Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez
Entre los estereotipos de los países musulmanes más habituales en Occidente se encuentran los relativos a las mujeres musulmanas: crédulas, cubiertas con velos, sumisas, exóticas y calladas, pobladoras entre tules de harenes imaginarios y encerradas en papeles de género muy rígidos. Y entonces, ¿dónde estaban esas mujeres en Túnez y en Egipto?
En ambos países las manifestantes no se parecían en absoluto al estereotipo occidental: estaban en primera línea y en el centro, en las imágenes de las noticias y en los foros de Facebook… e incluso asumiendo el liderazgo. En la plaza Tahrir de Egipto, mujeres voluntarias, algunas acompañadas de niños, trabajaban sin descanso para apoyar las protestas: contribuyendo en labores de seguridad, comunicaciones o refugio. Muchos comentaristas atribuían el gran número de mujeres y niños al marcado carácter pacífico de los manifestantes en general ante provocaciones graves.
Otros reporteros-ciudadanos de la plaza Tahrir, y prácticamente cualquiera que tuviera un teléfono móvil podía serlo, señalaban que las masas de mujeres implicadas en las protestas eran muy diversas desde el punto de vista demográfico. Muchas llevaban pañuelos en la cabeza y otros signos de conservadurismo religioso, mientras que otras se deleitaban con la libertad de besar a un amigo o fumar un cigarrillo en público.
Participantes, líderes
Pero las mujeres no solo ejercían de trabajadoras de apoyo, el papel habitual al que quedan relegadas en los movimientos de protesta, desde los de la década de 1960 hasta los recientes disturbios estudiantiles del Reino Unido. Las mujeres egipcias también organizaban, formulaban estrategias e informaban de los acontecimientos. Autoras de blogs como Leil Zahra Mortada asumieron graves riesgos para mantener al mundo informado a diario de la situación en la plaza Tahrir y otros lugares.
El papel de las mujeres en el gran levantamiento de Oriente Próximo ha sido deplorable e insuficientemente analizado. Las mujeres de Egipto no solo «se suman» a las protestas, sino que han sido una fuerza destacada de la evolución cultural que las volvió inevitables. Y lo que se dice para el caso de Egipto se puede decir también, en mayor o menor medida, para todo el mundo árabe. Cuando las mujeres cambian, todo cambia; y las mujeres del mundo musulmán están cambiando radicalmente.
La transformación más importante es educativa. Hace dos generaciones, tan solo una reducida minoría de las hijas de la élite recibía formación universitaria. Hoy, las mujeres representan más de la mitad de la cifra de estudiantes de las universidades egipcias. Se están formando para ejercer el poder de un modo que sus abuelas apenas podrían haber imaginado: publicar periódicos, como hizo Sanaa el Seif desafiando un decreto gubernamental que le exigía interrumpir la actividad; aspirando a puestos de liderazgo estudiantiles; recaudando fondos para organizaciones de estudiantes; o dirigiendo reuniones.
De hecho, una minoría sustancial de mujeres jóvenes de Egipto y otros países árabes ha pasado sus años de formación reflexionando críticamente en entornos mixtos y cuestionando en público incluso a profesores varones en las aulas. Es mucho más fácil tiranizar a una población cuando la mitad tiene una educación pésima y se la ha entrenado en la sumisión. Pero, como deberían saber los occidentales por su propia experiencia histórica, cuando se educa a las mujeres, es probable que la agitación democrática acompañe a la transformación cultural generalizada que se produce.
La naturaleza de los medios de comunicación social también ha contribuido a convertir a las mujeres en líderes de la protesta. Por haberme dedicado durante más de una década a enseñar destrezas de liderazgo a mujeres, sé lo difícil que es conseguir que se pongan en pie y tomen la palabra en una estructura organizativa jerárquica. Asimismo, las mujeres suelen evitar la figura de estandarte que en el pasado han impuesto las protestas tradicionales a determinados activistas: casi siempre, la de un joven exaltado con un megáfono.
Proyección de poder
En semejantes contextos -un escenario, un foco y un portavoz-, las mujeres rehuyen los papeles de liderazgo. Pero los medios de comunicación social, por la naturaleza misma de la tecnología, han modificado el aspecto y la apariencia del liderazgo actual. Facebook imita el modo en que muchas mujeres prefieren vivir la realidad social, donde las relaciones entre personas son exactamente igual de importantes que el predominio o el control individual, si no más.
Se puede ser un líder poderoso en Facebook justamente forjando una «primera persona del plural» realmente fabulosa. O se puede conservar el mismo tamaño, conceptualmente, que cualquier otra persona en su página; no es necesario reafirmar el dominio o la autoridad. La estructura de la interfaz de Facebook crea lo que -pese a 30 años de presión feminista- las instituciones de cemento y ladrillo no han conseguido generar: un contexto en el que la capacidad de las mujeres para forjar un «nosotras» poderoso e implicarse en el liderazgo al servicio de los demás pueda promover la causa de la libertad y la justicia en todo el mundo.
Como es lógico, Facebook no puede reducir los riesgos de la protesta. Pero, por violento que pueda ser el futuro en Oriente Próximo, el registro histórico de lo que sucede cuando las mujeres que han recibido educación participan en los movimientos liberadores hace pensar que ha llegado el fin de aquellos a quienes en la región les gustaría mantener un régimen de puño de hierro.
Justo cuando Francia inició su rebelión en 1789, Mary Wollstonecraft, que fue testigo inesperada de ella, escribió su manifiesto en favor de la liberación de las mujeres. Después de que las mujeres norteamericanas que habían recibido educación contribuyeran la lucha por la abolición de la esclavitud, introdujeron en la agenda el sufragio femenino. Después de que les dijeran en la década de 1960 que «la única posición para las mujeres es la horizontal»,(1) crearon el feminismo de «segunda generación»: un movimiento nacido de las nuevas habilidades y las viejas frustraciones de las mujeres.
Una y otra vez, cuando las mujeres han librado las demás batallas de su tiempo por la libertad, han pasado a defender sus propios derechos. Y como el feminismo es sencillamente una prolongación lógica de la democracia, los déspotas de Oriente Próximo se enfrentan a una situación en la que será casi imposible obligar a estas mujeres que han despertado a detener la lucha por la libertad: la suya propia y la de sus comunidades.
Naomi Wolf es una activista política y crítica social cuyo libro más reciente es Give Me Liberty: A Handbook for American Revolutionaries.
______________________________
Notas
(1) Frase pronunciada en octubre de 1964 por Stokely Carmichel (1941-1998), fundador de los Panteras Negras y dirigente destacado del movimiento en pos de la igualdad de derechos civiles de la población afroamericana. (N. del T.)
Fuente: http://english.aljazeera.net/