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La universidad neoliberal

Fuentes: Berria

Traducido para Rebelión por Daniel Escribano

I

Últimamente aparece a menudo el los medios de comunicación escritos el rector de la Universidad del País Vasco (UPV), Juan Ignacio Pérez. Acaso porque las elecciones en esa universidad serán próximamente. Los diarios del grupo Vocento son los que mayor atención le han dado tanto a él como a la UPV. Como si estuviera pactado entre ambas partes, no hay noticia institucional o científica en que esos medios de comunicación no le dediquen abundante espacio. Sin lugar a dudas, esos diarios aplauden notoriamente la política que llevan actualmente las autoridades de la Universidad. No es extraña esa confluencia, porque esa política se compadece de todo punto con el pensamiento conservador que vincula orden y neoliberalismo con la universidad. Un ejemplo inmejorable de ello lo tenemos, por decir uno, en la amplia entrevista al rector publicada en El Correo el 24 de febrero.

Para el rector es fundamental poder competir en Europa, esto es, más o menos como estar en la Champions League, si tomamos un ejemplo no muy adecuado. Estar sólo en la liga española no le parece atractivo. Y para cumplir ese objetivo debe prestigiarse la investigación de la UPV, para que el nivel de nuestros científicos se conozca en el ámbito internacional. Para ello, las técnicas que se utilizan son la publicidad y el marketing. La idea subyacente parece ser ésta: «valgo tanto como me conoces». Igualmente, el señor rector opina que también los edificios de la UPV deben ser visibles desde fuera, construyendo infraestructuras en el centro de la ciudad espectaculares arquitectónicamente. Después, para subrayar esta idea, el señor rector utiliza el denominado argumento de autoridad. Nos trae a la memoria la opinión de Hannibal Lecter en The Silence of the Lambs: «lo que vemos es lo que valoramos y deseamos». Nosotros, en cambio, nos preguntamos esto otro: ¿y lo que no se «ve» y «valora» en el escaparate de ese mercado científico no vale nada?

Para emprender ese camino hay que obtener más dinero de las administraciones públicas, claro. Dinero para reanimar a los profesores mediante complementos y equipararlos con los sueldos de los trabajadores de la administración. Dinero para traer a investigadores de fuera y construir el parque científico que se hará en el campus de Lejona (Vizcaya). No puede negarse que ese dinero para la UPV ha aumentado notoriamente en el mandato de este rector. Por eso es comprensible que la universidad pública haya avanzado: más masters, más patentes, más presupuesto, datos cuantitativos que satisfarían al gerente de cualquier empresa.

Asimismo, el señor Pérez toma la admisión de estudiantes como un «problema de gasto», siguiendo el esquema coste/beneficio tan utilizado en el mundo de las finanzas. Si es así, los estudiantes de primeros ciclos salen «caros», porque sólo pagan el 25% o el 30% de los estudios. Es mejor atraer a estudiantes de ciclos superiores ─posgrados─, porque esos vienen con el pan bajo el brazo (como los niños de antaño) y eso nos hace «competitivos». Y si son extranjeros, mucho mejor. Por eso se invierte cada vez más en el inglés, ya que uno de los objetivos del rector es «ofrecer en inglés grados enteros». Pues se considera que quienes no saben o no dominan el inglés no son «competitivos». ¿Qué hacer con ellos?

Este rector no entiende que pueda haber estudiantes en contra de los criterios de Bolonia. A su juicio, el «discurso abertzale» no puede estar en contra de Bolonia. Bolonia sólo marca «algunas condiciones comunes sobre estudios, duración y estructura de la enseñanza». En su opinión, eso no es «uniformizar». Sólo son algunas modestas exigencias para homologar los títulos. Además, dice que las acciones de rechazo de algunos estudiantes son simples excusas para defender meros intereses políticos.

Para quienes están en contra de ese punto de vista neoliberal de la universidad, si no se conducen de la manera impuesta por las normas ─las habituales normas de juego estrechas─, el rector no dudará en meter a la Ertzaintza en el campus cada vez que sea necesario. Más aún, el rector Pérez considera que en este tema debe actuar de manera más intolerante que en otras universidades del Estado. ¿La razón de esto? «Hemos sufrido mucho.» Evidentemente, en ese sufrimiento no están los profesores y estudiantes que durante estos años han sido despedidos, apaleados, expedientados, detenidos y juzgados. Según parece, esos son inmunes al sufrimiento.

La universidad no es una fábrica, una empresa cualificada de servicios ni tampoco un centro avanzado de formación profesional.

II

En este proceso acelerado de mercantilización del espacio público universitario el lenguaje utilizado no se diferencia en nada del de la empresa. La enseñanza se mide mediante créditos. Se tiene a los estudiantes por clientes. Las cosas se planifican estratégicamente. Los programas se desarrollan según objetivos. Se busca la eficiencia y se ensalza la excelencia como valor de cambio. La calidad se controla de manera empírica y cuantitativa. Esa tarea, además, la realizan agencias de evaluación externas a la universidad (es decir, acreditando diferentes actividades de la universidad y valorándolas con notas).

Asimismo, quieren completar los sueldos de los trabajadores ─queriendo calcular la productividad real─ con primas según el rendimiento. Quieren valorar las aportaciones de la universidad mediante resultados mensurables. Y aplicar el esquema coste-beneficio en todo lo que puedan. Prefieren la competición en el mercado de los títulos, la enseñanza y la investigación y quieren impulsar el conocimiento internacional mediante investigadores de prestigio.

Toda esta terminología contamina la vida universitaria de arriba abajo y marca la tendencia, que aún no está extendida, a pesar de que las resistencias estén ahí, ya que no se puede cambiar de un día a otro el rígido esquema funcionarial que ha tenido la institución desde su fundación.

