Señaló que el sistema capitalista de acumulación produce desigualdades sociales, destruye la dimensión social del ser humano y el ecosistema. El norte no tiene otra alternativa que parar su crecimiento. La solución al problema ambiental pasa por la adopción de un sistema alternativo y la reducción drástica de la emisión de gases. El coordinador General […]
Señaló que el sistema capitalista de acumulación produce desigualdades sociales, destruye la dimensión social del ser humano y el ecosistema. El norte no tiene otra alternativa que parar su crecimiento. La solución al problema ambiental pasa por la adopción de un sistema alternativo y la reducción drástica de la emisión de gases.
El coordinador General del Instituto de Políticas Alternativas para el Cono Sur (PACS) abordó en Vigo la conexión entre «Riqueza, pobreza y ecología», una vinculación que es directa: «a más riqueza más pobreza y más desastre ambiental». Marcos Arruda trató así el amplio trasfondo de un problema climático que «no es simplemente ecológico, sino también económico, político, cultural y espiritual».
Modelo individualista, riqueza material
Marcos Arruda quiso mostrar la realidad de un modelo «en el que la sociedad no existe, sólo el individuo, que concibe al ser humano de manera egocéntrica y destruye la naturaleza social de los seres humanos». De ello explicó- deriva la concepción de la riqueza en su única dimensión material, concepción del sistema económico dominante que sólo tiene por ética la «maximización de beneficios». Arruda hizo así hincapié en la existencia de «un mundo exprimido, apretado, en el que la pobreza y la riqueza son factores de destrucción de la naturaleza. ¿qué futuro nos espera con un presente como éste?», se preguntó.
Las megacorporaciones como ejes de la economía global
El diagnóstico de Arruda sobre la situación puso de manifiesto por una parte la pérdida de papel regulador y fiscalizador del Estado para apoyar a la acumulación de capital privado. Explicó así cómo el gran capital monopoliza así el derecho a ‘planear’. Nos encontramos así con «el Norte de la opulencia, el despilfarro y el consumismo, que es justamente el cuadro propicio para el desastre ambiental. Y por otro con el Sur, con poblaciones con una alta incidencia de la pobreza, sin derecho a planear e implementar su propio desarrollo».
Siguiendo la lógica de concentración de capital, comprobamos que «los 500 grupos más grandes controlaban en 2002 el 47% del PIB global, y apenas un 1’7% de los empleos». Este es también el modelo de un «consumismo insostenible, en el que una mercantilización de todo y todos y una creación artificial de demanda», señaló.
Al mismo tiempo que se produce la concentración de capital y la búsqueda de beneficios por parte de las grandes corporaciones, se produce una «exclusión de los ‘deshechables’: el derecho a la vida está subordinado al poder de compra». Indicó así como 80 millones de personas que no cuentan en términos de producción y consumo son relegados a la invisibilidad.
Desigualdades sociales
El funcionamiento del sistema de libre mercado, por el que «la ideología neoliberal convierte todo en mercancía y el Estado corporativo es privatizado», genera una polarización a nivel mundial que remite a una extrema riqueza frente a la pobreza extrema, indicó que el 25% de la población mundial vive con menos de un dólar al día. El mismo sistema produce la profunda desigualdad entre la población más rica y más empobrecida. Todo ello en un marco en el que «40.000 millones al año serían suficientes para satisfacer las necesidades básicas de la población de los países pobres: salud, alimentación, educación.»
Entre los factores que generan y determinan la desigualdad social, Arruda señaló el Estado privatizado, y la presencia de ‘élites vendedoras’. Hizo mención también a un horizonte de beneficios a corto plazo, que lleva a la concentración y al monopolio, y se hizo eco de los costos sociales y ambientales que son asumidos como «externalidades».
Problema del medio ambiente
El coordinador del PACS señaló los factores que han generado y generan el calentamiento global: «la emisión de gases invernadero, la deforestación, la desertización.» Hizo mención a la previsión del aumento de las temperaturas y el papel de España a la cola en la reducción de emisiones propuesta por la Unión Europea. Como problemas de fondo a la crisis medioambiental Arruda señaló el pensamiento único (se nos muestra que no hay alternativa al capitalismo), el alto riesgo ecológico, y el pretexto de ignorar la urgencia de abordar un problema.
Soluciones alternativas para el calentamiento global
Arruda señaló tajantemente la única solución efectiva al respecto del calentamiento del planeta: «la drástica reducción de las emisiones». Es preciso -señaló- «una reducción del crecimiento económico y una focalización en el desarrollo humano y social, además de la redistribución de la riqueza y la implementación de políticas fiscales y tributarias que posibiliten una regulación de los mercados y del flujo de capital»
Enfatizó además la necesidad de entender la problemática de una deuda histórica, social y medioambiental que ha devenido en el enriquecimiento del Norte (como zona sociológica), y que supone afrontar los costes del empobrecimiento: un pequeño número de deudores frente a una masa de acreedores. «Hacer pago de la deuda es materia de voluntad política y conciencia social».
Otro desarrollo es posible
En el contexto de los desafíos lanzados por la globalización capitalista Arruda señaló la necesidad de superar la guerra ricos-pobres, «una guerra que mata día a día a millones de personas»; superar la hegemonía financiera; apostar por una cultura de paz, superar la militarización y la guerra; prevenir los desastres ecológicos, y establecer un reequilibrio yang-yin entre las grandes polaridades del mundo (norte-sur, hombre-mujer).
El coordinador del PACS vió también en la crisis una oportunidad para otro tipo de desarrollo, otro estilo de vida que implique otro consumo y cuidado con el medio. Apuntó la «economía social solidaria» como alternativa, al tiempo que abogó por la recuperación del Estado, «que reasuma su rol de regulador, orquestador y mediador del interés común».
En este sentido apuntó la idoneidad de unas políticas públicas sabias, con metas e indicadores sociales y ambientales, con un ‘proteccionismo positivo’ y que aboguen por una «integración solidaria a favor de la vida». Hizo así un llamamiento a una ética de la responsabilidad como ayuda de la vida a mantenerse e hizo especial mención en la necesidad de recuperar el sentido de la comunidad (el ‘yo’ y el ‘nosotros’), así como de desarrollar una socioeconomía solidaria y ecológica.