Para el gobierno de Cuba, la aparición en programas televisivos de tres ex funcionarios vinculados a la censura y a la represión en la isla durante el llamado quinquenio gris (1971-1976) fue un error, y de ninguna manera se trata de un cambio de política cultural asociado a la enfermedad de Fidel Castro y la […]
Para el gobierno de Cuba, la aparición en programas televisivos de tres ex funcionarios vinculados a la censura y a la represión en la isla durante el llamado quinquenio gris (1971-1976) fue un error, y de ninguna manera se trata de un cambio de política cultural asociado a la enfermedad de Fidel Castro y la presidencia interina de su hermano Raúl.
El ministro cubano de Cultura, Abel Prieto, marcó así -en entrevista con La Jornada– la posición oficial sobre el tema que en las recientes semanas ha sido motivo de intenso debate en ámbitos políticos y culturales, tanto dentro como fuera de Cuba.
De acuerdo con Prieto, los ex funcionarios que aparecieron en esos programas, durante el ejercicio de sus cargos »no aplicaron la política cultural unitaria de este país, y por eso fue un error de la televisión presentarlos, creando esa percepción entre nuestros principales artistas y escritores».
La entrevista se realizó en un salón de las oficinas del Ministerio de Cultura, el pasado 15 de febrero. El funcionario abrió un espacio en su agenda repleta de actividades relacionadas con la Feria Internacional del Libro de La Habana, que en esos días se llevaba a cabo, uno de los principales acontecimientos culturales de la ciudad.
Debate sobre el quinquenio gris
El debate sobre el quinquenio gris comenzó a principios de enero, poco después de que aparecieron en sendos programas televisivos tres funcionarios de esa etapa: Luis Pavón Tamayo, Armando Quesada y Jorge Serguera, presentados como si hubieran hecho aportaciones valiosas a la cultura cubana.
Muchos escritores y artistas de la isla respondieron críticamente ante lo que les parecía una reivindicación de los verdugos.
El debate empezó en Internet: correo electrónico, blogs y distintos foros, y aterrizó en una amplia reunión en la Casa de las Américas, institución emblemática de la cultura oficial cubana (La Jornada, 6 de febrero).
Luis Pavón Tamayo dirigió el Consejo Nacional de Cultura (hoy Ministerio de Cultura); Jorge Serguera presidió el Instituto Cubano de Radio y Televisión y estuvo vinculado a los »juicios revolucionarios» contra opositores al régimen; Armando Quesada se hacía cargo del área teatral. De distintas maneras los tres protagonizaron episodios de censura y represión durante el quinquenio gris.
Tras la respuesta crítica de intelectuales residentes en la isla, se llevó a cabo una serie de discusiones de integrantes de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Al respecto, Prieto explicó: »La dirección del partido les envió un mensaje, del que yo fui portador, en el sentido de que había sido un error la presencia en televisión de esos tres ex funcionarios. ¿Por qué? Porque hoy la dirección de este país ve muy críticamente esa etapa, por suerte breve, donde nos apartamos de la política cultural que la Revolución inauguró en 1961 y en la que se invitaba a unirse en la obra cultural a los artistas y escritores de todas las tendencias, de todas las generaciones; católicos, comunistas, incluso no revolucionarios pero que fueran honestos».
Como muestra de que ha habido una »rectificación» de los errores del quinquenio gris, el ministro de Cultura señaló que muchos de los escritores y artistas que participaron en el actual debate y que en su momento sufrieron en carne propia la censura y la represión, hoy son ampliamente reconocidos por la Revolución, »editan sus libros, estrenan sus obras».
Mencionó en particular al poeta, ensayista y narrador César López, a quien estuvo dedicada la edición más reciente de la Feria Internacional del Libro de La Habana. Precisamente al comienzo de la Feria, López leyó un texto crítico de la homofobia y las acciones represivas de que fueron objeto varios escritores a finales de los años 60 y principios de los 70 (La Jornada, 10 de febrero).
