Simposio Internacional «Cuba en la Historia», celebrado en Lima los días 4, 5 y 6 de febrero de 2016
El Partido Comunista de Cuba agradece profundamente la organización de este evento internacional dedicado a celebrar el 57 aniversario del triunfo de la Revolución Cubana y su contribución al logro de la segunda y definitiva independencia de Nuestra América, como la llamó José Martí. Saludamos especialmente a la organización solidaria SOLICUBA, a los congresistas Manuel Dammert y Sergio Tejada, principales impulsores de esta bella y necesaria iniciativa.
La realidad de la isla es sistemáticamente distorsionada, y en el mejor de los casos omitida por los grandes medios que dictan la opinión pública mundial. Hoy se trata también de despojar a los pueblos de su memoria histórica como parte de la estrategia imperialista de establecer un gobierno global.
En su trascendental Informe Central al Primer Congreso del PCC, el líder histórico de nuestra Revolución Fidel Castro señaló y cito: … «Cuba fue la última colonia de España en América Latina y hoy es el primer país socialista de este hemisferio. Para cumplir este singular destino nuestra patria hubo de salvar obstáculos que en un tiempo parecieron invencibles»…
Durante más de treinta años la naciente nación cubana combatió y venció militarmente al ejército colonial español, muy superior en armas y recursos para la guerra. En estas luchas jugaron un papel destacadísimo los combatientes llegados de otras tierras hermanas latinoamericanas y caribeñas, entre ellos, el coronel peruano Leoncio Prado.
Fue José Martí la figura más alta de aquella contienda, quien dejó varias enseñanzas fundamentales para las presentes y futuras generaciones de cubanos; la necesidad de la unidad en la lucha, la necesidad de conquistar toda la justicia y el peligro que para Cuba y América Latina representa el imperio del Norte.
Martí, se percató de que la única forma de garantizar la soberanía, no solo de Cuba sino del resto de América Latina y el Caribe, era y cito: …»impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América»… frase impresa en su última carta considerada con razón como su testamento político.
Cuando los cubanos estábamos en vísperas de alcanzar la independencia de la metrópoli española, con un elevado martirologio, el presidente norteamericano de la época obtuvo autorización de su Congreso para intervenir militarmente en nuestro país, frustrando las ansias de libertad e imponiendo mediante el chantaje militar la llamada Enmienda Platt, que legalizó en los hechos la pérdida de nuestra soberanía y se constituyó en fuente ilegitima de la existencia de la actual Base Naval de Guantánamo.
Se nos impuso una república mediatizada y un capitalismo subdesarrollado, mono productor y dependiente de la economía norteamericana. Por todas las vías inimaginables, el imperialismo y sus lacayos nacionales trataron sin éxito de aplastar el indomable espíritu de libertad de un pueblo.
Exactamente 60 años después que el ejército de intervención yanqui impidiera la entrada del Mayor General Calixto García y sus tropas mambisas en Santiago de Cuba, Fidel Castro y los barbudos entraron en esa ciudad el 1 de enero de 1959 para cambiar definitivamente la historia de Cuba y en buena medida la de Latinoamérica.
La Revolución transformó la vida de nuestro pueblo de manera radical. Cuba no sólo recuperó su soberanía, sino también logró en un breve tiempo, bajo las banderas del socialismo, impresionantes logros ecónomicos y sociales. El país alcanzó ubicarse entre aquellos con un alto índice de desarrollo humano, la esperanza de vida alcanzó más de 78 años, la mortalidad infantil se redujo a menos de 5 por cada mil niños nacidos vivos, son reconocidos internacionalmente los avances de la medicina y la ciencia cubana. La educación, el deporte y la cultura están al alcance de todos.
A pesar de nuestros limitados recursos, la Revolución siempre fue consecuente con su política solidaria e internacionalista. Miles de sus mejores hijos lucharon y murieron por la causa libertaria de otros pueblos de África y América Latina. Miles de colaboradores de la salud y la educación prestan sus servicios en más de 60 países en la actualidad.
Cuba y su heroico pueblo se sobrepusieron al terrible golpe que significó la caída de la Unión Soviética y el campo socialista europeo, lo cual significó la caída de su PIB en 35% y la pérdida en algunos meses del 70% de su comercio exterior.
Cuba no arrió sus banderas socialistas ni sus principios, cuando en ese escenario el imperialismo norteamericano de manera oportunista reforzó su criminal bloqueo económico, financiero y comercial con la aprobación de la Ley Torricelli y la Ley Helms- Burton.
Pero la resistencia de Cuba ha sido posible también por la solidaridad internacional. Su página más reciente y brillante fue la lucha por la liberación de nuestros Cinco Héroes luchadores antiterroristas. En esta sala se encuentran muchos compañeros peruanos que tuvieron una destacada participación en esta batalla.
