinarias.
Los niveles laborales intermedios, por su parte, han sido los que menos desarrollo han tenido durante este periodo.
En comparación con la Unión Europea, el empleo en España muestra un mayor nivel de dinamismo a la hora de promover tareas y ocupaciones de carácter rutinario y repetitivo, como los servicios o la atención a pacientes y clientes. Por el lado contrario, los trabajos caracterizados por «la presencia de tareas intelectuales, el uso de tecnologías digitales y la organización laboral basada en la autonomía o el trabajo en equipo son comparativamente menores que los de la media de la UE».
Ante este escenario, el mercado laboral español podría ser más sensible que otros al impacto de la automatización y robotización de las tareas de bajo valor añadido. Sin embargo, parece también necesario atender tanto al grado de repetición como al nivel de estandarización de los procesos de trabajo para conocer en profundidad hasta qué extremos se pueden ver afectadas estas labores por los cambios tecnológicos.
De esta forma, el grado de repetición de tareas en el mercado laboral español es mucho más alto que en resto de los países de la UE, pero el grado de estandarización de los procesos se encuentra por debajo de la media de los socios comunitarios. Tal y como advierte la investigación, esto se debe a la predominancia de los trabajos en hostelería o asociados al cuidado, más difíciles de sustituir y reproducir con el uso de tecnología.
Una situación que, además, no parece cerca de cambiar. Según el estudio, el dominio de este tipo de empleos y el freno a los procesos de robotización se han visto reforzados por otras dinámicas económicas y políticas, como la contención salarial, la flexibilización en la contratación y en los despidos y el descenso de la inversión en innovación.
Esta polarización del mercado laboral también aparece claramente definida si se usan como referencia otras clasificaciones internacionales de las ocupaciones, como la promovida por la Organización Internacional del Trabajo (ISCO-08). Según este estándar, las habilidades básicas siguen siendo el requisito dominante en el nuevo empleo creado en el país, bastante por encima de las intermedias y complejas.
Por último, el artículo de Josep Lladós advierte del desfase que se está produciendo entre los cambios que no terminan de llegar al modelo productivo y la propia formación de la población trabajadora, que sí se ha ido orientando hacía una nueva composición del empleo caracterizada por una mayor cualificación y conocimiento técnico. La consecuencia es un desajuste educativo en el que predomina una población ocupada con estudios superiores (42,8%) y una demanda de habilidades complejas bastante más discreta (32,6%).
De esta manera, señala el documento, se produce un traslado de trabajadores con niveles educativos altos hacia los puestos de trabajo que requieren competencias y habilidades más sencillas, generalizándose fenómenos como la sobrecualificación o la infrautilización de los trabajadores.