El respaldo del partido
En opinión de Prieto »fue muy importante» que la Uneac contara con ese respaldo del partido: »Se organizó un ciclo de debates en Casa de las Américas, que no estaba concebido para la prensa, al que asistieron intelectuales cubanos por invitación para debatir sobre aquellos errores: ¿en qué consistieron?, ¿qué dañaron? Pienso que después de las discusiones y los análisis ha salido reforzada la unidad de la gente en torno a nuestra actual política cultural».
La situación -observó el ministro de Cultura- provocó reacciones »muy agresivas desde Miami» y una revista digital, Encuentro, que es financiada por la asociación derechista Nacional Endowment for Democracy (NED), »pretendió asociar lo que fue un error coyuntural con la salud de Fidel y con el desempeño de Raúl como presidente provisional de Cuba, como si este error tuviera que ver con el funcionamiento de nuestra institucionalidad cultural».
De aspecto informal, pelo crespo largo, Abel Prieto es uno de los altos funcionarios más singulares del gobierno cubano. Su trato cortés y desenfadado rompe con la distante solemnidad de los políticos convencionales. También escritor y profesor de literatura, antes de ocupar el Ministerio de Cultura fue director de la editorial estatal Letras Cubanas y presidente de la Uneac.
Propios y extraños lo consideran un funcionario no dogmático, cuyo papel ha sido decisivo en la buena relación que actualmente priva entre las comunidad intelectual y artística de la isla con el gobierno cubano, sobre todo después de etapas como la del quinquenio gris. Se sabe que durante el reciente debate, su intervención facilitó el entendimiento entre las distintas posiciones, de un lado y otro.
Durante la entrevista, el funcionario también reflexionó sobre los distintos momentos de la cultura cubana después del triunfo de la Revolución; sostuvo que el »realismo socialista» es »una aberración»; reconoció que ha habido »temas tabú» y defendió la importancia y la necesidad de la crítica.
-¿Cuáles son los principios que hoy rigen la política cultural cubana?
-Primero, una política de una extraordinaria amplitud en términos de convocatoria, que no tiene nada que ver con el sectarismo, no tiene nada que ver con el dogma.
-¿La podríamos llamar reivindicatoria?
-Podríamos usar esa palabra si la asocias a la coyuntura sectaria, pero creo que es más que eso. Tiene que ver con aquella política que se fundó en 1961, que define la cultura nacional pero no es chovinista sino que es muy abierta, tiene una vocación universal. Aquí ha estado Noam Chomsky y el propio José Saramago después de aquellas declaraciones que hizo y que fueron tan amargas. Sin embargo estuvo aquí y saludó a Fidel.
»Cuba reivindica permanentemente un pensamiento de la emancipación que tiene mucho que ver con la democratización del producto cultural, de las artes plásticas, del cine. Nos interesa un lector, un espectador, un receptor de la cultura, participativo y al mismo tiempo preparado para conocer, entender lo mejor e incluso lo más sofisticado del arte.
»La gente acude masivamente a ver el Festival de Cine Latinoamericano, los ciclos de cine europeo, o el cine estadunidense experimental, a pesar de que tenemos influencia del peor cine hollywoodense. El festival de ballet, un arte que se considera asociado a minorías, también es tremendamente masivo.»
También »tratamos de conservar la memoria, ahí está todo el trabajo que hemos venido haciendo con el patrimonio; el tema de los jóvenes es para nosotros fundamental, proteger su obra, que no se vean obligados a hacer concesiones en busca del mercado. Ahora tenemos un boom de jóvenes realizadores de cine y video, de documentalistas. ¿Cómo respaldar sus proyectos con pocos recursos?»
La industria del libro, asegura Abel Prieto, »es un área que ya salió de la crisis, gracias al respaldo del gobierno central, pero el cine está todavía en una crisis muy grave; en la música, hemos creado un nuevo sello editorial que se llama Colibrí, para trovadores, raperos, roqueros, buscando áreas que no están tradicionalmente asociadas al mercado del disco».
-¿Ya está suficientemente madura, fortalecida, la Revolución para relacionarse de otra manera con la crítica, aun en el asedio?
