Los historiadores se han centrado en la figura de Juan Negrín por su influencia y recorrido político: presidente del Gobierno de la II República española entre mayo de 1937 y marzo de 1939 (y después en el exilio hasta 1945), antes fue designado ministro de Hacienda en el ejecutivo del socialista Largo Caballero (desempeñó el […]
Los historiadores se han centrado en la figura de Juan Negrín por su influencia y recorrido político: presidente del Gobierno de la II República española entre mayo de 1937 y marzo de 1939 (y después en el exilio hasta 1945), antes fue designado ministro de Hacienda en el ejecutivo del socialista Largo Caballero (desempeñó el cargo entre septiembre de 1936 y abril de 1938). «Mediante la evacuación de las reservas de oro del Banco de España a la URSS y a Francia, aseguró el aprovisionamiento de armas y alimentos para la defensa de la República», explica el historiador y asesor de la Fundación Juan Negrín, Sergio Millares. También subraya que elaboró un «proyecto de reconciliación» entre los españoles, denominado Los Trece Puntos (manifiesto con las condiciones mínimas para un final negociado de la guerra), rechazado por el bando golpista.
«Negrín personifica la resistencia de la República frente a los militares alzados», resalta Millares. En 1939 se exilió a Francia y un año después trasladó su residencia a Londres. En «El final de la guerra. La última puñalada a la República», el historiador Paul Preston subraya el acierto de Juan Negrín como titular de Hacienda, en la gestión de las finanzas republicanas; y también como presidente del Gobierno al tiempo que ministro de Defensa, para organizar el esfuerzo bélico de la República.
En otras ocasiones se ha destacado el relieve científico de este humanista que se afilió al PSOE en 1929, durante la dictadura de Primo de Rivera. A los quince años Negrín empezó la carrera de medicina en Alemania, primero en la Universidad de Kiel y después en Leizpig. No sólo llegó a doctorarse con 20 años y acceder a la cátedra de Fisiología en 1922, con 30, sino que alcanzó a dominar las lenguas inglesa, francesa y germana. Pero un aspecto de la biografía del doctor Negrín ha permanecido históricamente en la penumbra, su pasión por los libros. La Universitat de València ha organizado, en colaboración con la Fundación Juan Negrín y el Instituto Valenciano de Restauración, la exposición titulada «La biblioteca errante. Juan Negrín y los libros», que permanecerá abierta en el Centre La Nau de la Universitat hasta el 30 de noviembre.
En el acto de presentación realizado en la Universitat de València, Carmen Negrín comparte el recuerdo de su abuelo con los bolsillos contrahechos, por los libros y periódicos que siempre llevaba encima; o los trenes que casi perdieron en Inglaterra, las vueltas por la zona del Sena en París y la asistencia a subastas, siempre en busca de nuevas publicaciones. En una carta escrita en Londres (1944) a Luis Araquistáin, Juan Negrín se definió como «un maniaco e indiscriminador coleccionista de libros».
La exposición se presentó por primera vez en el Instituto Cervantes de París, en 2015. Se compone de 150 libros, folletos, revistas, documentación bibliográfica e incluso hojas volantes de la guerra. Ordenados por un criterio cronológico, el visitante puede encontrar desde «España en su historia. Cristianos, moros y judíos», de Américo Castro, editada por Losada; «Europa y el fascismo», de Hermann Heller y «Slightly out of focus», del fotógrafo Robert Capa, hasta una sencilla carta sellada de julio de 1956, en la que la Universidad de París invita al doctor Negrín al Congreso Internacional de Fisiología, que se celebraría en Bruselas. «Resulta imposible aventurar una cifra respecto al volumen de su biblioteca», señala el comisario de la Exposición, Salvador Albiñana. Pero era vastísima. Carmen Negrín, nieta y custodia de los libros y papeles tras la muerte de su madre, Feliciana López de Dom Pablo, cifra en 153.000 los documentos catalogados sólo del archivo de la guerra civil. También da cuenta de la bibliofilia de Negrín el anuncio de subasta en Londres -en 1958, dos años después de su muerte- de 550 lotes de libros. Aquellos que no pudieron venderse, quedaron en su domicilio de París. Actualmente mantiene la custodia de estas obras la Fundación Juan Negrín, en Las Palmas de Gran Canaria.
Las inquietudes de Negrín abarcaron la política, la ciencia, la literatura y el arte, pero también la mecánica cuántica, la arquitectura o el urbanismo. «Su pasión comenzó en los años de estudiante de medicina y profesor en Leizpig», explica Salvador Albiñana; «al exiliarse en 1939, con él viajaron sus libros, aunque no pudo disponer de todos ellos hasta el final de la segunda guerra mundial». Mayores dificultades tuvo para reunir una parte del archivo, lo que logró en 1952. Precisamente en esto consiste la «biblioteca errante»; Es la voluntad permanente por trasladar y reunir las obras allí donde su dueño se encontraba. Los tres bloques de la exposición coinciden con el peregrinaje vital de Negrín, que comienza en el periodo 1914-1936 entre Leizpig y Madrid. Iniciada la Primera Guerra Mundial, Negrín vuelve a España, donde comienza a adquirir una vasta biblioteca médica, que según su discípulo, bioquímico, biólogo molecular y Premio Nobel Severo Ochoa, fue la más completa del estado español sobre Biología. A esta época corresponde el primer libro del poeta Pedro Salinas -«Presagios»- que el autor dedicó a Juan Negrín en 1924; también «Paris le nuit» (1933), de Paul Morand, el primer fotolibro de vida nocturna.
