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Dialogando con Manuel David Orrio

La prensa cubana o «fría se la toma cualquiera»

Fuentes: Martianos

Todo el que haya vivido en algún país con clima tropical, conoce lo que significa ingerir una cerveza caliente en uno de esos días en que el termómetro sobrepasa los 30 grados a la sombra. Menciono la vivencia porque en tiempos juveniles compartí labores con un extraordinario «asesor» en materia agropecuaria, quien cada vez que […]

Todo el que haya vivido en algún país con clima tropical, conoce lo que significa ingerir una cerveza caliente en uno de esos días en que el termómetro sobrepasa los 30 grados a la sombra.

Menciono la vivencia porque en tiempos juveniles compartí labores con un extraordinario «asesor» en materia agropecuaria, quien cada vez que se encontraba ante la necesidad de recomendar algo que podía conducir a decisiones polémicas, pero necesarias, expresaba en voz alta: «bueno, fría se la toma cualquiera…»

Recuerdo la frase porque percibo que hablar o escribir sobre los incuestionables logros de la Revolución cubana es cual beber una helada cerveza, a sus buenos 32 grados a la sombra. Caliente, «beberla caliente», equivaldría a abordar desde posiciones revolucionarias y en ejercicio de un criterio aquellos temas que usualmente se consideran polémicos o se vinculan a reales o supuestas amenazas para Cuba. Muchos, entonces, optan por el silencio o se aferran a una imagen edulcorada que no se corresponde con la realidad, o hasta optan por recursos poco éticos como el intento de desacreditar a quienes no quieren «tapar el sol con un dedo».

Sobre el tema de la Prensa en Cuba dialogaremos hoy con nuestro invitado permanente Manuel David Orrio (MDO), como parte de lo que en su momento anunciamos y ya hemos abordado en anteriores ocasiones (1). Por supuesto, al referirnos a «prensa cubana» involucramos no sólo a la impresa, radial o televisiva, sino en general al universo de la InfoCom. Me permito, antes, citar un apotegma de José Martí: «La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo» (2).

Vale la cita, porque ya en reiteradas ocasiones Raúl Castro ha llamado a la prensa criolla ha ser coherente con ese pensamiento martiano (3). Y como en Cuba lo mejor de la política siempre ha ido de la mano con el arte, incluyo estas palabras del trovador Silvio Rodríguez: «Los dirigentes de nuestra prensa deben convencerse de que lo imperdonable es que el pueblo cubano sea informado por quienes lo quieren llevar al matadero. Es mil veces preferible pasarnos en apertura que no llegar. En definitiva de lo que se trata es de que circule el pensamiento y haya debate. La coherencia de la Revolución y los logros de Cuba ganarán la pelea». (4)

Manuel David Orrio opina:

Un ex – camarada de armas de la Seguridad del Estado, hoy un respetado primer oficial de la Contrainteligencia criolla, calificó una vez a la prensa cubana como barco que naufraga en un océano de misterios. Al preguntarle por qué opinaba así, respondió: «un montón de intelectuales prestigiosos como Julio García Luis, Graciela Pogolotti, Silvio (Rodríguez), Guillermo Rodríguez Rivera, Pablo Armando Fernández y no sé cuántos más, hace como 40 años que critican fundamentada y severamente a la prensa…y nada pasa. Tú y yo vivimos y sufrimos juntos durante casi 10 años cuánto el ‘enemigo’ se aprovechó de ese inmovilismo y cómo aún se aprovecha, y seguimos en las mismas. Se cansan de ‘robarnos primicias’, la gente se entera de la realidad del país por donde menos debería enterarse, y hasta he llegado a preguntarme si el corresponsal de BBC en Cuba, Fernando Ravsberg, hace más ‘periodismo revolucionario’ que muchos que se dan golpes de pecho».

Cito a este oficial, casi mi hermano, porque sin dudas es hombre bien informado sobre cuáles son las verdaderas amenazas para Cuba. Por todas partes encuentro un sentimiento general de insatisfacción popular con lo que en la terminología internacional se denomina «acceso a las corrientes de información». El cubano de hoy demanda un DERECHO A SABER a la altura del nivel de instrucción alcanzado por el país. Además, la sociedad criolla ha experimentado cambios estructurales sin parangón en su Historia. Súmese una memoria colectiva sobre errores repetidos que, inevitablemente, conduce a un ejercicio de la duda metódica como forma de indagación, donde las utopías sólo tienen cabida como proyecto de bienestar y justicia, pero no como dogmas posibles de imponerse desde tal o cual modelo no de prensa, sino más bien de propaganda.

