Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, ha dicho en Madrid que la Cuba anterior a la Revolución, es decir, la del dictador Fulgencio Batista, fue una «joya de oro». Escuchar esto de alguien que proclama por todas partes que su grupo tiene interés en los derechos humanos, me parece aberrante, teniendo en cuenta […]
Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, ha dicho en Madrid que la Cuba anterior a la Revolución, es decir, la del dictador Fulgencio Batista, fue una «joya de oro». Escuchar esto de alguien que proclama por todas partes que su grupo tiene interés en los derechos humanos, me parece aberrante, teniendo en cuenta todo el dolor que produjo ese sangriento régimen en nuestra Patria. Como ella se refiere no al lado ético de aquella dictadura, sino más bien al lado materialista del régimen me parece que el tema merece un análisis más económico de lo planteado.
Cuba ocupaba en 1957 el quinto lugar de los países latinoamericanas detrás solo de Brasil, Argentina, México y Chile. El valor de producción industrial era al año de unos mil millones de pesos o dólares, entonces…¿Éramos esa tacita de oro que algunos nostálgicos recuerdan en las cafeterías de la calle ocho?
Bueno, para empezar creo que «éramos» es un termino colectivista, y lo que movía la economía cubana de aquellos días no era el colectivismo, sino el individualismo capitalista y confundir producción de riquezas con distribución de las mismas parece ser un truquito de quienes hacen apología de ese «paraíso perdido». Nos quieren involucrar a TODOS en una nostalgia reaccionaria que facilite el camino a las mismas fuerzas políticas que tanto daño causaron en el pasado.
Pensando en el oro y las joyas, no creo que en los tiempos coloniales ningún esclavo doméstico era feliz por el hecho de lucir en público esmeraldas y plata fina como sucedía cuando caleceros y esclavas domésticas eran vestidos de manera elegante por amos vanidosos. Y digo esto de la joya ajena, porque muy a menudo los símbolos de poder y riqueza no coinciden con el título de propiedad, ni con la dignidad de quien aparenta poseerlos, y en un arranque emancipatorio, el esclavo muy bien que pudiera dejar atrás la joya prestada por ganar su libertad y dignidad real.
Cuba con enormes desigualdades lograba la creación de riquezas. Podríamos decir que la maquinaria capitalista funcionaba, porque el trabajador cubano que casi siempre tenía un origen rural, abandonaba los campos ante el avance de la industria azucarera. Emigraba a las ciudades incrementando la mano de obra barata para la industria transformadora. No nos olvidemos que La Habana era proporcionalmente después de Viena en Austria, la ciudad más populosa en relación a la población total del país, y que un enorme desempleo garantizaba a los empleadores un capital humano barato.
La pequeña burguesía supo aprovechar, sobre todo bajo el gobierno de los auténticos, y florecieron las tiendas en calles de comercio y las humildes bodeguitas de barrio. La gran burguesía en alianza con compañías norteamericanas quería monopolizarlo todo poniendo a Cuba de rodillas ante la voluntad extranjera. El esfuerzo honrado de los pequeños empresarios no pudo evitar, ni siquiera con el apoyo de la banca de fomento agrícola e industrial de los auténticos, que la isla se alejara cada vez más de la soberanía popular y de la democracia real cayendo en manos de una minoría militarista y de extrema derecha que finalmente dio el golpe de estado de 1952 asesinando la idealista constitución del 40.
La industria nacional a pesar del beneficio de los altos aranceles desde 1927 (altos en todo el mundo después de la Primera Guerra Mundial) ante la falta de combustibles baratos, dependía de la «Compañía Cubana de Electricidad», que a su vez era una subsidiaria de American and Foreign Power Co.Inc. Dependíamos enormemente del capitalismo norteamericano y al final de la cadena de producción estaba un obrero muy explotado que no estaba tan interesado en la «igualdad de oportunidades» que le ofrecía el mercado libre y la lotería nacional, sino más bien en la justicia social.
Cuba no gozaba de soberanía económica para poder decidir su destino político y más allá de la propaganda exagerada que hacen los reaccionarios se esconden datos que hacen pensar. Desde 1946 a 1955 el 60% de la manteca de cerdo consumida en el país había que comprarla en los Estados Unidos, y debido a fallas estructurales en la economía rural, los cubanos tenían que hasta comprar en el extranjero el 80% de los ajos y cebollas que consumían.
La líder de las «Damas de Blanco», que ha pedido abiertamente que se mantenga el bloqueo contra su propio pueblo, quizás desconozca que después de la azúcar y el tabaco cubano, la tercera fuente de los ingresos económicos de Cuba provenía del turismo (casi exclusivamente norteamericano). Por lo tanto no es muy coherente hablar de esa «joya de oro», que era financiada en una tercera parte por el turismo norteamericano contrastándola con la Cuba actual bajo el bloqueo. Fue época de casinos, de prostitución, de mafias y de festín aparente. Quizás los brillos de neón son un recuerdo nostálgico para algunos en Miami, pero de verdad aquello tenia todas las apariencias de un barco lleno de luces y música, pero encadenado con gruesas cadenas a los muelles de un imperio demasiado cerca, y sin mucho respeto por la dignidad de los cubanos.
Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/florida/6805-la-tacita-de-oro