Un ejemplo de ello que no puede ser más claro lo hemos tenido recientemente cuando ha surgido la protesta de diversos profesores contra las evaluaciones que ha hecho la agencia UNIQUAL.1 El propio rector ha tenido que intervenir intentando poner un poco de orden en el problema. También un determinado partido político ─defendiendo intereses concretos, evidentemente─ ha pedido la revisión de esas evaluaciones. Intuimos que al final intentarán resarcir a los supuestamente perjudicados introduciendo cambios en las valoraciones, pero haciendo eso pondrán en cuestión la credibilidad de la propia agencia y ello puede implicar de cara al futuro consecuencias no buscadas.

Para la UPV sería mucho mejor ─en nuestra opinión─ si se impulsaran relaciones de colaboración y no de competitividad. Este tipo de relaciones traería mejor ambiente entre los trabajadores y no, como el modelo que se quiere impulsar, frustración, malestar, enfado y continuas denuncias de agravios comparativos. Al cabo, estos fallos serán fuente de la falta de eficacia y la baja productividad social que se quieren evitar.

Es muy pobre tomar a la UPV como mera empresa y considerar las aportaciones que pueden hacer sus profesores en enseñanza e investigación como mera mercancía cuantificable. Nosotros pensamos, además, que no se puede hablar propiamente de universidad si esa institución no puede transmitir pasión por el conocimiento, amor a la verdad, apego a la innovación y conciencia respecto a la justicia y solidaridad. Todo eso debe trabajarse en un ambiente de libertad de creación, de igualdad y manteniendo las distancias tanto respecto al Estado cuanto respecto al interés impostergable del mercado. Es de subrayar, de paso, cuán ligados van estos dos últimamente.

Los valores mencionados no pueden monetarizarse, ya que los resultados son intangibles. La motivación de cualquier investigación científica y educación debe estar en la base de toda humanidad integral y verdadera. No deberían buscarse aplicaciones materiales e inmediatas de esos valores, porque, por principio, deben estar abiertos a todos. Es el conocimiento verdadero, desinteresado, lo que debe impulsarse, sin buscar meros valores de cambio. El verdadero profesor-investigador debe hacer sus tareas por gusto, sin poner premios adicionales de tipo alguno en el punto de partida.

Es de todo punto necesario compatibilizar la rentabilidad económica con otras rentabilidades a menudo desdeñadas: social, política, cultural o lingüística. Entendemos la universidad como espacio para la humanización personal y colectiva, como lugar en que se desarrollan las capacidades para la creación y la comunicación social. No debería ser el único ─ni el principal─ objetivo de los estudiantes conseguir un título para entrar en el mercado laboral, sino obtener una formación integral mediante el estudio, la experiencia y las relaciones universitarias. El conocimiento profesional obtenido no es más que una parte de toda su dimensión humana.

En lo atinente a profesores e investigadores, pensamos que no deberían basar sus esfuerzos en el desarrollo del estatus, la captación de premios dinerarios o en el disfrute de prebendas. Deben realizar su trabajo sobre todo por amor al trabajo y vocación, por el gozo interno que da actuar por el desarrollo cultural y científico de la sociedad.

Por último, nosotros estamos a favor de una universidad comprometida con su país, esto es, el País Vasco. Esta circunstancia, más que entorpecer, impulsará su aportación y presencia en el concierto científico internacional, en favor del conocimiento universal.

En lugar de la dirección de entrar en la primera división europea, preferimos una universidad democrática, integradora y al servicio de una sociedad vasca soberana, que sea capaz de definir y organizar libremente sus objetivos, educación y prácticas científicas y culturales, sin imposiciones del mercado o del Estado. Este objetivo es precisamente el fundamento esencial de la sabiduría y la verdad realmente universales.

* Antton Azkargorta y José Luis Herrero son miembros del grupo de profesores expulsados de la UPV en 1992 por negarse a continuar su labor docente con contrato administrativo. Opuestos a la funcionarización de la universidad, reclamaban un contrato laboral propio, derecho que les había reconocido inicialmente en 1990 la Audiencia Provincial de Vizcaya y que posteriormente negó el Tribunal Superior de Justicia de la CAV. Después de un largo conflicto y de fuertes movilizaciones y tensiones, en 2004 el Parlamento de la CAV aprobó la Ley de universidades, que abría la puerta al establecimiento de contratos laborales para el profesorado y que ha permitido recientemente ─ya que el Gobierno de España no retiró hasta 2006 el recurso que interpuso contra la Ley─ el retorno de la mayoría de profesores expulsados. Con todo, Azkargorta y Herrero se han negado al reingreso, porque la UPV no ha negociado el retorno con los profesores expulsados como grupo sino individualmente y por considerar que «la Universidad tiene una deuda que saldar con nosotros, no sólo económica, sino también política y moral», cuyo resarcimiento no implica «un indulto, sino una verdadera amnistía, que reconozca la legitimidad de nuestra lucha». El grupo de profesores expulsados escribió en 1999 Historia de una pancarta. La lucha por el profesorado propio en la UPV.

Este artículo se publicó en dos partes en el diario Berria los días 11 y 26 de marzo de 2008
http://www.berria.info/testua_ikusi.php?saila=iritzia&data=2008-03-11&orria=011&kont=007
http://www.berria.info/testua_ikusi.php?saila=iritzia&data=2008-03-26&orria=004&kont=009

Nota

1 Agencia de evaluación del profesorado universitario creada recientemente por el gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) de cuyos informes depende la asignación de complementos salariales y en cuya elaboración se han denunciado numerosas irregularidades que han levantado protestas generalizadas entre el profesorado hasta el punto de que el propio rector ha reconocido el malestar creado y se ha comprometido a mediar en el conflicto. (n. del t.)