A pesar de que Fidel Castro ha cedido temporariamente el gobierno cubano, Soraya Castro Mariño no avizora cambios en la relación La Habana-Washington en el corto plazo. Investigadora del Centro de Estudios sobre EE.UU. de la Universidad de La Habana, Castro Mariño cree que la política de la Casa Blanca hacia la isla es básicamente […]
A pesar de que Fidel Castro ha cedido temporariamente el gobierno cubano, Soraya Castro Mariño no avizora cambios en la relación La Habana-Washington en el corto plazo. Investigadora del Centro de Estudios sobre EE.UU. de la Universidad de La Habana, Castro Mariño cree que la política de la Casa Blanca hacia la isla es básicamente una «filosofía de castigo» y que sólo será posible un avance cuando haya un recambio generacional tanto en Cuba como en Miami. De visita en nuestro país para la Segunda Jornada jurídica Cuba-Argentina en la Universidad Nacional de La Plata, y para dictar un curso en el Instituto de Relaciones Internacionales de la UNLP, Castro Mariño dialogó con Clarín.
-¿Es éste el momento para un cambio en las relaciones entre Cuba y EE.UU.?
-No va a haber cambios. El gobierno de EE.UU. ya lo tenía muy definido, antes de la operación de Fidel Castro. El mes pasado Washington reveló un documento donde planteaba que no admitiría un gobierno encabezado por Raúl o Fidel, aun electos a la manera norteamericana. La Casa Blanca ha planteado que no quiere una sucesión, sino una transición. El paradigma iraquí está muy presente: un modelo de tránsito que debe tomar una serie de medidas como la convocatoria de elecciones libres y multipartidistas.
-¿Cree que EE.UU. alienta una solución militar?
-Si bien la guerra en Irak nos mostró que EE.UU. está dispuesto a actuar unilateralmente, desde el punto de vista táctico, la situación estadounidense en Oriente Medio es tremendamente complicada como para que inicie una acción militar al estilo iraquí no sólo en Cuba sino en cualquier lugar del mundo.
-Pero podrían promover alzamientos internos.
-Luego de que se operó Castro, las declaraciones iniciales de la Casa Blanca fueron cuidadosas. Si le quitabas la retórica a las palabras de George Bush, se veía una preocupación sobre una oleada ilegal que pueda desestabilizar la frontera sur en un momento delicado para EE.UU.
-Buena parte de los dirigentes opositores dentro de la isla se mostraron en contra de una intervención de EE.UU.
-Esto tiene mucho que ver con el sentimiento nacional en momentos de crisis en donde la unidad es necesaria. Quizás desde el cono sur cueste trabajo comprender esta lógica, pero la República de Cuba surge bajo la intervención de tropas norteamericanas. Nuestra primera Constitución tiene una enmienda (la Platt), que regula las relaciones con EE.UU. Es decir que desde el punto de vista de la cultura política hay un sentir de que los cubanos tenemos derecho de decidir nuestro futuro y que el designio no puede venir desde el imperio.
-Desde la perspectiva cubana, ¿qué debe hacer EE.UU. para mejorar las relaciones?
-El derecho internacional, el principio de no intervención, el respeto a la historia y la vocación independentista de ambos países sería un punto importante de partida. Para ser honesta, no creo que la administración tenga una voluntad política con respecto a Cuba.
-¿Por qué?
-Porque Cuba no sólo es una variable de política externa, sino también de política doméstica. No podemos perder de vista las elecciones de noviembre, y la presidenciales de 2008 donde Florida, con un electorado cubano importante, es un estado clave. Además, yo no conozco casos en que EE.UU. haya negociado con los líderes históricos de revoluciones. Ni en China, ni en Vietnam.
-¿EE.UU. podría apoyar una salida a la China, con una apertura económica, pero no política?
-Hubo una época de apertura cubana, donde se tomaron una serie de medidas económicas liberales. Los agricultores de EE.UU. pueden vender sus productos a Cuba. Yo no creo igual que la presión industrial pese lo suficiente. Cuba no es China en términos de mercado. Pero lo que pasó en los ’70, con la política hacia China, no deja de ser un paradigma interesante.
-¿Pero sólo será posible cuando se muera Fidel?
-Quién sabe, a lo mejor ni siquiera la muerte de Fidel lo logre. Es que la filosofía de EE.UU. es de castigo. Y no creo que cambie con la muerte del comandante. A eso hay que darle un tiempo. No tengo idea de cuánto. Como Cuba generacionalmente está cambiando, también la derecha radical en Miami está muriendo y hay nuevas generaciones que a lo mejor son mucho más sensibles a una negociación más pragmática.