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La unidad es posible

Fuentes: Rebelión

Las marchas de la dignidad del 22M así lo demuestran

Tras el rotundo éxito de las marchas de la dignidad que confluyeron en Madrid este pasado 22 de marzo ha quedado demostrado que la unidad de la izquierda es posible, que el pueblo unido puede cambiar las cosas. Ha sido una de las manifestaciones más concurridas de los últimos años. Se ha producido un gran salto cualitativo y cuantitativo desde aquel mayo histórico de 2011. A mí me ha emocionado mucho ver al mismo tiempo banderas rojas, negras, rojinegras, arco-iris, tricolores, de todas las zonas del Estado español, colectivos anarquistas, comunistas, feministas, ecologistas, republicanos, del 15-M, de las mareas contra los recortes, de los sindicatos más combativos (muy significativa la ausencia de los grandes sindicatos), ciudadanos sin banderas, jóvenes, mayores, niños, familias, incluso discapacitados, inmigrantes («ningún ser humano es ilegal» era una de las consignas proclamadas), etc., etc., todos ellos unidos y reclamando lo mismo al unísono: pan, trabajo y techo. Y sobre todo dignidad. Hemos demostrado cientos de miles de ciudadanos (como mínimo) que no tenemos miedo, que no nos van a amedrentar, que tenemos las ideas claras, que no nos rendimos.

Ni siquiera la violencia con la que terminó esa jornada histórica puede empañar tal éxito. Violencia que, como siempre, si no provocada por la policía, desde luego acrecentada por ella. Porque aun admitiendo que no haya habido infiltrados de la propia policía desatando la violencia (todos recordamos lo ocurrido el 25-S, «no me pegues que soy compañero», todos recordamos la brutal carga policial contra el 15-M en la plaza de Catalunya de Barcelona,…), si es cierto que unos pocos individuos provocaron a la policía, ésta (que para eso tiene todos los medios para protegerse adecuadamente) debería haber evitado caer en las provocaciones, que la violencia fuese a más, tendría que haber actuado proporcionadamente. La actuación policial, una vez más, aun admitiendo, insisto, la versión oficial de que ellos no empezaron, dejó mucho que desear. En vez de controlar la situación la policía la agravó. Por algo el Estado actual detenta el monopolio de la violencia. Dicho sea de paso que yo, como la inmensa mayoría de ciudadanos que protestan en las calles, condeno todo tipo de violencia. ¿A quién beneficia la violencia? La respuesta yo creo que está clara.

Pero, además, ¿son fiables quienes mienten sistemáticamente, quienes hace poco fueron pillados in fraganti en uno de los hechos más vergonzosos que se recuerda en los últimos tiempos (la muerte de 15 inmigrantes que intentaban desesperadamente entrar en Ceuta)? Una cosa está clara: el Estado desea reprimir todo lo posible las protestas (absolutamente legítimas y justificadas) de los ciudadanos. Tiene miedo sobre todo de que las protestas sean sostenidas, auténtico pánico a las acampadas. El miedo, por fin, está empezando a cambiar de bando. Ni el apagón informativo en los grandes medios de comunicación (especialmente la televisión), que prácticamente no han informado de las marchas que se estaban produciendo por todo el Estado español en las jornadas previas, ni la retención durante varias horas de autobuses que se dirigían a Madrid el 22M, ni las descalificaciones («son los neonazis»), ni los «avisos» de que grupos violentos podrían actuar, ni el recuerdo de la violencia policial en pasadas movilizaciones,…, han podido impedir que cientos de miles de personas mostraran su indignación en las calles. Posiblemente muchos ciudadanos que no pudieron o no se atrevieron a venir incluso las apoyaron desde sus casas moralmente, simpatizaron con esta gran marea ciudadana.

Sin embargo, es imprescindible que la dignidad llegue a las instituciones políticas. Las mareas ciudadanas deben sentirse representadas políticamente. Es necesaria la unidad de la izquierda para acudir a las elecciones. El poder debemos alcanzarlo a través de las urnas. Y para ello Podemos, el Partido X, Equo, Izquierda Unida (la cual, en mi modesta opinión, debe romper definitivamente con el PSOE para tener plena credibilidad), etc., etc. (pido disculpas por las posibles omisiones), deben conformar un frente único electoral. Dichas formaciones políticas, todas las que apoyaron las marchas de la dignidad, deben estar a la altura de las históricas circunstancias. Los ciudadanos, las bases, así lo estamos reclamando. En la calle hemos demostrado que es posible la unidad de acción. Esa unidad debe traducirse electoralmente, pues las movilizaciones callejeras (debemos aspirar a que sean cada vez más multitudinarias y mejor organizadas, dando prioridad a evitar toda violencia), las huelgas generales,…, aun siendo imprescindibles, son insuficientes. Y esa unidad es posible lograrla, de la misma manera que se logró en las calles, en base a un programa político mínimo que conecte las necesidades materiales e inmateriales más inmediatas de la población (pan, trabajo, techo, dignidad) con lo aparentemente no tan inmediato, pero igualmente necesario, el cambio de sistema, una auténtica regeneración democrática, la cual sólo es posible mediante la ruptura con el actual régimen a través de un proceso constituyente encaminado a la instauración de la Tercera República, una república que no sea simplemente una «monarquía» donde su «monarca» sea «coronado» cada x años, sino donde la democracia sea suficiente y aumente y mejore continuamente, donde los derechos humanos se garanticen en la práctica, donde todas las personas puedan vivir dignamente.

No será posible pan, trabajo y techo para todos sin una democracia real , sin un sistema donde los gobiernos estén obligados a gobernar para el pueblo, sin un sistema donde los gobiernos respondan realmente ante el pueblo, es decir, sin separación de poderes, sin libertad de prensa, sin referendos frecuentes y siempre vinculantes, sin mandato imperativo (la obligatoriedad de cumplir los programas electorales), sin elegibilidad y revocabilidad de todos los cargos públicos, sin una ley electoral donde se cumpla el principio elemental de toda democracia «una persona, un voto», sin…. La unidad puede y debe construirse en torno a un programa político mínimo centrado en esas dos ideas íntimamente relacionadas entre sí: rescate ciudadano y democracia real.

¡Sí se puede!

José López es autor de los libros Rumbo a la democracia, Las falacias del capitalismo, La causa republicana, Manual de resistencia anticapitalista, Los errores de la izquierda, ¿Reforma o Revolución? Democracia y El marxismo del siglo XXI así como de diversos artículos, publicados todos ellos en múltiples medios de la prensa alternativa y disponibles en su blog para su libre descarga y distribución.

Blog del autor:http://joselopezsanchez.wordpress.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.