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Un relato histórico: el testimonio inédito de una mujer a pie de fuego del ataque del ejército fascista

La primera crónica de la Guerra Civil Española

Fuentes: Público

La primera crónica de la Guerra Civil Española la escribió una mujer: Carlota O’Neill. Cinco folios en los que la periodista escribió con letra apresurada la cruenta batalla que se libró en la base de Hidros de Atalayón en Melilla el 17 de julio de 1936. Un texto que nunca vió la luz pero que […]

La primera crónica de la Guerra Civil Española la escribió una mujer: Carlota O’Neill. Cinco folios en los que la periodista escribió con letra apresurada la cruenta batalla que se libró en la base de Hidros de Atalayón en Melilla el 17 de julio de 1936. Un texto que nunca vió la luz pero que llevó a su autora a la cárcel. La crónica permaneció en los archivos de los juzgados hasta que su hija, Carlota Leret O’Neill, los recuperó hace poco. Aquellas palabras sobre el inicio de las sombras fascistas no ha sido publicada antes ya que «ella nunca la tuvo en su poder, y yo recupero el expediente a finales del año 2002», explica su hija, guardiana de su legado.

«Mi madre era una bohemia, una romántica». Así define el carácter de su progenitora Carlota Leret O’Neill. El comienzo de la guerra encontró a esta reconocida intelectual en Melilla, donde había acudido a pasar el verano con su marido, el capitán de aviación Virgilio Leret, y sus dos hijas pequeñas, Mariela y Carlota. El capitán Leret iba a dar un curso de verano en la base de Hidros de Atalayón. Leret logró que su familia fuera a vivir esos meses en una gran barcaza amarrada frente a la base. Allí se trasladó Carlota con sus hijas el 1 de julio.

Alegría y veraneo

En su crónica, Carlota O’Neill describe el lugar en el que se encuentra pasando el verano: «Mi casa eventual es un barco anclado a unos doscientos metros de la base, el agua la rodea por todas partes y para saltar a tierra tenemos que utilizar un bote. A nuestra espalda el monte denominado Atalayón. Está frente a una barriada obrera con doce casas donde habitan otras tantas familias de obreros de los talleres de la base y marineros. La algarabía y alegría es constante en estas sencillas casitas pues en ellas viven 34 niños. También tienen allí mismo instalada una escuela donde un soldado competente les da lección a los muchachos. Un poco desviada hacia la izquierda se alza blanca y elegante la silueta de la base de Hidros con su torre de meteorología, vigía constante de los hombres del aire».

El viernes 17 de julio la familia disfrutaba de un día tranquilo. Pero, a las cinco de la tarde, unos soldados corrieron a avisar al capitán. Leret cogió su pistola y acudió a la base. La unidad militar conocida como «los regulares», formada por las famosas tropas moras, se habían levantado a las órdenes de Francisco Franco. Esa noche murieron unas 200 personas en tierras del Protectorado español en Marruecos.

Desde la draga, Carlota y sus hijas observan la que será la primera batalla de la Guerra Civil. «Le salió el instinto», explica su hija recordando aquellos momentos que no ha enterrado. «Ella era una escritora, tenía la formación de una periodista, vió que aquel era un momento muy interesante, histórico y pensó soy testigo. Por eso justifica su premura al ponerlo por escrito. Hubiera sido una torpeza completa no haberlo hecho». Así, en la mañana del sábado día 18 de julio redacta las páginas que, con el título Cómo tomaron las fuerzas de regulares la base de Hidros de Atalayón, cambiarían su vida. Carlota O’Neill escribe: «El grito agudo de la sirena pone en conmoción toda la base. Son las seis de la tarde. Otro grito de auxilio sale de los soldados, clases, marineros, y obreros».

Carlota es testigo excepcional de lo que ocurre a su alrededor y señala en la crónica: «Las mujeres al quedarse solas los hombres todos como uno solo se fueron a la base lívidos los rostros, chillan y gritan desoladas llamando a sus hijos». En su autobiografía, Carlota O’Neill explica: «Concebí la idea de guardar, en unas notas, lo que había visto desde el 17 de julio a la cinco de la tarde. Creí que podrían, después, interesar a alguien». Y añade: «El original manuscrito se conserva, a estas horas, en la Auditoria de Ceuta, en uno de los procesos que me hicieron».