El gobierno de los Estados Unidos aplicó su amplio arsenal en su obsesión por destruir la revolución cubana y su ejemplo. Mencionemos sólo, Girón, la imposición del bloqueo en 1962 que realmente comenzó antes, la amenaza del exterminio nuclear en la crisis de octubre de 1962, una guerra impuesta por bandas contrarrevolucionarias erradicadas tras diez años de duro batallar, el terrorismo auspiciado desde EEUU, que ha dejado 3 478 muertos y 2 099 discapacitados de por vida, sin mencionar cuantiosos daños materiales.
La historia es conocida. Cuba llegó hasta aquí de pie. Estados Unidos fracasó en su guerra contra Cuba y el propio Presidente Obama lo reconoció el 17 de diciembre de 2014 al comenzar el actual proceso entre ambos países.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas, el punto en que estamos con la apertura de las respectivas embajadas, no supone la normalización de las relaciones
Dicha normalización es un proceso largo y complejo que conlleva entre otros factores, la eliminación del bloqueo económico, comercial y financiero; la devolución del territorio que ocupa la base naval de Guantánamo; la compensación por los diversos daños a la nación provocados tras sucesivas políticas agresivas; asimismo, la suspensión de las trasmisiones de radio y TV ilegales que realiza el gobierno norteamericano contra Cuba, en violación de los acuerdos internacionales y en un sentido más amplio, la erradicación de los programas subversivos organizados por dichas autoridades.
Estos aspectos, conocidos por muchos aquí, explican porque Cuba no tiene que hacer concesiones a un país al que nunca agredimos, ni intentamos modificar su régimen socio económico y político, mucho menos derribar a su gobierno.
Concurrimos en condiciones de igual a igual, en apego al derecho internacional. Hemos expresado nuestra determinación de avanzar en todo aquello que sea de interés mutuo, nos mueve un afán colaboracionista y trabajamos por lograr un relacionamiento civilizado entre ambos países.
Muchos amigos, con justa preocupación, nos han alertado sobre los riesgos que la Revolución enfrenta. A ellos les pedimos confianza, en última instancia, tenemos una vasta experiencia después de haber lidiado en los últimos 100 años con la hostilidad proveniente del norte, «revuelto y brutal que nos desprecia», como dijera José Martí.
En tal sentido es oportuno reiterar que tenemos absoluta claridad que este «cambio» de Estados Unidos tiene como fin último, promover la reconstrucción del capitalismo en Cuba. Nosotros, huelga decirlo, vamos en dirección contraria.
La revolución cubana vive un momento crucial. Su característica esencial es la determinación de continuar construyendo el socialismo, bajo las condiciones y demandas que conforman la realidad del mundo en el que estamos inmersos, así como las propias exigencias que el desarrollo de nuestro proceso revolucionario imponen.
Todo lo que estamos haciendo en nuestro país es absolutamente coherente con el propósito estratégico de desarrollar un socialismo próspero y sostenible.
Como parte de lo que hemos denominado el proceso de actualización del modelo económico y social, concentramos nuestros esfuerzos en impulsar todas las potencialidades que pueda desplegar un país como Cuba, con escasos recursos naturales, por ejemplo, el desarrollo científico, educacional y cultural acumulado gracias a la Revolución y el aprovechamiento más eficiente de los recursos económicos.
En el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en abril del 2011, aprobamos un documento que arroja meridiana claridad sobre los fundamentos de nuestra política económica. Denominado Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución, que fuera masivamente debatido con la población se afirma y cito: … «La política económica del Partido se corresponderá con el principio de que solo el socialismo es capaz de vencer las dificultades y preservar las conquistas de la Revolución, y que en la actualización del modelo económico primará la planificación, la cual tendrá en cuenta las tendencias del mercado»…
Los fundamentos de nuestro socialismo suponen de esta forma garantizar la igualdad de oportunidades, la mayor justicia social posible y el predominio de la democracia popular y participativa en el ordenamiento del sistema político.
En abril próximo tenemos previsto realizar el VII Congreso del Partido, ocasión en la que pasaremos revista a lo ya implementado. También trazaremos una estrategia de desarrollo hasta el 2030 y aprobaremos una conceptualización teórica del socialismo en Cuba.
Debe insistirse que las transformaciones de orden económico tienen en última instancia como fin lo que aún en tiempos difíciles supimos sostener, la salud pública y la educación, ambas gratuitas y universales, que constituyen derechos humanos inalienables, en definitiva principios de la Revolución.
El gobierno en Cuba fue y seguirá siendo de los trabajadores. Todo lo que se hizo y se haga será en función de las grandes mayorías.
En el contexto actual al Partido Comunista de Cuba le toca asumir la tarea de fortalecer el trabajo político e ideológico para esclarecer en el seno de nuestro pueblo lo que sea pertinente, de estar atento a tendencias negativas que puedan surgir en grupos sociales, como los jóvenes o en el sector donde opera la gestión no estatal en la economía, que parecen ser los blancos escogidos para la labor subversiva.