La exposición da cuenta del trabajo editor de Negrín, plasmado en una veintena de libros de la editorial España. El futuro presidente promovió esta editorial, operativa entre 1929 y 1935, junto a los también socialistas Luis Araquistáin y Julio Álvarez del Vayo. El sello se estrenó con la publicación de «Sin novedad en el frente», novela pacifista de Erich Maria Remarque que alcanzó las nueve ediciones. Figuraron en el catálogo de la editorial España títulos como «Mis peripecias en España», de Leon Trotski, con traducción de Andreu Nin; «Vieja y nueva moral sexual» (1930), de Bertrand Russell y traducida por Manuel Azaña; «Grandeza y servidumbre de la prensa» (1930), de Alfonso Ungría, que introdujo en el estado español el análisis sobre la prensa y opinión pública; «Elementos de Bioquímica» (tercera edición, 1932), primer manual universitario sobre esta disciplina; «Écue Yamba-Ó», de 1933, primer título del escritor Alejo Carpentier; y «Cuestiones de dietética», del iniciador de los estudios de nutrición Jaume Pi-Sunyer y con prólogo de Juan Negrín.
El segundo apartado de la exposición prosigue con el recorrido -vital y bibliográfico- de Negrín, entre 1936 y 1939. La biblioteca se desplaza por primera vez, por las necesidades que impone la guerra, y sale de Madrid; en esta ocasión con dirección a Valencia (a la urbanización de La Carrasca, en el municipio de Náquera), donde se traslada el ejecutivo republicano del que Juan Negrín fue titular de Hacienda. A finales de 1937 se produjo un nuevo traslado de los libros y documentación, ahora a Barcelona, siguiendo los pasos de su propietario y ya primer ministro. Hasta 1939 las obras permanecerán en la residencia de Pedralbes.
En este bloque las publicaciones vienen marcadas por un tono de agit-prop bélico. Por ejemplo las obras del Comisariado General de Guerra, para el que el pintor y escritor Gabriel García Maroto preparó en 1937 «Propaganda y cultura en los frentes de guerra»; o «Guerra viva» (1938), libro de poemas de José Herrera «Petere»; dentro de las esmeradas ediciones de los ministerios de Sanidad e Instrucción Pública se incluye la «Memoria de la Oficina de Adquisición de Libros», redactada por la entonces directora de la Biblioteca de la Universidad de Valencia, María Moliner, y publicada en 1937. En el ámbito de la libertad creativa y la crítica literaria, ocupa un lugar relevante la revista «Hora de España», que tuvieron entre otros responsables a Manuel Altolaguirre y Juan Gil-Albert.
En la rueda de prensa convocada para presentar la muestra, Salvador Albiñana recuerda la importancia de París como gran centro editorial. Allí se publicó «Hommage à Federico García Lorca, poète fusillé a Grenade», presentado en la Exposición Universal de París (1937) o «Les 13 points pour lesquels combat l’Espagne» (1938), la propuesta del Gobierno de Negrín traducida por André Malraux. En forma de carpeta de láminas con fotomontajes también se editó la «Declaración de Principios del gobierno de la República Española», a cargo del Comisariado del Grupo de Ejércitos de la Región Central, que tenía al fotomontador Josep Renau como director de Propaganda Gráfica. También la biblioteca del científico y político republicano incluye dos fotolibros publicados por la Embajada de España en Londres -«La lucha del pueblo español por su libertad» (1937) y «Work and war in Spain» (1938)- en la que pueden observarse fotografías de agencia firmadas por Robert Capa y David Seymour.
Tal vez la obra central de la exposición de la Universitat de València sea «España en el corazón. Himno a las glorias del pueblo en la guerra», de Pablo Neruda. «Acabó de imprimirse en noviembre de 1938 en las viejas prensas del Monasterio de Montserrat; se trata del ejemplar número nueve de una tirada de 500», detalla Albiñana. En una pequeña imprenta, la edición corrió a cargo del poeta y autor teatral Manuel Altolaguirre con la ayuda de soldados tipógrafos. En la pasta para la impresión se mezclaron ropa y vendajes, detalla uno de los paneles de la muestra.
La última parada de la biblioteca en el exilio comprende el periodo 1939-1956. Los libros y el archivo hicieron el periplo Barcelona-Tolouse-París, mientras que los documentos más relacionados con la guerra de 1936 recalaron en Marsella, custodiados por la embajada de México. Antes de partir hacia Inglaterra en junio de 1940, obligado por el avance Nazi sobre Francia, dejó una parte de los libros en el municipio de Andrésy, cerca de París. «Negrín llegó a Londres sin libro alguno», apunta Salvador Albiñana en el catálogo. Pero para el bibliófilo socialista no había punto de pausa, de modo que comenzó una nueva biblioteca en Londres. «Entre 1940 y 1946 espigó por las librerías de Oxford y la capital británica, y reunió una excelente colección», añade el comisario de la muestra. En Inglaterra se quedaron los libros, cuando Negrín retornó a París en 1947, y de nuevo tuvo acceso a los volúmenes que había dejado en Andrésy. A esta etapa corresponden «Franco’s black Spain», de Luis Quintanilla; literatura de la Guerra Fría, sobre cibernética o los albores de la Comunidad Económica Europea. Una dedicatoria del filósofo Albert Camus, la pieza teatral «No» (1952), que el escritor Max Aub le remitió desde México o la «Recordación de Cajal», homenaje de 1952 en el que participó uno de sus discípulos, el catedrático de Fisiología José Pérez Puche, dan cuenta de esta última etapa de pasión por los libros; que termina con la muerte, en 1956, de Juan Negrín en París.
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