Uno se eriza solamente de suponerlo. La imaginación humana no tiene que ser muy poderosa para calcular lo que podría suceder en Cuba si se llega a cumplir la «transición hacia la democracia» que nos quieren deparar las medidas hechas públicas por el Gobierno de Bush el 6 de mayo pasado.Pero vamos a contemplar la […]
Uno se eriza solamente de suponerlo. La imaginación humana no tiene que ser muy poderosa para calcular lo que podría suceder en Cuba si se llega a cumplir la «transición hacia la democracia» que nos quieren deparar las medidas hechas públicas por el Gobierno de Bush el 6 de mayo pasado.
Pero vamos a contemplar la hipótesis imposible de que el grupo fascistoide y corrupto que detenta la Administración en Estados Unidos persiste en sus fines y logra destruir a la inconmovible Revolución cubana.
Aunque no existe ni la más remota probabilidad de que ello ocurra, en esas circunstancias Cuba se convertiría en uno más de un grupo de países con determinadas condiciones de existencia para un pueblo entero, y quizás peores por la venganza de la mafia de Miami.
Casi casi, en esta perspectiva, veo a mis jóvenes compatriotas deambular sin trabajo como en cualquiera de las «democracias representativas» de América Latina.
Se generaría pobreza en grandes cantidades, igual que en México, en Centroamérica, en Chile, Perú y otros países. (Son 227 millones bien repartidos, según la CEPAL).
Como la falta de empleo y la inequidad son pésimos compañeros, comenzaría a aumentar el alcoholismo y el consumo masivo de drogas como una forma de escapar del mundo alucinante de la miseria. Me imagino a jóvenes y adolescentes montando espectáculos en las esquinas importantes de las ciudades para tratar de lograr unas monedas de los automovilistas y transeúntes, y a esos niños de caras tristes recostados a algún rancho insalubre.
Si hasta ahora las autoridades norteamericanas se han negado a firmar con Cuba un acuerdo para reprimir el tráfico de estupefacientes, con la «democracia» que Bush nos prepara y la posición geográfica de la Isla, los traficantes de marihuana, cocaína, heroína o drogas sintéticas tendrían campo amplio para desarrollarse como no han podido hacerlo hasta hoy y su dinero sucio podría comprar las conciencias incluso dentro del aparato estatal, como en otras naciones, incluyendo Estados Unidos.
No podemos olvidar que ya una vez la mafia norteamericana se unió a la transnacional ITT para hacer de Cuba un edén del vicio con la aquiescencia del entonces «presidente» Fulgencio Batista, y la Revolución frustró el negocio, hecho bien recogido en la segunda parte de El Padrino.
Viviríamos, entonces, en un engranaje macabro, donde el poder se tejería entre el Gobierno, la mafia, las transnacionales y, por supuesto, la embajada norteamericana, siempre atenta a fiscalizar las actuaciones oficiales, exactamente como hacía antes de 1959.
Las pandillas juveniles, el gangsterismo, la corrupción más desenfadada volverían a repetir aquellas escenas de asesinatos constantes bajo la tranquila mirada de las «autoridades».
Si usted toma el acápite del ofrecimiento «generoso» de que Washington desea organizar con la sentina de la OEA «un plan de becas», queda claro que el pensamiento político de los creadores del plan del 6 de mayo y del César tiene la intención de desmontar el magnífico sistema de enseñanza superior de Cuba, que no tiene más nadie en América Latina y es punto de admiración de todos.
Además, enviar estudiantes seleccionados a universidades yanquis o latinoamericanas, según el plan de casi 500 páginas de Bush y la mafia de Miami, apunta a la preparación de los cuadros en la ideología despiadada del neoliberalismo.
Se sobreentendería que en el país dejaría de existir todo el aparato de instrucción superior y de postgrado con oportunidades para los jóvenes, que actualmente no posee ninguna otra nación del continente por la masividad, globalidad e integralidad de la enseñanza universitaria cubana, desplegada hoy hasta los municipios y con oportunidades nunca vistas a todos.
Toda la obra de la Revolución iría rápidamente por el camino de las privatizaciones casi regaladas por gobernantes que recibirían a cambio su tajada, como se hizo, por ejemplo, en Argentina con casi todas las ramas de la economía.
Puedo imaginarme la ausencia de presupuesto para pagar a los empleados públicos, a los maestros, a los médicos, a ese sector tan vulnerable como los pensionados, y vería cerrarse los policlínicos y hospitales por falta recursos que sería preciso destinar al pago de una deuda externa, aumentada descomunalmente gracias a la «generosidad» de préstamos del FMI y los bancos transnacionales.
El ejército de científicos creado tendría que emigrar, pues muchos centros se venderían o cerrarían por la competencia de los productos norteamericanos, y habría sangre derramada en nuestros campos cuando los antiguos terratenientes vinieran a reclamar sus tierras -hace tiempo nacionalizadas- con el apoyo de ejércitos mercenarios.
La práctica neoliberal alcanzaría a las escuelas especiales, un estorbo en el sistema de mercado, así como a las escuelas primarias y secundarias, a las cuales ningún Gobierno «democrático representativo» estaría dispuesto a entregar recursos como los que hoy reciben.
Las fábricas serían rematadas al mejor postor para poder hacer imperar la ley de la oferta y la demanda, y los sindicatos quedarían destruidos, los obreros despedidos, como ha sucedido en el resto de América Latina, para que los trabajadores no puedan entrar en reclamaciones salariales, de mejores condiciones de trabajo y otras ventajas.
En esa Cuba concebida por Bush y algunos acólitos latinoamericanos que ya entregaron o se disponen a entregar su soberanía en el ALCA o en tratados de libre comercio con iguales características, retornaríamos a los clubes y playas privados, adonde los pobres -con más razón los negros- no tendrían la posibilidad de llegar, y nos desesperaríamos -aquellos que preservaran trabajo- en la ingeniería de hacer llegar el salario hasta el final del mes.
¿Pagar por la escuela y útiles escolares? ¿Pagar tarifas cada vez mayores por una consulta médica? ¿Cuánto costará entonces una operación complicada, un internamiento prolongado y medicamentos exclusivos de las transnacionales?
Nada, no habría más remedio que volver a hacer la Revolución.