Los problemas por venir no nos tomarán desprevenidos. Contamos con una fortaleza que explica que hayamos llegado hasta aquí: la unidad del pueblo, aglutinado en sus organizaciones sociales, con nuestro partido y la cohesión política en su militancia.
Nuestra dignidad frente a la prepotencia del imperio, he ahí la cuestión; en lo primero esta nuestra capacidad para resistir como hicimos hasta ahora, junto a la convicción de que nos asiste la verdad y la razón.
Por otro lado no es negociable la amistad que la Revolución cubana generó en estos duros años de resistencia. Por ello los amigos históricos de Cuba podrán contar siempre con nuestra lealtad.
Mantendremos nuestro más decidido apoyo a las causas justas de la humanidad. Lo sabe la revolución bolivariana en Venezuela; no olvidamos el derecho de Puerto Rico a su plena independencia, ni al sufrido pueblo palestino en su titánica lucha, por solo citar algunos casos que ostensiblemente nos diferencian, insalvablemente, de la política exterior estadounidense.
La contraofensiva del imperialismo y las derechas locales adquieren una singular dimensión en Nuestra América. Con diferentes instrumentos de subversión se trata de revertir los procesos revolucionarios y progresistas en Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia, entre otros.
Como ya se ha denunciado, consiste en un elaborado programa de desestabilización combinado con acciones de guerra económica y ataques mediáticos que victimiza en primer lugar a la verdad, todo dirigido a lo que llaman el cambio de régimen de forma expedita o en su lugar, una estrategia de desgaste de más largo plazo para imponer soluciones electorales afines, desconociendo en ambos casos la verdadera voluntad democrática de los pueblos.
Muchas veces nos hemos preguntado qué debemos hacer para enfrentar estos desafíos. Y justamente en nuestro acervo histórico podría estar la respuesta cuando desde los inicios mismos de la independencia americana, los próceres nos convocaron a la epopeya de la unidad y la integración.
Ya Bolívar lo había afirmado: …»La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino. Unámonos y seremos invencibles»… Hoy sabemos de la urgente necesidad de trabajar por la plena integración como objetivo estratégico para garantizar un futuro cierto para los pueblos latinoamericanos y caribeños.
No partimos de cero. No es ocioso insistir que en nuestra región son sobrados los negativos efectos de los TLC, pero también acumulamos experiencias organizativas y de lucha, desde los movimientos sociales y agrupaciones políticas que en su momento han empujado a sus gobernantes a torcer los planes de dominación.
Podemos sentirnos orgullosos del surgimiento del ALBA, que como su nombre sugiere, procura ser el amanecer de una forma más elevada de integración basada en la cooperación; de CARICOM y de la UNASUR con una formidable trayectoria para coordinar voluntades y disipar conflictos entre suramericanos; el MERCOSUR, la plataforma de articulación comercial más veterana, con experiencia en aciertos y desafíos y como culminación y objetivo estratégico, la CELAC.
En la cumbre fundacional de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, en diciembre del 2011, el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, compañero Raúl Castro expresó y cito: … «Tenemos el privilegio de asistir a un acto fundacional de carácter trascendental… reivindicamos más de dos siglos de luchas y esperanzas. Llegar tan lejos nos ha costado esfuerzo, pero también sangre y sacrificio. Las metrópolis coloniales de antaño y las potencias imperiales de hoy han sido enemigas de este empeño. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños es nuestra obra más preciada. Simbólicamente, consolida el concepto de una región unida y soberana, comprometida con un destino común».
Dado los vientos belicistas y desestabilizadores que soplan en el mundo, es necesario resaltar también en esta ocasión la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz. En ella, además de sustentar el derecho de cada pueblo a asumir el sistema político, económico y social que estime, se refrenda la viabilidad de la unidad en la diversidad.
La unidad y la solidaridad serán decisivas para avanzar en el logro de la segunda y definitiva independencia de América Latina y el Caribe. Los recientes reveses electorales de la izquierda son temporales y no deben generar desmovilización o desmoralización en las fuerzas ni en los movimientos sociales progresistas. Retomemos la iniciativa con la convicción más profunda en la victoria de nuestras justas ideas.
Finalmente compañeros, Cuba seguirá su senda hacia el socialismo, con normalización de los vínculos con los EU, que indudablemente facilitaría mucho este proceso, pero aún sin ella, como ocurrió hasta ahora. Esto significa que marcharemos sin abandonar los principios que en última instancia nos permitieron hacer una revolución como la cubana. En particular la probada vocación solidaria hacia otros pueblos, valor intrínseco a la idea universal del socialismo.
El líder histórico de la Revolución Fidel Castro, en carta al Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro el 10 de diciembre pasado, ratificó la determinación inconmovible de nuestro pueblo, al decir y cito:…»Los revolucionarios cubanos, a pocas millas de Estados Unidos, que siempre soñó con apoderarse de Cuba para convertirla en un híbrido de casino con prostíbulo, como modo de vida para los hijos de José Martí, no renunciarán jamás a su plena independencia y al respeto total de su dignidad»…
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