Silvio Rodríguez culpa a los dirigentes de la prensa de que no acaban de entender que el pueblo no puede ser informado por quienes quieren llevarlo al matadero ¿No «acaban», o no «quieren»?, interrogo yo. Sé que me arriesgo a no ser visto como «simpático»; pero, honestamente, me pregunto qué hacen los periodistas para «impedir la masacre». El Código de Ética de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), estipula en su artículo 14 que aquellos tienen «… el deber de cumplir la línea editorial y política informativa del órgano de prensa en que trabaja(n) y, a su vez, el derecho a participar en la elaboración, ejecución y evaluación de ambas (5).» ¿Puede decir alguien cómo se materializa ese principio? ¿Cómo se manifiesta de manera concreta la máxima martiana, según la cual «no hay monarca como un periodista honrado», y de cuál modo cada quien defiende que la información es ante todo un bien público?

Supóngase, incluso, que el periodista se vea obligado a cumplir con una política informativa o editorial que no comparte ¿Y para qué están los blogs o bitácoras personales, que tantos colegas en Cuba ya poseen? Rolando Alfonso Borges, Jefe del Dpto. Ideológico del Comité Central del Partido Comunista, dijo en el 2008, ante unos 300 periodistas: «en el blog lo que les dé la gana, siempre que sea con responsabilidad» (6) ¿Y qué más «responsabilidad» habría por exigir que la correspondiente a la ética periodística constituída en Cuba, la cual en general se corresponde con las normas internacionales propias del oficio?

Inmenso escarnio, por ejemplo, que el bien llamado «crimen de Mazorra» se diera a conocer al pueblo cuando ya era vox populi. O, más exactamente, cuando la noticia recorría el mundo con nada menos que el contrarrevolucionario y doble agente Elizardo Sánchez Santacruz en el rol de fuente primaria.

Seré ácido, y no me importa: mi obra periodística me otorga moral para tan duras imputaciones. Quien me lee, lo sabe. No pierdo de vista que en las particulares circunstancias de una Cuba agredida en muchas formas por los Estados Unidos de América, es necesaria una dosis de «periodismo de barricada»; posiciones oficiales bien definidas, la constante divulgación de logros que sibilinamente callan las transnacionales mediáticas y la protección de ciertas informaciones que lo están ante todo POR LEY, no por decisión arbitraria de tal o cual. Pero también se necesita balance. Nada secreto es que Cuba dista de ser una sociedad perfecta donde, por ejemplo, el pueblo sufre de un luengo inventario de inconstitucionalidades. A mi entender, el arma ideológica más eficaz con que cuenta el adversario. Así, como dije en una ocasión al colega Rafael Hojas, el periodista de barricada y el periodista crítico son «alas de un mismo pájaro».

Cuba, digo y redigo, ha hecho el milagro de crear un Estado de Derecho pese a vivir bajo condiciones de sitio. El punto de partida para secar el océano de censuras arbitrarias en que se hunde la prensa cubana — no de misterios, como dice mi amigo oficial -, está justo en el imperio de la ley. Cuba necesita urgentemente de una Ley de Prensa o de Medios de Comunicación que norme efectivamente deberes y derechos de todos los involucrados en lo que Don Orestes llama el universo de InfoCom, sobre la base de un principio leninista: la prensa sólo responde ante los tribunales. Pues bien, según datos de prensa o testimonios de colegas, hace más de veinte años que se habla del asunto sin darle solución. Prueba al canto: probablemente fue la proposición más importante presentada al pasado Congreso de la UPEC (2008) y promover esa legislación ni siquiera formó parte del Plan de Acción 2008-2013, aprobado por ese cónclave. Ahora, ante nuevo congreso a las puertas, la propuesta reaparece ¿Habrá ley de verdad o será — como expresé en otro momento – pura «apariencia de movimiento»? ¿Podrá por fín saberse si el tiburón «que se comió el cable de fibra óptica Venezuela-Cuba» era venezolano, o cubano? Así se burlan jóvenes como mi hijo, ahora que el Internet ¿está de moda?

Entretanto, como diría Silvio: ¿pueblo rumbo al matadero?