-La crítica y la reflexión sobre nuestros errores ha sido un estilo permanente de este país. Hay una frase de Cintio Vitier que me gusta mucho, dice: »nuestro desafío es construir un parlamento en una trinchera». Creo que es muy obvia la necesidad del debate en las instituciones de la Revolución. Acuérdate de las películas de Tomás Gutiérrez Alea, desde La muerte de un burócrata hasta Memorias del subdesarrollo. No eran películas complacientes. Desde Memorias del subdesarrollo hasta Fresa y chocolate hay un cine revolucionario y al mismo tiempo inconforme, donde la herejía está incorporada a nivel, te diría, celular. O Suite Habana, esa obra maestra de Fernando Pérez, que es un canto a la dignidad, a la resistencia; cómo se puede ser digno en las peores condiciones, en condiciones de ruina material, la dignidad está presente.
»Tú mira nuestra literatura, desde Senel Paz hasta Leonardo Padura: la Revolución no ha fomentado un arte panfletario, propagandístico, la crítica lo ha acompañado siempre. Hay cosas que a veces no se dicen cuando se habla de nuestros poderes populares y nuestra asamblea nacional, como que un ministro está sometido sistemáticamente a discusión. Creo que la Revolución está madura y lo ha estado en otros momentos para que esa capacidad autocrítica, esa capacidad reflexiva sobre sí misma, se ejerza de manera rigurosa, sin temer a lo que puedan decir de nosotros fuera de Cuba.
»Es verdad que ha existido ese asedio de una manera permanente, pero en la cultura esa mentalidad de plaza sitiada nunca ha prosperado, ni cuando se derrumbó la Unión Soviética, en 1989. En ese tiempo estaba Armando Hart como ministro y yo era presidente de la Uneac. Recuerdo que en los peores momentos, inclusive en los de mucha incertidumbre, se discutía y se analizaba colectivamente la política cultural. Para nosotros es fundamental que el artista, el intelectual protagonice la vida de la institución.»
-¿Ya no hay temas tabú o nunca los hubo?
-Los ha habido. El tema de la homofobia, que ha estado sometido a debate en estos días porque estas personas que aparecieron en televisión realmente practicaron una exclusión de los homosexuales. Venimos de una tradición machista muy fuerte. Cuando entre a la universidad, en el año 68, conocí gente muy honesta e intelectualmente con mucha preparación, pero que eran homófonos. Eso ha ido cambiando. Cuando nació el Ballet Nacional de Cuba, que antes se llamaba Alicia Alonso, los varones hubo que buscarlos en los orfanatos porque las familias cubanas no querían que sus hijos estudiaran ballet porque eso era cosa de homosexuales. Hoy los niños que quieren entrar al ballet son varones y sus familias los llevan.
»No puedo decir que el problema esté superado, igual que los prejuicios raciales. Tú puedes barrer con las bases institucionales del racismo y de la homofobia, pero prevalece en algunos sectores.»
-¿Para el gobierno cubano qué representa hoy el término realismo socialista?
-Eso es una aberración y convertirlo en política oficial fue uno de los grandes errores que se cometieron en la Unión Soviética y en los demás países del bloque soviético. El Che Guevara, en El socialismo y el hombre en Cuba, es implacable con esa idea, porque asocia el realismo decimonónico con las ideas del socialismo. Es una locura. Y Fidel, en Palabras a los intelectuales, se separa radical, tajantemente, de ese tipo de concepto. Aquí hubo gente que lo quiso imponer y ahora se le ve como una historia triste de errores esenciales que se cometieron en esos países en el campo de la cultura y que le hicieron daño a la legitimidad de esos procesos.
-¿Cómo hay que leer hoy aquella frase »Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada»?
-Ése es un momento, una frase dentro del discurso que se conoce como Palabras a los intelectuales. Lo que pasa es que cuando tú sacas eso y lo conviertes en un eslogan, la gente dice, bueno, y quién interpreta lo que está dentro y lo que está contra. El propio Fidel dice que incluso dentro de la revolución tiene que haber un espacio para que trabajen en la cultura y colaboren con nuestra obra cultural inclusive aquellos intelectuales que no se consideren revolucionarios. Es decir, el dentro no es exclusión, es convocatoria amplísima a todas las tendencias. Después los exégetas, en nombre del dogma, traicionaron ese discurso.