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La Revolución cubana no ha cerrado su ciclo histórico

Fuentes: Cubarte

La Declaración Universal de los Derechos Humanos tiene ese doble carácter que da dimensión especial. Ante todo ético y humanístico, y por su forma jurídica inscrita en el Derecho Internacional obligación contractual y, de hecho, proclamación de un principio por todos aceptado. Para mí, un simple ciudadano de un país que ha hecho la opción […]

La Declaración Universal de los Derechos Humanos tiene ese doble carácter que da dimensión especial. Ante todo ético y humanístico, y por su forma jurídica inscrita en el Derecho Internacional obligación contractual y, de hecho, proclamación de un principio por todos aceptado. Para mí, un simple ciudadano de un país que ha hecho la opción socialista porque resulta la más conveniente a su vocación revolucionaria transformadora, deviene algo más o que pudiese ser abordado con otra mirada. Es reconocido que los Derechos solo pueden ser ejercidos real y plenamente en situación de libertad. Es que de la libertad se trata. En nuestro país es habitual, porque resume y define, dar dimensión mayor a una frase entresacada de un texto de José Martí, «ser cultos para ser libres».

El derecho a la Educación y la Cultura resultan primordiales si aceptamos este principio básico. Y con ellos y para que sean posibles y reales, deviene inaplazable la desalienación del ser humano, impedir toda explotación de su inteligencia y de sus brazos que resulten de formas de esclavitud abiertas o enmascaradas, sutiles o sin ambages. Será entonces y solo entonces, que más allá de las formas jurídicas la libertad deje ver su rostro al menos en la punta del iceberg.

Es por eso que creo, como simple ciudadano por muchas razones concernido, que la Revolución cubana ha dado el más importante de los pasos para que la política de principios alcance carácter de realidad. Es ante todo el más pasional y apasionante amor el que hemos sembrado y sostenido; el amor al saber, que cobra dimensión mayor si le llamamos philo-sofia, pero que ya muestra su rostro en un pueblo totalmente alfabetizado, con todos sus adultos en noveno grado, con un millón de universitarios, con millones de personas instruidas en niveles que le siguen. Los Derechos que se Proclaman devienen entonces y por eso libertades en condición de ejercidos.

Solo aquel que ha sido preparado, es preparado, se prepara para ser en el pensar, con los conocimientos necesarios para articular la reflexión, disfrutando del respeto a su dignidad y defendiéndola a ultranza, está en condiciones de ser realmente persona, de ser realmente ciudadano, de pensar y decidir por sí mismo ejerciendo autónomamente a partir de su conciencia e inteligencia, su actitud ante la vida, su vida; su vida en sociedad y, en definitiva, su destino.

La Revolución cubana, nuestra sociedad, no ha cerrado su ciclo histórico fundacional; mucho queda por hacer; pero hay algo hecho, logrado, pleno, con matices y problemas pendientes, pero lo más importante es que nuestra ciudadanía, ciudadano a ciudadano, está en condiciones de ejercer la libertad no a partir del caos en que puede sumir la ignorancia, sino de su formación y despliegue de la inteligencia y, con ella, de la conciencia.

No es la libertad formal la que resulta, se trata de la verdadera, plena, real.

La Libertad, ese objetivo ético y jurídico de la Declaración cuyo aniversario conmemoramos tiene en un pueblo instruido ejemplo ante el que detenerse.

Convencido de que la brecha ha sido abierta en plenitud me permito esta pequeña Nota de adhesión al Acto conmemorativo.