Un relato sentido

La autora no se dedicó sólo a describir el ataque, sino que sitúa al lector en el mismo lugar en el que ella se encuentra, haciéndole partícipe de sus sentimientos y sensaciones: «Nosotras nos refugiamos en la cámara del barco. Desde las escotillas, los ojos llenos de terror, oteamos la base. Mientras, a escasos metros, vemos avanzar ejército de gatos salvajes las trágicas chichías y los uniformes de regulares que ensangrentaron Asturias».

La tensión es enorme y la situación de la pequeña Carlota fuera de la base, pero cerca de ella, es privilegiada: «Hay un silencio espantoso, calma trágica, mientras estos hombres de hirsutas barbas y ojos de fuego se deslizan, no parece que anden, cercando, acorralando las tapias de la Base». Y continúa: «Los acontecimientos se suceden con una vertiginosidad terrible. Se ha iniciado el fuego. Los hombres atrincherados en la base en escaso número pues la mitad de los soldados están con permiso de verano y las tropas indígenas mandadas por oficiales insurrectos. Arrecia la lluvia de plomo».

La periodista describe «el ruido de los proyectiles» mezclado con «voces de mujeres» y «llantos infantiles y los gritos guturales» de «las tropas salvajes». Luchadora republicana, no puede evitar recordar «imágenes tenebrosas de los episodios de Asturias». El feroz tiroteo continúa insistente. «¿Cuándo tiempo? Lo ignoramos por completo. Si no fuera porque huimos tenazmente de hacer literatura diríamos que nos parecieron siglos las horas pasadas en la bodega del barco». Finalmente, ella, su criada y las niñas deciden salir de la bodega del barco. Su crónica concluye con unas proféticas palabras: «El peligro queda en pie».

Sin remedio

Esas páginas nunca se publicaron, pero sirvieron para condenarla. Los regulares tomaron la base de Melilla el 17 de julio. Según los historiadores, ese fue el día que comenzó la guerra. El capitán Leret trató de salvar la base y a sus hombres, pero todo estaba en su contra. Incluso los aviones de la República tenían los motores fuera, poniéndolos a punto.

En el texto Carlota se lamenta de esta situación: «¡Si hubiera siquiera un par de hidros en vuelo! Pero nada, en la Mar Chica flotan desconsoladas las grandes boyas que hace algunos meses amarraban los aparatos hoy encerrados en los hangares con las alas estériles y sin motores». Sin posibilidad de defensa, el capitán Leret rindió la base y fue fusilado al día siguiente. Carlota no lo supo hasta siete meses después, en la cárcel por la dichosa crónica.

Lo que escribió le mandó directamente a prisión. Tras la batalla, Carlota y sus hijas intentan trasladarse a la casa de un suboficial amigo de Virgilio en Melilla. «Nos dijo: Hijas mías, quédense aquí que voy a buscar el equipaje y ya vuelvo’. Y no volvió», relata Carlota Leret. No las volvió a ver hasta cuatro años después.

Carlota O’Neill se sube al coche y acude a la barcaza. Guarda sus cosas, incluida la crónica, en un baúl. Después, según Carlota Leret, «en vez de llevarla a la casita de Melilla, la llevan a la Comandancia, donde la interrogan y la detienen». Es encerrada en la cárcel de Victoria Grande. Meses después, aparece el juez con las páginas manuscritas. Quiere que Carlota las lea. Carlota lee pero su instinto de supervivencia le hace ahorrarse algunos de los epítetos más duros que ha dedicado a las tropas golpistas alegando que no entiende su letra apresurada. En el juicio, la crónica aparece totalmente transcrita. La sentencia la condena «como autora de un delito de injurias al Ejército» a una pena de «seis años de prisión correccional».

Carlota pasó cuatro terribles años en la cárcel, junto a cientos de mujeres a las que llaman «las rojas». Muchas morirán fusiladas, otras de enfermedades y hambre. Carlota logra sobervivir. Vuelve a Madrid y consigue recuperar a sus hijas. Una vez fuera, se mantiene gracias a la escritura hasta que consigue llegar a Venezuela y después a México, donde retomará su carrera de periodista. Hubo una vez que decidió acercarse por España, durante la democracia. Según cuenta a este periódico su hija, «no le gustó». «España fue muy ingrata con ella. La olvidaron», se lamenta. Afortunadamente, con este rescate de su crónica de la primera batalla de la Guerra Civil vuelve a la memoria.

Fuente: http://www.publico.es/culturas/328256/primera/cronica/guerra