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La propuesta federal, la clave para las elecciones del 25-N en Catalunya

Fuentes: Mundo Obrero

El maestro de historiadores y comunista Eric Hobsbawm afirmaba en «Naciones y nacionalismo desde 1780» que en un hipotético panorama post apocalíptico en la Tierra, el historiador extraterrestre no sería capaz de entender la historia humana de los últimos dos siglos sin comprender el concepto nación y todos los términos que de él se derivan. Si […]


El maestro de historiadores y comunista Eric Hobsbawm afirmaba en «Naciones y nacionalismo desde 1780» que en un hipotético panorama post apocalíptico en la Tierra, el historiador extraterrestre no sería capaz de entender la historia humana de los últimos dos siglos sin comprender el concepto nación y todos los términos que de él se derivan. Si este mismo ser venido de los confines del universo tratase de reconstruir y dar explicación a los hechos acontecidos los últimos dos años en Catalunya, posiblemente acabaría en un frenopático intergaláctico preso del delirio y la paranoia.

Raso y claro, lo que ha sucedido estos dos últimos años en Catalunya es la puesta en marcha por parte del Govern de Artur Mas del banco de pruebas del neoliberalismo en Europa, con el evidente objetivo de acabar definitivamente con el que antaño pretendió ser el estado del bienestar. Hasta aquí, todo normal dentro de la gran perturbación que esto está suponiendo a escala europea.

El quiebro que expresa la singularidad de este proceso, es que CIU ha conseguido al menos aparentemente desviar la atención de la situación de extrema lucha de clases existente en Catalunya generada por sus políticas de austeridad, recortes y privatizaciones. Y lo ha conseguido envolviéndose en la bandera, acudiendo al sentimiento identitario, pero esta vez, no bajo alusiones románticas y esencialistas sino en base a la reivindicación económica, que no cabe decir, en tiempos de crisis consigue mucha pegada . CIU instrumentaliza las aspiraciones de un mejor y más justo modelo de financiación para Catalunya con una propuesta de Pacte Fiscal aprobada por el Parlament que no contempla ni la más mínima inversión en servicios públicos ni políticas sociales, y que por tanto, no es buena para la mayoría de catalanes y catalanas. El principal déficit de Catalunya no es el déficit fiscal sino el déficit social.

La petición del rescate de 5.023 millones al Fondo de Liquidez Autonómico expresa otra de las contradicciones del discurso de la confrontación con Madrid, ya que esta supone un recorte sustancial de soberanía. CIU apoyó previamente las condiciones de éste en la Ley de Estabilidad Presupuestaria, ley que llega a contemplar la intervención de las autonomías. Impuesta por el FMI, por Bruselas o por Madrid, la obsesión por el déficit es el dogma a seguir, la receta que prioriza el aprovisionamiento de la esfera privada a garantizar sanidad, educación o políticas sociales. Ante este objetivo común de las clases dominantes europeas, la confrontación de la menor a la mayor es eminentemente retórica. CIU no dispone de ningún proyecto de país, y menos, de un proyecto de construcción de un posible estado catalán. El verdadero proyecto iniciado por la federación nacionalista es el de avanzar en el proceso constituyente de las clases dominantes en España, que impulsado y promovido conjuntamente con PP, PSOE y PNV, está dinamitando el marco político y de estado de derecho.

A pesar de ello, la izquierda catalana no ha sabido leer y confrontar una estrategia perfectamente diseñada y que encuadra la manifestación del Once de Septiembre como eje primordial que determina el timing político de CiU. Toma la iniciativa en la propuesta de un nuevo modelo de financiación a pesar de ser conscientes de que esta será tumbada por la mayoría absoluta del PP, cuando lo más lógico hubiera sido profundizar en el modelo contemplado en el Estatuto de 2006. La propuesta logra una mayoría holgada en la cámara catalana a pesar de no recoger ninguna de las aspiraciones sociales. Con un profundo conocimiento del concepto gramsciano de hegemonía, amplía lo que ya es un clamor institucional a un clamor social con la entrada en juego de la sociedad civil catalana en la manifestación. Caprichos del destino, fue Artur Mas el que se inventó el concepto de mayoría silenciosa. Supuestamente, la clase política catalana es rebasada, pero CIU toma buena nota siendo la única fuerza política capaz de estar a la altura de las circunstancias, haciendo suya la aspiración de la mayoría social catalana. Finalmente, Mariano Rajoy rechaza la propuesta presentada por Mas en Madrid, lo que precipita unas elecciones anticipadas en clave de plebiscito para obtener la mayoría absoluta. De rebote, en el debate de política general en el Parlament no ha trascendido el debate sobre los recortes, y además, se aprueba una resolución soberanista claramente independentista con los votos de ICV-EUiA.

Ante las elecciones del 25-N, tendremos que tomar la iniciativa, poner mucho énfasis, por descontado, en los aspectos sociales, en los recortes y en la contradicción fundamental que se expresa en cómo es posible que CIU quiera tanto a Catalunya cuando no quiere para nada a la mayoría de catalanes y catalanas. La movilización social ha de estar muy presente en la campaña, el trabajo hacia el referéndum ciudadano sobre los recortes o la posible huelga general antes del 25 de noviembre. Pero dicho esto, no podremos eludir el debate nacional porque así lo ha determinado CIU, iniciativa política de la cual no hemos sabido confrontar. Pero es que además, en condiciones normales, lo tendríamos que afrontar con naturalidad y firmeza en el discurso.

Una de las expresiones del fin de ciclo caracterizado por el agotamiento del modelo de acumulación basado en el capitalismo financiatario e inmobiliario español, es la quiebra del modelo de estado de las autonomías. La realidad plurinacional, pluricultural y plurilingüe del Estado español no está recogida en el ordenamiento jurídico e institucional del régimen de la Constitución del 78. Esta contradicción de origen, condicionada por una correlación de fuerzas adversa durante la Transición, se ve agravada por un nacionalismo español reaccionario y recentralizador. El Estatuto de 2006, recortado primero por el Parlamento español sobre el acuerdo del presidente Zapatero y en aquellos momentos, el jefe de la oposición catalana Artur Mas, y luego por el Tribunal Constitucional, los constantes ataques a la lengua, los déficits del modelo de financiación o la falta de inversión en infraestructuras resultan la expresión cotidiana de esta contradicción.

Ante esto, es constatable la obsolescencia de formular construcciones teóricas y estrategias prácticas que pretendan reconquistar el marco político, jurídico e institucional nacido de la Transición. Por ello, las elecciones en Catalunya son el síntoma, urge el debate, la reflexión sin prisa pero sin pausa, para articular una propuesta federal republicana en toda su dimensión, que contemple el derecho de autodeterminación de los pueblos, el dret a decidir, que debe definir no sólo quién quieres ser y cómo te relacionas desde la perspectiva nacional sino también como quieres ser desde la perspectiva de los derechos sociales, económicos, políticos y culturales. Éste es un derecho inalienable del espacio político de los federalistas como también de la cultura política marxista. En definitiva, debe suponer el primer paso hacia la construcción del proyecto de país, la república federal solidaria que mejor puede garantizar el encaje de los diferentes pueblos de España, así como la igualdad sustancial de derechos así como el blindaje de las condiciones de vida de todos de las clases populares y trabajadoras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.