«Una extraña aventura», Hiru, 2007
Como explica Alfonso Sastre en el prólogo, este librito es una reescritura de uno de los pasajes fundamentales del libro de Eva Forest publicado en 1977, Testimonios de lucha y resistencia (Editorial Mugalde, Hendaia). El pasaje se titulaba Diez días que conmovieron al mundo, ya que en él se relata el intercambio de experiencias de varias mujeres que han pasado durante diez días por la tortura policial. Durante muchos años Eva mantuvo el proyecto de reelaborarlo como una obra dramática, pero este proyecto fue quedando aplazado ante el apremio de la actividad política que Eva no dejó de desarrollar ni un segundo de su vida. El texto se presenta, pues, «tal como ella lo ha dejado, y ello como testimonio de sus urgencias: gran escritora, se prohibió a sí misma serlo, en función de sus actividades que, ética y políticamente la solicitaban», nos explica Alfonso Sastre en el prólogo.
A lo largo de las páginas del libro varias mujeres van desgranando su experiencia de la tortura. Y lo hacen tanto para tratar de explicarse a sí mismas y de asimilar esta extraña aventura, esta realidad que han vivido, como para tratar de explicarla a quienes no la han vivido y, con ello, denunciarla. Todas comparten la necesidad de contarlo, de que se sepa y, al mismo tiempo, el temor a no ser creídas. A través de sus diálogos, del intercambio de experiencias y del intento de recuperarlas con cierta distancia, estas mujeres tratan de llegar al fondo de esta situación límite que las ha conmovido profundamente y que les ha descubierto aspectos de la propia existencia que ellas ignoraban. Así, animadas por los recuerdos compartidos, a lo largo de las páginas de la obra van recuperando los distintos episodios de aquellos diez días en los que fueron torturadas y los muy diversos matices de esa experiencia tan demoledora pero tan rica a la vez, desde la extrañeza y la sensación de desdoblamiento a los momentos de intensa ternura, pasado por las situaciones cómicas o que rayan el absurdo y el esperpento. Desfilan también los demás personajes que completan el cuadro: los torturadores, con la prepotencia, la crueldad y el profundo machismo que les permite su impunidad total; el forense que se limita a recoger, a regañadientes casi, únicamente las marcas visibles; los otros torturados, familiares, amigos o conocidos de las protagonistas, que están ahí o van llegando a los largo de esos días y que permanecen en un segundo plano. Y, cómo no, Eva nos habla también de las distintas formas de tortura, tanto física como psicológica que sufren todos ellos, pero lo hace con una sobriedad y contención muy próximas a otro libro clásico sobre la tortura, La Question, de Henry Alleg.
A la hora de escribir la propia autora sufre también un desdoblamiento ya que el punto de vista desde el que se aborda la obra es doble: desde la experiencia de la tortura vivida tanto en carne propia como a través de los innumerables testimonios que Eva fue recogiendo a lo largo de toda su vida, y desde la observación de la psicoanalista. Y todo ello con un lenguaje extremadamente cuidado y expresivo, con un tono lírico que consigue muy eficazmente crear un puente entre la extraña realidad de la tortura y la realidad cotidiana fuera de ella.
Esta obra se escribió en 1977, sin embargo, Eva no dejó de luchar ni un solo día de su vida para que la tortura saliera de las comisarías (de comisarías muy concretas, como la ya demolida del barrio del Antiguo de Donosti que cita en la obra), de las «zapaterías» y los «garajes» (los lugares polivalentes en los que se «fabrican» las torturas de la obra), pero también de los corazones y las mentes de los torturados. Y para que llegara a los oídos de quienes no quieren ver ni oír. Estoy segura de que nada hubiera gustado más a Eva que el hecho de que este libro dejara de tener actualidad en nuestros días y quedara únicamente como testimonio de un horror superado.
Beatriz Morales Bastos es miembro del colectivo de traductores de Rebelión y también ha traducido varias libros para la editorial Hiru.