Al final de un verano algunos medios de comunicación utilizaban, como todos los años, términos tan desafortunados como avalancha de inmigrantes. Se refirían a todos aquellos que entraban en territorio del estado español, bien sea por la costa, las islas Canarias o a las ciudades de Ceuta y Melilla. La respuesta de control a estas […]
Al final de un verano algunos medios de comunicación utilizaban, como todos los años, términos tan desafortunados como avalancha de inmigrantes. Se refirían a todos aquellos que entraban en territorio del estado español, bien sea por la costa, las islas Canarias o a las ciudades de Ceuta y Melilla. La respuesta de control a estas entradas, por parte del gobierno español y el marroquí, está permitiendo en muchos casos torturas, robos y violación de las leyes de extranjería de los dos países.
A uno y otro lado de la valla que separa Ceuta del territorio marroquí, las fuerzas del llamado orden público hacen su trabajo. Las cifras de expulsados desde territorio español a Marruecos y desde Marruecos a Argelia, aumentan día a día. Pero hay que preguntarse a qué precio. Tras la colaboración de los dos países está la cara oculta y perversa de la violación de derechos humanos, casi diaria, que soportan los inmigrantes procedentes, sobre todo, del África negra.
El miércoles ocho de septiembre ha tenido lugar, hasta ahora, la última redada en territorio marroquí contra uno de los campamentos donde se refugian los inmigrantes subsaharianos en espera de pasar a Europa. Unos ochocientos efectivos de varios cuerpos (militares, gendarmería y policía), hicieron presencia a las seis de la mañana. «Llegaban de todos lados, rodeando el campamento, echamos a correr pero era imposible, sobre todo para las mujeres y los niños pequeños», declara un inmigrante de Guinea Konakry. Efectivamente, esta redada ha sido mucho más importante que las otras de este verano, y no sólo por el número de fuerzas que participaron, también pasaron los agentes seis horas buscando con perros a los inmigrantes por todo el bosque. Como habitualmente suelen hacer en estas redadas, las propias fuerzas del orden público robaron las pertenencias de valor, y destrozaron y quemaron las chabolas que forman parte del campamento. El resultado, según cifras oficiales, 150 detenidos, según los refugiados del campamento 115 personas. Muchas de ellas han resultado heridas, sobre todo por traumatismos. Algunas, en este caso un número importante de menores, se encontraban bajo shock por pánico.
Los inmigrantes fueron trasladados a la comisaría de Fnideq, pueblo fronterizo con Ceuta, donde les confinaron hacinados en una celda a todos juntos. Los heridos, que eran treinta con numerosos traumatismos, diez mujeres, dos de ellas embarazadas y una pequeña de nueve años con su madre, una mujer bastante entrada en años.
A los enfermos no se les dió asistencia médica y a todos les proporcionaron un poco de agua con una porción de pan. Cosa que los propios inmigrantes agradecieron, porque en muchas ocasiones en las detenciones previas a las expulsiones no se les da ni siquiera de beber.
Según la reciente ley de extranjería marroquí, los detenidos deben pasar ante el tribunal donde con la debida asistencia jurídica y un traductor, el juez decide o no su expulsión. Queda prohibido deportar mujeres embarazadas y menores de edad.
Cuando todos esperábamos que las 115 personas detenidas pasaran al día siguiente al tribunal de Tetuán, donde un abogado se presentaría para pedir la liberación de la menor y las embarazadas, un gran autobús les esperaba en la puerta de la comisaría de Fnideq.
En conexión telefónica con uno de los detenidos que había conseguido esconder su teléfono móvil, nos contaba «vamos a ser trasladados todos a Oujda, directamente, no pasaremos por el tribunal, es lo normal, así se hacen las cosas aquí, estamos bien dentro de lo que se puede esperar». Oujda es la ciudad fronteriza con Argelia, y es en esa frontera, cerrada desde el año noventa y cuatro por las relaciones difíciles entre los dos países, es donde los inmigrantes son abandonados a su suerte. Normalmente son maltratados por los militares argelinos, hay cientos de denuncias verbales de robos y torturas en esta frontera.
Mientras del lado marroquí las deportaciones en condiciones miserables aumentan, también lo hacen las devoluciones por parte de la Guardia Civil, en la frontera de Ceuta.
«El último mes ha sido terrible, nos han molido a palos, destruído nuestros papeles y también robado nuestro dinero. Como lo oyes, digo robar nuestro dinero. Y éso lo hace o bien la guardia civil o ladrones que delante de las narices de los guardias nos roban mientras ellos se ríen. Da igual si te encuentras en la valla o en el centro de la ciudad, nos devuelven igual si les apetece. No importa si has pedido asilo o no. Casi siempre nos pegan, algunos guardias tienen que parar a los otros para que no continúen las palizas», declara un inmigrante de nacionalidad congoleña.
La arbitrariedad a la hora de efectuar las devoluciones a los inmigrantes que entran en Ceuta y claro está, las injustificables torturas y robos para persuadir a los expulsados de no volver a intentarlo, son según los subsaharianos, el día a día en la frontera.
Esta es la política conjunta de control fronterizo negociada por el gobierno del estado español y el marroquí, con muy buenas relaciones en la actualidad, que apuesta por una militarización de la frontera aún a pesar de los resultados que esta produce. Recordemos que las víctimas de las acciones de los dos estados son no ciudadanos, simplemente números cuando son expulsados, cuando mueren en el intento, cuando son robados, torturados o violadas.
La responsabilidad es también globalizada, como este mundo que nos habita, y como tal, tanto la sociedad civil, la opinión pública y los gobiernos son responsables de lo que pasa en otros territorios. Nuestro dinero para desarrollo en Marruecos define la política represiva de este estado con los inmigrantes y por lo tanto, este último mes asfixiante, como lo definen los propias víctimas, es consecuencia de nuestras políticas y también de nuestro silencio.
Elena Hmaleno pertenece al Colectivo al Jaima en Tanger